JAVIER PUEBLA
       

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8 de julio de 2014

SABER DETENERSE

CAMBIO DE PIEL

21 de enero de 2014

CAMBIO DE PIEL
En puridad podría decirse que Tigre Manjatan no existe. Pero sí. Nació como un personaje. Al crecer encontró su propio voz y comenzó a escribir. Novelas también. Es curioso con el poco respeto que trata a sus personajes; quizá porque sabe mejor que alguien de carne y hueso lo que es un personaje. Su primer trabajo en prensa fue en un periódico llamado La Voz de Madrid; que tampoco existe; o sí. Ahora, y a las doce en punto de la noche, todos los días, deja caer EL FILO DE LA MEDIANOCHE, Una mirada carnívora sobre el día que acaba de morir, en el recién nacido periódico diario Cambio16, el benjamín de la familia del mismo nombre y en cuya revista madre hace casi diez años anclo un artículo de opinión cada semana. Lo que escribe el Tigre, aunque lo haga con mis dedos (sólo soy el actor que interpreta su papel), lo escribe él y lo piensa él. Del mismo modo que los burbon que se bebe; yo soy casi abstemio. Hace ya una semana que comenzó el juego. Pronto oiré que alguien lo ha visto, ha charlado con él, sin que yo estuviera presente. Al menos con mi cara y aspecto habitual. Cambio de piel.

 

ME VISITA ALEJANDRO PÉREZ-PRAT
Hasta donde sé, y en el mundo de la edición digital, libros que no se publican en papel, no hay ninguna editorial tan prestigiosa e impecablemente dirigida como LCL (Literaturas.com libros). El director, el editor, es un buen y querido amigo mío: Alejandro Pérez-Prat. Vino a verme para recoger su ejemplar único de Maxcax, y también para charlar. Ya tienen cien títulos, nada menos que cien títulos, en su catálogo. Hay inéditos de Mañas, y clásicos como Tu nombre envenena mis sueños de Leguina, nuevos autores, un premio... Un trabajo fascinante. Mientras escribo esto se me ocurre que Alejandro podría ofrecer a los lectores los cien títulos a la vez a cambio de cien, cincuenta o diez euros... no sé; quizá la voluntad y donaciones directas también estaría bien. Porque existe la posibilidad de que sean algo histórico, un principio en la historia española de la edición digital, estos primeros cien. Baraka para sus libros, y sobre todo para él
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http://literaturascomlibros.es/

Alejandro Pérez-Prat en enero de 2014 retratado por Daniel Fénix en el mítico sofá del Taller3Estaciones y la Editorial Haz Milagros. Copyright: Javier Puebla

 

28 de enero de 2014

EN LA CASA-BIBLIOTECA DE LUIS ALBERTO DE CUENCA

"Nos vemos en Don Ramón". Cualquiera que lo conozca cercanamente sabe como suena ese "Nos vemos en Don Ramón" cuando lo recita el poeta -para mí el mejor vivo y en lengua española- Luis Alberto de Cuenca y Prado. Imposta la voz de un modo que quien lo escucha tiene la sensación de que está siendo invitado a participar en una auténtica aventura. Y en efecto así es. Porque la casa de Don Ramón -en Don Ramon (que diría Fernández)- en realidad es una biblioteca gigante: los libros lo ocupan todo: terrazas y cocina incluidas, pero no sólo los libros, también los personajes que habitan o han nacido de un vientre de tinta y papel: el hombro lobo, Mickey, Tintín... La casa biblioteca no es un lugar pensado para que los amigos se queden a dormir, ni siquiera para que se queden demasiado tiempo: no sería saludable, produce un efecto inquietante estar rodeado de tanta ficción. Pero para un ratito es genial.

Siempre que he ido a la casa biblioteca de Luis Alberto de Cuenca en la calle Don Ramón lo he pasado bien, he disparado fotografías con el mismo entusiasmo investigador que si estuviera en el Amazonas o en Times Square, y sobre todo he tenido el privilegio, durante un ratito, de charlar con un conversador excelente al que "ningún asunto humano le es ajeno", alguien capaz de hacerme sentir que soy único en el mundo y mucho más valioso e inteligente de lo que los demás ven.... Tendría que dedicarle un personaje alguna vez... Lo haré, sí lo haré.
Respecto al asunto por el que fui a verlo..., es privado, y yo un hombre caprichoso; me parece que no lo voy a escribir.

 

4 de febrero de 2014

MI BESTIA MECÁNICA
Está vieja, la bestia maravillosa (que fue, y en cierto modo aún es). Los coches viven más que los perros, pero a partir de determinada edad cuesta una fortuna mantenerlos -artificialmente- con vida. No arrancaba el domingo, y aunque el lunes el hombre de la grúa lo arrancó en un instante y me enseñó como hacerlo, decidí llevarlo al taller. Y allí me hablaron de su edad, de que necesitaba cuidados y mimos y de que aún así, a no mucho tardar, ya no merecerá la pena hacer otra cosa que dejarlo morir. Entra un poco, una pizquita (me digo a mí mismo, que no me resigno) en los cilindros y ese agua estropea las bujías. Bujías, cilindros, inyectores... tendones, riñones, bazo..., palabras un poco difusas, demasiado escondidas para que yo logre entenderlo bien. Le cambio también las pastillas de freno, porque chirriaba de modo insoportable, aunque en realidad no era imprescindible y el gasto me desequilibra el ya precario fin de mes. Lo hago como un mimo, un pasarle la mano por el lomo a mi bestia, que fue de mi padre muchos años y en los últimos me ha servido con eficacia correosa e impecable. En la selva de Mad Madrid, que diría mi amigo Tigre Manjatan en su blog diario en Cambio16, un coche es una bestia amiga, la más amiga, y de su eficacia y felicidad puede depender, llegado el momento, el matar o el morir.



11 de febrero de 2014

EL TRABAJO DE EDITOR

Al principio, cuando comencé a hacerlo, cuando comencé a editar libros, mayoritaria y principalmente de mis tripulantes, los escritores que capitaneo desde mi imaginario barco-taller literario, odié el trabajo de editar, y lo comente y confesé muchas veces, en este diarioweb, pero también en los artículos de opinión que escribo para los periódicos, y en conferencias, e incluso en las charlas con amigos cada vez que se presentaba a ocasión. Ya no. Ahora me gusta. Estoy muy orgulloso de todos, o casi todos, los libros que con modestia y tiradas casi inexistentes he publicado hasta la fecha, aunque en ocasiones, me acaba de pasar, el nacimiento del hijo suponga el fin del matrimonio. La razó suele ser el dinero. En la acción de escribir, en absoluta soledad o en el delicioso marco de un taller, sólo hay espíritu, esfuerzo imaginación y espíritu. Pero cuando un libro se hace papel hay que utilizar el dinero, y el dinero mancha y hace que se rompan felices matrimonios entre escritores y editores, pero merece la pena porque queda el hijo, el libro, y cada uno –el editor, el escritor- lo quiere y si está en su mano lo ayuda a existir largos años, para que le sirva de compañía cuando –si la muerte no lo remedia- llegue la vejez.

He tenido, como escritor, tres editores, ambos con muchos matrimonios rotos a sus espaldas, muchos autores abandonados o que los han abandonado a ellos. A uno lo abandoné yo, otro me abandonó a mí, y el tercero… aún estamos dando vueltas, pero no sé. Y siempre es el dinero lo que contamina la relación, que idealmente debería de ser como la de un padre y un hijo, y no como la de un hombre como una mujer. Un padre y un hijo; padre eso es lo que me gustaría ser siempre, como editor, para los escritores que han confiado en mí.


18 de febrero

CASI ME ATROPELLAN
El coche está otra vez en el taller. No por eso voy a dejar de ir a nadar. Decido subir en el autobús y luego bajar caminando; es un paseo agradable si esquivo las grandes arterias. La calle por la que voy está llena de árboles y apenas hay tráfico. A mi derecha está la trasera del Hotel Colón, y aunque lo que voy a atravesar no es una calle, más bien la entrada de un garaje, y además está marcada con un paso de cebra, miro a mi alrededor para comprobar que no viene nadie. Nadie. Sólo un coche grande y negro a lo lejos y por el otro carril.
No puedo creerlo, aunque por fortuna mis reflejos no se preocupan nunca por asuntos de fe, cuando el morro del cuatro por cuatro negro se me echa encima, estoy en el centro del paso de cebra, y sólo al golpear el capó con la mano consiga que frene, ni un centímetro de aire entre el carenado y mi pantalón.
-¿¡Estás loca!?
Se trata de una mujer, de una mujer más o menos joven. Enseguida me pide perdón, me explica que no ha mirado hacia el paso de cebra porque estaba atenta a que no viniese ningún coche en dirección contraria. Estaba haciendo la pirula. Y casi me mata o desgracia por ahorrarse cincuenta metros y la rotonda, para cambiar de dirección. Qué simpática. Tendría que haber seguido riñéndola, pero miro hacia atrás y veo un bebé. Una madre viniendo de recoger a su hijo de la guardaría. ¡Y hay otro bebé en el asiento del copiloto, aún más pequeño que el de atrás! La mujer repite que lo siento, y la veo tan nerviosa que me olvido de mí e intento calmarla, le digo que no pasa nada, que "tout est bien que fini bien" (esa frase siempre me sale en francés), que esté tranquila... Levanto la mano, sigo mi camino, pero a los pocos pasos me giro; ha parado el junto el coche junto a la cera, y está llorando inclinada sobre el volante, ante la somnolienta indiferencia de sus bebés.


25 de febrero

VIVO SIN VIVIR EN MÍ

No se trata de que haya decidido currarme la página para que el Vaticano me nombre santo o santa; ni siquiera que vaya a firmar mis cheques con el nombre de Teresa. Pero la frase de la Santa, de Santa Teresa, se me viene a la cabeza. Aunque yo ni “tan alta gloria espero, ni muero porque no muero”. Lo mío es bastante más modesto. Simplemente sucede que al obligarme a mí mismo, a cambio de una discreta cantidad mensual, a convertirme en Tigre Manjatan al menos una vez al día, y preferiblemente cerca de la medianoche, para escribir bajo su nombre, y desde su punto de vista (que no el mío) una columna de opinión de lunes a viernes, estoy que me falta el tiempo. Porque sí, el Tigre escribe rápido (no tanto como yo, pero rápido), y en menos de una hora se ha quitado de encima el fardo de la obligación de teclear palabritas. Pero... lo malo son las horas previas, el buscar la noticia, el tema, el no poder relajarme hasta que el texto está terminado y envíado. Así que “Vivo sin vivir en mí”, como un santo. Un santo de novela.

 

4 de marzo de 2014

CITA AL CRUCE

Llamo cita al cruce, como supongo ya he contado repetidas veces en este diarioweb, al juego de quedar con alguien aprovechando sus líneas de movimiento, sin alterarlas. La primera vez lo hice con Diego Diamante, me subí a su BMW rojo y fui charlando con él desde el Palacio de la Santa Cruz hasta El Escorial; luego me bajé en el tren. La más reciente con mi amigo Philip Lawrence (perdón por utilizar el nombre en clave, pero se ha convertido en un escritor quizá ya demasiado famoso); le estaba esperando en la Plaza de Castilla dentro de mi coche, y la idea era acompañarlo hasta el aeropuerto. Al llegar me dijo “Perdona” y sacando un tablet comenzó a teclear un artículo; aproveché para jugar una partida de ajedrez, que no gané. Y luego fuimos a Barajas, a la T-4, aparqué en el piso tercero del parking infinito, nos tomamos una cerveza, hablamos..., y cuando me quedé solo, llevaba un día muy largo en el que había escrito largo, hecho infinitas gestiones, mimada a las personas que quiero, bajado desde la cueva a Mad Madrid, busqué en la guantera un paquete de tabaco, y sin importarme que llevase semanas allí y estuviese reseco encendí un cigarrillo. Me lo fumé en el parking, oliendo a avión y a movimiento, a una vida intensa e imposible de domar; quizá eso sea ser feliz.


FELIX GRANDE EN FACEBOOK
Me llegó un correo avisándome que era su cumpleaños. ¿Por qué no? Pinché el enlace y entré en su página. Y escribí: Feliz cumpleaños donde quiera que estés. Supongo que encontrarás bastante poético que te sigan felicitando por tu cumpleaños después de muerto. Yo también te felicito, Felix. Javier Puebla (La Sombra con sombrero)


11 de marzo

CON ALEGRÍA

Caen las bombas a mi alrededor, silban las balas y las flechas haciendo coros al clamor de las olas... y yo como Robert Duvall en Apocalipse Now. Es sorprendente que áun siga vivo. Me daba por muerto hace ya mucho tiempo. Ya están dejando de impresionarme los cadáveres que veo a mi alrededor. El horror de Marlon Brando no es el mío. Me da igual. Surfeo sobra las olas. “Cualquier soldado mataría por salir de aquí e irse a flotar sobre una colchoneta en una piscina”. Pero cada cual decide, si puede, lo que prefiere. Hay animales que sueñan con llegar a centenarios en cautividad. A otros nos sorprende estar vivos todavía. “Ven, te dejamos un sitio en nuestra jaula”. Es muy de agradecer. Son buenos conmigos. Miro hacia el cielo y siento que aún soy libre y salvaje. Y miro las bombas que caen a mi alrededor con la esperanza de que pronto una estalle lo bastante cerca, y a la vez con la esperanza de ser capaz de esquivarla. Porque eso es vivir para mí. Con mayúsculas y con alegría.


18 de marzo

CARLOS PERELLÓN

Primero es un mensaje en el móvil. “Estoy en Madrid unos días, y pensé que hacía mucho tiempo que no nos veíamos. Tal vez esta semana tengas tiempo y podamos almorzar. Me cuentas. Un abrazo.” Me hizo ilusión recibir el mensaje, pero la verdad es que tiempo, lo que se dice tener tiempo, no tenía. Por otra parte existe una suerte de norma no escrita que obliga a encontrar un hueco para cualquier amigo que vive en el extranjero, y Carlos vive en Nueva York. Le respondí que lo intentábamos el lunes. Pero el lunes salí con el tiempo justo de La Cueva para pasar por El Callejón de los Milagros, recoger a Tigre Manjatan y dejarlo en la redacción de Cambio16 donde tenía que negociar sobre el diseño de su Tuiter (para mi fortuna no tengo Tuiter ni ninguna voluntad de tenerlo). Cuando dejé al Tigre estaba agotado -cansa pasear a un tigre-y con ganas de pasar o por mi club o por mi casa. Llamé a Perellón. Y me dejé convencer. Así que quedamos en el Martín, uno de los bares más literarios de Mad Madrid, y estuvimos charlando un par de horas.
Nos conocemos desde hace más de treinta años, de Disidencias y de La Banda de Moebius.
Hablamos de literatura y de la vida, y por lo tanto también de la muerte: Panero, Barquín y Eduardo Bronchalo. No sabía que había muerto Bronchalo. Era de esperar, pero me entristeció.

A Perellón le encontré fenomenal: joven, delgado, y como siempre rápido de cabeza y excelente conversador. Aunque de algún modo el eco de los muertos sonó más fuerte que él, o que yo.

25 de febrero de 2014

MI TÍA SARA, MARAVILLOSA HASTA EN CARICATURA

Llevo uno de esos días demenciales, en los que me levanto mucho más temprano de lo que me pide el cuerpo (a veces dejo a la mente que domine), para empezar a ver gente, hacer gestiones, ver a una modelo para la foto de portada de un libro, llevarle leche y burbon a Tigre Manjatan...., y estoy tan cansado que si me hubiese convocado cualquier otra persona probablemente habría dicho la verdad: me falta energía para acudir. Pero quien me convocaba era mi primo José, mi muy querido primo José, que sabe bien lo que es vencerse para hacer lo que hay que hacer. Y lo que yo tenía que hacer era acudir al colegio de arquitectos en la calle Hortaleza, para escucharla presentar un libro montado sobre una selección de las excelentes caricaturas que dibujaba su padre, el inmortal Alejandro de la Sota, cuya obra sigue entre nosotros y por eso su hijo y la fundación que cuida su legado celebró el centenario con la publicación del libro mencionado al principio de esta larga frase. Mi primo, y no es porque seamos familia, estuvo espléndido, graciosísimo, inspirado y natural. Pero confieso que a mí lo que más me gustó fue ver a mi bellísima tía Sara, Sara Rius, dibujada en caricatura por su marido. Y aún en caricatura mágica, sugestiva, fascinante. En familia solemos contar la anécdota de que el mismísimo Berlanga (lo cuenta en sus memorias) estuvo enamorado de ella, pero que el tío Alejandro, aún más brillante que Berlanga en el baile de seducir, se la quitó. Mi tía Sara, mis primos Alejandro y José, y también Ana, Sara, Daniel, Juan y -por supuesto- Santiago (aunque ya no esté), todos ellos un oasis en la dureza de la vida; para mí.

Sara Rius, caricaturas de su marido: Alejandro de la Sota

1 de marzo de 2004

UN EDITOR EN MI HUMILDE , Y MAGNÍFICO, TALLER
De vez en cuando invito a alguien, tampoco con demasiada frecuencia, sólo gente que me interesa y me cae bien, a que vengan a ver mi taller. Pido un peaje, cierto, por asistir, aunque no voy a explicar aquí como es. Pero claro... había invitado a un editor; así que a él le eximí de peajes de ningún tipo. Vino a escuchar y a ver. Y flipó. Natural. Yo flipo todos los días. "¿Qué opinas del nivel de mis escritores con respecto a la media española?" Y el editor, no es muy difícil adivinar quien es: alguien interesante y que me cae bien, no es hombre dado a piropos excesivos, pero se puso a mover las manos, subiendo, subiendo, elevándose sobre el páramo. "Muy, muy por encima". Ofreció contratos a todos, absolutamente a todos. Casi me costó pararle, recordar que primero debía leer sus libros completos; aunque lo hice, desde luego. Y luego miré a mis tripulantes. Me sentía tan orgulloso como si me hubiesen dado el Premio Nobel a mí. Qué deliciosa maravilla, mi humilde taller.

8 de abril de 2014

MAÑAS Y EL KRONEN

Son las siete y media cuando salgo del metro tras jugar durante el trayecto una partida de ajedrez en el smartphone. Ya ha oscurecido. Voy a dirigir o moderar una mesa redonda (lo haré de una forma muy peculiar, como luego explicaré) en Tipos Infames, Se cumplen veinte años de la publicación de una novela que hizo historia, marcó una época y permitió una renovación generacional sin precedentes en el mundo literario español. Historias del Kronen. José Ángel Mañas. Triunfar antes de los veinticinco. Entrevistas, fans, dinero, poder...
Veinte años después. Estoy con los Kronen. Mañas y sus muchos amigos. Veinte años. No hay nadie o casi nadie que tenga veinte años, la edad que tenían los protagonistas de Historias. Sí hay mucha gente que aprecio y conozco: Benjamín Escalonilla, original y brillante escritor, Alejandro Pérez-Prat, editor de LCL (la mejor y más prestigiosa editorial en formato exclusivamente digital que existe en España), el incansable señor Fernández (que se enfadará un poco conmigo, como luego contaré), el poeta Miguel Ángel Gara, la editora Sonia Antón, el incalificable Mancha, Luis Mancha, profesor universitario, teórico de la Generación Kronen, autor de un ensayo con el mismo título y director del documental que se está rodando sobre Mañas y el Kronen con motivo del veinte aniversario. También está el Gato Gourmet, a quien conocí a la vez que a Mañas cuando existía en televisión un programa de libros maravilloso: Fahrenheit; Andrés Sánchez-Magro, una de las personas que más sabe de literatura contemporánea en nuestro país, quizá la persona que más sabe de literatura contemporánea en nuestro país, editor de Unomasuno, donde se ha publicado la TETRALOGÍA DEL KRONEN.
No cabe un turulo en el sótano con cielo de metacrilato transparente de Tipos Infames cuando comienzan las presentaciones. Mañas con sus editores, el digital: Alejandro Pérez-Prat, y el de papel: Sánchez-Magro. Pero en realidad lo que digan otros da igual, la fiesta es suya, para él y por él. Y Mañas habla, cuenta, lee fragmentos de las cuatro novelas que componen Kronen. Cuando termina el público, su público, está agotado y feliz. No tiene sentido hacer una mesa redonda a continuación. Así que, tras pedir permiso al "chico del cumpleaños", me la cargo. Una forma interesante de moderar o dirigir una mesa redonda es cepillándosela. Es entonces cuando el incansable señor Fernández, Nacho Fernández, se enfada conmigo, y con razón: llevaba dos meses preparando la mesa. La semana que viene publicaré este mismo texto, levemente modificado, en Cambio16, para pedirle perdón y compensar de algún modo el esfuerzo que habían realizado él, Benjamín y Alejandro. Mientras tanto me despido ya, felicitando a Mañas, y agradeciéndole el que contara conmigo: aunque fuese para dinamitar misas -quiero decir: mesas- redondas; lo pasé muy bien.

 

 

29 de abril

UN TRABAJO MÁS PELIGROSO Y DIFÍCIL DE LO QUE PUEDA PARECER

Llevo ya cuatro meses haciéndolo, convirtiéndome en otro todos los días durante un par de horas y escribiendo desde su punto de vista, y con su lenguaje, para un blog alojado en la edición diaria y digital de Cambio16. He dicho dos horas, pero con frecuencia son muchas más, y lo realmente difícil y peligroso estriba en que mientras busco el tono y el motivo del post diario soy a la vez Tigre Manjatan y Javier Puebla.
Sentí con claridad incontestable el vértigo del abismo una noche al regresar a casa y advertir que estaba haciendo cosas raras, inhabituales en mí, que me preocupaba el fútbol -el Tigre es seguidor del Atlético de Mad Madrid- o que me había comportado de modo poco afectuoso con uno de mis mejores amigos. Y entonces recordé lo que me había sucedido cuando a los veinte años creé a Federico Sueño, más conocido como Frederic Traum gracias a una novela, Sonríe Delgado, publicada mucho tiempo después. Sueño, o Traum, era un antónimo, alguien totalmente opuesto a mí, y el juego me fascinó y embriagó hasta tal punto que comencé a bailar con la locura sin ser consciente de que lo estaba haciendo. Me curé, y ahora Traum duerme y sólo despierta cuando le exijo volver. Con Tigre Manjatan la diferencia no es tan radical, no es mi opuesto, aunque sí muy diferente a mí, al menos a quien ahora soy, pero la tentación de la locura ha vuelto a aparecer.
Esa misma noche retomé mi diario, el que escribo a mano hace ya veintisiete años, y anoté todo lo que había hecho durante el día. También describí la peligrosa sensación de desdoblamiento que me acechaba, el modo en que Tigre Manjatan me estaba contaminando.
Mi modo de afrontar la escritura se parece mucho al de un actor interpretando un papel: me convierto en el personaje, o en los personajes, y eso hace que el proceso sea cercano al de la lectura: no pretendo nada, avanzo para saber –igual que cualquier lector- que va a pasar a continuación. Muchos actores, es célebre el caso de Johnny Weismuller lanzando el grito de Tarzán en las piscinas, han visto peligrar su razón al interpretar demasiado tiempo el mismo papel.
He subido la guardia. Utilizo el diario manuscrito para recordar quien soy y controlar en lo que me estoy convirtiendo. Cuando llegó la semana santa pasada me detuve cuatro días, dejé de escribir entradas en el blog. Enseguida bajaron los niveles de contaminación. De nuevo yo era más Javier Puebla que Tigre Manjatan. Pero días después se me planteó un nuevo conflicto, al terminar un texto sobre el hombre que había asaltado la casa de un político corrupto advertí que esa no era la voz del Tigre, y sobre todo no era su punto de vista; ahora soy yo el que le estoy contaminando a él. Pero no hay opción. O abandono el desafío, juego fascinante, o tendré que acostumbrarme a nadar entre dos aguas: a veces Tigre Manjatan se parecerá a mí, y otras veces yo me pareceré a él.

19 de mayo de 2014

RELÁMPAGOS EN LOS OJOS
Primero son lágrimas negras que desaparecen antes de que pueda fijarlas. No les hago demasiado caso: los miopes estamos acostumbrados a ver manchitas. Pero lo de los relámpagos no me había sucedido nunca. Empiezan un rato después. Cada vez que muevo la cabeza con cierta velocidad, zás, zás, algo se enciende en el interior de los ojos, ¿de los dos? No. Sólo del izquierdo. Llevo días aguantando mucha presión, estoy cansado, con los nervios tensados hasta el límite por las palometas de la impiedad exterior. Decido no hacer caso, y termino de ver el episodio de Breaking Bad; la quinta temporada es fantástica. Si es cansancio la solución es descansar. Siempre me ha sentado bien dormir, me cura de casi todo. Así que me tomo una infusión y decido que al día siguiente no me levantaré hasta que no me aburra de estar en la cama. Diez horas largas. Me levanto con optimismo. Optimismo injustificado. Ahí están los relámpagos en el interior de los ojos, zás, zás.
No me queda otro remedio que acudir a mi oculista, la divina doctora P.P. (nada que ver con ningún partido político). Ya tuve un problema de retina hace unos años, no recuerdo exactamente cuantos, y tuvieron que bombardearme con láser la retina: todo se volvió naranja Tang. “No hay rotura de momento”, me dice P.P., “es el vítreo que se ha desprendido”. Pero me avisa de que debo estarme quieto, no hacer esfuerzos ni movimientos bruscos. En dos días me volverá a revisar.
El sol es insoportable cuando te han dilatado la pupila; aún así me pongo a caminar Alcalá abajo, buscando la sombra y tapándome el ojo izquierdo con la mano cuando no hay sombra que me pueda cobijar. Me gusta mirar a la gente, las tiendas, los edificios..., la vida... Camino hasta que no puedo más. Entonces sí, entonces regreso a mi casa y me siento en el sofá, intentando no hacer movimientos bruscos. Mirando como los relámpagos estallan en el interior de mis ojos al menor descuido, zás, zás.

26 de mayo de 2014

PREPARANDO LA PRESENTACIÓN DEL PREMIO GAVIA NEGRA EN LIBERTAD8

Llevaba mucho tiempo sin hablar con mi amigo Ricardo, el dueño del mítico y agradable local de la calle Libertad. Tanto que cuando responde a mi llamada telefónica me encuentro con que lleva dos años jubilado. ¡Dos años! Vivo en el limbo. Pero jubilado o no Ricardo sigue siendo el de siempre, un hombre animoso y dispuesto a ayudar a cualquiera. Me dice que el actual capo de Libertad8 es Julián, el antiguo encargado, y me da su teléfono. Julián responde enseguida, se acuerda de mí perfectamente. En minutos me da una fecha: el jueves 12 de junio a las siete de la tarde; el penúltimo jueves de la primavera.
Será pues en ese momento cuando se presente en sociedad la excelente novela INTERPRETANDO MODIGLIANIS de Antonio Pacios, ganadora de la primera edición del Premio Gavia Negra.
En un principio seré yo quien haga de embajador de Pacios, aunque quizá tome mi lugar alguno de los miembros del jurado que le otorgaron el premio por unanimidad, fascinados por la historia de una chica que falsificaba cuadros de Modigliani, o -más que falsificarlos- pintaba cuadros de Modigliani auténticos.
El local tiene un aforo limitado, así que si alguien quiere asistir al acto -esto es una invitación general para todos quienes lean estas palabras- le recomiendo que venga temprano.

 

17 de junio 2014

LA ÚLTIMA SEMANA DE LA FERIA

 

1-ANTONIO PACIOS INTERPRETANDO MODIGLIANIS

Es jueves y estoy delante de un micrófono presentando un libro que considero excelente: Interpretando Modiglianis, firmado por Antonio Pacios. No soy el único entusiasta de la más reciente novela de Pacios, el jurado del Premio Gavia Negra decidió concederle el galardón por unanimidad al escritor residente en Mad Madrid y nacido en Ponferrada.
Pacios está sentado a mi lado y ha acudido a la presentación armado con una biografía de Modigliani y un cuaderno cuajado de dibujos que parecen de Modigliani pero que en realidad hizo el propio Antonio Pacios en una época en la que estudiaba para actor y se le presentó la ocasión de interpretar al pintor italiano.
A pesar de que un par de horas comenzará el mundial de fútbol el local situado en la calle Libertad, en el 8, Libertad8, está bastante lleno, y entre el público, amén de escritores como Virginia Castro y Ángel Arteaga, detecto la presencia del siempre genial cineasta Guridi, Luis Guridi, que alcanzó su máximo nivel de popularidad dirigiendo Camera Cafe. Dos días después, el sábado, habrá un pase de la película con la que ganó su primer Goya, dirigida a cuatro manos junto a Santiago Aguilar. Prometo que iré al pase.

2-LA FIESTA DE PLANETA

Es viernes y estoy en la fiesta anual de Planeta, que por primera vez desde que comencé a frecuentarla, hace once años, no se celebra en el palacete de la calle Recoletos, pues la editorial ha cambiado la ubicación de la sede madrileña. Estamos en la Casa Árabe, el lugar con más altos niveles de contaminación, según me explica Javier Reverte en presencia de Martín Casariego. El mundial de balompié sigue haciendo la competencia a la literatura: juega España contra Holanda. Gema y Ana Gavín están en todas partes, haciendo sentir a los invitados como en casa, y yo espero que después del partido comiencen a aparecer los ausentes. Algo que no sucede; después de la derrota los seguidores de la Roja prefirieron mayoritariamente quedarse en casa.

3-POR QUÉ UN DIRECTOR DE CINE GENIAL NO ESTÁ RODANDO NADA AHORA

Es sábado, y estoy en la antigua sede de la Tabacalera, en la calle Embajadores, ahora transformada en un local flipante, laberíntico, incalificable... Me cuesta casi diez minutos encontrar la sala donde se proyecta Justino, un asesino de la tercera edad. Blanco y negro impecable. Me hace pensar en las películas de Azcona y Ferreri. Al terminar el público, en la sala no cabe un alfiler, aplaude a rabiar. ¿Por qué la Cuadrilla, Santiago Aguilar y Luis Guridi, dejó de hacer cine tras tres películas magníficas? Por la misma razón que a Orson Welles no le dejaron volver a dirigir en los últimos años de su vida: el mundo está lleno de capullos, también en el mundo del cine.

4-EL ÚLTIMO DÍA DE LA FERIA

Es domingo y paso por la feria para ver a Luis Alberto de Cuenca. Lo encuentro en la caseta de Rey Lear, escoltado por sus poemarios siempre conmovedores y geniales, y también traducciones, prólogos y colaboraciones con otros autores. El siempre generoso Luis Alberto de Cuenca que me empuja a comprar un poemario, Preparativos para un Viaje, de la interesante Ana Merino, antes que ninguno suyo (lo cierto es que me costaba elegir, me los habría llevado absolutamente todos).

Compartiendo caseta con los editores del Rey Lear está el maravilloso Eduardo Riestra, de Ediciones del Viento, que me recomienda un libro precioso que esa misma noche leo de un tirón: No hay sitio para el miedo, de Almudena Montero. Precioso, repito.

Subo y bajo por el paseo de coches de El Retiro una y otra vez. Ninguno de mis colegas escritores tiene cola para firmar. ¿Ninguno? Sí, hay uno. Lorenzo Silva apenas tiene tiempo de levantar la mano para saludarme. Acaba de publicar Los cuerpos extraños, y los fans de sus guardias se los quitan de las manos. Bravo. Mi aplauso.

24 de junio de 2014

FIN DE CURSO

Siempre me ha gustado este momento del año.

Cuando era niño y el mundo se abría como una playa o crecía como una montaña y mi madre era todo sonrisas, se ponía más guapa que nunca mientras girábamos a su alrededor como satélites mi hermano y yo, yo y mi hermano. Cuando era adolescente y podía acostarme a la hora que me diese la gana -las alfombras recogidas, los muebles, sofás y sillones enfantasmados por sábanas- y leer a Chandler y su Marlowe, Philip Marlowe.

Cuando estaba en la universidad, los exámenes -malditos exámenes, aunque al final los aprobara- y comenzaban los meses de aventura: pararme al borde de una autopista a hacer autostop, que no se detuviera nadie, acercarme a la primera gasolinera y ponerme a hablar con el primero que parase a echar gasolina, que resultó ser Elio Bugallo, y que me llevó hasta Gerona, donde aguanté apenas tres o cuatro días cogiendo peras en un pueblo llamado Fraga, casi sin creerme que quien me había llevado era el jefe de fotografía de Cambio16 y que cumpliría su palabra y semanas después me compraría mis primeras fotos como periodista gráfico.

Cuando, y después de acabar derecho, comencé a trabajar como columnista y reportero en Diario16 y el gran Ignacio Amestoy me mandaba a entrevistar y fotografiar, me permitía hacerlo, a las actrices más guapas y sexys del momento. Proponer a Pedro Jota que me dejase hacer el trabajo de Alfonso Rojo a bordo de un ballenero, y que Pedro Jota se negase, acabar en Alicante en un hotel extraño, sin conocer a nadie, descubriendo a Alan Arkin en El mago de Lublín en un cine en el que yo era el único espectador, curarme un esguince paseando por la playa... simplemente paseando.

Cuando pasó el año que estudié la oposición y el examen final coincidió con el principio del verano, y cogí un tren sin saber adónde me llevaría. "Un billete para el primer tren que salga". Cogí dos días más tarde el primer autobús que pasaba.... Y habría seguido así, ya estaba en Barcelona merodeando por el puerto y dispuesto a subir al primer barco sin conocer el destino, cuando me enteré que debía regresar a Madrid -avión y urgente- para firmar la oposición ganada.

Cuando ya era funcionario, tanto en Barcelona, como en Nueva York, Madrid, Dakar o Murcia... el final del curso, el principio del verano, que cuando estaba fuera suponía la posibilidad de regresar a mi ciudad, reencontrarme con mi familia y amigos, llegar cargado de anécdotas y regalos, comprar montones y más montones de libros y películas y discos, cedés, para cuando tuviera que volver a marcharme.

Y también ahora, que soy escritor y se supone que soy libre todo el año, que yo decido cuando acelero y cuando paro, me encanta este momento, el final de curso, que a veces es el principio de no hacer nada -excepto pensar y maquinar nuevos proyectos posibles e imposibles- durante tres meses, y otras, como este año, el reencuentro con la novela-dragón que dejé dormida pues tenía mil frentes abiertos y no tenía fuerzas, ni tiempo, para atacarla.

Fin de curso. Un momento siempre algo irreal. Siempre fantástico.


1 de julio 2014

GURIDI&GURIDI: UN CENTENARIO

Hace ahora seis años que estuve en la fiesta del centenario de los Guridi, Javier y Luis, los nietos del nunca olvidado compositor de El Caserío. Los Guridi, Luis y Javier, son un director de cine brillantísimo (podría haber sido el mejor pintor del cambio de milenio) y un empresario y promotor. Los Guridi son gemelos, y les pasan o suceden cosas flipantes, como que hayan perdido pelo de modo calcado o les hayan salido las canas en los mismos lugares.

Uno de los Guridi, Luis, mitad de La Cuadrilla con Santiago Aguilar durante lustros (Goya por Justino, un Asesino de la tercera edad; y se habrían merecido otro por Matías, Juez de línea), dirigía Kamara Café cuando acudí a aquella fiesta del centenario, hace ahora seis años. A ese Guridi, mi primer amigo del cole, le debo el haber descubierto el arte cuando en el pupitre de al lado comenzó a hacer un dibujo: unos pies que, sin levantar el lápiz, fue convirtiendo en los pies, el cuerpo y la cara de un profesor:
don León, y para terminar se permitió la brillantez de coronar la cabeza con una melena de felino; genial.

Al otro Guridi, Javier, le presté mi chaqueta de adolescente elegante (que aún conservo y me viene) la primera vez que salimos con mis primas Isabel y Marta. Los Guridi vivían en una casa de cuento, en la calle Luis Vives, con torreón incluido, y una conexión a un edificio inacabable y laberíntico que en realidad era una fábrica de plata.

Desde la fiesta del centenario no he vuelto a verlos ninguna vez juntos, pero eso no es muy importante, porque ver a uno es ver a los dos, recordar que el otro también existe y que para saber de él sólo hace falta preguntar a su hermano.
Anoche cené con Luis, el artista, mi amigo del alma. Y hoy me he acordado que hace seis años escribí esta columna que ahora estoy modificando y que nunca publiqué. Hoy lo hago. Como un regalo. Como un desafío al tiempo. Es un buen momento para recordarles mi afecto y homenajearlos. Ahora que incluso para un genio como Luis Guridi es difícil encontrar buenos encargos, y Javier tiene que viajar continuamente a Sudamérica para seguir trabajando.

La grandeza de las personas se demuestra en los momentos difíciles, cuando el mejor tenista pierde un encuentro o una selección nacional es derrotada. Como escritor es uno de los temas que más me interesa: ver como se comporta el caído, como se levanta o intenta levantarse.
Ahora vivimos tiempos difíciles, pero mis amigos los Guridi, ambos, siguen demostrando su capacidad de lucha y su alegría de vivir indomable.
Cierro los ojos y sonrío. Todo era más fácil, pero no mejor, el día que -sumados- ambos cumplieron cien años. Fue un buen momento para la foto, un buen momento para recordarlos, y por eso ahora estoy reescribiendo estas palabras, aunque a mí me da igual que estén arriba o escalando, que tengan -mis amigos los Guridi- diez, cincuenta o doscientos años.

 

7 de julio 2014

LO MÁS DIFÍCIL DE CORRER ES SABER DETENERSE

Siempre me ha encantado, la cito cada vez que puedo, esa frase de Gracián en El arte de la prudencia: "Lo más difícil de correr es saber detenerse".
Existe un vértigo ante la proximidad del momento de parar: las rodillas, los pulmones, las ideas, los sueños... que he ido ignorando mientras corría se pondrán a gritar en cuanto me detenga: "¡Me has olvidado!" "¿No te das cuenta de que nos gana el dolor?" "¿Cuándo vas a convertirme en realidad?"
Existe un vértigo. Pero ese vértigo también posee un matiz indudablemente seductor. Quedarme quieto del todo, no pensar en nada ni en nadie, tirarme en el suelo para mirar el cielo... Me gusta tirarme en el suelo. Me gusta mirar el cielo.
Claro que es una lastima parar: si mantuviese la velocidad de crucero que llevaba -y aún llevo- a final de junio, me quitaría de enmedio las diez novelas inacabadas, las nueve novelas que debo corregir y revisar, las ocho novelas pendientes de publicar, las siete... humm, son las siete, la siete de la tarde. Creo que me voy a ir a nadar; es delicioso hacerlo a esta hora, cuando la gente se está yendo ya, la gente normal, no los excéntricos como yo: adoro ser el último en salir del vaso grande del Canoe, aún pasear si es posible alrededor de la piscina, sea verano o sea invierno, buscar luces y ángulos, estirarme mientras ando con pasos caprichosos e irregulares. Son las siete; mientras cierro el ordenador, me preparo y llego hasta allí serán las ocho. Puedo dedicar una hora a charlar con unos y con otros, incluso me da tiempo para pasar por el Alcampo de Moratalaz, para ver si hay alguna oferta interesante en la sección de informática... lástima que la sección de librería esté tan centrada en la literatura comercial, resulta improbable que llegue a ver las novedades de Anagrama o Tusquets, casi imposible ver un libro de Acantilado, impensable nada de Haz Milagros o Impedimenta. Si me meto en el agua un poco antes de las nueve me dará a tiempo a hacer treinta largos de cincuenta metros; en verano la piscina olímpica del club suprime la barrera de división que duplica su capacidad a costa de acortar las calles hasta los veinticinco metros.
Caen las primeras gotas cuando empiezo a nadar. Extrañamente la mayoría de los nadadores se detienen -las señales que nos ayudan a pararnos, volviendo a Baltasar Gracián- pero a mí el agua cayendo del cielo me resulta estimulante, me recuerda a los años de África, los años de Dakar: atravesando la cortina de agua al volante del bonito BMW 728 que me había comprado mi padre con el aire acondicionado al máximo; bajarme del coche a la puerta del hotel Savanah, en la Petit Corniche, la bofetada del calor y el agua de la lluvia repiqueteando sobre mi sombrero, desnudarme, tirarme a la piscina, también de cincuenta metros pero sin calles, vacía para mi solo, y ponerme a nadar, hasta cumplir la distancia decidida, o hasta que llegaban las ganas de salir, para regresar a casa o irme a explorar algún bar.
El cielo no es azul mientras nado en el Canoe, tiene el color del azufre, nado de espaldas, o más que nadar bailo caprichosamente en el agua: mover sólo una pierna, teclear frases sobre un teclado líquido que salta al ser empujado por las yemas de mis dedos, dar vueltas sobre mí mismo, pararme.... Pararme, y hacer el muerto. Mirando el cielo de azufre. A veces no resulta tan difícil detenerse, dijese lo que dijera mi amado hermano Baltasar. Baltasar, y Gracián.

"Sonriendo ¡Y a pelear!"
SOSIEGO (antilibro)

 

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..Amelie-Nothomb-Sergi-Pamies-Javier-Puebla..

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..Antonio Barrios, Julián Lucas-Luqui, Montxo Dixie, Duro Peyote..

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El más prestigioso taller literario de Europa Taller literario taller literario taller literario Javier Puebla 3EstacionesEl mejor taller literario

 

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Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   

 

     
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos