JAVIER PUEBLA

                     

DRAGÓ, CREÁNDOSE A SÍ MISMO


Dragó, creándose a sí mismo. By Fenix, copyright.
El libro se llama o titula Esos días azules, y debajo de las grandes letras blancas pueden verse unas más pequeñas, también blancas, donde se lee: Memorias de un niño raro. Las letras blancas sobre un fondo azul, un azul pintado, imitando un cielo y, ante el azul, un niño vestido de marinerito para la ceremonia de la primera comunión. El niño, iluminado manualmente como el resto de la imagen, es Dragó. Dragó es un niño en color, pero Fernando Sánchez fue, antes, un niño en blanco y negro. El ojo izquierdo lo delata, es soledad e introspección; aunque quizá haya sido retocado, como el resto de la imagen, con Photoshop, y soy yo quien quiero verlo así, porque así me conviene para poder escribir las palabras que vendrán a continuación. Y lo primero que voy a escribir es que siento un afecto especial por Fernando Sánchez Dragó. Lo conozco desde hace mucho tiempo, más de treinta años, y siempre ha sido cálido y generoso conmigo; tenía muchísimas ganas de leer su nuevo libro y me atreví a escribirle a Kioto para que él, a su vez, enviase un correo a Planeta y me mandasen un ejemplar a casa. Empecé leyendo ordenadamente, pero enseguida me di cuenta que sería más divertido entrar y salir del libro por donde dictase el azar o me diese la gana. Cerré y abrí. Página 405: “A partir de la llegada de la prole dejas de hacer lo que quieres y pasar a hacer lo que debes”. Página 55 “El hombre (actual o moderno) confunde el sangri-la con los hoteles de cinco estrellas”. Página 217: “Sabiduría africana: el mono, cuanto más arriba sube en el árbol, más enseña el culo.”.

Dragó, en algún punto del libro que no he marcado, pide a los dioses, o a Dios, o a este humildísimo lector, que no se desvele su misterio, que nadie pretenda saber quien es Fernando Sánchez o por qué llama al segundo marido de su madre –Fernando nace huérfano- siempre padrastro y nunca por su nombre (o al menos en mis paseos por el libro yo aún no lo he encontrado). Explica que utiliza la técnica del calamar, se oculta tras la tinta con la que dibuja un río incesante de palabras, o la del gitano que esconde sus mayores tesoros a la vista de todos. Dragó es para Fernando Sánchez lo que para mí el sombrero: me basta con quitármelo de encima de la cabeza para volverme invisible. Sin embargo en esta ocasión el autor de Gargoris y Habidis, la estrella de la televisión, arriesga más que nunca, y no sólo confiesa que es un hombre tímido, algo evidente para mí y para cualquiera que lo lea con atención, sino que va dejando en el texto migas de pan a modo de pistas: “...aunque imaginemos examinar nuestro carácter, lo que hacemos es crear un personaje de ficción” (Harold Acton, Memorias de un esteta). De eso va el juego armado tras el velo de la palabra Memorias, de crear, reforzar en este caso, a un personaje, al mítico Dragó. Lo logra el autor apoyándose en su dominio apabullante de las palabras, obedientes siempre a sus dictados, dibujando un libro impecable y emocionante. Dragó puro, coloreándose a sí mismo a partir de un puñado de fotos, y recuerdos, en sincero blanco y negro.


 

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos