JAVIER PUEBLA

                     

ABRIENDO LAS AGUAS DEL MAR ROJO


Desde que se comenzó a hablar de la crisis, utilizando la palabra como un sinónimo de declive económico generalizado, siempre he opinado –y sigo opinando- lo mismo: que esa crisis no existe. Es cierto que crisis también significa “cambio notable”, y en ese sentido sí que existe una crisis, porque lo que está sucediendo es la pretensión, intento que parece podría terminar en éxito, de volver a aumentar la brecha entre las clases sociales. Lo que se llama crisis es la reacción del dinero, del gran dinero, contra la excesiva igualdad de derechos; si todos los individuos son más o menos iguales los más poderosos ya no podrán comprar esclavos. ¿Algo así puede pensarse o articularse y luego lograr que suceda? Por supuesto que puede hacerse del mismo modo que se planifica un puente, un gran edificio o una novela. En primer lugar hay que admitir que las guerras, todas las guerras, las origina no la política o los ideales, sino el dinero, y aunque alguien que no lo haya pensado se pueda llevar las manos a la cabeza al leer lo que estoy escribiendo es muy fácil de demostrar, basta una palabra: Suiza. Suiza es sinónimo de dinero, y no solo sinónimo sino “el sinónimo”. ¿Cómo consigue Suiza no ser invadida, atacada, robada, si ni siquiera tiene ejército? Porque Suiza guarda el dinero, Suiza es el dinero.
Desde las artes: pintura, novela o cine, y desde los medios de comunicación se nos ha bombardeado durante más de sesenta años con el mensaje de que en la II Guerra Mundial el dinero fue maltratado y vencido por la política. Si se reflexiona al respecto es evidente que el mensaje, aunque haya dado muy bellas películas, magníficos libros e impresionantes cuadros, es falso. El gran dinero y sus hijos, los verdaderamente ricos y millonarios, no fueron confinados en campos de concentración ni exterminados: se trasladaron a otros países, el más famoso de ellos –por ser el más cantado- es los Estados Unidos. Pero lo que se hizo en la segunda guerra mundial, comprando a militares y políticos (que no eran conscientes de estar siendo comprados) fue algo parecido a lo que se está haciendo ahora mismo: extinguiendo a una clase social, la llamada clase media, que ya se sentía con excesivos derechos. Entiendo que el dinero no planificó las masacres ni los exterminios, al menos así quiero entenderlo, del mismo modo que el ingeniero o el arquitecto o el novelista no pueden garantizar al cien por cien que su puente o edificio o novela no se derrumbe por ningún sitio, pero el resultado final fue “abrir las aguas del mar Rojo”, los pobres por un lado, los ricos por otro y en medio unos cuantos peces capaces de sobrevivir sin apenas agua y casi solos.
Algo muy similar está sucediendo ahora mismo. El dinero ha separado las aguas del mar Rojo, los políticos sirven de pantalla para ser culpados e insultados, de muralla para contener el agua que se agolpa y amontona en el lado de la pobreza. Es mejor que una guerra: menos muertos; porque habría muchos con las armas de destrucción actuales. Pero no hay ninguna crisis del sistema, sólo es el dinero, volviendo a separar a los pobres y a los ricos, poniendo a cada uno en su sitio.

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Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
       
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos