Cristina García-Rosales es madre de dos hijas, Julieta y Carolina. Como arquitecta ha firmado y realizado numerosas obras, desde centros oficiales a viviendas, pasando por las más delicadas rehabilitaciones. Asimismo es cofundadora de la Asociación la Mujer Construye y ha impartido conferencias y montado exposiciones tanto en nuestro país como en el extranjero: Beirut, Roma, Utrecht...
Como escritora, amén de los textos vinculados a la página web de la Asociación citada más arriba, tiene en su haber una obra amplia, variopinta e inédita. LOS DÍAS EN QUE NOS INVENTAMOS es su primera novela, y también el primero de sus trabajos literarios que entrega a la imprenta; una tragicomedia hábil y divertida ambientada en un lugar idílico y real: un Balneario que dirigía el abuelo de la autora, en la provincia de León, actualmente en ruinas, pero que en tiempos era un lugar de moda, en el que todo, como en este libro delicioso, podía suceder.

LOS DÍAS EN QUE NOS INVENTAMOS

Un Balneario de moda en la montaña de la provincia de León. Post-guerra. Un grupo de hombres y mujeres que acuden a veranear y tomar las aguas sin imaginar lo que se les viene encima.
Los sucesos más extraños son las manchas que aparecen y desaparecen por doquier sin que sepamos su origen o razón de ser. En aire se intuye a un posible culpable, pero tal vez nos equivoquemos. Lo que parece evidente, no lo es tanto.
Otras coordenadas distraen nuestra atención: ruedas rajadas, macetas desordenadas, tormentas imprevistas, la enfermedad de Marta, la niña que nos narra la historia, un incendio, la fuga de unos presos, el accidente del pastor o la presencia de un Obispo...
¿Cómo ordenar todo este puzzle? Lo que aparentemente resulta inconexo, pronto se verá que posee vínculos precisos, ataduras firmes, explicaciones posibles que la habilidosa pluma de Cristina García-Rosales va desvelando con la suavidad de una sonrisa, hasta desembocar en un final sorprendente. Porque todo lo que empieza, acaba. Incluso cuando se trata de un verano. Un verano tan raro como el que sirve de marco para la primera novela de García-Rosales: Los días en que nos inventamos.

UNA ESCRITORA REBELDE

En las reuniones semanales del grupo literario de los miércoles que dirijo hace ya varios años más de una vez ha calificado a Cristina García-Rosales como “la rebelde”, y ella, como es natural, se rebela contra mi afirmación pues asegura -y es verdad- que es la más dulce y comprensiva de las mujeres. Esa es su manera de rebelarse, claro, ser la más dulce y comprensiva de las mujeres, para hacer luego lo que le da gana. Pero sucede que eso que le da la gana de hacer, pensándolo con detenimiento, está muy bien. Está muy bien como persona y como escritora, porque hacer lo que queremos, nos da la gana, es y debe de ser la máxima aspiración de una persona libre.
El pasado año Cristina García-Rosales se embarcó en la redacción de una novela, cuyo primer título fue El Balneario, inspirado en el balneario real que poseía y dirigía su abuelo en la provincia de León, que parecía tendría que ser una obra realista y dramática; pero García-Rosales, la escritora Rosales, se las apañó con la habilidad de su pluma y la dulzura de su sonrisa para transformar lo que en un principio sólo podría ser un drama en una comedia, quizá tragicomedia. Juzguen ustedes mismos: la acción transcurre en los años siguientes a la guerra civil española, hay traiciones, espías, rescoldos de dolor y odio, presos políticos e historias de amor imposibles. ¿Y cómo lo hizo? Utilizando la voz de una niña, la niña que es ella misma y nunca ha perdido del todo, que en LOS DÍAS EN QUE NOS INVENTAMOS se llama Marta como cuerda central a la que se atan los hilos que sostienen la compleja y divertida historia que sigue a estas palabras.
Nada más difícil, más elegante, que lograr velar con una sonrisa amable, simpática, la herida que en todos sin excepciones va abriendo el implacable transcurso de la vida. Y eso es lo que logra Cristina en este libro entretenidísimo, tierno y duro a partes desiguales: velar la cruda realidad tras la voz inocente y siempre sonriente de Marta. Puede sentirse orgullosa de sí misma, del mismo modo que yo, y creo que todos los demás compañeros del taller literario 3Estaciones, nos sentimos orgullosos de ella; de ella y del día en que se inventó, de esos días que ya no volverán pero García-Rosales ha fijado en palabras para que no se pierdan del todo: Los días en que nos inventamos.
Aplaudo pues, sin reservas, Cris, tu rebeldía.

Javier Puebla
Madrid, febrero, 2008


 

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