JAVIER PUEBLA

                     

MI VIDA CON LAS HORMIGAS


Hola, soy la cigarra del cuento. Aquella que se pasó toda su juventud de juerga en juerga, cantando y bailando y bebiendo vino y fumando. Hasta que llegó el invierno. Y me tocó pedir refugio en casa de las laboriosas hormigas; así es la vida de triste, dramática y desconcertante, porque de repente el sol, que parecía tan de fiar, se fugó sin avisarnos -ni a mí ni a ninguna otra cigarra- de que cuando llegase el frío tendríamos que buscarnos la vida sino queríamos vernos convertidas en la nueva variedad de polo de hielo al verano siguiente. Al principio estuve muy agradecido ante la incontestable generosidad de las hormigas, desde luego. Muchos de mis compañeras de especie no habían sido capaces de sobrevivir a los rigores del invierno y me las encontraba muertas, congeladas y renegridas, cuando aprovechando un descuido o generosidad del sol podía salir a dar un paseito. Así que me portaba bien, una cigarra de lo más amable y recatadita. Tocaba canciones para ellas, para mis queridas hormigas. Les hablaba de lo admirable y acertado de su forma de vida. Tenía siempre lista, por si alguna de ellas pudiera necesitarla para recobrar la alegría o el ánimo, la mejor de mis sonrisas.


Pero eso fue al principio, hasta que dejé de tener miedo a que se me helaran el violín y los huesos y recuperé la alegría y las ganas de cantar, bailar, fumar y beber vino. Intento que no lo noten, por supuesto. La idea de la diversión chez les fourmis se limita a ir al cine una vez por semana, acudir al supermercado para comprar aún más provisiones cada vez que -en lugar de una miga de pan- encontraban un euro, y acostarse tarde el último día del año. Y siempre mirando hasta el último céntimo, piando y repiando lo que cuesta ganarlo.

La situación ha comenzado a tornarse absolutamente insostenible, sobre todo para mí; las cigarras somos alegres pero egoístas. Si un día no aparezco, o aparezco borracho, me miran con mala cara. Si me zampo todo lo que hay en la despensa o me gasto en spirits el dinero de la compra me amenazan con dejarme otra vez a la intemperie; y ganas me dan de decirles que hagan conmigo lo que les dé la gana, que me importa un bledo vivir en el hormiguero o a la intemperie, pero, ¡ay!, afuera -quizá es que ya me vuelto definitivamente vieja- sigue haciendo mucho frío. Si les digo que estoy pensando en liar el petate, enfundar el violín y viajar hacia el sur, a algún país en el que siempre sea verano, piensan que estoy mal de la cabeza y me llevan al siquiatra y al médico de cabecera y me dan de comer verdura hervida y yogures sin conservantes hasta que se me pasa, o les digo que se me pasa, y les prometo que del mes que viene no pasa lo de buscarme un trabajo "de insecto sin pretensiones" en cualquier oficina. Ya sé que tendría que estarles agradecido. Y no, sí lo estoy, mucho, en serio. Les estoy muy agradecido. Pero, en verdad, en verdad os digo, queridos y generosos amigos que habéis leído ya tantas líneas cargadas con mis pesares, que esto de vivir como si yo fuese una más de esas estúpidas hormigas, me tiene hasta los mismísimos huevos.

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Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos