JAVIER PUEBLA

                     

AMISTAD


Lorenzo Silva+tricornio-Guardia-Civil. Foto by Fénix, ilustración The Monjas. Copyright.
Amistad es una palabra bonita, es una palabra difícil, es una palabra gastada y, vaya por Dios, es una palabra tramposa, una máscara que cualquiera puede utilizar para acercarse a nosotros y...
-Amigo, eh amigo, espera un momento amigo.
En África saben muy bien el valor que damos a la palabra amistad los occidentales, no es raro, es más: es un coñazo habitual, que se te acerque en un zoco marroquí o en cualquier calle de la oscura Dakar, Dark Dakar, un tipo al que no has visto en tu vida y que te llama, reclama tu atención, violentándote, pues utiliza sin ningún respeto la palabra amigo que tú –occidentalito que vienes al “mundo-te-guarde-dios”- consideras casi sagrada, un fetiche, pues la has empleado con mimo y reserva, algunas veces en tu vida, probablemente precedida del adjetivo -que no adverbio- mejor, mejor amigo, para designar al predilecto de tu corazón, a quien mitigaba o borraba la sensación de soledad que en esas épocas te colonizaba al menor descuido desde el cerebro hasta el estómago.
-Hoy llegaré tarde, madre, he quedado con mi mejor amigo para...
Para nada. Con tu mejor amigo has quedado “para nada”, con un amigo, incluso quitándole el mejor, se queda para nada, por el placer de quedar, conversar, caminar, compartir, y sin embargo...
-Perdona que te lo diga, querido Javier, pero tu amistad con el editor M. no te es nada rentable.
Me quedo parado, quieto, congelado en el tiempo, al escuchar la frase. Porque es verdad y es mentira y, sobre todo, es indiferente, que mi amistad con M. me resulte rentable o no, pues cuando quedo con M. para cenar o pasear o beber whisky, sólo busco la maravilla de la buena compañía, disfrutar de su conversación sabia e inteligente, animarlo si lo encuentro triste, compartir un momento..., pero no busco rentabilidad. Tal vez aplico a la amistad un valor que sólo es cierto en la infancia o adolescencia, y que en la edad madura un “amigo” es alguien que te puede hacer favores, conseguir cosas, allanar caminos sociales, alguien con quien no te relacionas porque sea el predilecto de tu alma, sino por su valor como moneda de cambio: tú me das, yo te doy. ¡Qué limpio y claro es el dinero en comparación con ese uso de la palabra amistad! Desde el inglés “a friend” se podría traducir, sin error, más como socio o compinche que como amigo, en el sentido que nos gusta darle a la palabra a los hispanoparlantes. O nos gustaba, porque cada vez conozco más gente que se me acerca, sin que yo los haya llamado o invitado, y grita desde lejos, o susurra bajito porque ya está muy cerca:
-Hola amigo.
Y es torpeza no mirar al fondo de sus ojos, antes de aplicarle generosa y automáticamente el código en el que he sido educado y escucharlo y ayudarlo a conseguir lo que quiere; incluso cuando es en prejuicio propio. Es torpeza en la que he incurrido muchas veces y -soy hombre- en la que aún incurriré o caeré bastantes veces más: hasta que aprenda, si es que vivo lo bastante para asimilar algo que preferiría no existiese: que hay personas que utilizan una palabra noble, amistad, con una intención innoble, mezquina e inmoral.

 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos