DIARIOWEB DE JAVIER PUEBLA (desde 2005 en Internet; Hemingway nunca tuvo uno igual)

Bienvenido, curioso lector internauta a ....
-MI VIDA LITERARIA/ diciembre 2007

ULTIMA ANOTACIÓN

“Quien me puso la zancadilla hoy me necesita y pide mi mano para apoyarse en ella. Y se la doy, extiendo mi mano. Noto un escalofrío en su mirada cuando la toma y se apoya y afirma sobre ella. ¿Acaso puede extrañarle que mi mano esté tan fría?
de Sosiego, el antilibro que crece y crece en mis bolsillos.

3 de diciembre

MUERE UN ÁNGEL
-Tengo una cosa para tu niño, espera, que voy al coche a por ella.
Intento resistirme, porque sé lo que le cuesta andar, pero estoy contento de verle porque pensaba que le iban a operar, primero del corazón y luego de las rodillas, y sin embargo allí está, todo luz, en la puerta del Canoe, insistiendo en que le espere, que va a su coche y vuelve enseguida, pero como es natural le acompaño, acompaso mi ritmo al suyo y le ayudo a sacar la caja.
-Me dio Schuster dos o tres, y guardé uno para tu niño. Es un uniforme del Real Madrid.
Para cinco o seis años, pero tu hijo es muy alto.
Sólo le ha visto dos veces como máximo pero se acuerda que es alto, lo es. De hecho es conmovedor que piense en mí, y en Max, mi hijo, para un regalo tan maravilloso: el niño duerme con el uniforme puesto esa noche y probablemente sueña que es el mejor jugador de fútbol de la historia.
-Muchísimas gracias, ángel (lo digo con minúscula y alas, aunque su nombre sea con mayúscula y apellido, Navacerrada, Ángel Navacerrada, campeón de España de boxeo a principios de los sesenta, masajista de prestigio internacional entre cuyos clientes y admiradores están desde Schuster hasta Sánchez-Ocaña; un hombre a quien sólo conozco de los vestuarios del Canoe, pero que siempre -siempre siempre siempre- ha tenido una palabra amable para mí, siempre ha apuntalado el árbol que soy cuando ha visto o intuido que amenazaba con irse abajo: “lo ideal en el peso es ser proporcionado, como tú”, “eso de la rodilla no es nada, se pasará solo”, “baja un poco el ritmo y no vengas un par de días y volverás a sentirte como nuevo”..., un ángel. Un ángel que se molesta y esfuerza en llegar hasta su coche para darme un regalo para mi hijo, y a quien no volveré a ver porque siete o diez días después otro compañero de vestuario me comenta, equivocándose de nombre, pero yo adivino que se trata de él, que no ha salido de la operación, que le subieron al cuarto y al poco rato tuvieron que volver a bajarle urgentemente porque se desangraba vivo. Le había estallado el corazón. Sucede, cuando naces humano y eres capaz de comportarte con los otros pobres humanos que te rodean con la calidad de un ángel. Sucede que el esfuerzo es mucho, demasiado, y antes o después, claro, te estalla el corazón.
En el mío, sin duda no tan angelical ni bondadoso como el suyo, guardaré yo su recuerdo hasta el último de mis días. Ángel Navacerrada. ¡Campeón!

CÁTEDRA

La semana pasada fallé, no acudí a la Residencia de Estudiantes, donde se presentaba el magno, impresionante y seductor trabajo que publicaba la Editorial Cátedra en su colección Avrea: las obras completas de Pedro Salinas, casi cinco mil páginas. Fallé porque las fuerzas no me alcanzaban, el tiempo se me escapaba como lágrimas entre los dedos y sólo la voluntad -soy un hombre que duda ni flaquea porque su objetivo es lo imposible- me permitía seguir en pie y cumpliendo con mis más inevitables obligaciones. Pero cuando me llamó María Lacalle, la jefe de prensa de Cátedra, para recordarme (gracias, María, me gusta que me llamen y recuerden las cosas) que en el HOTEL DE LAS LETRAS, se presentaba la GUÍA DEL CINE ESPAÑOL de Carlos Aguilar, miré mi saldo de energía y comprobé que había salido de los números rojos, que no pasaba nada por dormir sólo un par de horas una noche, y podría acudir, como lo hice, el jueves a las once al bonito hotel situado en la Gran Vía madrileña, asistir a la presentación y ver, y conversar con él, a mi muy querido e infinitamente admirado amigo Emilio Pascual.
No me arrepentí del pequeño esfuerzo. La presentación fue una delicia. Sucede que Emilio Pascual posee la rara cualidad de entusiasmarse con su trabajo, un trabajo que para cualquier persona normal (para mí, por ejemplo, aunque la normalidad no sea precisamente mi fuerte) sería tan temible como estar condenado a galeras: me refiero a la edición de obras monumentales como las que realiza, las compone él personalmente, para la colección Avrea como la de Salinas, que acaba de aparecer, o la de los Moratín, padre e hijo, sobre quienes me contó una anécdota bellísima, digna de una novela. Moratín padre llevaba un diario en el que lo anotaba todo, incluso cuando se iba de solaz y esparcimiento con meretrices (entradas que hacía en culto y discreto latín); pues bien, al morir el padre, el hijo encontró el diario y lo continuó en el punto exacto donde su padre lo había dejado. Los aficionados al cómic clásico sabrán que así era la historia de EL HOMBRE ENMASCARADO, se transmitía el disfraz de padre a hijo ad infinitum para lograr una suerte de apariencia de inmortalidad.
Pero lo más sorprendente es como logra Emilio Pascual transmitir y contagiar su pasión por esos trabajos difíciles e incluso heroicos; ante mí, el jueves, tenía la prueba. Había convencido a Carlos Aguilar que realizase más de seis mil fichas de películas, todo el cine español desde 1987, que corrigiese los errores de trabajos anteriores sobre el cine español, buscase más de 500 ilustraciones, maravillosamente reproducidas, y además escribiese en sólo veinte páginas la historia completa de nuestro cine. Aguilar no fue consciente de que se había comprometido a un cuasi imposible hasta que estuvo metido en harina hasta los codos y ya no era de recibo abandonar..., así que acabó la obra. Magnífica, divertida -porque Carlos se moja y opina- y erudita al mismo tiempo, una herramienta imprescindible, obligatorio que esté en todas nuestras bibliotecas, para los estudiosos del cine español, pero también una delicia para cualquier lector que haya ido al cine de modo normal en nuestro país, porque como dijo Fernando Marías respecto a la obra: “ojear la obra es como repasar la historia de mi vida”. Y es cierto, el cine era magia, quizá aún lo es. Como magia es la obra de Carlos Aguilar, y en general las maravillosas publicaciones de Cátedra. Todo rigor; y pasión.

 

PRESENTACIÓN DE MI PEQUEÑA EDITORIAL: HAZ MILAGROS (el nombre está sacado de un cuento de Panizo, Javier Panizo, el hombre de LA JAVIER PANIZO COLLECTION que de momento no puede leerse en esta página, pero quizá lo suba el día de la presentación).

Será el lunes 17 de diciembre en la nueva sede de la LIBRERÍA FUENTETAJA, calle San Bernardo 35, a las 7 de la tarde. Quien aparezca será bienvenido, y luego nos iremos a tomar un vino, y lo que caiga, a EL TERCER TIEMPO, junto a la Plaza de las Comendadoras. (en la foto que sigue Alfonso Otero, en la librería que actualmente ocupa el espacio de lo que fue un banco: ¡viva -a veces- la vida!)


 

ALZHEIMER
(MICRORRELATO PARA SER IMPRESO EN TARJETA DE VISITA)

Aún era de día cuando comenzó a buscarlo, y siguió buscándolo -tras encender todas las bombillas de la casa- cuando llegó la opacidad de la noche. El anillo de boda, que quizá habría dejado junto al lavabo para ducharse o lavarse las manos, ¿o se lo habría quitado en el salón o el dormitorio? A veces le apretaba demasiado y se lo quitaba para depositarlo en algún lugar cercano y seguro, donde podía mirarlo largamente, brillando con vida propia.
Buscó y buscó, llegando a levantar alfombras y mover muebles, hasta que le fallaron las fuerzas y algo parecido al sueño lo derrumbó sobre un sillón. Pero aún inconsciente, en la ensoñación, siguió buscando su anillo, desesperada y desesperanzadamente. Despertó al amanecer, con una lágrima nublándole la visión del ojo derecho, y fue a través de la niebla del agua que por fin lo vio: donde debía de estar y donde quizá había estado en todo momento mientras lo buscaba por los rincones: en el dedo anular de su mano de piel manchada y débil y viuda.

“Olvidar no se me da demasiado bien”
NICK HORNBY, Alta fidelidad

10 diciembre 007

 

AL FINAL DEL PUENTE

El domingo a mediodía, después de desayunar/comer, Javier Puebla sale a la calle con su mochila negra camino de su cita diaria con el vaso grande, como denominan los socios del Canoe a la piscina olímpica que cuando comienza el invierno se cubre con un complejo sistema de plásticos que recuerda a un invernadero. A Puebla le encanta nadar los días fríos de sol en esa piscina, la luz filtrándose a través del plástico opaco y formando dibujos caprichosos en el agua falsamente azul.
Hoy el viento sopla con furia desacostumbrada, como si estuviese cabreado con el mundo, avisando que ya se acerca el invierno, el verdadero invierno, y los urbanitas pueden ir despidiéndose de salir a pasear a cuerpo y disfrutar de los colores imposibles que la tibieza del otoño contagia a los árboles, a los troncos y las hojas de los árboles. La amplia acera de la calle donde vive el escritor está alfombrada de hojas amarillas, marrones y rojas; hojas que no paran de caer mientras sube por Doctor Esquerdo camino del Canoe a bordo de su viejo Volvo y durante unos instantes le parece que nieva, sólo que la nieve no es blanca ni en copos, sino amarillo y en hojas que forman remolinos al rebufo de los escasos vehículos que circulan a la máxima velocidad permitida y quizá un poco más rápido. Sonríe Puebla sin levantar el pie del acelerador, desafiando la tormenta de nieve quebradiza y amarilla, ni contento ni triste porque haya terminado la semana casi inexistente, oculta bajo el puente de cinco días que ha vaciado su ciudad, mad Madrid, y reducido la actividad de quienes han permanecido en sus casas al mínimo posible. Ha aprovechado para terminar de leer la novela de Hornby y el libro más reciente de su amigo Dragó, Diario de la noche, una recopilación de textos entresacados del informativo que el infatigable escritor dirige desde hace ya casi un año. También ha paseado, como de costumbre (para eso no era necesario ningún puente), acudido al cine a ver Easter promeses, de Cronenberg, magníficamente dirigida y realizada, y recibido en su casa a los padres de su mujer, quienes sí han aprovechado el puente para salir de su casa y venir a ver a su hija y a su nieto.
La semana que comenzará mañana amenaza con ser más tensa que movida pues Puebla, Puebla el editor, tendrá que estar a la espera de los ejemplares de sus seis autores que, si los hados son propicios y los dioses no lo impiden, presentará en la librería Fuentetaja de la calle San Bernardo, el lunes 17 a las 7 de la tarde. Aún faltan algunos detalles por fijar o determinar; quiere visitar El tercer tiempo, nombre del bar donde los asistentes serán invitados a un vino cuando termine la presentación, mandar algunas invitaciones -no demasiadas, ya ha colgado copia en su web- a determinadas personas que estaría bien apareciesen por la librería. Y poco más. Realmente está tranquilo. Aparca en la mismísima puerta del club y antes de colgarse la mochila echa un vistazo satisfecho al coche limpio e impecable, no aparenta los años que tiene, y a los castaños que rodean el aparcamiento: el viento aún no ha arrancado todas sus hojas. Y aunque hace frío la luz del sol sigue transmitiendo una sensación de calidez. Saluda a Cristina, la chica de la puerta y minutos después ya está nadando en la calle cinco, consciente de que en la calle seis hay una mujer joven de piel blanquísima y de sobre el plástico que cubre la piscina se posan grandes hojas marrones, rojas y amarillas que debido a la intensidad de la luz parecen casi transparentes, objetos mágicos que bailan, mientras Puebla nada, impulsados por el viento que aún sopla, pero ya sin furia, tranquilo, como si no hubiese prisa para nada y todavía hubiese tiempo para disfrutar del color, la luz y los últimos y templados días del otoño.

 

EL NUEVO DRAGÓ

“Para Javier Puebla. Uno más. No será el último. Ni el penúltimo. Con amistad. Madrid, 2 de octubre de 2007. Fernando Sánchez Dragó”.

No puedo evitar una sonrisa, porque muy probablemente sólo Dragó y yo sabemos que sus palabras son una suerte de exorcismo o respuesta a una columna que titulé “EL ÚLTIMO DRAGÓ” a raíz de la publicación de MUERTES PARALELAS, la monumental novela que el escritor dedicó a su padre, a la memoria más imaginada que vivida del hombre de quien desciende pero al que gracias a al desgracia de la guerra civil española nunca llegó a conocer. Cuando escogí ese título para la columna no pretendía afirmar o insinuar siquiera que no habría más libros de Dragó en los anaqueles de las librerías; me refería simple y llanamente a que era su “último trabajo por el momento”, como se dice el último Spielberg o el último Nadal; el más reciente de una larga ristra. Pero él no lo interpretó así; y ahora que ha pasado el tiempo pienso que su lectura fue superior a mi escritura (sucede infinitas veces en literatura), que MUERTES PARALELAS era para él, aunque quizá ni siquiera se lo confesase a sí mismo, “el último Dragó”, el equivalente al esfuerzo titánico que realizó siendo muy joven al escribir GARGORIS Y HABIDIS; de hecho uno de nuestros críticos más brillantes, Joaquín Arnaiz, comparó ambos libros y sé que a Dragó le gustó la comparación, porque él mismo me lo mencionó con el corazón caliente y la mano derecha fría y abrazando una jarra helada de cerveza.
El libro, que he tardado en reseñar porque lo convertí en “obra de mesilla” (los que dejo junto a la cama, como el Tao, el Oráculo Manual de Gracián o la Poesía Completa de Luis Alberto de Cuenca, y leo despacio, a pequeñas dosis), no es una novela ni un ensayo ni un libro de máximas, aunque en él se encuentren 131 mojones de EL SENDERO DE LA MANO IZQUIERDA, obra que antes o después es fácil deducir que tendrá vida propia e independiente. DIARIO DE LA NOCHE es simplemente Dragó, puro Dragó; ese personaje que inventó Fernández Sánchez para poder utilizar la piel del mundo, de la realidad, como si fuese un folio u hoja en blanco, y que en la actualidad está en la cúspide de su popularidad y fama gracias al único informativo que -como espectador- he logrado seguir con un mínimo interés. Para cualquier otro no habría sido necesario transformar la experiencia en libro, pero para Fernando Sánchez sí; porque él es ante todo escritor. Y aunque le divierte el éxito -Eusebio Poncela me dijo una vez la siguiente frase: EL ÉXITO ES LO MEJOR QUE LE PUEDE PASAR A UN CHICO- es consciente de que las burbujas del champán tienen una vida limitada, pero la literatura no. La literatura -se supone o sueña- puede durar casi eternamente. Por eso Fernando Sánchez Dragó ha movido hilos, subido y bajado la batuta, y convertido las burbujas de champán de su éxito actual en palabras, palabras impresas, impresas en pliegos, en pliegos cosidos, cosidos dentro de un libro: DIARIO DE LA NOCHE. El nuevo, y seguro que no será el último, libro del genial, único e iconoclasta don Fernando Sánchez. Dragó.

“La felicidad de quienes nos rodean es la mejor muralla contra la tristeza propia; no la dejarán pasar”.
Sosiego (antilibro que jamás se publicará)

17 diciembre 007

HACIENDO (pequeños) MILAGROS

La semana comienza el mismísimo lunes con cajas y cajas de libros que trae -necesita tres viajes- Amador González, el extraordinario repartidor de Kronoexpress, de quien ya me he hecho amigo. Voy abriendo las cajas poco a poco. De hecho no las abro del todo. Corto un lado de la cinta adhesiva y saco un libro. Lo miro, abro, cierro, coloco sobre la mesa, me alejo un paso para verlo a distancia. Son mis libros, los libros de mi pequeñísima y recién nacida editorial. Los libros de HAZ MILAGROS Editions. Mi idea inicial era llamar a los autores para que viniesen inmediatamente a recogerlos, pero no; me demoro un día entero, me regalo un día entero para verlos yo solo y disfrutarlos yo solo, porque la verdad es que han quedado bonitos, mucho más de lo que eran -o a al menos así a mí me lo parece- los seis que edité el año pasado asociándome verbal y temporalmente con Enigma Editores (pero esa es otra historia). El martes o el miércoles es el día de la alegría de los otros, de los seis autores, de Mejorada y Gañán, de Vassallo y Mugueta, de Pérez-Dobón y Sánchez Ayllón, y doy el correspondiente paso atrás, les traspaso a sus criaturas de papel y letra, y les veo emocionarse, temblar sus manos, contener -incluso- las lágrimas. Quizá con la literatura nadie, o casi nadie, se haga rico (y desde luego jamás ha sido mi intención o propósito), pero es un trabajo lleno de pequeñas e íntimas satisfacciones. También de esfuerzo permanente y cuidado del detalle. Es jueves cuando Victoria Sánchez-Ayllón me acompaña en su coche a la librería Fuenteja, en San Bernardo 35, donde el lunes 17 a las 7 de la tarde, mostraremos nuestro pequeño -insignificante en realidad- milagro ante el público; y por primera vez en mi vida me toca manejar un artefacto de dos ruedas y cuerpo metálico para transportar las cajas (me cuesta más atravesar la delgada calle San Bernardo con el carrito que escribir cuatro columnas para un periódico o revista).
Es ya viernes cuando me llama Lorenzo Silva para vernos un rato y que le cuente como va mi aventura editorial, y se lo resumo, cuando nos encontramos en el Café Comercial al día siguiente (le “cazo” con una foto en picado al más puro estilo Daniel Fénix) con una palabra que me sorprende a mí mismo porque creo que nunca le había utilizado referida a mi persona: estoy orgulloso. ¿Por qué? No sé muy bien: he superado mi pereza o renuencia natural a enfrentarme a asuntos como gestionar los ISBN de los libros, transportarlos, supervisar o hasta realizar la composición interna y externa de los mismos..., y lo he hecho para otros, para el placer y el disfrute de otros. Y creo, después de tanta vida como ya llevo a mis espaldas y contemplar la joroba de estupidez que deforma las espaldas de aquellos que se pasan la vida doblados para mirarse el ombligo (he sido uno de ellos, sé de que hablo), que ese es el motivo por el que me atrevo, me sale, a utilizar una expresión que quizá suene arrogante respecto a mi propia persona: orgulloso de mí mismo. Satisfecho de haber sabido o logrado por simple casualidad a Javier Puebla en beneficio de otros que lo merecen o necesitan más que él.
Naturalmente aún falta baile: la presentación del próximo lunes, intentar conseguir una distribución coherente.... ¿Y quién sabe si saldrá mal o bien? ¿Quién sabe si lo conseguiré o fracasaré? Sólo puedo estar seguro de una cosa, que en ningún momento voy a rendirme y lo intentaré, lo intentaré y lo intentaré.

Qué pequeños eramos, ¿verdad?
Javier Vassallo, LOS CUENTOS DE CLAUDIO

24 de diciembre 008

Y por fin... Haz milagros:

A continuación pego la crónica aparecida en la conocida revista digital literaturas.com, a la que me he permitido añadir imágenes (by Daniel Fénix y Antonio Pacios) y el número de ejemplares vendidos:

 

17 diciembre, 2007

184.- Novedades editoriales: Haz Milagros

 

El pasado 17 de diciembre, en la madrileña librería Fuentetaja —renacida cual Ave Fénix para continuar siendo un clásico—, se llevó a cabo la presentación de una nueva hornada de seis volúmenes seis —disculpen el símil taurino— de relatos, venidos al mundo por obra y gracia de la editorial Haz Milagros, la última aventura en la que se ha embarcado el capitán Javier Puebla, sumido en labores de editor para hacernos llegar la obra de algunos de sus más aventajados alumnos del taller literario que imparte desde hace cuatro años.

 


Los títulos presentados fueron: Los cuentos de Claudio de Javier Vassallo, África vuela de May Gañán, Punta de Mara Mugueta, A ritmo de Lucía de Mercedes Pérez-Dobón, Todos los chicos solitarios de José María Mejorada y Bruno Vergara, el diario de Victoria Sánchez Ayllón. El acto fue introducido por el propio Javier Puebla, que haciendo gala de la calidez acostumbrada, glosó unas emocionadas palabras acerca de la génesis de sus retoños putativos. A continuación, cada uno de los autores leyó un fragmento de su libro. El lance concluyó con la pertinente firma de ejemplares por parte de los respectivos autores, que vendieron más de ciento cuarenta libros (el record en la historia de una presentación en la histórica librería Fuentetaja).

El evento, que congregó a un nutrido grupo de invitados, más de trescientas personas- contó con la presencia de algunos rostros conocidos entre los que cabe destacar a Emilio Pascual, editor de Cátedra —tan caballero como siempre—; Miguel Ángel Matellanes, editor de Algaida —que llegaba con cierta prisa, creo recordar— y los escritores Lorenzo Silva —al que, a tenor de las continuas e insistentes demandas del público asistente, me temo que no le quedará otro remedio que terminar despeñando a su Bevilacqua por las cataratas de Reichenbach— y Pedro de Paz —que, según parece, publica nueva novela el año que viene de la mano de Planeta—. Le deseamos toda la suerte del mundo a Javier Puebla en su peculiar singladura.

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