JAVIER PUEBLA

     
   

La San Silvestre, Coppini y Schumacher, by JAVIER PUEBLA para Cambio16

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COCAÍNA

 

Murciatown, una novela negra de narices blancasCocaína es una palabra que, indudablemente, tiene swing. Basta que alguien la lea o la oiga para que se le abran los ojos o ensanchen las aletas de la nariz. La cocaína se asocia al sexo, a la diversión, a la locura y al poder. Sabía lo que estaba haciendo cuando la he utilizado -la palabra, no el alcaloide- en est artículo. Los lectores se acercarán a husmear, que no esnifar, con curiosidad por descubrir hacia donde voy a bailar, qué es lo que voy a decir. La curiosidad de los lectores está justificada: yo también la siento, no tengo ni idea de lo que voy a escribir, me estoy dejando llevar por la magia de la palabra, por su oscura blancura, por su swing. Una de las más bonitas y alegres canciones de Eric Clapton, se titula precisamente así: Cocaine. No recuerdo cuando vi la cocaína -la sustancia, no la palabra- por primera vez; cuando yo era adolescente y fumar hatchís era delito carcelario, decir cocaína era como hablar del diablo, o más exactamente de Luzbel. Con el precio de dos gramos de cocaína era posible pagar un mes de alquiler en el centro de Madrid. Veo ahora, mientras bailo con la palabra y mis recuerdos, a un tipo que había perdido el uso de las piernas y dormía con una pistola debajo de la almohada por si en algún momento ya no aguantaba tanta desgracia y decidía que era mejor pegarse un tiro. Había vivido en sudamérica muchos años. Habló de la cocaína, de cómo había invitado a alguien..., pero yo no la vi. Aunque supongo que sí tuve que verla, muchas veces y en infinitos lugares, pero es evidente que no le presté atención. Ni siquiera le presté atención cuando aquella mujer, amiga de la mujer con la que yo dormía, vino una noche de sábado a mi primera casa de Barcelona con un tipo simpático, que se hacía rayas sin parar, y de quien yo supuse, sin pruebas, que era traficante, porque la amiga de la mujer con la que yo dormía también era traficante, aunque de tabaco: en su casa de la Barceloneta todas las cosas, desde el video hasta las figuritas de porcelona, reposaban sobre las facturas que debían de servir como acreditacion o prueba de que la tele o el cuchillo eran comprados y no robados. Gente novelísticamente interesante, pero con poca conversación. Cocaine, cocaine, cocaine. No fue hasta Murcia -mi vida hasta los cuarenta años son ciudades diferentes. Allí la vi. vi. La vi y la dediqué una novela, la primera de las protagonizadas por Tigre Manjatan: Murciatown, una novela negra de narices blancas. En la habitación privada de un bar vi a un tipo delgado y rejileto, algo agresivo en el habla y rápido de mirada, hacer dos líneas o rayas de un metro cada una. Era visual y estimulante; en la monótona Murcia la cocaína borraba la sensación de que no había nada que hacer. En el demencial Mad Madrid, suena a calma y paraíso artifical. Su precio ha bajado radicalmente: con lo que vale un alquiler en el centro se pueden comprar diez o doce gramos. Cocaína. En la foto de la portada de un libro de Roberto Saviano titulado CeroCeroCero, Cómo la cocaína gobierna el mundo. Está muy bien. El libro de Saviano, claro, a eso me refiero, a que el libro está muy bien.

Javier Marías

 

La San Silvestre, Coppini y Schumacher,, by JAVIER PUEBLA para Cambio16

 

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