JAVIER PUEBLA

     
   

LEER EN VERANO

(Richard Ford, Canada)


“Apenas leo últimamente, estoy demasiado ocupado con mis propios libros, los de mis tripulantes y los que publicamos en Haz Milagros Ediciones”, escribía a finales de mayo a mi muy querido amigo Jorge Herralde en un correo electrónico, pero fue enviar aquel correo y comenzar a leer de nuevo; no sé muy bien si la razón fue porque al escribirlo advertí lo que me estaba sucediendo e inconscientemente decidí dar un golpe de timón, cambiar el rumbo de mis hábitos, o porque ya llegaba el verano, y para mí siempre ha sido la estación de la lectura por excelencia y antonomasia: el tiempo se para y los dedos se detienen sobre los lomos de los libros que aguardan, silenciosos y pacientes, en los anaqueles de las librerías, pero también en la mesilla de noche, en el salón o en cualquier rincón, a veces insospechable, de mi despacho. Observo que, en verano, se ve menos la televisión, aunque lo cierto es que durante las otras tres estaciones personalmente tampoco paso demasiado tiempo ante la pantalla de tubo o plasma, y que el vacío que deja la ausencia de imagen en movimiento se tiende a llenar de modo espontáneo con la vida que nos aguarda en el interior de esos objetos maravillosos y encantados llamados libros. Claro que a mí me sucedió, de modo particular y en este año concreto, que me reencontré con Fante y sus años de juventud, y aún no había terminado de leer a Fante cuando tuve entre las manos, privilegios de trabajar para la prensa, la nueva entrega de quien considero el mayor escritor del momento actual: Richard Ford: Canadá. Me he leído la obra de Ford entera y la mayor parte de sus novelas, también los relatos de Rock Spring, dos y hasta tres veces. El periodista deportivo, la primera novela de la trilogía de Frank Bascombe, me deslumbró (y me sigue deslumbrando cuando la releo, entera o a saltos o simplemente repasando las muchas frases que he ido subrayando y copiando), la segunda: El Día de Acción de Gracias, conseguía el prodigio de estar a la altura de la primera, y sólo la tercera no me pareció completamente satisfactoria, pero siempre lo he achacado a que la traducción no era ya del inigualable Mariano Antolín Rato, y varias veces he hecho el propósito -incumplido- de leer en inglés The Lay of the Land (¿Cuando se tumba la tierra?). Por lo último y al enfrentarme a la bonita portada de Canada sentí cierto temor secreto e íntimo. ¿Estaría Ford a la altura de Ford? ¿O se habría tumbado, cansado y exhausto, como “the land” en su anterior novela. Así que la abrí despacio, y me encontré con el mejor principio de novela que recuerdo:

“Primero contaré lo del atraco que cometieron nuestros padres. Y luego lo de los asesinatos, que vinieron después”.

Imposible no seguir leyendo tras un doble anzuelo tan perfecto, aunque tras el anzuelo haya un pez de nada menos que quinientas páginas. Quinientas páginas deliciosas, inteligentísimas, conmovedoras y fascinantes. Ford es ya un escritor clásico que sólo se parece a Ford. Quizá Canadá, y aunque parezca imposible, después de The Sportwriter, sea el mejor libro de Richard Ford. Inolvidable.


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Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   
   
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos