JAVIER PUEBLA

                     

VICENTE BAOS,
ALGO MÁS QUE UN BUEN MÉDICO


Vicente Baos, by Fénix Vicente Baos 2, by Daniel Fénix

Hace unos días en uno de esos programas de televisión que nunca sigo, porque no me interesa el griterío en colorines, apareció mi viejo e impecable amigo Vicente Baos. Creo que el programa era La Noria, de Tele5. Pero esto no trata ni de norias, de burros o motores eléctricos que las hagan girar, ni de que al lado de Vicente estuviese sentado uno de mis primeros, y más queridos mentores: Alfonso Rojo. Esto trata, intentaré, de la amistad.
Conocí a Baos, Vicente Baos, cuando tenía dieciocho años. Mis padres habían comprado un apartamento en una zona pija de la sierra madrileña y yo juré que jamás pondría los pies allí; desde entonces es el lugar en el que más días de mi vida he pasado después de mi ciudad natal (lo cual me enseña el valor de mis buenos propósitos y juramentos). Enseguida encontré un punto de conexión con él: Vicente improvisaba ritmos con la guitarra y yo improvisaba letras de canciones. Y nos salía genial, porque -siempre se me ha dado mal la falsa modestia- eramos buenísimos.
Estudiaba ya derecho, y él medicina, cuando se me ocurrió junto a un colega de la facultad, montar un grupo de rock. Tupadre. No, querido lector, no estoy haciendo referencia a tu progenitor, ese era el nombre del grupo: Tupadre (de momento no hay link a uno de mis primeros grupos de rock, pero todo se andará). Visto con perspectiva eramos el clásico grupito de la Nueva Ola; la movida es una expresión inventada a posteriori por los vampiros mediáticos, encabezados por Francisco Umbral. Vicente Baos era un compositor buenísimo. Se encargó del bajo en el grupo. Y yo me apañaba como podía pegando berridos, y atendiendo al siempre bien nutrido de “grupis” que tiene cualquier grupo de rock.

Luego estuve años sin verle. Vicente acabó medicina y yo leyes. Él aprobó el Mir y obtuvo una plaza en la Seguridad Social, se casó, tuvo hijos, yo hice una oposición, enredé cuanto pude en cuantos lugares del mundo me fue posible, me casé también... Pero no voy a enrollarme contando su vida y mucho menos la mía, de la que -indefectiblemente- me veo obligado a hablar demasiado. Resumiendo, para no aburrir a nadie ni alimentar a los cotillas: que de un modo natural nos alejamos, y no volvimos a hacer nada juntos hasta que me dio por rodar una película -Extraterrestres- en la zona pija de la sierra donde mis padres habían comprado un apartamento cuando yo tenía 18 años y le pedí a Vic que compusiera la música. Fue tan delicioso como siempre. Tan divertido y -para mí- genial como siempre. No sé si después de aquella aventura volveremos a encontrarnos como artistas; ojalá. Porque amén de los resultados de nuestras creaciones a cuatro manos lo que sí puedo asegurar de Vicente Baos es que jamás me ha fallado. Como amigo. Jamás.

Sé y quiero contar aquí en quien se ha convertido. En un doctor excelente, un teórico de la medicina y el creador de uno de los blogs más visitados sobre enfermedades y sus alrededores. “El supositorio” es su web. Tecleen las dos palabras en Google y disfruten. Comprenderán enseguida porque estoy tan orgulloso de mi viejo amigo, porque le estoy dedicando esta columna. Y porque le llaman de radios y teles para escucharle opinar. Ah, y también aprenderán cual es la forma correcta de “calzarse” un humilde supositorio.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos