JAVIER PUEBLA

                     

PREMIO DE NOVELA ATENEO DE SEVILLA

 

Emilio Pascual, El número de la bella, 2011.By Fénix, copyright.La primera vez que acudí a la cena en la que se canta o falla el premio de novela Ateneo de Sevilla fue el año siguiente al que lo ganó Espido Freire con Soria Moria. Acudí invitado por Begoña Minguito, a la sazón jefa de prensa de la editorial que en la actualidad publica el premio, y me acompañaba quien por aquel entonces era mi agente literario, y a día de hoy sigue siendo un buen amigo: Eduardo Melón Vallat. La verdad es que lo pasamos como los indios: Eduardo, Begoña, yo y Nacho Fernández (que llevaba un auricular metido en la oreja y nos contaba como iba un partido de fútbol internacional e importante mientras cenábamos). Las camareras eran guapísimas, quizá modelos a juzgar por como les quedaba la ropa sexy y elegante. Mientras cenábamos se proyectaban imágenes documentales rodadas por Orson Welles en 16 mm con motivo de un viaje que hizo por España. Todo era esplendor y risas y optimismo. Así son las primeras veces, supongo.
En aquella ocasión ganó Félix Jota Palma con El mapa del tiempo, y también fui a la del año siguiente, que ganó Andrés Pérez Domínguez con El violinista de Matthausen, y aún al siguiente, Vanesa Monfort: Mitología de Nueva York. Este año, sin embargo, no he acudido a Sevilla, pero me es fácil imaginar la cena, el ambiente, el calor, la alegría de los ganadores (digo ganadores porque siempre hay dos, el de verdad y el del Ateneo Joven, que tiene vocación de descubridor de talentos: Carmen Amoraga, Blanca Riestra o Lorenzo Luengo, por citar algunos, iniciaron allí su carrera literaria). En mi opinión, y con la perspectiva que da el tiempo, tendría más sentido -ofrezco gratis la idea- celebrar la cena a finales de septiembre, que hace menos calor, y con el libro ya publicado y utilizar el evento como lanzamiento y principio de la campaña de promoción. Excepto la primera vez, cuando acudí “ya divertido”, el recuerdo que me queda del viaje cómodo y apresurado hasta Sevilla y la cena subsiguiente, cada vez más gris y como obligada, con autores que en ningún caso tenían el glamour de Espido, y mi buen amigo -o lo fue- Miguel Ángel Rodríguez Matellanes siempre cansado, al límite de sus fuerzas, deseando que terminase todo para escapar a su casa, a diferencia de lo que sucedía cuando me citaba con él en las noches de Madrid, donde por mucho que hubiese trabajado nunca perdía ni la alegría de vivir ni su brillo como conversador.
Este año no he acudido a Sevilla a enterarme de quien ganaba el Ateneo: van muy pocos periodistas de peso, columnistas ninguno, para cubrir el evento. Y pienso en esa primera vez, en esa noche en la que Eduardo Melón y yo cerramos todos los bares, le robamos el corazón a media docena de bellas estudiantes y aún caminamos por la ciudad desierta hasta que ya amanecía, y nos encontramos en una plaza a Begoña Minguito acompañada de un periodista catalán que contó una anécdota genial sobre Malcolm Barral.
Felicito a los ganadores de este año: Leticia Sánchez Ruiz y Alfonso Domingo, porque esta ha sido su primera vez, y seguro que la habrán disfrutado. Larga vida al Ateneo, y a sus premios.

 

 

 

 

 

 

 
 

 

 

 

Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos