JAVIER PUEBLA
       

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23 de diciembre de 2013

EN LA OREJA VERDE



7 de enero de 2013

UN DÓLAR DE PLATA PARA IR AL CINE
Llega por correo, en el interior de un sobre de papel de estraza con el interior acolchado con plástico-burbuja, y lo manda el genial Jesús Marchamalo: un dolar de plata engastado en una lámina de cartón impresa por ambas caras que contiene una historia: la historia de Scott Fitzgerald y la de su mujer, Zelda. Y también la nuestra, Scott se queja –como nosotros ahora mismo- de “no tener ni un dólar”, a lo que Zelda responde, y Marchamalo subraya como mensaje de navidad para mí, pero también para todos: “Pues vámonos al cine”.
Jesús Marchamalo, genial y exquisito, cada año nos envía a un grupo de privilegiados, amigos escogidos, una obra de arte, o realizada por él mismo o encargada a otro, como es el caso de “El dólar de Zelda” de Mónica Gutiérrez Serna, en edición de cincuenta y tres ejemplares firmados y numerados... “para amigos”. Y aunque es una obra maestra y una delicia el original de Mónica Gutiérrez Serna, mayor delicia es ser uno de los cincuenta y tres elegidos.
En cuanto acabe de escribir este diarioweb me pondré el sombrero, caminaré hasta la sala más cercana y me meteré en el cine, a ver cualquier película, con mi bonito dólar de plata en el bolsillo; y al salir iré por ahí, a enredar, a enseñárselo a quien me encuentre. A celebrar que somos pobres en dinero pero ricos en imaginación, afectos y amigos.


“Ya ha pasado todo. Y a la vez aún está todo por pasar”
SOSIEGO (antilibro)


14 de enero de 2013
ATAQUE DE RELAX
(versión algo más larga en la columna enviada a la prensa esta semana por cuestión de caracteres, me piden –al menos en Cambio16- 3100)
Es domingo, el día del señor, el día que me reservo siempre –desde hace unos diez años- para trabajar, y que no me salto jamás excepto por causa de fuerza mayor. Estoy en la cueva de El Escorial, con mi pequeña familia. Bajamos todos a comer a Madrid y yo decido regresar a la cueva porque tengo una muy ambiciosa columna de opinión en la cabeza (esa misma noche se me ocurrirá otra mejor, aún más ambiciosa, y me olvidaré de la primera). La cueva es el lugar perfecto para trabajar. Afuera hace un frío de mil diablos, no haya abierto ningún bar, el fuego en la chimenea resulta inspirador: lo enciendo nada más llegar; abro el ordenador y me siento tan contento e inspirado que me dan ganas de bailar. ¿Por qué no? ¿Por la edad? ¿Porque soy un respetable papá? Me pongo a bailar: Donald Fagen, The Nightfly. Mientras bailo se me ocurren ideas sin parar: para el taller, para la editorial, títulos y tramas de novelas, algunos relampos (escribo dos en mi cuaderno sin dejar de girar), imagino que converso con amigos, veo clarísima una película que se podría hacer con presupuesto mínimo y máxima facilidad, tengo la Canon reflex abandonada pero de mañana no pasa que le desempolve y comience a hacer la imprescindible serie de retratos que hace tres años tengo pendientes... y giro y giro por la pequeña cueva de El Escorial, contento como hace siglos no estaba: qué hermosa es la independencia, ah la libertad. Cuando quiero darme cuenta, consultar un reloj –pongo especial cuidado en no tener ninguno a la vista- son las tres de la mañana. El contento sigue, pero ya no hay tiempo para trabajar. Bajo la tapa del portátil, aún con un ritmo levemente bailarín, y me acuesto felicitándome de ser tan previsor: siempre entrego las columnas para los periódicos con cuarenta y ocho horas de anticipación, y mi página web... es mi página web, es mía, hago lo que me sale de los pies bailarines: puede esperar un día sin que ningún lector fiel la vaya a abandonar. Pero en cuanto me levante mañana...
Y duermo, señoras y señores, niñas y niñas, duendes y troles, perros robóticos y gatos de verdad, duermo... no como un niño, sino como un animal: once horas y media. Ni qué decir tiene que me levanto espantosamente bien, exageradamente fenomenal. ¿Voy a desperdiciar esa energía maravillosa que me embarga poniéndome a escribir? ¡Por favor! Un desayuno-comida, media docena de llamadas telefónicas, una duchita, y a pasear. No me sucede muchas veces, soy un hombre tan tenso como sentimental. No me sucede muchas veces que me alcance, y me gane, un ataque de relax.


(Pincha la imagen si tienes curiosidad por la media docena de líneas que añadí al texto para que tuviese los 3100 caracteres de rigor)


QUÉ BUENO ES SERGI PÀMIES
Uno de los libros que más he recomendado en los últimos años es SI TE COMES UN LIMÓN SIN HACER MUECAS del señor Pàmies, me gusta incluso más que Quim Monzó (envidia me dan los cuentistas catalanes que pueden existir, en Madrid no hay ningún cuentista, ¿a quién le interesa en España un cuentista cuya obra no necesita traducción?). Y tras la alegre digresión me permito recomendar otra de sus excelentes colecciones de cuentos: EL ÚLTIMO LIBRO DE SERGI PÀMIES, que se publicó en bolsillo en el año 2007, Compactos Anagrama, y probablemente será muy difícil de encontrar. Cuando leo a Pàmies me encanta jalearlo: bravo Sergi, genial, me quito el sombrero, o corregirlo: quedaría mejor así (y le tacho una frase para cambiarla por otra), pero jamás me deja indiferente ni escribo al margen: éste no te ha salido, chaval; por algo será.

“La vida sigue”
SOSIEGO
(antilibro)

21 de enero de 2013
EL COLEGA QUE SE QUEDÓ EN NUEVA YORK
La foto fue tomada en 1998. De izquierda a derecha: Antonio Gurrea, a la sazón canciller del consulado de España en Nueva York, Javier Puebla y Eduardo Lago. Gurrea regresó a España no mucho después para hacerse cargo de la empresa familiar. Yo me fui a los pocos días, no recuerdo adónde, en aquella época era soltero y libre y siempre estaba en movimiento. Lago se quedó. De hecho ya vivía allí cuando me lo presentaron por primera vez, algunos años atrás. Y nuestra futura amistad -como el tronco de su vida en general- se cimentó sobre el hecho de que él no regresase, se quedara -quizá definitivamente- a vivir en Nueva York.
Nueva York; fui en el año 87, a rodar una película, amparándome en la hospitalidad de Gurrea, antiguo compañero de colegio, y Charo, su mujer (a quien me costó valorar y comprender; aunque ahora sí la valoro y comprendo). En el 88 regresé a España, pero al menos una vez al año volaba a Nueva York para alojarme una semana o diez días en casa de algún amigo: Cristina Suñé, Pepe Valencia, el propio Antonio Gurrea, y por fin en la de Eduardo Lago; era el único que me quedaba allí, y habría sido aún más triste que caro meterse en un hotel. Lo visité en varias casas, cada vez mejores, todas ya en Manhattan, y no en Brooklyn, donde nos habíamos conocido. El roce hizo el resto. Llegamos a apreciarnos sinceramente. Cuando las torres gemelas se convirtieron en escombros dejé de ir a Nueva York, pero Lago me llamaba siempre que venía a España. Así fue hasta que ganó el Nadal, dos o tres años después de que yo fuera el finalista del mismo premio. A partir de ahí se empezó a alejar, sobre todo cuando le nombraron para el instituto Cervantes de Nueva York.
Llevaba al menos cuatro años sin verlo cuando la muerte, la muerte de una amiga común, pero más suya que mía: Paloma, una muerte joven y muy antes de tiempo, volvió a unirnos en una reunión, a la que también acudieron otros miembros del ahora mítico Grupo de Brooklyn. Estuve poco rato. Lo encontré triste y envejecido; aunque ahora que lo pienso siempre lo recuerdo así, un poco triste y un poco viejo, al menos más viejo que yo. Pero compartimos aventuras fascinantes en La Ciudad. Al quedarse decidió dar mayor importancia al marco de su existencia, que desde aquel momento fue Nueva York, que a su propia vida. Ahora es propietario de un apartamento cerca de Washington Square, y viene de vez en cuando a España a impartir clases magistrales en alguna universidad. Cuando llega, igual que sucede con los diplomáticos, los viejos amigos le hacen caso, buscan tiempo para verlo si llama o convoca. Pero bastan unos meses en Mad Madrid para que el peso del marco fantasmal se diluya, y su compañía deje de ser una novedad. Entonces, necesariamente, regresa, debe de regresar, a la ciudad donde se quedó. Seguro que allí es más joven y alegre. Le llamaré para comprobarlo si algún día decido darme un paseo por la gran disneylandia para adultos que -supongo- aún continúa siendo la ciudad de Nueva York.


“Morir es morir del todo. También mis palabras; todas desaparecerán algún día”
SOSIEGO (antilibro)

28 de enero de 2013

EL BUEN HIJO
Este es el final de una larga historia protagonizada por uno de mis más queridos, y también uno de los más brillantes autores de mi editorial: Haz Milagros. No puedo contar demasiado porque es una historia íntima y privada, y algunas personas a quienes sólo conozco vicariamente podrían sentirse ofendidas, pero creo que sí es necesario contar algo en este diario, y tengo derecho a hacerlo porque he dedicado mi tiempo y mi energía a apoyar a mi amigo. Y además he sido el testigo imparcial del lamentable proceso.

Esta esla historia de una señora mayor, viuda, de clase media alta, que vive en un piso enorme, gasta con naturalidad, y a quienes los hijos obligan más que aconsejan a vender ese piso enorme, para que así pueda hacer frente a sus gastos. Habría parecido más sencillo prestarle dinero a cuenta de la futura herencia: la señora tiene 86 años y una salud no muy mala, pero sí delicada. Pero los hijos, al menos dos de los cuatro, prefieren coger la parte que les pertenece del dinero que supondrá la venta de la casa, y presionan a la señora hasta el punto de que ni siquiera permiten o alientan a los nietos para que acudan a visitarla. Y ganan. Los hijos deleznables ganan. Pero hay un hijo bueno, el hijo que se encarga de vender la casa, dar el dinero a sus hermanos y pelearse –cómo le duele- con ellos. Por fin se vende la casa, y la madre y el hijo bueno pasan un par de meses en un apartamento de alquiler. Luego el hijo bueno compra otra casa, mucho más modesta, pequeña, en un barrio sencillo y no en el lugar señorial donde estaba acostumbrada a vivir su madre. El proceso dura dos años. Dos larguísimos y durísimos años. Desde cuando se pone en venta el gran piso hasta que se instalan la madre y el hijo en la nueva casa.


El jueves por la noche voy a verlos a esa casa. A mi amigo y a su madre. Es un apartamento recoleto, pequeño pero suficiente para ellos dos. Todo está nuevo: las maderas, el suelo, las paredes, los electrodomésticos. Ella está un poco peor de lo que yo pensaba: diabetes, poca estabilidad al caminar, los ojos atenuados; pero también está un poco mejor de lo que esperaba: sigue siendo buena conversadora y conserva el deseo de vivir y disfrutar. Los felicito a ambos, al buen hijo y a la madre luchadora; me siento contento por ellos y con ellos; hasta el punto de que ni siquiera me molesto -o asusto- cuando se meten dentro de mi abrigo, y me escalan y desescalan el cuerpo, sus dos pequeños gatos.

 

“La libertad no se pierde nunca si se es capaz de renunciar -verdaderamente renunciar- a absolutamente todo”
SOSIEGO (antilibro libre)

4 de febrero de 2013

PRONTO HABRÁ QUE VOLVER A SALIR A BAILAR
Me he permitido un mes de enero de cierto relax, manteniéndome al margen casi por completo de la vida social; el último trimestre del 2012 me dejó levemente exhausto, sobre todo a causa de las presentaciones; deliciosas, pero bailando el día entero y sin parar. Echaba de menos un poco de soledad, no sólo para escribir –estoy escribiendo siempre en realidad- sino más bien para reflexionar y echar un vistazo al tipo en el que me estoy convirtiendo. Pero la semana pasada comenzaron a llegar libros ya, y vi en Facebook que habían pasado tres presentaciones en las que no habría estado mal estar.

Entre los libros que me han llegado por correo me han interesado de modo especial la nueva entrega de Jon Lauko, seudónimo del escritor Paco Rubio, a quien dediqué una columna cuando publicó Donosti. La nueva novela -Barrendero, enterrador, ferroviario- me ha vuelto a gustar, sobre todo el ambiente que consigue, el retrato de una España que en teoría ya no existe, pero que sin duda existió y yo la llegué a conocer; es una novela negra correctamente resuelta, bien dibujada, que a cualquier lector entretendrá.

El segundo libro es de poemas, y tiene unos años ya, y me lo mandó Magdalena Sánchez Blesa, la poeta de Alhama. Yo contra mí misma. El título es bueno, y como siempre sucede con Magdalena tiene hallazgos deslumbrantes, de incontestable calidad. Siempre he sentido un afecto especial por ella, desde los tiempos en los que la conocí e hicimos una película juntos, que algún día habrá que enseñar al público en general.

Magdalena Sánchez-Blesa, en El Alifib, de Ram Rendel y Javier Puebla

También digno de reseñar es Travesti, de Hawkes, con excelente traducción de Jon Bilbao; un libro duro, difícil, que ataca al lector, no para cualquiera. Pero si algún valiente se atreve no le decepcionará.
Y mientras tanto voy preparando nuevos libros para mi editorial, trabajo en mis proyectos más o menos secretos, y dentro de un mes tendré que entregar la novela bi-anual que prometí hacer para mi hijo Max.
Es lunes, y me he quedado en la cueva... “No empecemos todavía”, como tituló Javier Vassallo su primer relato realizado en el marco del taller 3Estaciones, y que puede leerse en Los cuentos de Claudio. Pero sí, en cuanto acabe de escribir y actualizaré cogeré el patinete y me deslizaré cuesta abajo, a toda velocidad, hasta Mad Madrid. Porque la música está sonando, la oigo, y mis pies piensan ya únicamente en bailar.

“Qué fácil es caer en la estupidez de la vanidad”
SOSIEGO (antilibro)

11 de febrero de 2013

UN RECUERDO
Aunque he perdido casi todo el afecto por quien fue mi amigo en su momento, el escritor David Torres, guardo algunos buenos recuerdos de él. Y uno de ellos proviene de una noche que habíamos quedado para dar un paseo, y él –tras haber vuelto a escribir tras un tiempo sin hacerlo- dijo: “Estaba ahí –levantó sus manos, los ojos brillando en paz y contentos- la magia estaba ahí, pero yo la había olvidado”. Hoy me ha sucedido algo parecido, al comenzar una nueva novela, y por eso –como un homenaje a alguien por quien sentí verdadero aprecio- escribo aquí ese recuerdo.

MARCHAMALO EN ACCIÓN
Necesitamos de al menos media docena de conversaciones, dos citas fallidas, y un par de toneladas de buena voluntad para conseguirlo, pero finalmente Marchamalo, Jesús Marchamalo, aparece por mi casa un jueves al filo de las seis de la tarde, grabadora en una mano, cámara con óptica Leica en la otra, cien proyectos en la cabeza y mil en el corazón. Le fotografío mientras me fotografía. Planeamos, comentamos, soñamos. Sólo hacen falta diez minutos para que grabe mis palabras que luego, un martes, se emitirán en Radio Exterior y también en Radio Nacional, el programa La estación azul. El pretexto ha sido la edición de Pequeñas Historias Africanas, en Haz Milagros ediciones. Los minutos, unos sesenta o setenta, desaparecen imperceptiblemente en la tormenta de la conversación. Quedamos en volver a vernos pronto –ya, sí es posible- pues acaban de llamar Arancha y Germán, los hermanos Zamorano, para hablar de literatura y el pequeño asunto que nos traemos entre manos; Marchamalo y yo seguimos hablando mientras ellos se acomodan en el sofá, y aún logramos intercambiar un par de drives, un revés y un smatch mientras sube el ascensor. Sonrío mientras entro en casa, él me tiene en su cámara y yo a él en la mía, él me ha fotografiado en blanco y negro, como hace con todos los escritores, y yo a él en color.

MARCHAMALO, JESÚS MARCHAMALO, fotografiando a Javier Puebla

“Alguna vez lo logro, pensar en las necesidades de los otros antes que en las mías”
SOSIEGO (antilibro)


18 de febrero de 2013
LE VENDO UN LIBRO A LORENZO SILVA
Llevaba bastantes días sin verlo, más de un mes creo. Primero fue la tormenta del premio Planeta y luego el nacimiento de su hija Nuria (felicitó desde aquí a Noemí, su mujer y madre de la niña, porque aún no he sido capaz de hablar con ella). Habíamos seguido hablando, eso sí, con la frecuencia habitual por teléfono. Encontramos un hueco, o más exactamente Lorenzo encontró un hueco, el pasado jueves. Entre otras muchas actividades, es un hombre con una capacidad de trabajo formidable, iba a participar en la presentación de un libro titulado Utopía en el que colaboraba con un texto; sería a las siete y media en la Casa del Libro de Gran Vía. “Pásate, y luego nos vamos a cenar juntos”. Pasé, y luego nos fuimos a cenar juntos. De las mejores conversaciones que hemos tenido, y hay muchas buenas en nuestras alforjas. Pero estoy escribiendo esto para contar que le vendí un libro; y es cierto: mis Pequeñas Historias Africanas. No era para él, para que lo leyera él, sino para que lo regalara a Paquita, su madre, a quien aprecio especialmente. No podía decirme que no, claro. Un libro de mi mínima editorial, que sólo cuesta 9,95 euros, y del que ambos estábamos seguros de que gustaría a su madre. Pero luego, pensándolo, cuando sumaba los 9,95 al total de las ventas, me di cuenta que mandaba huevos; porque Lorenzo no sólo es el Planeta, sino que además tiene su propia editorial, y para mayor abundamiento escribe en prensa y toda suerte de escritores y editoriales le mandan libros a cada momento; cuando aparcó el coche, la nave como yo siempre la he llamado desde que la compró, abrió el maletero para coger el libro, y estaba lleno hasta los topes de cajas -sin abrir- repletas de libros. Y yo le vendí uno. Naturalmente no es el dinero lo que me hace sonreír -feliz y travieso- mientras escribo esta pequeña historia, sino la generosidad, la disposición a probarme en cualquier circunstancia, si advierte que lo necesito, su amistad y su afecto. Mutuo, por supuesto.


“Lo que no pido a los otros, para no violentarlos, tampoco dejo que los otros me lo pidan a mí, para no violentarme”
SOSIEGO (antilibro que a nadie pretende violentar)

25 de febrero de 2013

MIRANDO AL SUELO
Cuando era niño, y todavía cuando ya era adolescente, e incluso cuando había cumplido los treinta, mi padre solía reprocharme que tuviera la mirada siempre perdida en el cielo, en las alturas, cuando caminaba junto a él. “Hay que mirar por donde se pisa”, norma que él siempre ha cumplido, y sigue cumpliendo, a rajatabla, y de la que se deriva o emana su peculiar costumbre de ir siempre recogiendo del suelo pequeños tesoros: una tuerca, una moneda, un trozo de cable... que luego guarda en botes de cristal, y que en los momentos más insospechados solucionan un problema que parece irresoluble: la lavadora que había dejado de funcionar, un grifo que gotea, un arreglo rápido en el motor de su coche que -cuando vuelve a cerrar el capó- ronronea de felicidad.
Dado que el ejemplo era tan cercano, y quiero a mi padre de un modo especial (aunque seamos muy diferentes y nos resulte casi imposible conversar), con los años me he ido esforzando en mirar el suelo; mirar al suelo. He encontrado: clips, cuchillas oxidadas, moneditas, tornillos, ruedas de coches de juguete..., pero debo confesar que no sé qué hacer con esos objetos que en manos de mi padre se habrían convertido en una suerte de piedra filosofal, capaz de mitigar casi todos los males de la vida cotidiana. Yo me limito a guardarlos -en cualquier sitio, no en ordenados tarros de cristal- y pienso que los podría utilizar para un collage, o una fotografía o... No los utilizo jamás; pero sigo mirando al suelo. Aunque temo que mi mirada es la misma que cuando era niño o adolescente o incluso cuando había cumplido los treinta, y por eso veo cosas que mi padre no vería, o si las viese no las apreciaría debido a su falta de utilidad. Un paraguas rojo y roto iluminando la acera gris, un rostro fantasmagórico como si desde el suelo surgiera un espíritu esforzándose por escapar, adquirir un cuerpo y fundirse con la realidad. Si no llevo mi cámara la imagen permanece unos minutos en mi memoria y luego se va; pero si me acompaña la cámara fotográfica entonces la saco del bolsillo con la velocidad que desenfunda un pistolero profesional y disparo a matar, sobre el paraguas rojo y roto ¡click!, sobre el espíritu que quiere escapar del suelo y fundirse con la realidad ¡clack!

 

¿Para qué fumo yo, si yo no fumo?
SOSIEGO (antilibro)


4 de marzo de 2013

EL HIJO DE OTRO ESCRITOR
No lo conocía, y si lo había visto alguna vez no había hecho ningún esfuerzo por fijar o memorizar su cara. Es un niño que me habla cuando estoy a punto de salir de los vestuarios del Canoe para dirigirme a la piscina.
-¿Qué día es hoy que no hay nadie?
-¿El día de la paz?- respondo para mí mismo, sonriendo ante mi propio chiste, aún sin mirarlo. Pero entonces me giro y lo veo. Lo veo. Un niño de la edad de mi hijo. Está solo y no rodeado de otros niños. Y sin saber por qué, quizá instinto: noto algo peculiar y a la vez familiar en él, le pregunto:
-¿Tu padre se llama Nico?
No me responde inmediatamente, le desconcierta mi pregunta tanto como me ha desconcertado a mí hacerla. Me deshago en todo genero de explicaciones: Nico, Nicolás...., y tengo que hacer un esfuerzo para sacar a la superficie su apellido: Casariego. Le digo que es un amigo mío, un escritor como yo, a quien he visto en la puerta del club algún viernes, esperando a su hijo que practica el waterpolo. E incluso le digo mi nombre al niño, soy Javier, Javier Puebla.
-Ah sí, mi padre me ha hablado de ti- y me tiende la mano, pero yo le doy un beso en el pelo, como hago con mi hijo. Ambos estamos un poco desconcertados, pero a la vez nos resulta sorprendentemente sencillo hablar y comunicarnos. El niño se llama Marcos, y es un conversador excelente; y profundo. Me esfuerzo en estar a su altura. Aún sorprendido de haberlo reconocido, incapaz de saber que he visto en él que me ha hecho identificarlo. Le deseo que se divierta en su clase de waterpolo y vuelve a tenderme la mano; esta vez si se la estrecho. Es entonces cuando sucede: el gesto. Un gesto de gentleman exacto al de su padre, la mano izquierda apoyándose suave y afectuosamente en el antebrazo de su interlocutor. Quizá no he logrado expresarlo con suficiente claridad con lo que hasta ahora he escrito, pero fue un encuentro mágico. Con el hijo de otro escritor. Seguro que Nicolás Casariego, si se lo hubiese encontrado, también habría sido capaz de reconocer, y sostener una interesante conversación, con mi propio hijo, Max, quien por cierto, hoy cuatro de marzo de dos mil trece, cumple exactamente diez años.


“Escribo y escribo, corro hacia adelante, en mi naturaleza no está el consolidar, y sí el avanzar”
(SOSIEGO, antilibro)

11 de marzo de 2013
TERMINAR UNA NOVELA Y EMPEZAR OTRA
El domingo día 3 termino una novela; el pretexto para tener una fecha de entrega o para finalizarla era el cumpleaños de mi hijo, al día siguiente. Y ese día siguiente lo paso..., bah, sólo regular, aunque era el cumpleaños del niño, y acabo de ver el video -todo amor y felicidad- con dos novelas sobre una tarrina de mousse de chocolate, pero enseguida se acostarán, y yo me quedaré solo con Javier Puebla, el maldito Javier Puebla que no deja de tener idea tras idea, que siempre quiere más de mí, y al que he decidido esta noche no hacer caso, irme de paseo, o quedarme en casa ante el televisor, cambiando de canal hasta que se me canse el pulgar. Sé que debería darme un descanso, que no se hace: acabar una novela y empezar. Pero ¿por qué no lo hagan los otros debo comportarme igual? No. Así que al día siguiente comienzo un supuesto novelón, ya veremos en qué acaba, en el que llevo años y años pensando, y me apetece infinito ponerme a teclear, aunque soy consciente de que debería utilizar mi tiempo y energía en vender las obras que ya tengo acabadas, muchas de las cuales no ha leído nadie, o sólo dos y tres personas (casi siempre con alguna opinión positiva e incluso entusiasta); pero me sucede que cuando me dedico sólo a venderme, a vender la obra, me voy quedando sin fuerzas, mustiando como una planta a la que no se riega, e incluso si tengo éxito y logro publicar, que me den un adelanto más o menos decente o hasta ganar un concurso, el mal sabor de boca, la sensación de “pies de barro” está ahí. Bienaventurados los que tienen que
hacer un programa de televisión cada semana, o escribir una columna o dos diarias, o acaban las novelas y el editor las publica sin haberlos leído siquiera. Pero mi buenaventura está en otro sitio, lo que me proporciona bienestar o tranquilidad, hace que me olvide de la desgracia de haber nacido con los pies de barro, es escribir (aunque también vale pintar, hacer cine..., crear en general).
Así pues: estoy con una nueva novela, soy el “negro” de otra, continúo con tres proyectos más..., y -misterio- cada vez tengo más tiempo para mí mismo, aunque eso sí, confieso que los Angry Birds me han empezado a dejar de interesar.
Ah, las vacas de la foto. Son una metáfora: crean ternero tras ternero hasta que la naturaleza no puede más. Que así sea, y ya está.

SÉ MÁS PALABRAS QUE EL DICCIONARIO DE WORD
Me sucede con una frecuencia increíble, no paro de darle a la opción de “Añadir al diccionario” cuando escribo cualquier chorradita -este mismo diarioweb- con el, muy deficiente para un escritor, procesador de textos de Microsoft llamado Word. Ahora mismo, y sin ir más lejos, acaba de subrayarme chorradita en rojo tembloroso, uy qué miedo tiene Word, y también diarioweb, como si esa no la hubiese escrito ya un millón de veces. Evidentemente no se trata de que yo sea una enciclopedia ambulante, sino de que el diccionario incorporado es -como máximo- para oficinistas tardos, y no para ningún escritor, ni siquiera el más pequeño y más humilde; acabo de añadir, mientras escribía la columna de Cambio16, la palabra funambulista; manda huevos, aunque tampoco está en la RAE (versión electrónica) que conoce funámbulo y funambulismo, pero ninguna otra variación. Me encantaría que existiera un procesador de textos para escritores, pero tampoco hasta el extremo -confieso- de ponerme a hacérmelo yo.

“Eran vicios, pero ahora sólo son hábitos poco placenteros y poco peligrosos. ¿Por qué molestarse en luchar contra ellos?”
SOSIEGO (antilibro ya apenas vicioso)

18 de marzo de 2013

ESTA NOCHE SE LO VA A LEER
“A las nueve en el Parnasillo Café”. “Perfecto”. Cuando llego él ya está allí, con un libro entre las manos, sentado en la primera mesa a la derecha del café. Lorenzo el Joven, como Radclif el personaje de Ricardo Piglia, siempre consigue que sus interlocutores nos sintamos un poco mejores de lo que realmente somos. Escucha con interés, se expresa con auténtica libertad y dialogar con él produce el mismo efecto que leer una buena novela o ver una película de calidad e inédita.
Estamos en el Parnasillo, maquinando pero no conspirando, y le entrego -regalo- un ejemplar del libro que nunca regalo a nadie, sólo vendo, y del que acabo de pedir la cuarta edición (en la que doblo el número de ejemplares de las anteriores): Pequeñas historias africanas. Es magnífico ver como lo voltea entre sus manos, abre, cierra, huele, aleja, acerca, lee una frase, busca un detalle, toca el papel, descifra el colofón, y finalmente lo deja sobre la mesa para recuperar la distancia. “Muy bonito, precioso. Me encanta”, dictamina. Entonces la mano derecha vuela como un águila hacia la mesa y el pico que forman los dedos índice y pulgar atrapa el libro, lo eleva hasta la altura de sus ojos y me desafía o más bien se desafía a sí mismo: “Esta noche me lo voy a leer”. Sonrío, me parece bien, aunque al mismo tiempo me da igual. “Mañana te llamo para decirte lo que me ha parecido”.
Cuando llega mañana en ningún momento me acuerdo de su promesa o desafío, pero a las dos y cincuenta y cuatro de la noche me llega un sms, con el veredicto, el más exacto que nunca he tenido el libro en ninguna de sus tres vidas en editoriales distintas. “Perdona que no te haya llamado, pero he tenido un día de mucho ajetreo. Me parecen unos cuentos deliciosos aunque sean muy duros”.
Ese era el juego, convertir lo duro en delicioso, porque así es África para un hombre occidental, durísima y deliciosa. Todos los lectores, ya muchos, que ha tenido el libro así lo han experimentado y sentido, pero sólo Lorenzo el Joven ha sido capaz de esa frase impecable y trazada a cuchillo: “unos cuentos deliciosos aunque sean muy duros”. Desde aquí agradezco su existencia, y desde aquí lo felicito.


“El poder no basta: hay que tener el valor de utilizarlo”
SOSIEGO (antilibro valiente; más o menos)

25 de marzo
UNA MANCHA EN EL OBJETIVO
Me cuesta creerlo, mi Lumix maravillosa con óptica Leica. Primero pienso que se he pegado algo al cristal, pero nada hay en el cristal. Entonces Marchamalo me cuenta -ya días después- que a él le pasó lo mismo con una cámara idéntica. Investigo un poco, llamo a un concesionario de Panasonic y me dicen que es normal. Normal: manda narices, una cámara de trescientos cincuenta euros. Sigo investigando: la mota está pegada al sensor, no al objetivo, hay que desmontar la cámara entera, y vale casi tanto como comprar otra y el resultado no suele ser duradero. ¿Qué hacer? Por lo demás la cámara está en perfecto estado. Puedo intentar ignorar la mancha, seguir haciendo fotos como si nada; y eso intento. Una nube con forma de raspa de sardina sobre un promontorio nevado en el puerto de la Cruz Verde. Ahí está la mancha. Bueno sí, ahí está. Simplemente la acepto, me relajo e incluso, con la ayuda de Photoshop juego con ella. “Si la ignoro y dejo de darla importancia algún día la mancha se acabará yendo”, decido y pienso.

“Para un niño occidental la vida es gratis; quizá eso también explique el sueño de ser Peter Pan”
SOSIEGO (antilibro)

01 de abril de 2013
MUCHOS LIBROS SOBRE LA MESA DEL CAPITÁN
No sé que día de semana es, martes o jueves, pero eso da igual. He quedado con Germán Zamorano, el director de maquetación y diseño de H.M. Ediciones, para decidir tamaños, tipo de portada, solapas o no solapas, calidad de papel... y demás alegres pequeñeces de los dos próximos libros de la editorial. Es un momento fantástico: como comenzar a tender un puente que unirá el sueño de un libro con un libro real. Sin darnos apenas cuenta comenzamos a sacar libros de los anaqueles. Mira esta caja de Algaida, Anagrama lo hace así, en Nocturna ponen el número de página abajo en el centro, igual que en Granta Books, sí, pero en Bloomsbury lo sitúan en la esquina superior externa, ¿y en Planeta, en Cátedra, en Algaida, en Asteroide...? Hay muchas soluciones, o resoluciones, comunes a todos los libros, pero cada editorial tiene sus peculiaridades; la nuestra también. “¡Qué montón de libros hay sobre la mesa del capitán”, se asombra, cuando ya estamos a punto de levantarnos, Germán. “Voy a hacer una foto”. Saca su móvil, y yo cojo mi cámara, que ha conseguido librarse ella sola, o quizá empujada por la entrada de este diarioweb la semana pasada, de su mancha en el objetivo. Cojo mi cámara y me permito una de mis diversiones favoritas: fotografiar a quien está haciendo una fotografía. En mi imagen, la que muestro, no se ven los libros, y la he escogido ex-profeso, para que el único dueño del misterio sea mi amigo y colaborador: Germán.


“Para un gentleman la cortesía está siempre por encima de la verdad”
SOSIEGO (antilibro)

08 de abril de 2013

DE PERSONAS Y PERSONAJES
Los escritores, al menos cuando escribimos, tendemos a tratar a las personas reales como personajes, porque al convertirlos en texto de algún modo lo son. Más de una vez he escuchado de boca de mis amigos referirse a las personas de las que hablo en este diarioweb, como “tus personajes”. Y es cierto, pero también es falso. Con un personaje de ficción el creador tiene tanta libertad, capacidad de movimiento, como si fuera un dios; un pobre tipo como Conan Doyle mató nada menos que a Sherlock Holmes, un pobre tipo como Conan Doyle resucitó nada menos que a Sherlock Holmes. A un personaje, mientras no se pierda la coherencia del dibujo, se le puede tratar con absoluta libertad. Nada que ver cuando escribimos sobre una persona real, y en especial cuando está viva; los muertos viven en nosotros de un modo no muy lejano al de los personajes de ficción (incluso, y ficticiamente, como escritores los podemos resucitar).
El pasado miércoles acudió a mi taller una persona real, magnífica, interesantísima en todos los aspectos, una de mis mejores escritoras: Victoria Sánchez-Ayllón. Iba vestida con los colores del más célebre título de Stendhal, rojo y negro, y a mí ahora me gustaría contar muchas cosas acerca de ella, ninguna ofensiva, y sin embargo sé que no debo. Que hay detalles privados que no es lícito mencionar, y aunque sí puedo citar el título del último libro que hasta el momento ha publicado K.O.tica, y que trajo un capítulo inédito del mismo que leyó durante la clase, no es correcto, no siento que sea correcto, que explique a que se dedica ahora mismo, y mucho menos lo sería que dijese lo que creí sentir que le sucedía por dentro, a pesar de que estaba muy contenta, orgullosa y satisfecha de sí misma. Los personajes de no ficción son muy delicados de tratar, y aún haciéndolo con el máximo respeto, es una audacia por parte de un escritor utilizarlos en un artículo o un libro o este diarioweb. Sólo lo hacemos con aquellos que nos son muy cercanos, un hijo por ejemplo, o los que son personajes públicos: Luis Alberto de Cuenca o Lorenzo Silva o Miguel Ángel Rodríguez Matellanes o Jorge Herralde, por citar a algunos, y aunque nos pueda asaltar la tentación de hacerles realizar en el texto cosas maravillosas o mágicas, solemos controlarnos, los miramos, escribimos, desde lejos. Y casi siempre, al menos en mi caso, con el máximo afecto. Aunque quizá lo más interesante sea como pueda variar la relación entre ellos, entre las personas a quienes me atrevo a llamar mis personajes, y que se leen y son leídos, por los otros personajes; en concreto hay una pareja de amigos que antes de conocerse en persona se conocieron, y se leyeron, en este diarioweb, y en la actualidad se llevan magníficamente, lo cual es natural, porque ambos son magníficos.

“Hoy ha sido mi cumpleaños. No lo he celebrado, porque nunca lo celebro, pero ha sido un buen día, aunque extraño: que me gustase contemplar como me va redibujando, antes de borrarme por completo, el paso del tiempo”
SOSIEGO (antilibro)

14 de abril de 2013
LOS HERMANOS ZAMORANO
Es gracias a ellos, gracias a Arancha y Germán, los hermanos Zamorano, que me encuentro en el salón de actos del colegio de los Salesianos en Guadalajara ante un grupo de sesenta chicos de ambos sexos entre quince y dieciséis años. Es gracias a ellos que firmo, sin repetirme en ningún momento, sesenta libros y veo a los chicos comparar sus dedicatorias, presumir de la suya, sentirse satisfechos. Es gracias a los hermanos Zamorano que ahora tengo, como premio tras ofrecer a los alumnos del colegio de los Salesianos de Guadalajara lo mejor de mí mismo, también sesenta escritos o dibujados realizados y firmados -para mí y sólo para mí- por ellos. Les hablé con el corazón en la mano, porque era lo natural, amén de fácil. No hubo ninguno, ni uno solo entre los que asistieron a la charla en torno al libro Pequeñas Historias Africanas, que no me gustase, todos tenían algo, y ese algo -supongo- tiene que ver con la edad; entre los catorce y los dieciséis años se es auténtico: la vida aún no ha pasado la goma de borrar sobre los sueños. Es gracias a los hermanos Zamorano que estoy solo, en la tribuna o pequeño escenario, hablando como quiero, diciendo mi verdad pequeña, quitándome y poniéndome el sombrero, cansándome hasta quedar exhausto; no hay nada mejor para un artista que lograr darlo todo de sí mismo, vaciarse por completo.

(Imagen cedida por el colegio salesiano SAN JOSÉ de Guadalajara)

 


"Ninguno de mis lectores es un imbécil"
SOSIEGO (antilibro)

22 de abril de 2012

DÓNDE ESTARÉ LA NOCHE DE LOS LIBROS
Que celebraré el día 25, y no el 23 como mayoría de mis colegas. Espero que a nadie moleste mi "originalidad".

El juego -estar en un café y no en una librería o un centro público- consiste no sólo en hacer algo distinto, sino también de un modo que me sea cómodo y natural. Me gustan los cafés. Así que eso haré "mi noche de los libros": estaré escribiendo en el Parnasillo, de la calle San Andrés 33 (Mad Madrid). A quien quiera le demostraré que soy capaz de crear un relato a partir de cualquier cosa. A quien quiera le firmaré un libro, y a continuación -o antes- le invitaré a una cervecita o lo que le apetezca. A quien quiera le ofreceré, a cambio de "la voluntad", alguno de mis nuevos "Relatos para ser impresos en tarjeta de visita", en edición firmada y numerada. A quien quiera venir a visitarme le recibiré con lo mejor de mí mismo. Te espero, quienquiera que seas. Será un momento especial.

“No tengo tiempo ni para gastar dinero”
SOSIEGO (antilibro)

29 de abril de 2013

EL CLAN DE LOS NEOYORKINOS
He cogido un taxi sin fijarme si es blanco o amarillo, y he dado una dirección. “Pero eso está en Manhattan”, dice el conductor, un tipo de Brooklyn a quien conozco desde hace más de veinte años. “Claro”, respondo. Me deja -tras un largo trayecto- ante un portal de la calle Desengaño, en Mad Madrid. Le pago en euros la carrera y añado un dólar, en papel, como propina. Suena música de rap y huele a comidas extrañas y cargadas de especias. El dedo en la tecla del primer piso. “Hi, it´s me”. Abren. Subo. Allí están, el clan de los neoyorkinos. A algunos, Federico y Fermín, los he visto con cierta frecuencia, pues amén de miembros del clan son fundadores del grupo de Brooklyn. A otros hace años que no me los encuentro, desde antes de que se inventara el euro: Cristina Suñé, Ana Torrent, Arancha de Juan, Gonzalo..., a los otros dos no los conozco, aunque quizá sí los he visto en uno u otro momento. Hemos quedado para cenar... un día de abril del pasado milenio; pero nos hemos ido entreteniendo con la vida y sus fuegos; no había prisa. Aquí estamos. Alzando las copas. Brindando por nosotros mismos. Tan contentos.

EL CLAN DE LOS NEOYORKINOS: Javier Puebla, Ignacio, Ana Torrent, Federico Mañas, Cristina Suñé, Gonzalo, Fermín Cabal, la actriz de las camisetas, Arancha de Juan.

 

“El bien y la justicia sólo tienen valor para los desgraciados, y los desgraciados jamás han organizado el mundo”
LORENZO SILVA, El ángel oculto

6 de mayo de 2013
LA LETRA PEQUEÑA Y AZUL DE JORGE HERRALDE
Cuando recibí la primera tarjeta con el dorso dibujado, escrito, con tinta azul y el trazo minucioso y exacto de Jorge Herralde, sentí que tenía entre las manos un fetiche, un objeto de poder capaz de obrar maravillas y prodigios. La guardé, por supuesto, pero la sacaba de vez en cuando de la cartera de piel de serpiente que compré en Dakar, para colocarla en la librería al alcance de mi vista o utilizarla como marcapáginas. Luego hubo otras muchas, mi relación con Herralde es excelente a pesar de que siempre se ha desarrollada en la distancia. Más adelante las tarjetas crecieron hasta convertirse en tarjetones; y más tarde aún en mensajes sin dibujo ni color azul pues venían a través del correo electrónico. Sin duda Herralde sabe de los poderes mágicos de sus tarjetas o tarjetones pintados con estilográfica de color azul porque hace muy pocos días, y despreciando la velocidad y facilidad del correo electrónico, volvió a mandarme uno a casa, so pretexto de la columna que le había dedicado una semana antes: Anagrama y el padre, en la que sin duda notó mi cansancio y velada tristeza, la tentación de romper, dejar de elegirle, de elegir sus libros, por encima de todo, y matar -en suma- al padre. Pero Herralde... “con los reflejos de un portero de fútbol al que intentan colar un balón por la escuadra, salta en el aire, apoyándose en su escalera de letras pequeñas y azules, y me para. Caigo botando suavemente sobre el césped pelado de la literatura hispánica. ¡Qué paradón!”
Me siento orgulloso de él, ¿a quien iba a leer yo si desapareciese Jorge Herralde y su Once imbatible: el Team Anagrama?

 

“La lucha continúa. Qué bien.”
SOSIEGO (antilibro)

13 de mayo de 2013

“MÚ” ARTISTA
“Estás tú “mú” artista últimamente, me piropea o acusa uno de mis mejores amigos en uno de nuestros clásicos encuentros en el Geographic Club de Mad Madrid. Le miro con fingida sorpresa, y él remata: “No hay más que leer tu diarioweb para verlo”. Bajo la cabeza y acepto la acusación o el piropo. “Mú” artista, pues sí, ¿qué se le va a hacer?

GETAFE INTELECTUAL
Es martes y el grupo de la tertulia que dirige Paquita Amador me ha recibido en un aula de la impecable universidad Carlos III de Getafe, so pretexto de mantener un coloquio acerca de las Pequeñas Historias Africanas que escribí cuando vivía en Dakar y que ahora vive un nuevo momento de inesperado brillo y esplendor. Hay más de veinte personas, la mayoría mujeres, escuchando y preguntando, escribiendo para mí en un cuaderno mientras yo les dedico libros; el ambiente es perfecto, ideal. Pasan tres horas y no puedo creérmelo; tengo la sensación de que acabo de llegar. Por supuesto es mérito de los asistentes, y en especial de Paquita. Pero lo interesante, más allá de la generosidad y calidad personal de Paquita, es el ritmo. Hay algo en el ambiente, que puedo “oler”. Cada lugar es propicio para un tipo u otro de actividad: Murcia está lleno de pintores, en Cabo Verde la música nace de cualquier lugar..., y Getafe es literatura y el perfecto lugar para pensar.
Me estoy alejando ya en el coche, a punto de entrar en una de las varias autopistas que llevan a Toledo, Córdoba o Mad Madrid. Y a medida que me alejo va desapareciendo la sensación de sosiego y paz interior, mis nervios comienzan a tensarse, el pensamiento se torna desconfiado... Miro por el retrovisor con inesperada nostalgia, echando ya de menos -agradeciendo también que exista- la ciudad pequeña y cercana y sureña, en la que hay tiempo para mirarse a los ojos y conversar: Getafe intelectual.

“No creo en buscar la gran obra, pero sí creo en buscar el estado de ánimo adecuado
antes de ponerme a escribir determinados textos”
SOSIEGO (antilibro)

20 de mayo de 2013

CINCO DÍAS DE VACACIONES
Todo es pequeño, excepto el coche en el que viajo, gentileza de mi hermano, hasta L.A. Mar Menor, dejando atrás las nubes y el frío y el regreso, pero la ciudad -obsesionante y enloquecedora: Sonríe Mad Madrid- continúa persiguiéndome con la persistencia de un caza recompensas del Oeste americano. Son cinco días, y en levante hace sol y más de veinte grados de temperatura. Camino por el paseo magnífico, me baño, voy a visitar aburridos club de golf, centros comerciales colonizados por británicos, como y ceno fuera prácticamente todos los días, voy al cine..., en suma: corro todo el tiempo para que no me atrape el caza recompensas que es el recuerdo de la ciudad insaciable donde vivo, los dos mil proyectos (exagero) que tengo abiertos, y en los que avanzo, contándome a mí mismo que en realidad no estoy trabajando (porque lo de trabajar siempre me ha sonado feo), que es puro entretenimiento, aunque el entretenimiento sea tan extenso y ambicioso que me coloque al borde del agotamiento. Corro y escapo, hasta que lo consigo. Han merecido la pena los cinco días de fuga y el esfuerzo para hacerlos posibles. Consigo escapar, me monto en el viejo coche cómodo y espléndido, y regreso. Regreso a la ciudad de la que escapé cinco días antes. Está lloviendo, pero yo aún tengo el agua del mar en el que me he bañado por la mañana pegada al cuerpo. Me prometo a mí mismo que dosificaré mis energías, que no me agotaré otra vez trabajando..., perdón: que no me agotaré otra vez con mis muchos entretenimientos. Y me quedo quieto, frente al televisor y en el sofá, quieto. No pensando. Sólo quieto.

“En el arte jamás debería ser prioritario ganar dinero. Excepto cuando el arte es vender aire, y los billetes que se consiguen brillan con la misma ingenuidad que una película, un relato o un cuadro”.
SOSIEGO (antilibro para artistas ricos y arruinados)

27 de mayo de 1013

TEATRO
Veo dos obras, dos obras de teatro, esta semana, una el jueves y otra el viernes (en realidad veo tres, porque asisto a una tercera -una microrrepresentación- el sábado, pero es demasiado privada y no me es lícito contar ni el argumento ni la ubicación del teatro). En las dos aparece mi amiga Cuca Escribano, y es ella quien me invita, ella el motivo y el pretexto para estar en una sala con las luces apagadas mirando lo que sucede en un escenario. Pero lo interesante, y aunque ambas obras me gustaron mucho -(No te vistas para cenar, en el Rialto, es divertida y el guión funciona como un reloj suizo; De par en par, la del Fígaro a las once de la noche, también arranca carcajadas al público, pero la mina de la que brota la risa es del carbón más negro, a lo Tennessee Williams, y es duro sacarlo)- lo interesante, lo que mejor sigo recordando, es el pasear con Cuca por Madrid y comprobar, pasmado, como es capaz de transformar el corazón de la ciudad en un teatro. Estábamos en la puerta del Rialto, a la salida, después de la obra, con todos los actores: Yolanda Arestegui, Aurora Sánchez, Antonio Vico, Jesús Cisneros, y también la deliciosa señorita, amén de actriz, Ana Ruiz, y su novio: Mauricio, cuando aparecieron tres mujeres, que querían hacerse una fotografía con el elenco; Ana y Mauricio hicieron de fotógrafos, y yo los fotografié a todos; porque el momento tenía algo que, me pareció, merecía la pena intentar atrapar, que no quedara completamente olvidado. Me había olvidado que el mundo podía ser un lugar así, tan alegre y desenfadado, sin rutinas, un juego de encuentros continuos e inesperados. Y para celebrarlo regresé hasta mi casa los dos días, uno a medianoche, otro después de las dos, caminando, parándome cada vez que me daba la gana para dar un paso de baile o escribir algo en mi libreta o intentar escapar de mi sombra; como he hecho siempre; o como hacía siempre cuando aún no tenía una familia y mi vida era una farsa: dura o deliciosa, en cualquier caso: teatro.

“Mientras dura, y en su pequeñez, la rutina huele de un modo parecido a la inmortalidad.”
SOSIEGO (antilibro enredador y rutinario desde hace más de mil días; bastantes más)

3 de junio de 2013

LA COSANO
Centro de Riojano de Madrid. En el mismísimo nuevo corazón de la ciudad, junto a Zara y Adolfo Domínguez. Una sala del primer piso. Cosano, Helena Cosano, presenta un libro de relatos, Almas Brujas; como buena diplomática y estratega está rodeada de famosos y lúcidos presentadores. Pero es ella la más brillante, cuando con su voz alegre -el optimismo de la voluntad- habla de la vida efímera de las mariposas, de que sólo viven un día, y no pueden comportarse ni como el gusano que fueron, ni como un perro o un gato o un humano o un orangután. Tienen que brillar, resplandecer, mover sus alas recubiertas de polvo mágico, disfrutar hasta morir agotadas después de volar y volar. La sala estaba a rebosar, vi a muchísimos amigos, pero la voz de la Cosano, explicando por qué la mariposa es un animal tan único y especial, es lo único que voy a recordar.

Helena Cosano, Almas Brujas, Centro riojano en Mad Madrid, junio 2013

LOS ADOLESCENTES FUNDADORES
Yo fui uno de los primeros adolescentes de L.A. Citywood, que si españolizo se convierte en: Los Arroyos-Ciudad Bosque, una urbanización agradable y enorme que ha acabado por convertirse en una suerte de pedanía que depende burocráticamente de El Escorial. Pero la burocracia, aquí y ahora, da igual. Porque yo fui uno de los primeros adolescentes de L.A., seriamos menos de cien, y aunque no lo sabíamos en aquel momento estábamos destinados a ser los auténticos fundadores -¿colonos?- del lugar. La mayoría éramos hijos de pequeños empresarios, o de directores de empresas sin demasiado renombre, o de empleados de banca, o... ¿qué más da? Yo tenía dieciocho años y ningún interés en aterrizar en ese lugar de pijos donde mis padres habían comprado un apartamento para pasar algún fin de semana y veranear. Pero sucedió que allí había pijos, claro, pero también estaban esos “primeros adolescentes”, los futuros padres fundadores; y aún siendo un solitario -lo era y sigo siéndolo- no me costó entablar amistad con ellos, tomarles afecto, compartir horas y paseos y sueños y miedos. Muchos, la mayoría, no teníamos un pueblo de referencia, éramos -simplemente- gente de Madrid; y L.A. Citywood, Los Arroyos Ciudad Bosque, se convirtió de forma natural en un enclave iniciático donde vivimos las mayores aventuras de nuestras vidas, a pesar de que en el futuro hayamos bailando en Hong-Kong, Delhi, Londres, Dakar o Nueva York. Porque sólo a una edad muy concreta, la de la adolescencia, las aventuras son completamente verdad. Por eso acudí a la gran comida que se celebró el primer sábado de este mes de junio, para reunirme con todos, o muchos, de LOS ADOLESCENTES FUNDADORES. Me dolió, en algún momento, mi incapacidad de magia para hacer que todos volviéramos a ser adolescentes. Pero lo que yo no podía hacer, el grupo -unido- sí lo logró. Lo logró suave, y con facilidad: a todos nos brillaban los ojos y las sonrisas. As time goes by; tócala de nuevo, Sam, para todos nosotros otra noche en L.A.

Marta Redondo, Iñaki Orbe, Conchema

“Tengo toda la energía que necesito. La clave es saberla administrar”
SOSIEGO (antilibro)

10 de junio de 2013
ESPLENDOR EN LA CIUDAD
Es un momento perfecto: las tres de la noche. Nos acaban de echar, con una sapiencia y habilidad sorprendentes, del Teatriz. Y nos hemos quedado en la acera, como si fuera un patio o una terraza natural. Estoy rodeado de animales literarios: escritores, editores, agentes, empresarios, e incluso fans. Pasan los minutos, muchos minutos, y nadie se mueve. Entonces empiezan a sobrevolar la esquina de Hermosilla con Claudio Coello buitres de cuatro ruedas y una luz verde en la cabeza. Se posan a nuestro alrededor, pero nadie se quiere ir, todos queremos “vivir” al menos un poco más. Las dos calles se colapsan, con los taxis que esperan. Y aún tendrán que esperar un largo rato. Porque es un momento único y genial y nadie desea sustraerse a su magia, dejarlo terminar. Pienso en ese título de Elia Kazan, Esplendor en la hierba. Esplendor en la ciudad.

MI AMIGO JESÚS ROS CELEBRA SU CUMPLEAÑOS
Una fiesta pequeña e íntima en su casa enorme, situada a casi treinta kilómetros del alma de Madrid, en la urbanización Bonanza de Las Lomas. Todos, los pocos y escogidos invitados a la fiesta, somos compañeros de colegio acompañados por nuestras mujeres. A quienes no nos conozcan nada dirán los nombres -los apellidos- de Langa, Guitard, Rico, Castellón o Aguilar, pero a mí cada uno de ellos, como el Ros, me suenan como sinfonías completas, más importantes que la novena de Beethoven o El Quijote o la obra de Dalí. Porque con ellos, junto a ellos, me construí. Y es magnífico volver a verlos, que Ros, Jesús Ros, celebre su cumpleaños y convoque a sus compañeros de “guardia pretoriana” para la celebración. Felicidades, don Jesús.

“No soy ambicioso. Soy poderoso. Y me gusta jugar -enredar- con el poder que tengo”
SOSIEGO (antilibro)

17 de junio de 2013

MIS ESCRITORES
Paseo por la feria, buscando una imagen que no voy a encontrar, pues la ha visto mi mujer por la mañana -y ya es por la tarde. La imagen es la de Jorge Herralde y Lali, su mujer, andando apresuradamente para no ser atrapados por la lluvia que comienza. Pero aunque sé que es imposible encontrar la imagen, que sólo puede existir en mi imaginación, como un dibujo más que como una película, no dejo de mirar a mi alrededor. Los actores, las casetas. Antes o después será inevitable que yo tenga una. En la que estarán firmando mis escritores, el grupo de escritores que capitaneo desde el taller 3Estaciones y que publican su obra en Haz Milagros Ediciones. Son para mí lo que para un director de cine serían sus actores fetiche, mis escritores fetiche. El pasado miércoles fotografié a seis de ellos alrededor de la mesa del capitán: Inma de Castro, Viriginia Castro (no son familia), José de la Sota, Mar Cassinello, Germán Zamorano y Antonio Pacios. Y el siguiente martes, en la misma mesa (la del capitán) a otros cuatro: Maricruz Manzanares, Sara Estirado, Susana Martínez Puentes y Ester Penas. Y cuando caminaba por la feria del libro me fue fácil imaginarlos dentro de las casetas, firmando sus libros, como me era fácil imaginar a Herralde y a Lali, apresurando el paso para que la lluvia no les lograra alcanzar.

Inma de Castro, Virginia Castro, José de la Sota, Mar Cassinello, Germán Zamorano, Antonio Pacios. Escritores del grupo literario capitaneado por Javier Puebla.

Maricruz Manzanares, Sara Estirado, Susana Martínez Puentes, Ester Penas. Escritores del grupo literario capitaneado por Javier Puebla.

“Resulta increíble que, con lo que he trabajado, no sea uno de los escritores más influyentes y prestigiosos del momento. Aunque resultaría todavía más increíble que, con lo que he trabajado, fuese uno de los escritores más influyentes y prestigiosos del momento”
SOSIEGO (antilibro)

24 de junio de 2013
CON HELENA COSANO EN LA TELEVISIÓN
Se trata de una televisión casi de juguete, casi de mentira, son programas que se emiten únicamente a través de internet, a través de Youtube y bajo el doble paraguas de la revista Culturamas y el ¿rotativo? El Periodista Digital. Ya había estado allí una vez con Lorenzo Joven, y el resultado fue muy divertido, suficientemente comentado y aplaudido. Esta vez es Helena, Helena Cosano, quien me lleva hasta el estudio, y llego un poco tarde, apresurado, bajo de concentración; no estoy a gusto conmigo mismo. La iluminación es muy dura y hay que “bailarla” (no lo hago, estoy desconcentrado) para que no destroce a quienes van a aparecer en pantalla; un plano fijo, una única cámara... La próxima vez que vaya pediré permiso para colocar yo a los figurantes y mimar el encuadre (siempre se me han dado bien esas cosas), pero a pesar de todo no puedo dejar de admirar la inteligencia de quien haya montado ese estudio tan funcional y práctico, que apenas necesita la intervención de manos humanas para funcionar; fantástico.
Las circunstancias, como ya he apuntado, eran cualquier cosa menos perfectas, pero Helena consiguió sacar perfectamente a flote el barco visual que estaba capitaneando. Me gusta especialmente como leyó el poema Alú Ba, que -a modo de Bonus Track- cierra el libro Pequeñas historias africanas. Y también las fotos que nos hicimos para engarzar en la página de Periodista digital. La televisión. Me encanta siempre, aunque sea casi de juguete. “I always feel home” ante una cámara.

 



BLANCO
En el suelo del parking de Alcampo había una mancha de yeso o pintura que parecía un corazón, un corazón blanco.


“Me perdono todos mis pecados. Y a todos perdono y pido perdón. Sólo soy un pobre tipo”
SOSIEGO (humilde antilibro)

01 de julio de 2013
TODOS TE COPIAN, PRIMO
Dice mi primo José, un día que comemos y charlamos y nos divertimos. “Todos te copian, primo”. Y juega a hacer de eco: el libro de -¿cómo se llama el de los abrazos? ¡Galiano!- los trabajos y los días, en el que se presume de hacer algo los 365 días del año (aunque no sea en realidad, y para nada, lo que hice yo con El año del Cazador. “¿El cazador de cuentos? Todos te copian, primo, me dice mi primo Antonio un día que viene a navegar y a tomar cervezas con un “ángel asesino” y conmigo. Lo he visto en una editorial que no tiene nada que ver contigo, exactamente como te llamabas tú a ti mismo: El cazador de cuentos; el mismo título”. “Todos te copian, primo”, insiste el marido de mi prima Ana María, “ahora todo el mundo está escribiendo antilibros”.
Sonrío, me importa un bledo que me copien, aunque me encanta tener primos, que se dan cuenta de que eso sucede. Me dolería más quizá -lo de la copia y el plagio- si hace más de quinientos días, bastantes más, no estuviese escribiendo de un modo “que garantizo como único”, a mano y sólo para mí mismo. Y también dos, dos que... que... que aquí no lo cuento, que luego lo escucha alguien, intenta copiarlo, y se me mosquean los primos.

“Si uno se deja domesticar, corre el riesgo de llorar un poco”
Antoine de Saint-Exupéry, EL PRINCIPITO

8 de julio
PREGUNTA POR MÍ
Mi padre está en el hospital, en cuidados intensivos. Hace un par de meses se cayó de espaldas, mientras movía sillas en un restaurante al que suele acudir a desayunar con la familia de mi hermano, y enseguida se levantó: nada había pasado. Pero sí, algo había pasado y dos meses después comenzó a sentir mareos, y una tarde mi madre advirtió que le costaba hacer algunos movimientos. Lo llevaron a urgencias. Tenía un montón de sangre coagulada en la cabeza que le estaba oprimiendo el cerebro. Ya le han operado y parece que va muy bien; aunque todavía sigue en cuidados intensivos, mientras escribo. Nos hemos ido turnando para ir al hospital, pero la única que entraba a verlo era mi madre. Un día entré yo, y al día siguiente también mi hermano. Estaba seguro de que podía controlarme cuando noté una lágrima en la mejilla. Un par de días después, estaba mejor, preguntó a mi madre por mí y por mi hermano, que cómo estábamos. Supongo que en una situación así se pregunta por muy poca gente, que en realidad sólo importan las personas con las que hemos mezclado nuestra vida al máximo y hasta es difícil separar las fronteras. Los hijos, los padres y la persona con quien nos hayamos casado. Supongo que mi abuela -antes de morir- no preguntó por mí, ni por ninguno de sus otros nietos. Quizá tampoco se pregunta por los padres; si hubiese estado yo en cuidados intensivos no sé si habría preguntado. Me conmovió que mi padre preguntase por mí y por mi hermano, volví a sentirme parte de él, como cuando era pequeño y me vigilaba su vista y me agarraban sus manos.

“No necesito gran cosa para sentirme satisfecho”
PATRICK deWITT, Los hermanos Sisters

15 de julio
CONTENTO, PERO REVENTADO
Oigo la frase a un hombre de mi edad. Se la dice a la que imagino debe ser su mujer. Es un cruce fugaz; estoy parado en un semáforo y le escucho a través de las ventanillas bajadas del coche. Me identifico plenamente con sus palabras. Es domingo, y apenas he parado ni para comer; estoy dando un paseo -en coche- y luego seguiré, a ver si también consigo actualizar la web, porque mañana viene mi mujer, con el niño, desde Murcia, y quiero ir a recogerlos. Y también quiero pasar un par de horas con mi padre, y el banco, y la imprenta, y... En total han sido hoy, domingo, casi catorce horas. Estoy contento, desde luego, porque todo va bien: mi padre está mejor, tengo muchas ganas de ver los libros que durante meses he estado preparando, el curso que viene presente nuevas expectativas, me dan un descanso de cuatro semanas en Cambio16 y podré dedicarme a las novelas... Contento, claro, pero como dice el hombre sin nombre a la mujer sin nombre, y yo escucho a través de las ventanillas bajadas cuando estoy parado en un semáforo, “contento, pero reventado” (y son las tres de la noche, me he levantado a las diez de la mañana, y aún me queda un buen rato).

“He perdido la prisa. Aunque supongo que me la volveré a encontrar”
SOSIEGO (antilibro)

22 de julio
LA VIDA
Sucede una tarde, creo que la del sábado, cuando bajo desde la “cueva” hasta Mad Madrid para visitar a mi padre. Lo encuentro muy mejorado; y el niño, que lo ve por primera vez desde que lo ingresaron para operarlo, dice que está igual que siempre. No es cierto, no está igual que siempre, pero casi; y es un luchador nato. Todos nos ponemos contentos. Y como estamos contentos rescatamos la posibilidad de parar, al regreso a la “cueva” en Heron City, para ver una película. Y es entonces cuando escucho la voz de mi madre, con una alegría y una intensidad que me hace retroceder, difusamente, a la infancia. “Sí, claro, iros al cine. La vida.” Y luego repite, con una sonrisa luminosa, y el mismo tono alegre: “La vida”.
Y no importa la edad que tengamos ninguno en esa momento, ni los catorce años de mi sobrino o los diez de mi hijo o los ochenta y siete de mi padre. No importa. Sólo importa que estamos vivos. Aún estamos vivos. Todos. Y la vida nos abraza y brinda mil posibilidades, grandes o pequeñas. La vida.

 

Taller literario-escribe un libro (tu propio libro)... y gana dinero con él. Taller 3Estaciones. Lo que estabas buscando

“Que pueda hacerlo una golondrina no significa que un león pueda hacerlo”
SOSIEGO (antilibro)

16 de septiembre de 2013

Y VOLVER VOLVER VOLVER
No es que sintiera demasiada prisa. Aunque a un observador oficioso pudiera parecerle lo contrario, lo cierto es durante el verano no he parado ni un momento, ni me he tomado un solo día de asueto completo. Pero sí que me he esforzado en conquistar una cierta soledad, imprescindible para algunos proyectos, que ahora deberé abandonar en mor de la editorial y el taller 3Estaciones, y sobre todo el libro secreto en cuya edición estuve trabajando el último trimestre del curso, y que sólo haré público plenamente cuando haya completado el último paso del proyecto.
Regreso a Mad Madrid, descansado y despierto. Regreso a Mad Madrid, con los ojos encendidos y los pies ligeros. La mitad de septiembre. Ya huelo el aroma de la ciudad desde mi cueva al pie de Avantos. Volver volver volver. Es un buen momento.

“Las personas a veces hablan y equivocadamente creen que ellas son las únicas que están oyendo lo que dicen. Hablan para su propio oído, y olvidan que los demás también les oyen”.
CANADÁ, Richard Ford

30 de septiembre

ELEGÍ UN MAL DÍA PARA DEJAR DE ESNIFAR PEGAMENTO
A veces no, pero este año sí y el anterior también: me da pereza de que se termine el verano perezoso, y miro con recelo hacia el otoño que se presenta trabajoso. Pero ya, aunque podría, no voy a demorar por más tiempo el regreso: quedar con el Oso Yogui en el bosque de Yellowstone, comprobar que La Avispa no ha salido del agujero que tapé con cemento, echar una carrera con El Ciervo, pavonearme delante de El Alacrán para que vea que a pesar de su picadura aún no estoy muerto..., y muchas otras cosas, por supuesto, en las que pensar, de momento, todavía no quiero. En otras rentrée siempre me quedaba el consuelo fuguista de mi afición al pegamento, pero ahora lo he dejado, y tendré que conformarme con el cloro de la piscina y la contaminación de Mad Madrid. Bien mirado, nadie que viva en Mad Madrid debería echar demasiado de menos el pegamento.

BAILANDO
“Me paso el día bailando, la coctelera agitando...” Aunque no exactamente cómo cantaba Alaska en la época de los Pegamoides, sí que me paso el día bailando, al teléfono llamando, el ordenador agitando, con los números luchando y con las letras jugando, charlando, viendo amigos todo el rato: Montxo Dixie, Helena Cosano, Ana Ruiz, José de la Sota, Matellanes, Lorenzo el Joven y Lorenzo El Viejo, Benjamín Escalonilla, Virginia Castro, Guridi, Antonio Pacios, Ester Penas, Susana Martínez, Maricruz Manzanares, Sara Estirado, Alexis Hernández, Mar Cassinello, Inma de Castro, Agustín Lejarreta, Germán Zamorano, Carlos Salem, Pedro de Paz, Marcelo Luján, Marisa Torres, Diego Diamante, Mara Mugueta, Antonio Orbe, Herminio Castillo Blanco, Cecilia Denis, Marta Valentín, Cuca Escribano... cuantos nombres. Me paso el día bailando, y trabajando, ya he regresado la ciudad, y llueve, la contaminación se va; camino bajo la lluvia protegido por mi viejo y duro sombrero Stetson.

Benjamín Escalonilla en su oficina

Helena Cosano en Los Diablos

“Me gusta la gente que da saltitos cuando se siente muy contenta”
SOSIEGO, antilibro saltarín (a veces menos, y a veces más).

7 de octubre de 2013

EL CUMPLEAÑOS DE ARANCHA DE JUAN
Bajo desde la cueva al corazón de Mad Madrid, calle Desengaño, porque es el cumpleaños de mi amiga, la excelente actriz Arancha de Juan. Aparco lejos de la vena llamada Desengaño, e incluso de la arteria bautizada como Gran Vía, porque siempre me ha gustado caminar. La tarde es agradable, y cuando salga y regrese en busca de mi anciano Volvo ya será de noche y caminar por Madrid será, presumo, genial. Alrededor de los aledaños del edificio pululando algunas prostitutas gastadas y travelos que parecen dibujos, mezclados con modernos algo raídos, turistas, curiosos, músicos que conocieron tiempos mejores, señores de pueblo impresionados por el ritmo enloquecido de la capital.... Llamo al timbre. Me abre la puerta mi muy querida Cristina Suñé, la musa de El Clán de los Neoyorquinos. Hay música, comida, sonrisas por doquier, y al fondo de la casa, en su dormitorio de emperatriz del corazón de Mad Madrid, está Arancha, un poco cansada ya, pues se ha permitido la generosidad de organizar una fiesta que abarca desde el mediodía hasta la medianoche, genial para acudir con facilidad, pero agotador para la anfitriona, que me recibe sentada en una butaca junto al inacabable ventanal que sobrevuela todos los tejados de la ciudad. No hago ninguna foto. Le doy mi regalo, un libro (claro), y la felicito porque no hay muchas personas, mujeres en particular, que mejoren, se embellezcan, con la edad; ella sí, espectacular. No conozco a demasiada gente entre los invitados -reconozco a pintores, actores, cineastas e incluso a un funambulista- pero todo el mundo es agradable, charlo aquí y allá, sobre todo con Cristina Suñé (para no faltar a la verdad), y cuando llegan las nueve me despido, alegando que debo regresar a El Escorial, y además, aunque eso no se lo explico a nadie, ya sueño con el largo paseo que me espera, del brazo de la noche, y de la mano de la ciudad.


 

“Para escribir poesías no se necesita tiempo”
SOSIEGO (antilibro apenas poético)

14 de octubre de 2013
MANUEL DOMÍNGUEZ MORENO, EL HOMBRE DE PALABRA
“Vamos a tomar un café al Retiro, estamos al lado.”, dice Manolo, mi amigo Manuel Domínguez Moreno, “el hombre de palabra”. Es una tarde soleada, la del primer domingo de octubre, casi verano, y seguro que Madrid entero -y parte de Cuenca, Segovia, Guadalajara y hasta algunas manadas de turistas de Minnesota- está en El Retiro. Será imposible aparcar cerca. “Yo suelo tener suerte”, apunta Manuel con aire distraído.
Y eso era verdad: yo le había visto aparcar en la puerta exacta de la Cruz Blanca un bullicioso día de invierno, pero un domingo..., cerca de El Retiro, con ese tiempo tan magnífico. Vemos como dos coches nos adelantan, Manolo está más atento a la conversación que al aparcamiento, y cazan sendos sitios. Imposible, pienso, que a nosotros nos pueda pasar lo mismo. Pero voy con Manolo, con Manuel Domínguez Moreno, y... a diez metros de la puerta más puerta de El Retiro, la que está frente a los bulevares de Ibiza; un hombre de aire oscuro revolotea junto a un coche claro, y Manuel pisa el freno y la mosca oscura se mete en el habitáculo blanco y deja un sitio gigantesco, magnífico (todos los conductores que bajan por Menéndez Pelayo nos odian al unísono), ¡a veinte metros de la puerta más puerta de El Retiro! Minutos después estamos paseando por una feria de mascotas abandonadas en busca de dueño, y Manuel me está explicando los planes de expansión del grupo de comunicación que preside, y me pide ideas. A nuestro alrededor ladran los perros. Me hace una propuesta de colaboración; la acepto. Y a continuación le ofrezco una idea. No puedo contarla aquí, al menos no de momento, porque será sorpresa y eficacia y juegos de artificio en el futuro. A Manolo le encanta. Nos sentamos en una terraza, eufóricos. Voy un momento al servicio. Y cuando regreso del servicio Manuel ha transformado mi pequeña idea, que apenas era un proyecto romántico, original y bonito, en lo que puede ser una enorme fuente de beneficios; está hablando por teléfono con su mano derecha, explicándole cien variantes -prácticas- de mi humilde ocurrencia. No puedo menos que mirarle admirado, casi boquiabierto. Y segundos después comprendo que he dado diez y me han devuelto cien, y que es la primera vez en mi vida que estoy en el interior de la parábola de los talentos. Es domingo y hace sol. Todo es espléndido.




“Me obligo a no hacer nada, cuando no hacer es lo que debo”
SOSIEGO (antilibro disciplinado; más o menos)

4 de noviembre de 2013

MUCHO MOVIMIENTO
Veo a varios amigos, y también a mi mejor enemigo, acudo a la exposición en honor de Alejandro de la Sota y Fisac organizada en el museo ICO, voy al teatro con mi chica y María Aparicio y Olga y Antonio Pacios (sería digno de un cuento, pero ahora no tengo tiempo para escribirlo, me encontré a Olga y a Antonio en la puerta del teatro, y a María le sobraban dos entradas, en realidad al final sobraban tres, porque Félix, su chico, tras la hazaña de aparcar un sábado noche en el centro, no llegó a tiempo y el portero fue poco comprensivo. La obra se llamaba Toc Toc, el director era uno de los actores, el principal, me parece bien, apruebo, que un actor se convierta en empresario y director y lo que haga falta para seguir en movimiento, a mí mismo -como escritor- me aplico el mismo criterio. Originariamente a Toc Toc tendría que haber ido María con cinco amigas, pero... es un poco largo, ya lo he dicho más arriba: material para un buen cuento). Mi enemigo me había comprado un regalo so pretexto de uno de sus frecuentes viajes al extranjero, “Bébetelo, está buenísimo”. “Claro, luego”. Cuando me libro de su siempre estimulante compañía regreso a caminando, porque mi casa es mi despacho y me esperan los dos libros que -como editor- estoy haciendo; me gusta hacer libros, cada día más, pero se comen a mordiscos mi tiempo, no porque les dedique muchas horas sino por las que gasto paseando para no ponerme -todavía- a hacerlos. Cuando acabo el paseo me meto en La Plaza, el bar de Antonio Barrios y me bebo un par de cervezas, luego luego..., y al día siguiente igual: luego luego. Tengo que escribir la columna. Vienen Mariví y Simón y Hugo y Noa a la cueva, Hugo es el colega más colega de mi hijo, y les entrego su ejemplar del libro secreto (ya he entregado 120 ejemplares del libro secreto, no voy a poner todos los nombres pero en algún sitio ya están puestos). Me tomo una cerveza con Carmen y hablar con ella es un regalo, un descansancio, si se me permite el palabro que seguro no soy el primero en utilizar y por lo tanto no debe ser nuevo. Hablo con Ana y con Virginia. Trabajo con Benjamín en su novela. Veo el piloto que ha rodado Guridi y lo comento. Subo a ver a mi hermano y a sus hijos y a nuestros padres. Doy otro paseo. Me mando mensajes de voz con Montxo a través de Guasap, el tío es un genio. Arteaga me dice que tiene una prueba para un show en enero y que nos vemos otro día, vale pues otros días nos vemos. Max me dice que el calentador no funciona; claro que funciona, sólo hay que encenderlo, se lo enciendo. Y muchas más cosas, desde luego. Continuo movimiento. O movimiento continuo.

EL PEPINO Y WINDOWS 8
Me encantan las novedades, como a cualquiera, cuando las elijo yo. Pero a nadie le gusta llegar un día a casa y encontrar que su cama rectangular ahora es un triángulo, que para abrir el grifo del agua caliente haya primero que meterse debajo del lavabo para girar una nueva y revolucionaria llavecita, o que para utilizar el nuevo tarro para las galletas haya que pagar quince o veinte euros, cuando funcionaba a la perfección el viejo. Eso es windows8, camas triangulares, llaves bajo el lavabo que no hacían ninguna falta y entorpecen el discurrir del agua, y bonitos botes de galletas -vacíos- que quieren vendernos. He estado dos o tres semanas sin actualizar mi web, y ahora lo estoy haciendo desde el viejo Toshiba, porque el moderno Lenovo, una bestia o “pepino” como se dice en el argot, gracias a la protección -para un mes, luego hay que pagar aparte- del antivirus McFee, tan malo como cualquier otro, no permite conectar al programa de diseño de páginas web con mi servidor; tardé varios días en descubrir que era necesario desactivar el Cortafuegos o Firewall, y un día más en comprobar que cuando lo hacía en mi ordenador empezaban a brotar anuncios no deseados ni pedidos cada vez que me conectaba a Internet o abría un nuevo programa.
Los pobres programadores, y los ejecutivos, y los vendedores, son también víctimas del juego que ayudan a hacer. Si algo no está roto no hay por qué arreglarlo, si algo funciona bien no hay por qué cambiarlo, pero a ellos los despiden de modo más o menos cíclico, del mismo modo que al consumidor le privan de productos que manejaba y le eran tan útiles como cómodos. Todo en pro de esa frase economicista: la maximización de beneficios. Quieren vendernos lo que no necesitamos, y si para eso tienen que romper lo que ya tenemos, o hacer que se rompa solo (obsolescencia programada) no lo dudan un segundo. En cualquier mi nuevo ordenador es un gran “pepino” y yo soy un hombre convencido de que vivimos en un mundo magnífico.

“Baja esa pistola y yo bajaré el manuscrito”
IRENE SANZ MONTERO, El manuscrito de Saveli

11 de noviembre

EL BRILLO DE “LOS PLANETAS”
El día anterior he visto un momento, al cruce, a mi amigo Lorenzo El Viejo o Lorenzo El Grande o simplemente el primer Lorenzo del grupo; regresaba con su familia; ya ha terminado por completo la promoción del premio que ganó el año anterior, el Planeta. Los nuevos Planetas se presentaban en sociedad al día siguiente. Estuve a punto de no ir, pero habían tenido la exquisita amabilidad de invitarme, y creo que más por mí que por Cambio16 o La Opinión. Fui. Y estuvo bien. Bebí champán por la mañana, como ya no hago casi nunca, pero hacía con frecuencia en otros tiempos. Saludé a amigos varios, y una de las ganadoras se empeñó en fotografiarse conmigo…, pero esa es otra historia, que aunque ya he escrito no podrá ser leída, como columna o artículo, hasta la semana que viene; en la que tengo una charla en un instituto, citas varias con variados personajes del mundo del libro, y dos o tres cositas más de esas que me gustaría contar pero sé que no debo; aunque quizá se me escape alguna, misterio, misterio… Qué divertidos, mientras no se desvelan, son los misterios.

Clara Sánchez-Planeta 2013-copyright Javier Puebla

"Trabajar para mí mismo sería completamente maravilloso si no fuera porque, a veces, tengo que convertir ese trabajo en dinero"
SOSIEGO (antilibro, en estado de suspensión hace algunas semanas)

18 de noviembre de 2013

FUI FELIZ UNA MAÑANA EN EL INSTITUTO SEVERO OCHOA
Marta, profesora de literatura, vino a buscarme con su bonito coche (no me fijé ni en la marca ni el modelo), para llevarme hasta el Severo Ochoa, el instituto donde ella da clase y en el que se me esperaba para una conferencia sobre el oficio de escribir y las Pequeñas Historias Africanas. Había muchos chicos y chicas, más de cincuenta, creo, en el salón de actos. Por las ventanas entraba el sol de otoño y se veían los árboles. A mi lado, en la mesa-escenario, estaban Agustín, el director, y Marta. Me sentía relajado. Tenía curiosidad por verlos, y escucharlos, a mi supuesto público, entre los catorce y dieciséis años. Enseguida empecé a preguntarles cosas: qué leían, lo que les gustaba. Y según me decían una cosa u otra yo iba hablando. Tenía una hora y sabía a qué punto quería llegar en el momento del cierre, pero hasta ese punto se podía llegar casi por cualquier lado. Gente interesante: los alumnos y los profesores; rara vez se piensa en lo difícil que es combinar ambas velocidades, la de los cuarenta o cincuenta con la de los catorce o dieciséis años. En el Severo Ochoa lo hacían muy bien ambos grupos. Al terminar hice una foto al público y firmé algunos relampos. En ese momento Agustín me trajo el libro de firmas del instituto, y escribí en él lo mismo que he utilizado para titular esta entrada de mi diario: que fui feliz allí, durante un rato.

Instituto Severo Ochoa, conferencia de Javier Puebla noviembre 2013

DIECINUEVE AÑOS CASADO
Hoy hace diecinueve años. Impresiona la cifra. A mí me impresiona. He oído que la mitad de las parejas que se forman en España se acaban separando. Diecinueve años. Cuántas cosas han pasado. Quien me conozca sabrá que no es mera cortesía o diplomacia que afirme que es mérito de ella, de mi mujer, haber llegado hasta aquí, juntos y luchando. Recuerdo, claro, el día de la boda, su cara con muestras de cansancio pues la mayor parte del esfuerzo, como tantas veces luego, había recaído sobre ella. No le gusta que escriba sobre ella, ni siquiera que ponga su nombre, prefiere mantenerse siempre en la sombra. Qué extraño, para un hombre que se considera a sí mismo libre, es estar casado. Diecinueve años.

Texto de Ángel Montiel y foto de Marcial Guillén. En Murciatown, donde fui el señor de la noche, y muchas más cosas.... Unos años fantásticos.

Francisco Puebla González-Briz, y su madre, mi muy querida abuela Maxi, que hizo saltar la banca en la ruleta de Figueira da Foz , dos veces, siempre jugando al cero, entre otras hazañas.Y MAÑANA MI PADRE CUMPLE 88 AÑOS


Esos sí que son años. Sigue conduciendo maravillosamente, claro, y está ágil, rápido, y mantiene contra viento y marea la capacidad de seguir disfrutando. El día 19, mañana desde "cuando escribo" Francisco Puebla González-Briz tendrá 88 años. He encontrado una foto del día de su boda, con su madre, mi muy querida abuela Maxi, cogiéndolo del brazo. Felicidades, padre. Gracias por apoyarme tantas y tantas veces. Te quiero, aunque seamos muy distintos y no siempre nos entendamos.


 

"Dicen que no se puede (pero esa es la clave) ser el bueno y ser el malo, durante la misma canción"
SOSIEGO (antibook, ¿o mejor antibuk?)

25 de noviembre

LOS ATENEOS, LA COSANO Y UN GRAN GRUPO DE ROCK
Es miércoles y acabo tarde con mis bailes particulares, demasiado tarde para que merezca la pena rastrear donde se han metido Juan Soto Ivars y Lorenzo Luengo, los Ateneos de este año. Ni lo intento, aunque me habría gustado hacer unas fotos y ver gente, Soto en particular es un tío muy simpático. El jueves sí lo intento, la Cosano presenta la edición ilustrada de Almas Brujas, pero estoy en la cueva y una vez más se me hace tarde; cuando llego a Madrid son casi las diez, no hay quien aparque... Menos mal que en la web de Elena Rammstein, la Rosillo Rover, hay una crónica del evento. Me disculpo con unos y otros. Y el viernes, cuando me llega un guasapito del gran Montxo Dixie, recordándome que los Duro Peyote tocan el sábado en la Plaza Vieja de Vallecas me prometo a mí mismo no fallar; y lo consigo, no fallo. Impresionante como ha crecido el grupo desde que los vi en el Zanzíbar hace ya más de un año. Era de noche, hacía frío, los focos eran las dos farolas... y sin embargo la plaza se fue llenando, bailaban las chicas rubias, los hombres de barba, los gordos y los delgados, bailaban, burlando el frío, al ritmo de las canciones de Gatos y lagartos, el título del próximo disco de los Duro Peyote. Esta vez sí que estuve allí, y fue un momento fantástico.

 

"Los cocodrilos no trabajan"
MAXCAX Y EL GIGANTE

 

2 de diciembre de 2013

PREPARANDO EL ESPECTÁCULO

Será el martes 10 de diciembre a las 19,30 en el Canoe Club, daremos un vinito, y alrededores, a quien venga, y presentaremos los cuatro últimos libros de Haz Milagros ediciones. Dos de ellos se han hecho con sendos premios: Juegos Revueltos de Susana Martínez y Desordenando de Mar Cassinello. Además estará la obra deliciosa de Maricruz Manzanares: Dos mujeres, dos destinos. El problema, al menos el problema para mí, es que también hay un libro mío: Maxcax y el gigante. No puedo ser presentado y presentador en un mismo espectáculo. Lo hice hace un año y necesité casi dos días para recuperarme. Bueno, ya lo resolveré. Más urgente es resolver el asunto del cartel; de la impresión se encargará el propio Canoe, pero del diseño...
-Montxo ¡socorro!
-Marchando un cartel.
-Es que más bien serán cinco.
Un segundo de silencio.
-¡Marchando cinco carteles!
Quizá me apoyo demasiado en mi viejo y querido amigo, había pensado montar los cartelitos yo mismo y para eso me había hecho con una copia, legal por supuesto (estoy hasta los huevos del rollito de los programas piratas) de CorelDraw, pero quizá a mi flamante pepino, equipado con Windows8, no le gustan los programas legales, porque lo instalé pero no me dejaba abrir plantillas ni importar imágenes.
-Tranqui Puebla, que los cinco carteles ya están terminados.
Menos mal que tengo a Montxo. Tengo que ir a hablar con Antonio T para cerrar el asunto del ágape, no vaya a ser que alguien se quede sin cerveza o aperitivitos... Me estoy arruinando. La imprenta ha subido alegre y salvajemente precios, y además aún no está terminado uno de los libros.
-¡Socorro Carmen!
Carmen es mi contacto en la imprenta.
-No es por culpa tuya pero vamos con bastantes días de retraso.
-El jueves se va de Madrid un amigo mejicano, Ernesto, que nos ha comprado nada menos que cuarenta libros, diez de cada, para regalar por navidad a sus colegas del DF; su avión sale a las siete de la tarde.
-Tranquilo, lo conseguiremos.
Tranquilo no estoy, francamente no estoy nada tranquilo. ¿Y quién va a entregar los premios? Ya tengo a una escritora, pero que entregue los dos trofeos quizá sea demasiado; habría que buscar a alguien más. Antes tengo que solucionar como hago lo de presentarme a mí mismo... No lo hago de ningún modo: no puedo presentarme a mí mismo. Las navidades pasadas conseguí que Juanjo García hiciera de introductor de embajadores y mi papel quedó reducido a ser uno de los autores presentados. ¿Y si me grabo a mí mismo en plano y contraplano, entrevistador y entrevistado, y lo proyecto como cierre del acto? Demasiado complicado.
Bueno, ya lo solucionaré. ¿Dónde tengo el Lexatín? Elegí un mal día para dejar de fumar tabaco liado.
Y hay que invitar a la gente.
-Pues no.
-Hay que invitar a la gente.
-De eso nada, que venga quien quiera y quien se entere, yo ya tengo demasiado trabajo.
Y además hay que llevar al niño al cine.
-Papá me prometiste llevarme a ver Thor.
Cenar con mis amigos del colegio Luis (word me pone el nombre en rojo porque no lo he acentuado, pero a mí me suena demasiado raro y no le hago caso) y Jesús. Y acudir a la fiesta de Cambio, que este año es en la Casa de América, en la misma sala donde presentamos el Nadal hace ya diez años.
-Llegaré tarde.
Y llego tarde, Soraya ya se ha marchado, pero está Manuel Domínguez, y un montón de ministros, políticos, intelectuales y hasta un vicepresidente- del continente americano; se habla sólo en inglés en un grupo de hombres y mujeres mayoritariamente pálidos.
No le doy a nadie la paliza con mis problemas, claro, pero ¿cómo voy a resolver lo de presentarme a mí mismo? ¿Me bajo del estrado y me vuelvo a subir? Es una posibilidad. Bueno, ya lo resolveré de un modo u otro cuando se alce el telón imaginario. Pero no me va a dar tiempo a llamar o escribir a todos aquellos que me gustaría que viniesen. Da igual, quien lea estas palabras que piense van dirigidas especialmente a él -especialmente a ti- y que se dé por invitado.


 

"Con lo feliz que era yo siendo infeliz y soñando que algún día sería feliz"
SOSIEGO (antilibro soñador)

9 de diciembre de 2013
Y YA ESTÁN CRECIENDO LOS ENANOS
Hace dos meses, cuando empecé a preparar la presentación de cuatro libros en el Canoe Club, todo parecía sencillísimo. Hace un mes aún parecía sencillo. Hace dos semanas empecé a temer que no estuviera listo uno de los libros. Hace una semana todo se complicaba, pero aún conservaba la fe, y la seguridad de que podría resolver cuantos problemas se presentasen. Hoy me asombro, y miro hacia arriba para poder ver la barbilla de mis problemas enanos. En menudos mogollones me meto. Y yo solito. Claro que aún me queda el optimismo. Habrá un montón de enanos enormes, gigantescos, a mi alrededor... y bailar con ellos seguro que será divertido.


"Te aseguro que soy un hombre muy miedoso, pero, no sé como me las apaño: porque cuando más miedo tengo en peores aprietos me meto"
RUYARD KIPLING. Kim

16 de diciembre de 2013

HACER FELIZ A MUCHA GENTE
Victoria Sánchez-Ayllón-Haz  Milagros ediciones Me lo dijo un día Lorenzo Silva, una tarde en la que me sentía fatigado e incomprendido, harto de que resultara tan difícil publicar y vender. "Pero tú haces feliz a mucha gente". Se refería a mis escritores, y a las familias y amigos y conocidos de mis tripulantes-escritores. La semana anterior habíamos presentado libros en Fuentetaja, conseguido el record de ventas de la librería en una presentación, y todo el mundo parecía -pensé que tenía razón Silva- relajadamente feliz. Me ayudó que me lo dijera. Aún sigue siendo más o menos difícil publicar y vender, pero creo que sigo haciendo a mucha gente feliz. La última vez en el Canoe Club de Pez Volador Street. Miro ahora las fotos que hizo Patricia Marques y, en efecto, tanto los autores como los asistentes parecen de lo más feliz. Yo también, confieso, fui feliz. Claro que era fácil. Todos los libros que presentaba me encantan, estoy orgulloso de ellos. Y el Canoe es para mí lo que era para Mycroft Holmes su club inglés; I feel home in the Canoe Club.
Era un martes. No había convocado a casi nadie. Pero aún así.... Aún así se llenó el enorme salón social del Club. La madrina del acto, la que entregó los premios Gavia Blanca y Gavia Breve, era nada más y nada menos que la deportista y escritora Victoria Sánchez-Ayllón. Susana Martínez Puentes, la Gavia Blanca y autora de JUEGOS REVUELTOS, estaba bastante nerviosa, y también lo estaba un poco, no demasiado, Maricruz Manzanares, creadora de DOS MUJERES, DOS DESTINOS. Par contre, que diría un frances, la Cassinello, Mar Cassinello, ganadora del Gavia Breve con DESORDENANDO (el libro que más se vendió, y la mayoría de los compradores no la conocían hasta ese momento) parecía tranquila, en paz, dispuesta a disfrutar el momento.
Me costó empezar, pero una vez que empieza el baile ¿a quién le preocupa donde se vayan a posar sus pies? Aplausos, risas, literatura de calidad que, quien desconozca los libros mencionados más arriba, no podrá ni siquiera imaginar. Y la gente, mucha gente, como diagnosticó Lorenzo Silva aquella vez, era feliz. Por supuesto que, para mí, lo más interesante fue encontrarme con Javier Puebla en persona sobre una tarima, y poder preguntarle, mirarle y hablar con él. Pero esa es otra historia. Quien la quiera leer tendrá que comprar Cambio16 la semana que viene, o volver a entrar en esta humildísima web.
Gracias a todos los que vinieron. Y a quienes ahora se están prometiendo a sí mismos que de ningún modo volverán a perderse el espectáculo la próxima vez.

(Fotografías: Patricia Marques)

"La euforia es uno de mis peores enemigos"
SOSIEGO (antilibro, eufórico -ay- alguna vez)

23 de diciembre de 2013

EN LA OREJA VERDE
"Espera, no empieces todavía. Es sólo un momento. Quiero que veas algo antes". Es la voz de Jesús Velasco, mi amigo Jesús Velasco a partir de ese momento, el director del centro para mayores La Oreja Verde, en Galapagar, Madrid. Espera. Momento. Ver. Antes. Cuatro palabras y cada una de ellas absolutamente irresistibles para mí. Así que abro los brazos, sonrío con la máxima largueza de la que soy capaz y pido al público, una cincuentena larga de personas, que está sentado frente a mí que espere un momento, pues no puedo empezar todavía, tengo algo que ver. Y ese algo que ver es un viaje a Marruecos, un viaje que hago hasta Marruecos, sólo con la ayuda de mis pies y la guía de Jesús, y en apenas diez segundos. Porque al otro lado de la planta baja de La Oreja Verde, en la sala opuesta a aquella en la que cincuenta personas me esperan para escuchar mis experiencias y aventuras en el África negra, está Marruecos, todo Marruecos, o suficiente Marruecos para que me vuelva a la memoria el olor de Fez, el color de Marrakesh, la confusión de Tánger. Son mujeres, muchas mujeres, todas con túnica y un pañuelo en la cabeza velando su cabello. Hablan y ríen, rodean a la profesora que les enseña español. Se acerca la navidad y hay que celebrarlo y a la gente le gusta regalar comida, a la gente española, pero a la marroquí también. No hay clase ese día, pero sí muchísima alegría, y aunque me están esperando apuro -sin abusar- los segundos. Sé que ya no están subvencionadas ni por el estado ni por los ayuntamientos ni por la comunidad autónoma las clases de español. Como tampoco lo están ya las de inglés o informática. Un desastre. Un absurdo. El inglés y la informática, pareja de hecho de la actual modernidad, son tan importantes a fecha de hoy como la alfabetización. Y las personas extranjeras que quieren aprender español evidencia un claro deseo de integración, de pertenecer a nuestro país. En teoría esas mujeres con las que estoy hablando y riendo no deberían estar allí, esa clase de español no debería de existir, pero la voluntad de Velasco y su equipo ha conseguido mantener vivos los cursos de aprendizaje de la lengua, también los de informática e inglés. Ingenio y el deseo de hacer su trabajo, indudablemente vocacional, bien. Gracias al esfuerzo de un grupo de personas Marruecos está sólo a unos metros de la sala a la que ya regreso para dar mi conferencia. Mientras recorro el breve pasillo pienso en esa frase estúpida que afirma: "No hay nadie insustituible". Por supuesto que hay personas insustituibles, usted que me está leyendo y yo mismo también. Empujo la puerta, levanto los brazos, sonrío con aún mayor amplitud al público, y empiezo recordando lo que ya advertí la tarde anterior, en la que también estuve allí, "Me gusta improvisar y esta conferencia probablemente no se parecerá en nada, o en casi nada, aunque traten sobre el mismo tema, a la de ayer". Y les cuento. Les cuento como conocí a Alú Ba, el niño mendigo de Dakar a quien no fue capaz de rescatar. Les cuento... pero también los miro y admiro. A la gente que estudia después de los dieciocho o de las sesenta y seis. Magníficos, todos ellos un regalo para mí. Feliz navidad.

"Sonriendo ¡Y a pelear!"
SOSIEGO (antilibro)

..Antonio Barrios, Julián Lucas-Luqui, Montxo Dixie, Duro Peyote..

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Javier Puebla-La inutilidad de un beso. Segunda entrega de LA TRILOGIA DE EL TIGRE. Kafkiana, rara y -quizá- hasta genial.

Javier Puebla

Javier Puebla firmó la primera obra de mister Frederic Traum. Al parecer tiene amigos bastante poco recomendables

   
   

 

     
Carpe diem, visitante nº Que los hados guíen tus pasos