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             Escritor, director de cine, guionista, diplomático, 
            viajero.... Javier Puebla es uno de esos personajes que si no 
            existieran habría que inventarlos. A veces uno tiene la sensación de 
            que se encuentra ante el antihéroe por definición, ante esa imagen 
            perdida del espejo que como uno mismo siempre va contra corriente, 
            porque con la corriente solo nadan los perdedores o los vagos. 
            Finalista del Premio Nadal 2004 con la novela Sonríe Delgado, una 
            hermosa historia de genero negro sobre la impostura como razón 
            vital, Javier Puebla vuelve con el libro de relatos Blanco y 
            negra en el que nos traslada a ese continente africano que 
            tan bien conoce y que tanto desconocemos nosotros. Relatos –y una 
            novela corta final, Belkíis-, con los que nos 
            acercaremos a otro punto de vista, a otra realidad con la que nunca 
            solemos desayunar cada mañana en los Diarios. Y sólo por eso, 
            merecen la pena ser leídos.  
            Pregunta: ¿Cuándo comenzó a escribir Javier 
            Puebla? 
            Respuesta: Creo que tenía cuatro años. Mi padre me llevaba una 
            hora antes al colegio, el Pilar, y abrían el aula sólo para mí; y 
            escribía. Las aventuras de un niño australiano que tenía un canguro 
            que hablaba y un conejo mágico y protegía a sus padres de 
            malhechores de todo tipo. Desde ese momento he escrito siempre. Raro 
            es el día que no “juego” con las palabras en los cuadernos que llevo 
            en el bolsillo y a los que llamo diarios, pero que en realidad son 
            mi campo de experimentación privado. Escribir me encanta. Y me 
            gustaría añadir que una vez publicado un libro ya no lo considero 
            mío, sino una obra compartida con quienes lo han leído. 
            P: Usted quedó finalista del Nadal en el año 2004 con la 
            novela Sonríe Delgado, una historia que revisaba el mito 
            del Doctor Jeckyll y Mister Hyde.... y una historia sobre la 
            impostura como actitud vital ante la vida. ¿Estamos ante una nueva 
            impostura de Javier Puebla en Blanco y Negra? 
            R: Sí y no. Blanco y Negra es una obra muy cercana a Delgado, uno 
            de mis heterónimos; o más exactamente el antónimo de mi antónimo. 
            Los heterónimos y el antónimo son la base del conjunto de la obra 
            que pretendo hacer, no sin riesgo, pues escribir justo lo contrario 
            de lo que se piensa –el antónimo- se acerca al desequilibrio y a la 
            locura; ahora que soy mayor ya no es tan peligroso, pero cuando 
            tenía 22 años y lo inventé ... pasé mucho tiempo bailando sobre la 
            más frágil y floja de las cuerdas. 
            P: ¿Y que es Blanco y negra, 
            cual es su génesis? 
            R: Blanco y Negra es mi homenaje a mi amada África, y a todas las 
            personas que conocí cuando vivía en Dakar y era el Agregado 
            Comercial Jefe de la Embajada de España en seis países. Es un libro 
            que gusta más que el anterior a filólogos y lectores de cultura 
            enciclopédica, también a mi madre. Todo lo que cuento tiene una base 
            real, son historias auténticas que me contaban africanos un 
            occidentales, o veía yo mismo; el desafío era convertir lo real en 
            literatura, y parece que por la opinión de los lectores, estamos al 
            borde de la segunda edición, no salió mal del todo.  
            P: Podríamos decir que es un libro de relatos entrañable, 
            de viajes..... ¿qué tiene de autobiográfico Blanco y 
            Negra? 
            R: Es entrañable, me atrevo a pensar, porque amo África. En 
            África todo es tan diferente que la imaginación de un occidental no 
            tiene mucho sentido. Si paraba el cuatro por cuatro en medio de una 
            autopista y me ponía a escribir sobre el capó a ningún senegalés le 
            extraña. “Cosas de blancos”. En África no era un tipo raro, como he 
            sido casi siempre (original, dice la gente cuando se siente generosa 
            conmigo) sino tan solo un blanco más. Pero más que autobiográfico es 
            biografía de los otros, de aquellas personas que conocí durante mis 
            cuatro años africanos.    
            P: Y Dakar de fondo.... ¿qué pretendía transmitir en el 
            libro? 
            R: Que África es la luna y los europeos, los occidentales, somos 
            del planeta tierra con una escala de valores y un nivel de 
            “gravedad” absolutamente distintos. En África si un hermano tiene 
            trabajo y cuatro no divide su sueldo en cinco partes iguales para 
            que todos tengan lo mismo. En África el tiempo no importa. En África 
            ser blanco es ser tan atractivo como George Clooney y tan poderoso 
            como Rockefeller (el primero). En África el presente es lo único que 
            cuenta. Y Dakar..., Dakar era mi casa, era oscuro (Dark Dakar), era 
            duro y amigable al mismo tiempo, el paraíso y el infierno. Una 
            experiencia irrepetible y fascinante. El libro es como un mapa 
            personal. Los cuentos son “poblados” y la novela corta: una ciudad 
            africana, Dakar. 
            P: África.... tan cerca, tan lejos, y a la vez tan de 
            actualidad. Usted ha vivido allí varios años. ¿Qué opinión tiene 
            como escritor y persona sobre todo este fenómeno que se está dando 
            actualmente?. La emigración, los balseros.... 
            R: Odile, una de las chicas que trabajaba en mi preciosa casa 
            colonial, decía siempre que “España era como una boda”. Los 
            africanos se imaginan que aquí es todo facilidad y riqueza. Y en 
            realidad lo es, pero... es imposible que no haya un pero, un 
            africano en África está rodeado de iguales. En España, en Europa, de 
            gente que le tiene miedo o desprecia. Pero nadie pasa hambre. Nadie 
            se muere –salvé la vida de una mujer una vez con apenas quinientas 
            pesetas y subirla a mi coche para llevarla al hospital- porque no 
            tiene tres euros para comprar una medicina. Como persona prefiero a 
            los africanos que a los occidentales; cada vez que me encuentro con 
            alguno “paro mi tiempo” y en su idioma, si es el woolof o el serere, 
            hablo largo y sin prisa con él. Comprendo que se jueguen la vida 
            para llegar hasta aquí. Yo también me he jugado la vida, 
            literalmente, muchas veces cuando pensaba que el objetivo merecía la 
            pena (podría estar muerto, como tantos de mi generación que 
            intentaron lo mismo; he tenido suerte; o me ha tocado seguir vivo; 
            no sé. Como escritor creo que es muy difícil transmitir lo que se 
            experimenta al vivir allí (nada que ver con los viajes de 
            aventureros o turistas); en ese aspecto estoy satisfecho de Blanco y 
            Negra. Quienes han visitado África creen que les gusta porque 
            “conocen”, y quienes no la han visitado piensan que les gusta porque 
            “desconocían”. 
            P: Saramago siempre decía que la literatura es una 
            herramienta capaz de cambiar el mundo por si misma........... ¿Está 
            de acuerdo? 
            R: Sí. La literatura cambia, altera, matiza, el micromundo del 
            lector que abre un libro, y luego a partir de ese cambio está el 
            imprevisible “efecto mariposa”. Ese cambio mínimo, pequeño, puede 
            convertirse en un vendaval o una suave brisa permanente. También 
            perderse, desde luego. Es decir, que la literatura puede cambiar el 
            mundo o puede no cambiarlo. 
            P: Hábleme del conjunto de su obra…. ¿está satisfecho con 
            la misma, ahora que ya puede verla con cierta perspectiva?. Me 
            refiero al efecto mediático que supuso ser finalista del 
            Nadal.... 
            R: A mí la promoción me encanta. Más que para hablar de mí mismo 
            y mi obra por la posibilidad que me proporciona de relacionarme con 
            periodistas, lectores, y público en general. En ese sentido el  
            Nadal me abrió una puerta y fue una experiencia maravillosa; sobre 
            todo en el aspecto de que el pequeño triunfo fue una alegría para 
            toda, o casi toda, la gente que me conoce y sabía que escribo desde 
            pequeño. En cuanto al conjunto de la obra debo decir que aún tengo 
            varios libros acabados e inéditos y el lector no puede apreciar en 
            su totalidad lo que hasta el momento he realizado; pero yo sé 
            perfectamente que pretendo y lo veo como un todo, como habitaciones, 
            pisos, ventanas o escaleras de un único edificio cuyos cimientos 
            están enterrados en una tierra muy cercana al pantano de la locura 
            (según el concepto occidental de la locura). Intento vivir y 
            escribir desde todos los puntos posibles de un círculo completo, no 
            desde sólo una parte de ese círculo, como hacen la mayoría de los 
            artistas y creadores. Intento.  
            P: Finalista con una novela totalmente alejada de esta 
            nueva obra..... ¿En qué género se siente más a gusto Javier 
            Puebla? 
            R: En todos. Es cierto que soy un sprinter, pero un sprinter 
            constante. Cuando escribí un cuento al día durante un año (el único 
            antedecente es Chejov con 122 relatos en un año) por una parte hacía 
            uso de mis facilidades de sprinter, cada día. Pero el conjunto es 
            obra de alguien con mentalidad de novelista, de corredor a largo 
            plazo y de fondo. En ese libro, el de los 365 cuentos (El Año de El 
            Cazador de Cuentos, inédito) hago uso de todos los estilos, desde el 
            seco e hipnótico que caracteriza a Traum (mi antónimo, y protagonita 
            de Sonríe Delgado) hasta la frase larga, sofisticada y suavemente 
            musical de Blanco y Negra; muchos relatos son de una sola frase. 
            Estoy a gusto en cualquier género. Escribir es como leer, pero más 
            morosamente y únicamente sobre cosas que me interesan. Un placer 
            siempre. 
            P: ¿Qué esta preparando actualmente Javier 
            Puebla? 
            R: Acabé hace unos meses una nueva aventura de Traum, el 
            protagonista de Sonríe Delgado, que nada o apenas nada tiene que ver 
            con la primera entrega, pues han pasado 14 años en la vida del 
            protagonita, y ya es otro. Y escribo, a mano, un libro secreto, muy 
            experimental y probablemente impublicable todos los días sentado al 
            borde de la cama, justo antes de apagar la luz y acostarme. También 
            tomo notas para la tercera entrega, y trabajo desde hace años con un 
            personaje llamado Tigre Manjatan, que estoy convencido –tuve una 
            “revelación” que me hará rico. Tengo más proyectos, claro, pero no 
            quiero eternizarme desgranando mi rosario de sueños varios. De hecho 
            ya estoy un poco incómodo, me gustaría preguntarte a ti y dejar ya 
            de hablar de mí mismo, o “mi obra” (suena un poco pomposo); es 
            preferible que, bien o mal, hablen otros; yo sólo la voy 
            haciendo. 
            P: ¿Y cuál o cuales son sus referentes literarios?. 
            ¿Sigue a algun escritor con especial interés? 
                R: A muchos. Casi todos modernos y vivos: Ford, Amis, Kureishi, 
                  Nothomb, Houllebecq, Silva, Murakami, Sheppard, Welsh..., muchos. 
                  Y soy fanático de Gracián y Patricia Higsmith; porque son claros. 
                  También de Stevenson, Poe, Baudelaire, Dahl, O´Henry, Cortázar.... 
                  Pero, y perdón por la inmodestia, a ninguno le considero mi 
                  maestro exactamente, más bien compañeros atemporales de viaje. 
                luisgarcia@literaturas.com  |