DIARIOWEB DE JAVIER PUEBLA (desde 2005 en Internet; Hemingway nunca tuvo uno igual)

Bienvenido, curioso lector inernauta a ....
-MI VIDA LITERARIA-

NOVIEMBRE/DICIEMBRE,2006
(ÚLTIMA ANOTACIÓN)

Hay saltos que parecen imposibles. Pero eso hay que olvidarlo en el momento de flexionar las piernas y lanzarse, saltar con seguridad absoluta sobre la boca del abismo
de SOSIEGO, mi antilibro impublicable

6 de noviembre.
No pensaba escribir más que una línea en este diarioweb: me he pasado la semana escribiendo, escribiendo y escribiendo. Y es verdad, aunque supongo que he hecho más cosas: una cena-clase en casa de "La Tripulante" Mar Cassinello, subir a casa de Susi Trillo y María Luisa Maillard a ver como iban las portadas de los libros que sacamos al mercado el día 14 de diciembre, he caminado caprichosamente por las calles de mi ciudad, dormido la noche del viernes en L.A. (El Escorial)... Nada demasiado social ni de interés. La semana que viene -ya tengo terminada la novela y el viernes habré acabado con la segunda corrección y la lanzaré al mar, a ver si flota- espero que vuelvan a aparecer en esta página señoritas de sonrisa bellísima, equilibristas, elefantes, genios de lámpara, gansos de ojos azules y todas las otras maravillas que pueblan el fabuloso mundo literario de Mad Madrid, mi amada y odiada ciudad.

Moverse hacia delante tiene propieades curativas.
Pavel Kohout (La hora estelar de los asesinos)

20 noviembre.
Me temo que sigue sin haber ni elegantes elefantes azules, ni contorsionistas de malla blanca, ni siquiera fotos esta semana en mi simpático (bueno, hoy me gustaría que fuese "simpático") diarioweb. Y no es por falta de buena voluntad, que no haya traído clavelitos porque ya no aprecie al lector-visitante de mi paginita gueb, sino porque hasta el jueves... me he limitado a seguir escribiendo, o to be precise: CORRIGIENDO. Pero ya está. La hija de la cucaracha ya es una novela y existe en unos cuantos ordenadores a lo largo y ancho de todo el mundo; ahora toca que se la pueda abrir, tocar, dejar en el suelo o encima de una mesilla, que se convierta en un libro (nada más fácil y nada más difícil y a veces hasta imposible; porque un libro necesita no sólo estar impreso sino recorrer mundo, visitar puertos exóticos, caerse al agua, viajar en el bolsillo de la trenka de una muchacha polaca, ser utilizado para escribir un número de teléfono, que alguien lo valore tanto como para llegar a regalárselo a una persona a quien quiere o aprecia; no es fácil, como podría parecer a primera vista, no es cuestión de imprenta, sino de muchas voluntades y una pizquita de magia; estoy en ello).
¿Y el viernes? Ah, ¿Qué hizo el viernes el gándul de Javier Puebla si ya había dado por terminada su novela? El gandul, eso es lo que hice, admitido. El gandul. Y el sábado repetí la operación, el domingo..., ya no tanto, estoy escribiendo esto, subiendo alguna foto de mis Tripulantes, que faltaba, a la página, luego me pondré con una columna sobre Álvaro Pombo. El domingo... he vuelto, será la edad pero he descubierto que no hay nada que me divierta y estimula más que llevar al borde del límite, pero sin forzarla jamás, la máquina, mi humilde máquina de carne y sueños.

 

Pertenecía a esa clase de personas a quienes los elogios hacen daño
MONTERROSO
(a pesar de que nunca conoció a Panizo, Javier Panizo)

27 DE NOVIEMBRE

La semana no pudo empezar mejor: me levanté y era lunes (habrá a quien le parecerá normal pero lo cierto es que a mí no siempre me pasa, a veces, muchas veces, me levanto, me he levantado, y era martes, o viernes, o hasta domingo... y la semana aún tenía que empezar). Desperdicié el lunes cambiando libros por eurocromos. Tenía tiempo, el martes, mi día grande, aún estaba por llegar.
No fue para tanto el martes, pero ví a Edward Melón, el impagable líder de Waldorf Histeria (histeric poprock), con quien espero escribir al menos la letra de una exitosa canción. Y luego pasé a ver a mi amiga Ana Faraco, la dueña de esa preciosa librería en la calle Toledo llamada El Aventurero en la que se encuentran los mejores cómis de Madrid. Por lo demás.., la clase de los martes (qué bien escriben mis Tripulantes, alucino, estoy por retirarme y dedicarme a explotarles), un paseo nocturno y poco más. Tampoco me quejo.
Del miércoles no me acuerdo, pero el jueves voy a ver a Andy, a Andy Oakes, un tipo de acento cokney que me espera en el British Council (a mí y a quien llegue, esto es una rueda de prensa, señores, yo no soy el presidente de la academia sueca que concede los Nobel; esos cigarrillos cada vez más bajos en nicotina). Me gusta Andy, con su acento cokeney (que me cuesta entender), me gusta su libro, Ojo de Dragón, y sobre todo me encanta la portada de Chema Prado y Ángel Uriarte, y la edición que se ha marcado Alianza: el libro como objeto en sí mismo, puro placer tenerlo entre las manos. Después de ver a Andy, y a más gente, camino largo por Madrid, paso por Fuentetaja para ver a Amelia, y por Fuentetaja para ver a Antonio (hay dos Fuentetajas, uno lleno de libros y el otro lleno de sillas y profesores de escritura), y como aún queda mañana -los ingleses siempre logran hacerme madrugar- me pierdo por el centro que el alcalde de la Villa y Corte está convirtiendo en cada vez más peatonal y agradable. No voy a nadar. Rompo el ritmo, la inercia, por un día. No escribo (excepto la columna y este diario). No le pido nada concreto a la jornada, sólo la dejo pasar. Mañana es viernes y seguro que llueve. Me da igual. Si puedo iré al Ateneo, a los viernes de la Cacherrería (o me quedaré en casa viendo una película). Y el sábado..., y el domingo. Como sean, como vengan. Ya veremos, de momento me encuentro en calma. Muy tranquilo.

 

 

Uno envejece. No cambia, sólo envejece. Eso es lo fulero.
Ricardo Piglia, Tarde de amor (relato)


3 de diciembre
Uno de esos maravillosos desayunos de prensa en el Hotel Villa de la Reina, organizado en esta ocasión por Cátedra, el gran Emilio Pascual, abre esta "semana literaria del diarioweb de Javier Puebla". Se presentaba la poesía de Luis Alberto de Cuenca escrita entre 1979 y 1996 en un solo volumen minuciosa, mimosamente, anotado por Juan José Sanz. Hora y media estuvimos en el salón privado del hotel, ya mucho más allá de la información periodística, en pura tertulia con un punto álgido -pasión compartida- cuando Joaquín Arnaiz sacó a colación la vertiente religiosa que tiene el fetichismo. Y era especialmente oportuna la reflexión para quien escribe pues aunque había recibido el libro en casa no lo había abierto, tan fascinado por la genial portada, ilustración de Fernando Bellver, que prefería demorar el momento de abrirlo. Por otra parte quería tener el ejemplar firmado por LAC, claro; pero me las ingenié, y el fetichismo, el mío, alcanzó cotas insospechadas pues Emilio Pascual me cedió el volumen que había llevado para la presentación con algunas hojas dobladas (Emilio Pascual jamás dobla la hoja de un libro) y con dos pequeñísimos errores de impresión: un objeto único, que es que ahora estoy leyendo, disfrutando, dejando que me acompañe en mis largas noches de solitario.
Cuando terminó el desayuno Luis Alberto saltó a un taxi y preguntó si alguien iba hacia el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
-Yo- respondí sin dudar.
Igual habría respondido "yo" si me hubiese dicho que se dirigía hacia el aeropuerto, el parque del Retiro o Rivas Vaciamadrid: era el pretexto ideal para alargar el encuentro, jugar a una "cita al cruce" (que es uno de mis pasatiempos favoritos: acompañar a alguien en un trayecto para él obligado y para mí viaje; lo he hecho con Diego Sánchez Bustamante, Lorenzo Silva, Fernando Sánchez Dragó y algunos, bastantes, otros).
Mereció la pena, claro. La compañía de Luis Alberto de Cuenca es tan estimulante, ya lo he escrito con anterioridad, como leer sus poemas.
Pero hay más semana, aunque esa misma mañana y atravesar el Retiro dedicándome a otra de mis extravagancias predilectas (to take pictures of myself) me encontré con un amigo de la infancia, que ahora es médico en el Gregorio Marañón: Jaime Elizaga. Charlamos un rato, me hice una foto con él, y luego me fui al oculista a acompañar a mi hijo y ya de paso descubrir que mis ojos están más delicados de lo que me gustaría y no les iría mal una sesión de láser (me sentí un enano, pequeño, deprimido, frágil).
Pero a la mañana siguiente ya estaba listo de nuevo para la lucha. Se estrenaba la peli de Banderas, "El Camino de los Ingleses" inspirada en la novela homónima de mi compañero de Nadal Antonio Soler. En la película actuaba, actúa, Cuca Escribano, una de mis más queridas amigas y aunque me faltó ánimo para acudir hasta el Kinépolis, donde estaba previsto el estreno, sí me alcanzó para pasar por casa de Cuca, darle un beso de buena suerte y hacerle un par de fotos con el maravilloso vestido rojo que cierra el diario de esta semana; aunque después hubo una fiesta en el Florida Park, a la que sí acudí, y en la que charlé con Banderas, la Griffith, les hice fotos, bebí gintonics y me divertí como un indio, pero como suele decir mi chica, mi mujer, "tampoco hay porque contarlo siempre todo".

Te imitas la mar de bien
Bret Easton Ellis, LUNAR PARK

10 de diciembre
Esta semana Javier Puebla no se encuentra con ánimos para escribir su diario web, está demasiado liado con el asunto de convertirse en editor, y para mayor juerga en presentador de su invento, el próximo miércoles 13 en Blanquerna. Tan liado que el hombre hasta se nos ha puesto malo: el jueves se metió en la cama a las doce de la noche (insólito para un noctámbulo empedernido) con dolor de estómago, temblores tan terribles que si hubiese estado en África habría pensado en un ataque de paludismo; pero Mad Madrid no es África, seguro que sólo eran nervios por la cantidad de responsabilidades -él solito se metió en camisa de once varas- que le habían caído encima sin mayor beneficio que La felicidad de los otros, pues económicamente la jugada no ha sido en absoluto rentable; pero eso no le importa, el dinero cada día le importa menos a Javier Puebla, valora más otras cosas, como no tener que acostarse a las doce de la noche, suele hacerlo a las cuatro o a las cinco, temblando como un azogado. Así que en el futuro se andará con más cuidado antes de meterse donde no le llaman; o al menos eso piensa ahora mientras escribe estas líneas apresuradas, aún notando la existencia de su frágil, desde niño frágil, estómago.

 

La enfermedad es la madre de la modestia
Robert Burton, Anatomía de la melancolía

17 de diciembre
Y Madrid era una fiesta. Mi Madrid. Mi fiesta. En la librería Blanquerna no cabía ni un paraguas de bolsillo, los asistentes a la presentación de Los Libros del Capitán desbordaban no sólo la sala, también las escaleras, el vestíbulo. Fue como una obra de teatro donde me tocó hacer de maestro de ceremonias, faltaría. Y mis seis Tripulantes, ahora ya mis seis autores porque tienen libro en la calle que puede comprarse, leerse, criticarse o alabar, fueron los actores. De ellos el mérito de la sala abarrotada, de ellos el logro de que se agotase la edición (modesta, una edición digital que no alcanzaba los cien ejemplares por autor) y que ya esté en marcha una segunda. Una experiencia especial: ellos estaban borrachos de alegría, yo contento por su felicidad desbordada. Pero lo más grande era el ambiente, ni una sola cara sin sonrisa, el cava saltando de las copas a las bocas, los relojes detenidos. No sé exactamente cuanto tiempo duró: el justo, según parece.
Pero al final de la fiesta, igual que había sucedido dos días antes en la presentación del premio Herralde (ver columna) se presentó alguien que no había sido invitado: la muerte; en este caso la tía de uno de mis autores que era para él como una segunda madre. Y de nuevo la mezcla agridulce, la realidad no permitiéndome que pensase que se pueden separar los pies del suelo, que por mucho y muy alto que se salte siempre volvemos al suelo, bajo el suelo. Caminé, mi gran vicio, solo esa noche mucho rato, contento y triste. Caminé y caminé, hasta que me venció el cansancio y paré un taxi y le di la dirección de mi cama, del lugar donde me arropo y oculto bajo las mantas y las sábanas.

"Temo que al expulsar a mis demonios también me abandonen mis ángeles"
Rilke, carta al doctor Emil Von Gebsattel, sicoanalista

24 de diciembre
Resulta levemente molesto que el ritmo interno venga marcado desde el exterior, aunque el exterior lo que ordene sea fiesta y descanso; sucede en verano, sucede en navidad, hay que pararse y divertirse. Pero confieso que estaba especialmente divertido los últimos meses en movimiento continuo y que me siento capacitado para decidir yo mismo cuando detenerme y divertirme. Aunque tampoco voy a enfadarme por eso. Si toca pararse, divertirse, hacer regalitos... lo haré con la mejor de mis sonrisas. Ya habrá tiempo, si los vientos son propicios, para nuevas aventuras por los mares de la imaginación a partir del 8 de enero. Mientras tanto: hagamos nuestro papel con toda la altura y dedicación que seamos capaces de emplear en ello.

 

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A partir de cierta edad la vida se vuelve, sobre todo, administrativa
Michel Houellebecq, LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA

 

 

 

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