DIARIOWEB DE JAVIER PUEBLA

(desde 2005 en Internet; Hemingway tenía uno igual, aseguran los cazadores de cuentos; pero no podía colgarlo de internet y acabó por cambiarlo por una ronda de mojitos en una noche de La Habana). (¡Bien hecho, Ernesto!)

Bienvenido, lector, curiosea a tu aire:
-La farsaria vida literaria de
Javier Puebla-

(by WALTER FLORES)

2008- Volumen II-

(ÚLTIMA ENTRADA)

“Denle a un hombre una máscara y dirá la verdad”
Óscar Wilde / Juan Villoro (De eso se trata)

 

22 de setiembre del año ocho del tercer milenio de la era cristiana

Más vale que lo deje claro desde el principio, aunque supongo que cualquiera con mínimo oído se daría cuenta, se habrá dado cuenta ya, que este diario, las palabras en cuestión, no las escribe el jefe, el dueño y protagonista de este diarioweb -como él la llama haciéndose el ágil mental; que para eso lo es, ágil mental, por supuesto. En suma que me llamo Flores y mi nuevo jefe ha insistido en que me presente. Bueno, pues ya está, señor Puebla, soy Flores, Walter Flores amanuense, y debido a que don Javier sufre una contractura en un hombro, el derecho, y además el dedo anular hace sentir su presencia desde que le mordió un perro rabioso en la mano hace ya cuatro años y no puede utilizar con normalidad un teclado de ordenador, seré yo a partir de ahora quien rellene las croquetas de este diarioweb.
Si a alguien le parece mal que hable con el jefe, el sobrino nieto de Manuel Puebla d´Oliveira, quien fue jefe de mi abuelo, también Flores, hace ya más de cincuenta años.
Y allá voy.

Caramba, estoy algo nervioso, hasta se me contagia el dolor en el dedo como si hubiera sido a mí a quien hubiese clavado los colmillos un perro cabrón en los jardines del Palacio de Oriente y no al patrón. Pero eso es ser secretario: comérselas todas para que quien te contrata pueda ir de señorito.
-¡Flores!
-Sí, don Javier, ya empiezo, ya empiezo...
Era miércoles y Javier Puebla estaba convocado en dos desayunos de prensa que se celebraban de modo casi simultáneo. A saber: se le esperaba en El Bandido Doblemente Armado, de la calle Apodaca, para escuchar a José María Merino hablar de EL SÍNDROME DE MOWGLI, premio Internacional de Novela Luis Berenguer 2008, firmada por Andrés Pérez Domínguez, y que cuenta las aventuras -en clave de novela negra- de Rafael Montalbán, un ex-boxeador rompe-piernas (y ya van unos cuantos en la novela negra española, ¿no les parece?).
-¡Flores!
-Sí, don Javier, ¿hay algo que le parezca mal?
-Una cosa es que te deje presentarte y otra cosa que te atrevas a decir impertinencias sobre escritores españoles, mis colegas, y sus personajes. Las impertinencias, si procede, cuando yo diga. ¿Comprendido?
-Comprendido y archivado, amado jefe.
-Sigue, y no te olvides decir que la novela no sólo tiene un título genial, ya sólo para averiguar lo que es el Síndrome de Mowgli debería de leerla cualquier persona que se precie de estar bien informada, sino que además es muy entretenida. Yo me la leí entera, sin saltarme una página, y ya sabes que con el hombro...
-Sí, claro, señor, el hombro. Su hombro. Eso sí que le tiene a usted entretenido, ¿verdad?
Acaba de clavarme esos ojos de araña convencida de que a su alrededor sólo viven zapatos y moscas. Sigo.
La entretenida novela -preciosa portada me atrevo a opinar por mi cuenta- de Andrés Pérez Domínguez, se presentaba a las once de la mañana, y el señor Puebla tenía ya todas sus preguntas preparadas en un papelito, garabateado a mano por supuesto, y preparado su sombrero más adecuado para la ocasión, cuando sonó el teléfono.


Pedro de Paz, fotografiadopor Daniel Fénix

Era su amigo Pedro de Paz. Uno de sus colegazos. Que a las doce de esa misma mañana desenterraba en el interior de los pulmones de la ciudad (Mad Madrid), concretamente en una sala del metro de Retiro, su novela ya mítica antes de nacer: EL DOCUMENTO SALDAÑA.
-Te pones uno de mis sombreros y tú vas a una presentación y yo a la otra.
Sí, hombre. Hasta ahí podíamos llegar. Se empieza así y acaba uno sentado en el báter, empujado duro, cuando el jefe está estreñido a ver si se le alivia el problema por empatía vicaria.
-De eso nada, no pienso ponerme ningún sombrero.
-Pero Flores, amigo mío, mi hombre de confianza, hermano del alma, si en cuanto te pongas unas gafitas redondas y te tapes un poco la cara con el sombrero somos dos gotas gemelas; tú un poco más gruesa, pero eso lo arreglo yo dejándote mi chaqueta blazer y un cinturoncito de goma y....
Fui. Acudí yo a una de las presentaciones y a la otra fue Javier Puebla; pero juro ante quien quiera escucharme que no me puse sombrero. Nadie se acordará de mí pero de sombreros nada.
-La próxima vez lo prepararemos mejor. Si no tienes que decir nada: basta el sombrero para que te conviertas en Javier Puebla. Llevo meses escuchando a la gente, amigos incluso, decirme que me han visto en el programa de Dragó, porque salía quien fuese tocado con sombrero. Hasta en el periódico rival del que me da cobijo en Murcia el antiguo jefe de opinión se fotografió con sombrero y me llegaron dos docenas de mails acusándome de haber cedido al peso del oro y pasarme a la competencia. La gente, en los periódicos y en las webs y en la tele, sólo miran los santos, Flores, las fotos y los dibujitos. Ni leen ni escuchan ni gaitas. Un sombrero y serás yo, Flores.
-¿Y qué pasa cuando usted se quita el sombrero?
-Desaparezco. Houdini. El hombre invisible. Nadie, como mucho el tipo que firma los cheques para que tú escribas por él un diarioweb mientras se le cura la contractura del hombro derecho.
-Si usted lo dice... ¿Tengo que poner algo más? Acordamos dos horas por día y ya no le quedan ni diez minutos.
-¿Me vas a roñosear los minutos?
-Yo no roñoseo, señor Puebla, pero los tiempos han cambiado, y ni usted es tan rico como su tío-abuelo Manolo, ni yo estoy tan necesitado como el primer Flores, que en paz descanse.
-Bueno, pues quien quiera saber más que me llame por teléfono o lea las columnas en prensa de rigor. Ah, no se te olvide llamar a Daniel Fénix para las fotos. Las fotos de Cristina Salama y los nuevos "Tres Extraños" creo que vienen modificadas por Fénix. Como ya te he dicho...
-Sí, sí, que la gente sólo mira los “santos” y los que teclean, o tecleaban, letras como usted igual podrían estar copiando la guía telefónica.
-Rapidez y memoria, Flores. Así me gusta. Llegará usted lejos.
-Con estar a las nueve en mi casa, como tenía previsto me conformo, señor de las mil caras y los dos mil sombreros. Coloco las fotos y.... ¡pero esto es demasiado!
-¿Sucede algo?
-Que aquí hay muchas más fotos que las de dos presentaciones.
-No te preocupes, Flores. Tú pon unas cuantas a voleo y quien quiera entender que entienda.
-Pero es que ni siquiera me sé los nombres de quien sale.
-Ya te los aprenderás, Walter, ya te los aprenderás, que los actores de LA VIDA LITERARIA son siempre, o casi siempre, los mismos. No me extraña que Hemingway se fugase a Cuba.

Javier Puebla, Lorenzo Silva y Pedro de Paz; un día feliz.

(PIDO DISCULPAS PERO ESTA SEMANA NO HAY "SANTOS", COMO LOS LLAMA JAVIER PUEBLA. AÚN SOY POCO DUCHO EN ESTE DE LA WEB, A VER SI EL PRÓXIMO LUNES YA LO HE ENTENDIDO Y PUEDO AÑADIR ALGUNA. Walter Flores). ¡Ya están colocados los "santos", insisto en mis disculpas para los visitantes de la primera semana en la que detubé en la redacción de este diario!

 

Pueblaroid de la serie de 100 realizada por Daniel Fénixx en Nueva York entre 1987 y 2008

“Siempre, desde niño, he buscado la protección de otros más fuertes; no porque la merezca, sino porque -consciente de una debilidad que ya he aprendido a no mostrar- sé que la necesito”
SOSIEGO, antilibro. 11 septiembre 2008. JAVIER PUEBLA

29 septiembre 008

Está sentado en una terraza al pie de una escalinata de la Plaza de la Ópera, junto a su agente y amigo, Eduardo Melón. Es jueves y atardece. A Javier Puebla le suele producir un efecto lenitivo la compañía de Eduardo, le rejuvenece y se deja contagiar por el entusiasmo vital del joven agente literario y líder del grupo de pop rock Waldorf Histeria. Han quedado para charlar de la novela de Puebla que en breve publicará la editorial Algaida, del grupo Anaya, de TIGRE MANJATAN, uno de los mejores cartuchos que guardaba en su recámara el escritor que firma este diario aunque ahora sea yo, el real o imaginario Walter Flores, quien lo escriba en su lugar. Están invitados, o más exactamente Eduardo Melón está invitado y lleva a Javier Puebla como acompañante, a una fiesta en una librería llamada LA BUENA VIDA, calle Vergara 10 o 12, que como averiguará más tarde Puebla abre a las doce de la mañana y cierra a las diez de la noche, inspirada por el inteligente convencimiento de que nadie acude a comprar un libro de ficción o ensayo a las nueve o diez de la mañana; el motivo de la fiesta es la inauguración de una editorial, MISCELÁNEA, dentro del grupo Roca. Ambos demoran el momento de levantarse, dejar la terraza, la suavidad del clima y la vida de la calle, para acudir parapetados tras sus mejores sonrisas al baile de LA VIDA LITERARIA, y así Eduardo se permite una segunda cerveza y Javier una tercera cocacola.
Pero basta que lleguen a la librería para que se sientan Anik Lapointe“como tigres en la selva”. Eduardo se encuentra con su viejo colega de correrías (quizá habría podido escribir fechorías, pero a lo mejor me censura el “boss”), Malcolm Otero Barral, que a lo largo de la noche se va transformando en mejicano, italoyanqui o cubano, según las circunstancias y su estado de ánimo, y es un show en sí mismo. De facto, y al igual que ocurre con Malcolm, todos conocen y aprecian a Eduardo porque forma parte del mundo literario, es hijo de Anne-Marie Vallat, desde que era un cachorro. La librería tiene una atmósfera especialmente agradable: el marrón rojizo de las paredes, los techos altos, la amabilidad de “embajador” del propietario y encargado, Jesús, que se molesta en detectar quien acaba de llegar y es él quien acude para preguntarle si desea beber o comer algo; Jesús, de LA BUENA VIDA, tiene dos cosas cortazarianas, el físico y los excelentes modales. “Un cronopio abre una librería”, piensa Puebla, y yo me permite apuntalar que en estos tiempos en los que las librerías sólo cierran como fichas de dominó en cadena imparable únicamente un cronopio puede osar a la maravilla de abrir una.
Puebla, efecto de la cocacola o el ambiente distendido o la compañía de su joven amigo Eduardo, enseguida localiza a una chica maravillosa, la más maravillosa -eso es siempre subjetivo- de cuantas pueblan el local, porque es rubia, sus ojos son claros y la maquilla una leve capa de timidez que permite al escritor sentirse audaz. Habla con ella “about de meaning of life” y de libros y trabajos, y escucha que trabaja en una editorial.
-¿En cual?
-RBA.
Puebla supone que lo hace bajo las órdenes del cubano-italoamericano-mejicano Malcolm Otero BarralMalcolm Otero Barral y Miguel Ángel Aguilar, cenando con los apóstoles y siente una oleada de afecto y simpatía creciente hacia ella, aunque aderezada por un punto de piedad, porque trabajar siguiendo la batuta imprevisible de Malcolm, como sabe por experiencia, no puede ser jamás sencillo. Se llama Anne, o Anik, o algo así, y se apellida Lapointe. Es canadiense, le cuenta a Puebla, pero lleva en España muchos años, y Javier antes de ahogarse en el azul de sus ojos hace un esfuerzo de voluntad y le habla de su hijo y su mujer y su vida, para que quede claro que ya no es quien se sueña, un hombre libre, sino quien es, un hombre casado y padre de familia. Segundos después averigua que no es el mítico nieto del también mítico Barral el jefe de mademoiselle Lapointe, sino al revés; está hablando con la editora jefa de RBA. La ignorancia permite ser sincero y natural.
Se deja llevar Puebla por la alegría de Melón, y acaba en un restaurante peruano, en una cena presidida por Miguel Ángel Aguilar y completada con doce apóstoles más o menos fortuitos, comiendo corazón y ceviche. Pero ya no se deja arrastrar a la calle Almirante, donde el resto de los bailarines seguirán agitando la coctelera al ritmo de la música en un pub cuyo nombre Puebla no recuerda y yo no voy a molestarme en averiguar; porque él, Puebla, siempre es “el hombre que se va”, quien desea o necesita -casi siempre antes que ningún otro- quedarse solo, pensar, soñar, sentir la ciudad bajo sus pies, recordar que tres días más tarde -la cabeza de un escritor es una farsa permanente- su muy querido amigo Herminio Castillo le contará que ha dejado de visitar su página web, porque ya no habla de él mismo, sino de otros, del extenso “cuerpo de baile” de LA VIDA LITERARIA”, cuyas crónicas y aventuras sólo interesan a quienes forman parte de él, pero no a quienes buscan a Javier Puebla en su diario farsario, quienes le conocieron antes de que se lanzase al vacío, abandonando la paz mohosa y dulce de su muchas veces añorado ministerio, para intentar vivir de escribir.... Si Puebla hubiese imaginado -lo cual demuestra que su imaginación no es tan poderosa como él presume- siquiera la mitad de las complicaciones y social-suciedades que le esperaban es probable que ahora estuviese en Shangai, Nueva York o Luanda, soñando con ser escritor y sólo escritor, lamentando su falta de valor por no atreverse a dejar el ministerio y seguiría sin comprender las razones porque se exhibían tan pocos libros buenos en las librerías desbordadas de novedades cada vez que regresase a España a ver a su familia y abastecerse de pelis y palabras impresas; a fecha de hoy Puebla conoce bien cuales son esas razones, el porqué se maltrata e ignora la calidad y la imaginación, pero -soñador impenitente- aún confía en un golpe de muñeca, un giro inesperado, una vuelta de tortilla... y que la tortilla actual de la literatura hispana se quede pegada al techo con los huevos de todos los gusanos que la infestan atrapados en su interior.

Y ahora es tres días después, cuando Javier Puebla está otra vez sentado en una terraza, en la del Loft, el bar de L.A. Citywood, en compañía -ya real- de Herminio Castillo, a quien conoce desde que Herminio era un niño de diez años y Javier un hippie, o freak o algo así, con tres libros ya publicados a los veintidós años, pelo larguísimo, barba de profeta y ojos toniperquinsonianos (como dijo en una columna del mítico suplemento DISIDENCIAS Ramón Buenaventura en su tiempo). El tiempo también ha pasado para el joven Castillo, quien ya peina alguna cana, pero ha dibujado para sí mismo a lo largo de los años una vida interesantísima y novelesca: vive en Nicaragua, tiene una hija con una bella y famosa directora de cine, una estrella del mundo “nica” llamada Belkís (el nombre, puro azar y mágica simpática, coincide con el título de una novela africana de Puebla). Castillo, Herminio, suele pasar todos los veranos unos días más o menos largos en Los Arroyos, L.A., y suele también encontrarse con Javier. Y ambos charlar y beben y se enriquecen mutuamente, sin nada pedirse ni solicitarse, hasta que cierra el único bar o la noche comienza a escaparse de los campos. A Puebla ver a Castillo siempre le sirve -y en esta ocasión muy especialmente- para recordar quien era y sobre todo quien deseaba ser; y quizá sea cierto que a pesar de su audacia de abandonar a la madre-ministerio está volviendo a desviarse, perderse, pero así es la vida, boss: tú mismo escribiste en ese juego que sí está anclado con el proyecto de ti mismo y que tú llamas SOSIEGO, anti-libro, por joder, supongo, que “en determinados momentos del camino te paras, y volviendo la vista atrás te preguntas si te has equivocado. Y sí, siempre te has equivocado”.

Supongo que yo también me habré equivocado, pero lo bueno que tiene de trabajar para Puebla es que rara vez supervisa las tareas de sus subordinados. Me juego el sueldo de este mes que me dirá, “esta vez te ha quedado mucho mejor, Flores. Quiero decir, Walter, amigo Walter”, pero seguro que no se molesta en leer ni una de las palabras que -más para sus lectores que para él- hoy he escrito.

Pueblaroid de la serie de 100 realizada por Daniel Fénixx en Nueva York entre 1987 y 2008

 

 

“No era la prosperidad material lo que él perseguía. Sólo perseguía la gloria!”
ALICE MUNROE. La vista desde Castle Rock.

 

6 octubre 008

Me gusta que se acabe setiembre porque nunca sé como escribirlo, si setiembre o septiembre; lo primero está admitido, lo segundo era el modo en que se escribía cuando yo era niño.
Llego a casa de Javier Puebla la tarde del primer jueves de octubre y me encuentro con su ausencia, le han invitado -una iniciativa de la inquieta y siempre interesante Julia Barella- a dar un curso o conferencia sobre escritura cinematográfica en la Universidad de Alcalá y no regresará hasta el final de la tarde. León Salgado, El Cazador de CuentosEn el despacho que ambos compartimos normalmente para pergeñar este diario web los muebles parecen flotar en el globo de luz dorada que entra por el enorme ventanal de pared a pared (antes era una terraza, pero Puebla lo cubrió e incorporó a lo que antaño era la sala de estar de la casa en beneficio de su sacrosanto despacho; el espacio de la terraza está tomado sin apenas resquicios por dos ficus enormes, los más grandes y altos que jamás he visto en el interior de una casa, a los que el escritor cuida como si fuesen sus hierbas mágicas de chamán, y quizá lo sean, yo que sé).
-Tú debes de ser Flores.
-Sí, ¿y tú?
-Soy Salgado. León. El cazador de cuentos.
Le miro asombrado. Miro asombrado en el sillón de piel marrón gastadísima situado frente al ordenador que pensaba sólo a mí cedía Javier Puebla; pero no es esa la razón de mi asombro, sino otra muy distinta.
-Suponía que no existías, que eras un personaje creado por Javier Puebla. Un heterónimo o semiheterónimo a lo sumo.
-Ya. Perdona, estoy acabando una historia. Luego si hay tiempo charlamos sobre filosofía de la vida. Javier ha dejado para ti el artículo que quiere pases al ordenador. Es sobre Antonio Papell, EL SOL SOBRE LA NIEVEAntonio Papell y su última novela: El sol sobre la nieve.
Me molesta la aclaración, el tono de suficiencia en que se dirige a mí Salgado, como si yo no supiese que Javier había acudido al desayuno de prensa en el que se presentó el libro -me invitó a acompañarle, pero a esas horas estoy demasiado ocupado con mi trabajo verdadero, contable, con el que me gano la vida modesta que llevo, como para poder permitirme la maravillosa frivolidad de un desayuno de prensa en el Hotel de las Letras, sito en el centro de Madrid, concretamente en la Gran Vía. Sé también que el presentador o padrino de El sol sobre la cocaína... (perdón: la nieve) fue Benjamín Prado, y que a Puebla le encantó la obra y se permitió hablar y preguntar cuanto le vino en gana; y por supuesto también sabía que me tocaría pasarlo a máquina, a ordenador, porque el hombro de Javier Puebla sigue lesionado y va a seguir lesionado todo el tiempo que le convenga a su pereza natural para de ese modo desembarazarse de obligaciones molestas y secretariales y que sean otros, en este caso yo, quienes realicen su trabajo.
Miro a Salgado, El Cazador de Cuentos, con curiosidad. No lo imaginaba así. En mi mente de lector le suponía alto y tan delgado al menos como el propio Javier Puebla. Pero es un tipo más ancho que alto, de espalda cargada y vientre bien alimentado, lo que le confiere un aspecto algo amenazador. Sus ojos son oscuros y esquivos y las manos hacen pensar más en un leñador que en alguien que sólo mueve los dedos sobre el teclado de un ordenador. ¡Así que no es un autor interpuesto o un ser inventado, sino otro como yo, alguien a quien Puebla ha convencido o pagado para que trabaje por él! Ahora ya comprendo que tenga en el armario de este mismo despacho casi treinta obras inéditas; con tantas manos aliadas con las suyas. De repente me asalta una duda, quizá estúpida, sus alumnos, sus TRIPULANTES, como él los llama, ¿son reales o imaginarios? ¿Amigos o actores que posan para las fotos que él cuelga de vez en cuando en su página web? ¿También les pagará? ¿Y los libros que publica con sus nombres? No, no tiene sentido, tienen que ser personas reales. Quien no debería de ser real es León Salgado. Aquí sucede algo extraño, muy extraño. Estoy por preguntarle a Salgado si pensaba que yo también era un personaje aunque antes de abrir la boca me doy cuenta que es una estupidez. Sabía quien soy, que venía a hacer un trabajo en el mismo ordenador donde acaba de hacer una última y rápida corrección al relato. Sube el cursor a la barra superior de la pantalla y selecciona una opción.
-57 minutos. Tiempo total de edición, no está mal teniendo en cuenta que apenas escribo cuentos últimamente. Puedes incluirlo si quieres al final de tu diarioweb, se titulada LAS MANOS ENORMES, y he utilizado una historia que me contó Javier, Puebla, y que transcurre en este mismo espacio donde ahora tú y yo estamos hablando, empieza cuando esto era el cuarto de estar de una casa normal y corriente, donde comía y veía la televisión una familia, y finaliza en tiempo presente, ya el cuatro de estar transformado en despacho y con estas plantazas exageradas y horribles, si me permites la franqueza. Por cierto, el protagonista es el propio Puebla. Quizá deberías evisar tus esquemas y él que no existe, el nombre y la imagen pueden ser inventados, sea él, tu jefe. Nos vemos, tengo que ir a recoger a mi hijo Emili al colegio, sale a las siete. Ya hablamos de filosofía otra tarde si volvemos a coincidir.
Ocupo el sillón que hasta hace un instante soportaba las posaderas de León Salgado y me pongo a trabajar. Parece, por su artículo, que a Javier Puebla realmente le encantó la novela de Papell, tengo que pedírsela, a ver si me la presta.
Cuando termino de pasar el texto me pongo a teclear mis propias palabras para el diarioweb de Javier Puebla, estas mismas palabras. El boss sigue sin llegar. ¿Añado el relato de Salgado al final? ¿Por qué no? Tengo algunos “santos” que ha mandado Fénix por correo electrónico y así el exceso de texto no resultará demasiado pesado para los lectores de Puebla (¿existen los lectores de Javier Puebla o él y yo somos los únicos que miramos su página web? Total, lo de añadir el cuento -una pieza más sentimental que literaria en mi opinión- sólo es copiar y pegar. Dos minutos más. A mí también se me hace tarde, y parece que Puebla no va a llegar para darme el visto bueno. Que cambie lo que quiera, si su dolorido hombro se lo permite. Ya está.
Pegar.
Alinear.
Listo.

Apago el ordenador, me levanto de la silla y me dirijo hacia la puerta de la calle. La luz ha perdido intensidad en el despacho, y los ficus parecen seres vivos, pero a mi -no coincido en absoluto con Salgado- no me parecen ni plantazas ni horribles. Son... quizá no preciosos, pero sí alucinantes.

Pueblaroid de la serie de 100 realizada por Daniel Fénixx en Nueva York entre 1987 y 2008


LAS MANOS ENORMES
(un relato inédito de León Salgado sobre una vivencia de Javier Puebla)


La mano es enorme y viaja hacia el sofá de dos plazas con la elegancia algo torpe de una gaviota gigante volando a ras de suelo. La mano no es una gaviota, o sí, porque lo que busca la pinza de sus dedos es en cierta forma un pez, un niño que juega o dormita o sueña despierto y sin palabras sobre los amplios y mullidos almohadones de muelles y plumas. La mano levanta al niñoJavier Puebla cogido por la mano de su padre, Francisco Puebla Gonzalez-Briz y el niño vuela hasta la ventana, hasta que sus dedos infantiles rozan el cristal y el abuelo con más afecto que habilidad convierte su brazo izquierdo en un asiento.
Mira, le dice, mira los trenes. ¿Los ves? Los que van hacia la izquierda..., hacia allá, en la dirección de la mano que no escribe, salen de Madrid para irse lejos, y los que vienen del otro están llegando, llenos de gente de otras ciudades.
Sucede muchas veces: la mano enorme, las manos pequeñas, la ventana, los trenes, las palabras que varían en cada ocasión y que el niño no recordará, tendrá que inventarlas, cuando se haga mayor.
Fíjate en ese tren, no es de pasajeros, sino de mercancías. Lleva cosas, no personas. A lo mejor fruta o ruedas o ladrillos. Es bonito, ¿verdad?
El niño emite un gorjeo feliz. Eso sí lo recuerda de adulto, una memoria del cuerpo: momentos felices pasados en los brazos de su abuelo Manuel que fue el primero de entre los padres de sus padres en abandonarles, irse lejos, muy lejos, más lejos que ningún tren.
Cuando crezcas y sepas decir palabras y mires por esta ventana podrás hablarme aunque no esté, y me dirás si aún se siguen viendo pasar los trenes, a lo mejor llega un día que van volando y no necesitan siquiera vías de hierro que les marquen el camino; yo no lo veré pero quizá tú lo veas por míManuel Rabanal Fidalgo, abuelo materno de Javier Puebla.

Javier se asoma a la ventana, a esa misma ventana de esa misma casa a la que ha regresado tras muchos años de dar tumbos por el planeta, rebotar de ciudad en ciudad y de país en país. Es la misma ventana pero no es la misma: ya no son ven los trenes. Han construido un mundo de viviendas, centros comerciales, túneles y carreteras. Mira por esa ventana y ve ladrillos y otras ventanas; no sabe como explicárselo a su abuelo, como hacerle llegar la información allá donde esté. Entonces cierra los ojos y respira hondo hasta que deja de pesar y se siente sentado en el aire, sobre un brazo fuerte y afectuoso, y escucha una voz, más bien un tono sin palabras concretas; aprieta los párpados hasta que el negro se llena de colinas blancas y verdes y un tren las cruza a ritmo pausado, entrando en la estación de Atocha, saliendo de la estación de Atocha.
Esos dos trenes se van a cruzar, durante un momento parecerá que son el mismo y luego se dividirán, cada uno para un sitio.
Los ve. Lo trenes, Javier Puebla Rabanal ve los trenes con los ojos de su abuelo Manuel Rabanal Fidalgo, y le añora, y al añorarle se siente pequeño porque advierte que no puede hacer que su abuelo vea ya lo que él está viendo: los ladrillos, las ventanas del edificio de enfrente, sino que ha sucedido al revés. Son los ojos de su abuelo los que aún viven dentro de los suyos, los ojos de su abuelo los que consiguen el prodigio imposible de que a través de edificios, centros comerciales, túneles y carreteras el que un día fue el muy pequeño Javier Puebla siga pudiendo ver pasar los trenes.

“Alégrate de tu descontento, demuestra que eres más grande que los autosatisfechos” (CHEJOV). Las carencias son el estímulo del imperfecto. Por eso, porque no tienen dónde detenerse, sus pasos vacilantes llevan más lejos."
(JUAN VILLORO, De eso se trata (Ensayos literarios))

13 de octubre
Llega a su casa algo cansado tras un paseo largo y a paso rápido desde el bar El Águila de la calle Concepción Arenal hasta el Parque del Oeste donde el senior del ya inevitablemente famoso grupo de Brooklyn, Fermín Cabal, ha aparcado su coche. Todos los demás componentes del grupo de Brooklyn, junto a los satélites de los Santiago Rocangliolo y Eduardo Lagohermanos Lago, se dispersaron -cada uno a lidiar con sus pequeñas vidas- a las diez y media de la noche, y sólo Javier Puebla y Fermín Cabal continuaron juntos un poco más, la voluntad del primero, su viejo juego de las citas al cruce que en este caso le supone un paseo de casi tres kilómetros, para -conversando- fijar leve y no duraderamente lo que estaban haciendo, qué quedaba de aquellos 5 hombres solitarios que se conocieron en Brooklyn, poco a poco, como lobos integrándose en una manada, y que una noche se fotografiaron bajo la nieve y frente al skyline, invisible para la Polaroid de Javier Puebla, y sin darse cuenta formaron El Grupo de Brooklyn; aunque a ese quinteto original, Federico y Achero Mañas, Eduardo Lago, Fermin Cabal y Javier Puebla, luego se les unieron los hermanos Madrigal, José y Carlos, y también -aunque de un modo casi invisible, escondido tras la sombra ancha de su hermano- el menor de los Lago, José Antonio. Han pasado veinte años pero “los de Brooklyn” se siguen reuniendo una o dos veces al año, siempre por navidad, casi siempre en algún momento del verano.
Puebla había acudido a la presentación de Ladrón de mapas, un libro de cuentos del mayor de los Lago con una portada que parecía perfecta para El bazar de las palabras, uno de los libros de su hermano, más por volver a ver a Cabal y Mañas, que a Eduardo. De hecho apenas le ve, ni habla con él en la presentación larga en exceso -la eficiencia y paciencia de Pilar Lucas, la encargada de prensa de la editorial-, la amabilidad feliz, ¿autosatisfecha?, de Santiago Rocangliolo que hacía de embajador-encuestador, el fugaz paso del ministro de Cultura por el acto... Xavier Velasco, by Daniel FénixApenas ve Javier a Eduardo, ya digo, y sólo se le iluminan los ojos cuando otro Javier, Velasco, Xavier Velasco, el mexicano con cara de genio loco y genial, autor de DIABLO GUARDIÁN, se dirige a él y durante unos minutos el tiempo deja de marcar los aburridos segundos y se convierte en ritmo y música, pasión y juego. Apenas le ve tampoco en el bar El Aguila, donde -en un lado- José Antonio mantiene despiertos a los habitantes del gastado mundo de los hermanos Lago y -en el otro lado- “los de Brooklyn” y sus propios satélites.
Es al llegar a casa, cerca de la una, cuando le en el Diario de la Noche de Telemadrid, y Javier Puebla no puede evitar, porque nació sentimental y es enfermedad que difícilmente se cura, una oleada de ternura espumada de pena, ante el rostro rejuvenecido gracias al pelo peinado en punta y el cuerpo disfrazado de negro. Es como ver a un borracho, un borracho a quien se aprecia, avanzando sobre un cable que se hunde en el abismo y a quien la ebriedad impide ver que no hay un otro lado, que al final, debajo, delante y detrás sólo hay abismo. La televisión está sin volumen y Puebla no convoca el sonido, nada nuevo va a escuchar. Mira unos instantes más el televisor y cambia de cadena, y vuelve a cambiar, zap, zap, zap... hasta que regresa a Telemadrid y el más viejo de los Lago ya no está. Se levanta Puebla del sofá para buscar un dvd, toma uno casi al azar y regresa al sofá sin sacar la película de su funda. Apaga la televisión y saca su diario para evitar pensar, que sean las palabras escritas quienes lo hagan por él (no me deja copiarlas, nunca me muestra su diario) hasta que amanece y ya es viernes y dentro de unas horas, aún no lo sabe, comerá en El Buey con Matellanes, su editor y amigo. Desde hace cuatro días tiene en casa dos ejemplares de la novela que aún no ha llegado a las librerías, TIGRE MANJATAN, novela, detalle contracubiertaTIGRE MANJATAN, la primera protagonizada por el personaje que -según aseguró El Oráculo con incontestable contundencia- le haría rico. ¿Rico? Qué extraña y estúpida palabra: rico. ¿Y para eso se escribe? No, ni para eso ni para la gloria. Se escribe para no pensar, para curarse de la mortal enfermedad de ser tan solo uno mismo. Al menos por eso escribe Javier Puebla (y quizá también Xavier Velasco o Bolaño o Pessoa o algún otro).
Ya ha amanecido cuando, insomne, se levanta de la cama y acaricia la cubierta de Tigre Manjatan: es preciosa e invita a ser tocada. Luego pasea por sus páginas. Han sido catorce años dándole vueltas a un mismo libro, puliéndolo, librando su prosa de todo aquello que no fuera imprescindible, hasta que al final la trama quedó desnuda por completo, todo sonido y ritmo. Lee aquí y allá y cuanto encuentra le gusta, engancha, complace y resulta familiar; cada frase o cada palabra están escritas como habría querido escribirlas él mismo.
A Javier Puebla le pidieron que cantara una canción 7 niñas en la calle Preciados. Un hombre en mi nevera de Glutamato-Yeyé. Las niñas aplaudieron Duerme unas horas y le despierta el sonido del móvil.
-¿Comemos?
Pero eso ya lo he contado. No me explicó quienes son las niñas de la foto que le aplauden, pero tampoco me explica porque pone junto al texto las imágenes atemporales de Daniel Fénix. Tampoco le pregunto. No sé cuanto tiempo seguiré trabajando con él; al terminar de escribir estas palabras pienso que yo no he nacido para esto, que prefiero mis apuntes contables, la mentirosa solidez de mis números.

Walter Flores, 12 de octubre de 2008.

Pueblaroid de la serie de 100 realizada por Daniel Fénixx en Nueva York entre 1987 y 2008

“He pasado los 3 meses del verano mirándome el ombligo, buscando y encontrando enfermedades y motivos de conmiseración por mí mismo. Pretendía recuperarme del cansancio de 21 meses sin tregua; y funcionó. Estoy recuperado. Pero durante los 3 meses de este verano ¡daba asco ser yo!”
SOSIEGO, antilibro de Javier Puebla Rabanal, quien cada vez que piensa que nunca lo publicará se relame de gusto, como un tigre que se zampa una gacela en soledad.

20 octubre 008

-Flores, ¡ya era hora de que llegases!
Casi la una de la noche de un viernes y tiene que citarme para que le escriba su absurdo diarioweb, que para empezar debería llamarse semanarioweb, ya que sólo hay una entrega por semana; pero ambos nombres suenan horribles.
-¿Qué hay que hacer?
-Tengo al tigre.
Miro a mi alrededor escamado y levemente inquieto, con lo zumbado que está el Javier Puebla de los cojones, sus horarios excéntricos y demás originalidades imparables, capaz es de haber metido un tigre de verdad en su casa. Recuerdo haber leído un relato de otro de sus negros, mi amigo León Salgado: Y ENTONCES SOLTÉ AL TIGRE. Pero por fortuna su locura no alcanza -de momento- tan peligrosos niveles. Hay tigres de madera, de plástico, resina, peluche, metal y hasta dibujados y pintados en cuadros varios, pero ningún felino auténtico. Entonces comprendo, acabo de ver la cubierta encima del cristal de la gigantesca mesa cuadrada del salón, que se trata de su nueva novela, su vieja novela porque lleva 14 años dándole vueltas y más vueltas hasta que ha quedado exactísimamente como él la quería. TIGRE MANJATAN.

Tigre Manjatan. CUBIERTA.
-No lo toques.
¿Y ahora qué? ¿No puedo coger un puto libro? Es bonito y tiene buena pinta, pero de ahí a que no se pueda tocar.
-Bueno, cógelo si quieres.
Lo ojeo más incómodo que interesado.
-¿Te importa si me quito la chaqueta, Javier? Hace calor aquí.
-Claro que no. Disculpa. La emoción del momento. ¿Te apetece tomar algo de beber?
Eso ya suena mejor.
-Un bourbon.
-¡Bourbon! Lo mismo que bebe El Tigre.
La cagaste Burt Lancaster, la cagaste, Flores. Pero bueno, he venido aquí a currar y currar es fundamentalmente aguantar al jefe. En mi familia siempre hemos sabido lo que es aguantar a un jefe.
-¿Cuándo ha llegado?
Por dos, la he cagado por dos, he hecho la pregunta del millón, la perfecta para intensificar aún más su euforia excesiva. Acaba de aparecer con una bandeja, esos vicios de diplomático, sobre la que hay una cocacola para él y un bourbon -sin hielo- para mí. Y me cuenta su “romántica” (imposible no entrecomillarla) historia del parto, de como el libro llegó en un sobre con el interior forrado de papel burbuja y eso le hizo pensar en la placenta de una mujer embarazada.
-No lo abrí hasta que llegó mi mujer. Si yo había existido a su parto lo justo es que ella asistiese al mío.
Y espero y esperó hasta que su mujer llegó del trabajo a las tantas como siempre y se encontró con su “genial” (de nuevo imposible no entrecomillar) marido que tenía la cámara de video preparada para filmar el “parto” (sic). Lo filmó pero no me enseña la grabación, sólo me lo cuenta.
-Mi chica hacía de matrona, me pedía que empujase y yo jugaba -se ríe, el muy capullo- a preguntar si se veía ya, si era niño o niña.
Zumbado como las marcas de Machín, ya lo he dicho antes.
-Y cuando ello lo tuvo entre las manos, como una matrona, dijo: no es niño ni niña, es Tigre.
Tigre Manjatan subway 1. Ilustración Daniel Fénix ¡Qué bonito! ¿Aplaudo, finjo una lagrimita y me paso la manga de la camisa por el borde de los ojos? ¿O le pregunto si ha hecho algo esta semana digno de contar, si ha comido con alguien interesante, paseado con algún amigo por Pintor Rosales o al menos ha acudido al taller de escritura cinematográfica que -se supone- está impartiendo en la Universidad de Alcalá?
-Ha quedado genial, ¿verdad?
Hombre, sí, no está mal, pero tanto como genial..., un libro como cualquier otro libro, como los cientos y cientos que siempre hay a su alrededor; pero entonces miro sus ojos exaltados y tras un tiento al bourbon asiento con la cabeza.
Tigre Manjatan. Subway 2. Ilustración Daniel Fénix-Genial, desde luego. Ha quedado genial.
Ya está contento.
-Si quieres lo dejamos por hoy, escribes lo del parto imaginario y ya está.
-Pero ¿y la universidad, y sus barcos imaginarios con los que tan contento está este año, y el pequeño éxito de la firma de libros en el Corte Inglés ayer sábado?
-Otro día, Flores, otro día. Han sido catorce años. Hoy hay que celebrarlo. Mira, me parece que hasta me voy a tomar un bourbon contigo. Vaya, sólo queda para un vaso. No vas a poder repetir, pero tranquilo, que en la despensa tengo una botella de tequila sin abrir.
Tequila con bourbon, la combinación ideal. En fin, sarna con gusto no pica. Yo fui quien decidió aceptar este trabajo. A paseo si el taxi de vuelta a casa me cuesta el doble de lo que vaya a ganar esta noche. Javier Puebla tiene razón, son catorce años y el libro -en opinión de su “modesto” autor- ha quedado genial. ¡Hay que celebrarlo!

“Nada ni nadie va a alterar mi buen humor, ni siquiera yo”
SOSIEGO, antilibro bailarín, y a veces (poquitas) optimista, de Javier Puebla

Pareja en una tarde de domingo. Pueblaroid de Daniel Fénix, 2008.  ©
©Daniel Fénix/Javier Puebla

 

“-¿Tienes algo contra el matrimonio?
-Para el dos por ciento de la gente es maravilloso. Los demás simplemente lo aguantan.”
EL LARGO ADIÓS. Raymond Chandler, traducido por José Antonio Lara.

27 octubre 008

Es lunes. El lunes veinte de octubre y estamos en el interior de la Universidad Carlos III de la Ciudad de Getafe. Javier Puebla y Lorenzo Silva ofrecen a un público no demasiado numeroso, entre el que apenas puedo esconderme y pasar desapercibido, la conferencia inaugural de GETAFE NEGRO, La Corporación y el Cuervo Blanco. Getafe negro. Somoza, Silva, Marías, Azpeitiafestival de novela policíaca de Madrid. Silva, con su potencia habitual, ese ritmo de locomotora tranquila e imparable que le convierte en un novelista nato, habla durante media hora de Chandler, Raymond, y Hammet, Dashiel; a continuación le toca el turno a mi jefe, a Puebla, que seguirá con Higsmith, Patricia, y Thompson, Jim. Pero ¿he dicho la hora qué era? No, no lo he dicho pero es importante que lo mencione para que quien siga las aventuras de quien me paga del mejor modo que puede hacerlo -dándome existencia- comprenda lo que sucedió a continuación.
La audiencia, no demasiado numerosa como ya he dicho, está cómodamente arrellanada en sus butacas del Salón de Grados de la universidad Carlos III cuando Puebla comienza su speech, a toda velocidad como es normal en él, aunque sólo llevaba en la joroba tres horas de sueño, y sucede lo inevitable: corre Julia Bureau, ángel de La FábricaPuebla como una bala o liebre o tigre durante unos metros, unos minutos y luego se para, desconcertado, blanco, quieto, sin saber probablemente siquiera donde está. Se queda en blanco. Pero lo dice. Lo dice cuando yo ya me estoy mordiendo las uñas y preparado para saltar de mi asiento y correr a sostenerle.
-Lorenzo, me he quedado en blanco. ¿Puedes seguir tú?
Y Lorenzo, rápido de reflejos como un guepardo, sigue el discurso de Puebla, hasta que éste se recupera, vuelve a tomar impulso y a correr y correr, en la velocidad de las palabras y la intensidad y pasión de la información provocando, claro, lo inevitable.
-Lorenzo, he vuelto a quedarme en blanco, ¿te importa seguir tú otra vez?
Y Silva, el impecable, vuelve a seguir, hasta que al tercer intento Puebla logra librarse de sí mismo, de la debilidad más fuerte que él y la conferencia es un éxito en el que hasta los huecos en blanco se rellenan utilizando las preguntas del público. Un público del que sale un hombre joven y sonriente, de mirada entusiasta y nombre no declarado, que se acerca a los conferenciantes y les felicita a Javier Puebla, Andrés Domínguez, Pedro de Paz, Eugenia Rico, Mavi Doñate. GETAFE NEGROambos, y al entristecido Javier Puebla de modo concreto:
-Ha sido genial lo de fingir que te quedabas en blanco.
-No he fingido, era verdad. Me he quedado en blanco.
Se ríe el hombre sin nombrey en sus ojos oscuros brilla una luz de astucia, mientras procesa la información, decidido a no dejarse tomar el pelo.
-Claro, entiendo que no puedas confesar que estaba preparado. Pero si no hubiese estado preparado Silva no podría haber reaccionado tan rápido ni tú utilizado nuestras preguntas para cubrir de negro tus supuestos momentos en blanco. Pero comprendo, comprendo...
Las manos del hombre sin nombre se extienden con las palmas abiertas hacia David Barba, Abasse Ndione, Lorenzo Silva. GETAFE NEGRO.Javier Puebla para callarle la boca, impedirle que estropee lo que él ha visto o querido ver.
-Comprendo que no puedas desvelar el secreto del mago. Tranquilo. Felicidades, felicidades a los dos en cualquier caso.
Y desaparece el hombre sin nombre, y entro yo en escena, Walter Flores, cojo a Javier del brazo, me lo llevo a la cafetería de la universidad para que coma algo, un bocadillo de jamón, y se beba un café bien cargado. Y quizá sólo yo sé, que sí que ha sido una representación lo que han ejecutado Lorenzo Silva y Javier Puebla, pero una representación real, porque el segundo -por supuesto- se había quedado en verdad dos veces en blanco. Y el primero, las dos veces, le había salvado. Y lo que habían hecho ambos, y yo lo sé y ahora se lo cuento a quien quiera leerlo, era poner en escena un juego que ambos practican desde que se conocen hace ya casi nueve años: son personajes de El largo adiós, la mejor novela de Raymond Chandler. Lorenzo Silva es Philip Marlowe, incansable y durísimo, y Javier Puebla es el desastroso, delicado y -¿por qué no decirlo?- débil hasta horrorizarse a sí mismo, Terry Lennox. Marlowe en la novela salva muchas veces a Lennox. Y al final, “largo largo adiós”, Terry Lennox se transforma en Cisco Maioranos y regresa en busca de una de las pocas personas que le han apreciado y cuidado en sus momentos más bajos. Pero, en la novela, Marlowe no acepta a Maioranos, su regreso de impostor, porque “ya no es triste, solitario y final”. Y ese es el intento, el empeño -lo sé porque me lo ha contado- de Puebla/Lennox con Silva/Marlowe, que vuelva a aceptarle como amigo, que los débiles alcanzan a moverse sobre la tierra sólo hasta donde Equipo de Radio Ritmo Getafe 99,9 fm. www.radioritmo.orgles llegan las fuerzas, pero eso no significa que no den siempre, absolutamente siempre, lo mejor de sí mismos a sus amigos. De modo muy especial y antes que a nadie... lo mejor de sí mismos... a sus amigos; a sus tan poquísimos verdaderos amigos.
Y eso es lo que yo, Walter Flores, vi en el escenario de la Universidad Carlos III una mañana de lunes en la inauguración de la primera semana negra de Getafe/Madrid. La continuación de la novela de Chandler, El largo adiós convertido en El largo hola, la reconciliación, el mutuo apoyo, de dos viejos y muy muy diferentes amigos: Silva y Puebla. Marlowe y Lennox (el segundo oficialmente muerto, moviéndose por el mundo con un pasaporte mexicano en el que puede leerse su actual nombre, Cisco, Cisco Maioranos).

El largo adiós, de Chandler. Edición  Seix Barral, julio 1973. Era de mi tío Manuel Rabanal Taylor; me la dejó y me la quedé.

 

“Si tuviera verdaderos problemas en su vida, no querría inventárselos ni tendría por qué hacerlo”
NICK HORNBY, Un gran chico / About a boy

3 noviembre 008
Está en Alcalá, Javier Puebla está en Alcalá, pero no en el aula donde se supone imparte su excéntrico taller de escritura cinematográfica, sino en el centro de salud más cercano. No, por favor, ruego no se alarmen, al maestro no le ha pasado nada, se trata de un alumno y tampoco deben de alarmarse por él, le darán tres puntos, la clásica ración de vacuna antitetánica y listo, ¡a seguir rodando! El alumno se llama Javier, y ha aparecido en clase como si el cine se hubiese colado en la vida: dos golpes en la puerta y luego su fabulosa entrada, vestido de negro de la cabeza a los pies con un hilo de sangre dibujado desde el lóbulo frontal izquierdo hasta el cuello. Puebla primero piensa que se trata de un montaje, ya que está animando a los asistentes al taller: María José, Virginia, los dos Javieres, Agustín, Ernesto, Ignacio... a que rueden su propia película; no sólo que la escriban y mucho menos que aprendan o simplemente escuchen como debe hacerse. La idea es contagiarles el virus, las ganas de crear -porque nunca es malo, siempre es bueno y divertido, como jugar, la única forma de jugar cuando los años nos convierten en adultos. Y por eso piensa Javier, el profesor, que Javier, el alumno, está jugando, interpretando un papel, realizando un doble mortal, una pirueta insospechada sobre el alambre que remata con una frase que suena ficticia:
-Disculpad que llegue tan tarde.
-No pasa nada.
-¿Podría acompañarme alguien a un hospital?
Y entonces Puebla se levanta de la mesa situada en el escenario (porque el entarimado, de obra, que usan los profesores es un escenario, como cualquiera sabe) y va a felicitar a su alumno aventajado, pero mientras avanza primero duda, y luego descubre estupefacto que es verdad, que se ha pegado un golpe en la cabeza contra una verja oxidada y está sangrando con sangre auténtica.
Le acompañará él mismo, ¡le acompañarán todos!, decide sin dudar. Y así la clase se prolonga durante más de una hora, y hasta termina, en la sala de espera de un centro de salud, pero opina que ha sido una buena clase, la mejor, ha conseguido que todo el grupo, a quien Puebla ya ha bautizado como AAD7 (Asociación Accidental Dante Siete), sea capaz de centrar su potencia y atención en un objetivo común: cuidar a un compañero. El siguiente paso será, si hay suerte, que ese apoyo se produzca en las películas y guiones de unos y otros; quizá hasta salga una obra genial y sorprendente de la AAD7; aunque el grupo no dure, aunque sea una “asociación accidental” y su floración dure lo que dura cualquier primavera.

Pero es viernes y ahora está en la radio, concretamente en Onda Regional de Murcia donde a Javier Puebla primero le entrevista su colega el escritor Gregorio León, y luego el gran Jacinto Nicolás (el entrevistador más brillante que ha conocido nunca; está -Javier Puebla- agotado, pero desde la cabina donde estoy en compañía de Mariano Reverte, le veo encenderse durante los diez o quince minutos que dura la conversación con Jacinto Nicolás; y luego él mismo, en el coche, me lo confirma, alaba -entre asombrado y agradecido- el talento de alguien a quien apenas conoce pero que, en segundos, ha logrado hacerle sentir tan cómodo y bien acompañado como si estuviera cenando en su casa con su mejor amigo).

Javier Puebla no sale de casa, apenas sale de casa (está en Murcia), durante el fin de semana. Se lee UN GRAN CHICO de Nick Hornby de un tirón, no consigue recordar el segundo nombre, o primer apellido, del autor de GUANTES DE Julio Manuel de la Rosa, autor de la magnífica novela Guantes de seda. "Luis Riera vivió una época donde la apariencia de moralidad impuesta con mano de hierro por la iglesia era terrible, como también lo era la ley de vagos y maleantes. Riera tenía su buena apariencia, un deportista de élite, un campeón de Europa. Eso era la puerta principal de su casa, pero también había una segunda que se abría cada noche y por ella se escapaba furtivo y disfrazado Luis Riera, mister Hyde, transformado en Concha Piquer."SEDA, Julio -algo más- de la Rosa; pero sí recuerda su tono de voz hipnótico mientras desgranaba las mejores anécdotas que Puebla había escuchado en su vida, y ha escuchado muchas, sobre boxeo. Antes había sido García-Posada, el gentil y tan temido crítico literario, quien había hecho olvidarse de sí mismos a los asistentes a la comida organizada por Begoña Minguito para hablar del libro, y sus historias eran -claro- literarias. Puebla está en esa comida por casualidad, o más bien por caballerosidad, un amigo le ha llamado en el último momento -“queda un sitio en la mesa y me encantaría que vinieses”- y no esperaba ni de lejos pasarlo tan bien, poder huir de Madrid estando sentado en un restaurante situado en el centro de ese mismo Madrid del que ya está harto y por eso lo amplía y amplía: Getafe, Alcalá... y se apunta sin dudarlo cuando su mujer le propone que les acompañe a Murcia.
¿Qué le pasa a Javier Puebla? ¿Por qué está tan cansado? ¿Por qué quiere escapar de Madrid? Es fácil... “la noche tiene la luz y el día la mata”. Y está saliendo el sol sobre él. Madrid se está llenando de Tigres. De Tigres ManjatansManuel Domínguez Moreno con TIGRE MANJATAN entre las manos.. De las portadas de su novela, y de algún modo oscuro y extraño no quiere que le pregunten sobre ella, no quiere promocionarla; quizá porque sabe que debe de hacerlo. O tal vez porque la ha tenido catorce años largos dando vueltas por sus cajones, su ordenador y su cabeza y la quiere fuera, fuera y lejos. ¿No ha creado un Tigre? Que ruja solo, que se defienda solo.
-A las entrevistas, en el futuro, vas a ir tú, Flores.
-Pero señor Puebla...
-Lo harás fenomenal. Eres un farsante nato. Nadie se dará cuenta y si alguien nos descubre..., pues mejor, ¡más diversión, más promoción!
-No.
-Sí. Yo no voy a ir, Flores. Estoy enfermo, como envejezco, estoy enfermo, como envejezco...
Imita a Coppini, Germán Coppini en su época de Golpes Bajos, el primer disco, que a mí me encantaba pero no imaginaba que a mi boss también. Me uno a él, ambos levantados del asiento, cantando a dúo:

Me dejas solo¶
ya ni lo siento,
no escribes cartas¶,
no te contesto, cuando te llamo,
me das excusas, te da verguenza, y te comprendo,¶
essstoy enfermo,¶ como envejezco,
¡estoy enfermo, como ¶ envejeezzzzzco
essstoy enfermo,¶ como envejezco,
¡estoy enfermo, como ¶ envejeezzzzzco

Ya no te sigo, ya no soy ¶ duro,¶
mira que entradas, me he vuelto viejo
estereotipado, ¶casi dos gestos,
perdí la voz, me dabais miedo¶.
essstoy enfermo, como envejezco,
¡estoy enfermo, como envejeezzzzzco¶
Estoy enfermo, ¶enfermo, ¶viejo, ¶viejo¶,
¡envejezco!¶¶¶
¡Viejo! ¡enfermo!¶

¿Enfermos? ¿Viejos? Lo que estamos, ambos dos, es como cencerros. Pero ¿y lo qué nos estamos riendo?
-Chist, calla, tío, que estamos en la casa de mis suegros...
Y eso hace que vuelva a estallar en carcajadas, al imaginarme a su familia “de ley” saliendo en pleno a las 2,21 de la noche para contemplar el espectáculo de un escritor de mediana edad y su muy serio secretario dando saltos y cantando sobre las melenas de la fregona como si fueran un micro.
-¡Qué te calles!
Pero aún nos pasamos casi tres horas, acodados en la barra de un bar, riéndonos de nada, planeando travesuras como si fuésemos adolescentes y tuviéramos la menor oportunidad de realizarlas. Como si no estuviéramos enfermos, como si no envejeciéramos... Entonces se me ocurre la idea de pedirle al barman la canción, y la tiene, y el bar entero -cinco personas- acaba haciendo el trenecito que se descarría sobre los sillones porque “está enfermo y envejece”, y por no llorar, el trenecito, se muere de risa.
-Espero que no estés pensando en escribir sobre esto, Flores.
Nos han echado, amablemente, del bar. Amanece sobre las calles mojadas. Anoche -no era mi imaginación- llovió lo suyo. Me enfrento con mi patrón y me cuadro como un soldado, antes de responderle con el corazón en la mano y el alcohol en todo el cuerpo.
-Por supuesto que no, señor Puebla. ¿Por quién me ha tomado? Puede usted irse a dormir tranquilo, ya sabe usted que para mí su imagen de hombre serio y cabal, es lo primero.

Abre plano y la pareja de hombres se hace pequeña en el centro de una calle larguísima y desierta, deliciosamente solitaria e infinita...

¿Me despedirá por mi traición la semana que viene Javier Puebla y continuará escribiendo él mismo su diarioweb? Yo no apostaría por mí; pero eso es algo que nunca he hecho, apostar por mí, por eso me conformo con ser el secretario de alguien que si ha tenido la audacia o inconsciencia de hacerlo.

Walter Flores, ciudad de Murcia, último sábado y primer domingo de noviembre, días de los muertos.

 

“De todas las estratagemas, saber cuando retirarse es la mejor”
ANDY OAKES. El primer ciudadano.
(Gracián ya había escrito lo mismo de otra manera en su Oráculo Manual: Arte de la Prudencia: “Lo más difícil de correr es saber cuando detenerse”, pero dado que es una verdad tan difícil como evidente opino que no está nada mal que la remache Andy Oakes, el autor de la inolvidable Ojo de dragón (mismo protagonista que El primer ciudadano; la traducción de Mariano Antolín Rato, una maravilla que hasta mejora el original en algunos pasajes, como muchas otras veces).
Andy Oakes es un narrador con voz propia. Creador del comisario de policía Sun Piao, en la cambiante ciudad de Shanhai

10 de noviembre 008

(Walter Flores, por motivos que, de momento, no voy a hacer públicos, se retira esta semana de la redacción de mi diarioweb y soy yo, Javier Puebla, quien vuelve al ruedo, cabreado según parece; muy cabreado. Espero que Walter no me haya robado ya a todos mis lectores fieles)

ESPERANDO AL MENSAJERO

Estoy en mi despacho, aterrorizado, esperando al “mensajero”. Hace ya tres semanas que una empresa de mensajería radicada en Torrejón (según una de las llamadas intimidatorias) o en Alcalá (según otra de las llamadas, no menos amenazante) tiene un paquete a mi nombre que contiene, espero, cuatro libros de autores de los que me gustaría hablar en alguna columna o en mi -incomprensiblemente muy visitado- diarioweb. ¡Tres semanas!
-¡Hemos pasado por su casa dos veces y no les hemos encontrado!
-Pe... perdón. Oh, socorro, cuanto lo siento. Me siento tan miserable por no pasarme veinticuatro horas diarias en casa pegado al micro del portero automático por si, de repente, aparece un mensajero. Disculpen, aunque en mi descargo oso decir que no me han avisado, ni tampoco dejado un humilde papelito en el buzón para que a partir de ese momento me dedicase a comer, dormir... y demás necesidades ineludibles, bien cerca, pegadito al portero automático.
A tomar por saco, le vamos a dejar a usted un papelito en el buzón. Ni siquiera responden a lo del papelito en el buzón ni la llamada uno, ni la dos, ni la seis. ¿La seis? ¿Las seis, quiere usted que le dejemos el paquete después de las seis de la tarde? ¡Nuestros mensajeros no reparten ya a esa hora!
Pueblaroid de Daniel Fénix, en la que no se reconoce al modelo, la modelo, ni a través del ADN; es lo suyo.Dios mío, y luego decimos de los funcionarios; cuando estuve destinado en África he salido de la cama a las cuatro de la noche para rescatar de comisaría a un empresario o trabajado cinco domingos seguidos preparando una misión comercial; pero claro... la fama de que donde se trabaja de verdad es en “la privada” no la cambia ya nadie. Los mensajeros de la empresa PRIVADA de Alcalá o Torrejón (podría averiguar el nombre pero voy a ser bueno; o no; ya veré) a partir de las 6 de la tarde se dedican a tocarse las pelotas, o beber cañitas o mirar a las musarañas de las dos Españas. Pero consigo encontrar una solución, soy hombre de recursos: el miércoles estará la asistenta y pueden pasar entre las cuatro y las seis. Ah, paz. Pero ¡sucede que la asistenta habla con mi señora para cambiar el miércoles por el martes la semana en cuestión! Así que aquí estoy yo, temblando de terror o de ira o de risa satánica (me he puesto a los Bauhaus y pedido a mi antónimo, Frederic Traum, que escriba un relato titulado MATAR -CON TORTURA- AL MENSAJERO; siempre nos queda la ficción cuando no somos Julio César y carecemos de un ayudante efectivo, tipo Bruto, para que le retuerza el pescuezo al emisario enviado por el farsante o falsario). Hace un momento, lo juro -real, auténtico- ha sonado el timbre del portero automático. Aún no eran las cuatro pero tal vez se habían adelantado -ellos sí pueden hacerlo, están en su derecho, llegar cuando les salga de la testosterona- los correos procedentes de Alcalá o Torrejón (según el chulito o chulita de turno), pero no he podido abrir porque han llamado a todos los timbres y el sistema se bloquea; ¿habrán oído hablar los heraldos altivos y terroríficos de que existen esos sistemas modernos y tan lerdos que se les bautiza inteligentes, de que no pueden llamar a diez timbres sin esperar hasta ver si alguien responde? ¡Hijos de la gran puta! Pero tal vez estén pagando justos por pecadores. Dios, estoy paranoico perdido. Puede ser que se tratase de buzoneo y aún aparezcan entre las seis y las cuatro, ahora son menos cinco. Pero ¿y si han sido ellos y me quedo aquí hasta las seis para nada, incapaz de trabajar y dejando mil asuntos pendientes fuera de mi casa-despacho? ¿Cómo es posible que no repartan después de las 6? Ni Anaya ni Planeta ni Siruela ni Anagrama han tenido jamás problemas para hacerme llegar sus libros. ¿Y ahora tengo que quedarme aquí hasta las seis, pegado a la silla e incapaz de hacer nada a causa del nerviosismo, miedo, terror, intranquilidad, zozobra que me produce mi delito de no vivir pendiente de la llegada de un mensajero? Me están creciendo los colmillos, y si aparece el mensajero voy a lanzarme a su cuello. Silencio a los Bauhaus y apago el iPod. Ya lo he decidido: me largo. A paseo con el mensajero. Que se la chupe su padre; yo no.

FINAL FELIZ: Al filo de las seis aparece el mensajero con el deseado paquetito, y además “la trae chupada” de casa, así que me limito a poner cara de perro más ladrador que mordedor y le digo que bueno, que no se repita, que (ya veremos si es verdad o no) de momento “quedamos como amigos").

AAD7-Asociación Accidental Dante 7, grupo cinematográfico de Alcalá de Henares
(en la imagen 6 de los 7 miembros del grupo de creadores cinematográficos AAD7,
Asociación Accidental Dante 7, de cuyo pupilaje me encargo desde hace unos meses)

No hay nada más gracioso que la desdicha”
SAMUEL BECKETT, citado por Jerry Stahl en Yo, Fatty (recién publicado por Anagrama, altamente recomendable)

17 noviembre 008

Un correo, un sólo correo electrónico, bastaba para salvarme, para permitirme regresar a esta página web. Y llegó. Llegó un correo, sólo uno, firmado por Herminio Castillo (gracias por los injustificados piropos a lo florido de mi prosa, y sobre todo por haber intercedido para salvar mi trabajo... y existencia; le debo uno). Y como llegó un correo, apreciados lectores del diarioweb de Javier Puebla, no es él quien continuará escribiéndolo, sino yo -al final hasta me creeré que tengo madera de narrador- el paciente Walter Flores, al servicio de Javier Puebla, Herminio Castillo... ¡y nadie más! (¿Acaso debería yo de preocuparme por quienes estaban dispuestos a dejarme desaparecer?)
Javier Puebla y Pedro de Paz, boxeando contra el mundo; y venciendo.Pero, veamos, esto es trabajo. ¿Qué ha hecho Javier Puebla esta semanita? Lo más divertido, sin duda, el Pedro de Paz, versus Javier Puebla, combate de boxeo literario en el ring-librería Estudio en Escarlata, situada junto al corazón de Mad Madrid, y concretamente en la arteria llamada Guzmán el Bueno, número 46 (esquina Fernández de los Ríos), un lugar especializado en Holmes, novela negra y policíaca, thrillers, cyberpunk, cómix... Sí, ya sé que es publicidad lo que estoy haciendo, pero me ha dicho el boss que la haga, que publicite la librería, que diga que ESTUDIO EN ESCARLATA es una librería maravillosa y que además allí se encuentran todos sus libros, y los de su rival, el imbatido escritor Pedro de Paz, autor de la exitosa -excelente como un buen Tintín- novela El Documento Saldaña. Durante una hora, aprox, ambos escritores estuvieron haciendo fintas, golpeándose en los guantes y dejando al personal con ganas de más, de que se repitiesen eventos imaginativos de ese tipo, una contra-presentación (yo te presento a ti, tú a mí, y las copas nos las tomamos juntos con quien venga a vernos). La librería estaba a rebosar, es pequeñita, pero se me puede ver en el fondo de la foto que aparece en la ilustración titulada: En primera fila Rubén y Lorenzo, lectores de excepción. De pie, el gran -literalmente- David Panadero.SUBID UN POCO MÁS LOS LIBROS, JODER, QUE NO SE VEN, que aparece en esta misma página. El combate había despertado una inusitada expectación, y allí estaba la flor y nata del foro Abrete libro, y en internet el mismísimo hermano golfo de Moriarty (a quien en estos pagos se conoce como Montero Glez; pero -naturalmente- es un nombre falso) dedicó una entrada en su popular blog (no acaba de gustarme esa palabra, preferiría un número modelo “el 1514 de Montero, o el 1719 de Reig, por ejemplo; calles infinitas en las avenidas de Internet; ya, ya sé que soy un contable de morondongo y estoy lleno de taras y deformaciones profesionales). Todos se lo pasaron muy bien, yo también (porque aunque el boss no me presentó a nadie estuve hablando largo rato con una chica de ojos azules a quienes sus amigos llaman Felicidad; + o menos, esa palabra en otro idioma).

En otra juerga bastante divertida estuvo metido el señor Puebla el día siguiente, que si mal no recuerdo era viernes y hacía un frío que pelaba, por lo que habría sido normal que no hubiese un alma en el Cadillac, de Fish Street (también conocida como calle del Pez) 16, pero el local estaba a reventar -¿no había crisis de no sé qué?- pues debutaba el burlón grupo teatral PEDRO NO, liderado por el genial Ángel Arteaga, que ha montado un espectáculo imprevisible (brillante en su puesta de largo) basado en la improvisación a partir de las sugerencias del público (más cojones que Espartaco, oigan). Entre los actores estaba la muy querida -para el señor Puebla, yo no sé lo que ve en esa chica; bueno, sí lo sé- escritora, amén de actriz y pintora, Amparo Baliño. Y si Puebla no fue el sexto actor del grupo no se debió a su falta de ganas sino a un pudor insólito en él (aún así se subió al escenario, se quitó y se puso el sombrero, dio dos pasos de rock y tres de sardana, y tocó el ombligo a un timbre durante un rato bastante largo).
-¿Más cosas, jefe?
-No, Flores. Creo que está bien por hoy. Había pensado pedirte que escribieses algo sobre lo de APADRINA UN ANIMAL EN EXTINCIÓN, apadrina a un tigre, a un tigre urbano, a Tigre Manjatan...
-Para la semana que viene, ¿vale? Hoy toca fútbol, jefe, que es domingo, y aunque a los escritores no suele gustarles mucho (hay excepciones gracias a Dios), a los contables nos encanta.
-Está bien, Flores, la semana que viene hablaremos de adopciones, de los Dante7 y sus pelis y de lo que surja. Gracias por volver.
-Déselas a Herminio Castillo.
(Observe el lector que vuelvo a apearme del tuteo, demasiado familiar, con el jefe).
-Se las daré. Oye...
(Vaya, no se ha enterado que le estoy llamando de usted).
-Sí, dígame, boss.
-¿Podrías dejarme algo? Estoy pelado.
-¿Algo? ¿Se refiere a dinero?
Esa sonrisita de no haber roto unas bragas en su vida (con lo bala que era de jovencito) y una afirmación de cabeza.
-¿Con veinte euros se apaña?
-¿Podrían ser treinta?
Joder, qué morro tiene el jefe. Le doy los treinta, y los apunto en su “debe”. Cuando haya vendido el primer millón de ejemplares de su Tigre Manjatan ya me resarciré; un contable -cuando se trata de números- siempre sabe lo que está haciendo.
-Gracias, Flores. Que gane tu equipo.
Ala, mi equipo. Cómo no sabe cuál es lo dice así, en genérico..., aspirinas, que todas sirven para quitarse el dolor de cabeza, ¿verdad señor Puebla?
-Volveré el próximo domingo, como de costumbre, ¿okey?
-Claro, el próximo domingo te estaré esperando; o te dejaré la llave en el bar de siempre. Feliz semana para ti, y para todos “tus” lectores, Flores.
-Gracias, maestro. Abríguese si sale, que ya no tiene usted veinte años ni está para ir saltando por la calle en camisetita en pleno invierno.
(Al instante me arrepiento de mi impertinencia, de insinuar que el jefe ya está viejo. Capaz de despedirme otra vez y que, en esta ocasión, no llegue ni un solo correo electrónico para salvarme el pellejo).

(Walter Flores, 3º domingo de noviembre de 2008 en la Villa y Corte; aunque mi jefe se empeñe en hacerse el moderno y llamarla siempre Mad Madrid)

El hombre oscuro apoyando el lado más luminoso de su cara sobre el lomo del Tigre Manjatan

“No existe ni existirá nunca una Historia verdadera, porque a nadie le interesó jamás la verdad, sino que su versión prevaleciera sobre el resto”
EL BLOG DEL INQUISIDOR, Lorenzo Silva

 

24 noviembre 008

-¿Qué hacemos hoy, patrón? ¿De qué hablamos? ¿Comidas literarias, desayunos cinematográficos, asesinatos radiofónicos?
-No sé, Flores. Acabo de escribirme dos columnas seguidas, para Cambio y La Opinión, y en verdad en verdad te digo que no estoy de humor; lo que me gustaría es salir a dar un paseo.
-Pues no se prive, jefe. Déjeme el diario que lleva siempre en el bolsillo..., y ya me encargo yo.
-¿El diario que llevo en el bolsillo? ¿Te has vuelto loco?
-Soy de confianza, señor Puebla. Claro que lo sería más si esos atrasos en los pagos...
-Todo se andará, Flores. Por cierto, si me adelantas cincuenta euros más me irían fenomenal; ya sabes que cuando venda...
-Un millón de ejemplares de Tigre Manjatan, sí, ya sé.
(Lo que él no sabe es que he estado dando vueltas por varias librerías y Juan Naranjo, librería Hipercor Méndez ÁlvaroTigre Manjatan se está vendiendo mejor que en sus sueños, con un poco de mala suerte la edición se agotará antes de que llegue la navidad, y al grupo Anaya no le dará tiempo a reeditarlo hasta enero; pero aún así... Cobraré mis préstamos con creces).
-Toma, Javier, te paso cien, que me han pagado en efectivo la contabilidad que llevo para un grupo de... un grupo de gente que les gusta, amén de lo obligado, tener un recordatorio de sus números según su propio sistema.
-¿No estarás haciendo nada ilegal, verdad Flores?
-Jamás, Javier. Alegal, a lo sumo, pero ilegal: nunca; me faltan huevos; esa es la verdad.
(Pero no me faltan para tutear al jefe cuando tengo dos billetes de cincuenta pinzados entre los dedos y él se muere de ganas de cogerlos).
-Con cincuenta me llegaría...
-Bah, somos amigos; no sólo trabajamos juntos. Coge los cien y cómprale algo a tu padre, que hace unos días cumplió 83 años.
-Cierto, veo que estás en todo..., amigo mío. Comimos, mis padresMi familia: mi padre cumple 83 años., mi hermano y yo, en La Corralada, el restaurante al que solía llevarnos los domingos mi abuela materna, Maxi..., cuando aún vivía, claro.
Los intelectuales y sus afirmaciones metafísicas. ¿Tengo tanta cara de tonto como para que Puebla tenga que explicarme que su abuela Maxi les llevaba a comer cuando estaba viva? Claro que, pensándolo bien, tal vez lo ha dicho para dejar claro a quien no lo sepa que su abuela no tiene la edad de Francisco Ayala y está encarcelada en una residencia de ancianos.
-¿Por qué no me dejas el diario y te das ese paseo?
-Okey, me fiaré, pero no pongas nada de la cena con Matellanes, y menos que una amiga suya, y célebre escritora, sigue su vida y andanzas a través de mi diario.
-¿Pero pongo que fue su cumpleaños?
-¿Cómo lo sabes?
-Un buen secretario...
-Vale, Flores. Tú mismo. Tampoco pongas lo que sucedió en Alcampo; eso se lo he prometido a Salgado para que escriba un cuento protagonizado por Panizo: NO TE COMPRENDO, ¿te gusta el título?
-¿No podría escribirlo yo?
-Esa ambición, Flores, acabará perdiéndote.
-Ya, pero sé de que va el asunto y entiendo que le iría mucho mejor a Tigre Manjatan el tema que a Panizo, con perdón de la madre distribuidora de temas, que es usted, maestro; y ya que estoy dándole a la teclita para contarle al mundo la vida y milagros de Javier Puebla, y que me acabo de leer la novela..., me podrías dejar probar fortuna.
Nuestra sombra, a veces, es más larga que nosotros. Otras veces.... no.-Los relatos de El Tigre suele escribirlos Traum; y luego los reviso yo.
-Joder, patrón, con tanto negro literario a su alrededor la gente va a pensar que sigue usted viviendo en África.
-Okey, prueba a escribir ese Tigre. Sigue esta línea: el aparato en cuestión es un regalo para su madre por el día de su cumpleaños..., y luego utilizas lo del diario, y le pegas un giro de muñeca al estilo de Doctor Manjatan en algún sitio; tampoco al final, que es demasiado fácil.
-Gracias, gracias. Ya verá que cuentazo me marco. Caray, el diario... Pero, ¿y Sosiego?, el anti-libro, ¿no puedo quedármelo también? He visto que últimamente está lleno de dibujitos (autorretratos o algo así).
-¿Enredas en mis papeles, Flores?
Pero bueno, ¿qué se ha creído el Javier Puebla este de los cojones?
-Por supuesto que enredo en tus papeles, Javier. Lo considero mi trabajo.
Se ríe. Le importa un bledo. Es lo bueno y lo malo de trabajar para este tío, que todo le importa un bledo. Bueno, al menos la entrevista que le va a hacer Javier Mateo para la tele el lunes (Intereconomía, se emitirá el siguiente fin de semana o dentro de dos) le tiene encantado.
-Es un conversador excelente; Javier Mateo. De los mejores que me he encontrado nunca en los medios de comunicación.
-¿Y la crítica que ha hecho de su novela Pedro de Paz para literaturas.com podemos incluirla ya en la web?
-De momento mejor no, Walter. Lo suyo es que la lean en literaturas.com; y si no sale en el mes de diciembre..., ya veremos si publicamos un adelanto. ¿Me llevo el sombrero negro o el Stetson? ¿Crees que va a llover?
Esto para ponerse a mear y no echar ni gota. Hasta tengo que saber el tiempo qué va a hacer, si lloverá o no, si Puebla se pone un sombrero hongo o la boina que le robó al sobrinito nieto de Pío Baroja. Hay que joderse.
-El negro. Hasta que no se agote la primera edición de Tigre Manjatan yo me pondría siempre el negro.
-Walter, Walter..., que se empieza así y se acaba haciendo magia negra y vendiendo recetas infalibles para acabar con los enemigos sin tocarlos en un mercado de Marrakesh.
-Vete a dar ese paseo, Javier. Que te lo has ganado. Pero déjame el Sosiego, escaneo un dibujo, sólo uno y ya. Para que la gente vea lo mal que se te mover el boli.
-Los dibujos no son míos...
-Ya, ya. Nada es tuyo. Los cuentos te los escribe León, las fotos las hace Daniel Fénix, los asesinatos los comete Traum, las pelis las graba Ram Rendel y los dibujos son del mítico Jack The Monjas.
-Exactamente, sí; así es.
-Heterónimos, y un Antónimo.
-Tú conociste a León...
-Yo, sí, claro, porque yo soy Walter Flores. Pero ¿le conoce alguien más? ¿Acaso se cartean o escriben León Salgado o Jack The Monjas con alguno de sus seguidores?
-No sé, tendrías que preguntárselo a ellos. Oye, estás muy pesado, vente a dar el paseo conmigo, nos tomamos unas cervezas y hablamos de otras cosas, ¿vale?
-Pero, ¿y el diarioweb de esta semana?
-Lo tienes fácil. Sé que estás grabando lo que estamos diciendo con tu móvil. Basta con que transcribas la conversación.
-Okey, trascribiré la conversación..., pero el paseo no me apetece. Váyase usted solo.
-Pero Flores...
-Nada de “pero Flores”, que luego el trabajo pendiente -mientras usted duerme o sueña o lo que sea que haga cuando se tumba en la cama- tendré que hacerlo yo.
-Tú mismo. Di algo sobre EL BLOG DEL INQUISIDOR.
-Ya he preparado una frase subrayada por usted al principio. Creo que es suficiente. Y no admito que me pida una crónica sobre sus audaces cineastas de Alcalá; cuando los 7 terminen sus cortos... ya hablaremos de ellos. Que se divierta, señor Puebla. Estaré aquí cuando vuelva; pero no se preocupe, usted cuéntele su cuento al niño, como todas las noches, que del resto de la página web hoy ya me encargo yo.
-Gracias, Flores.
-De nada.

.... Guau, se va, y me ha dejado el diario y ¡Sosiego! Voy a pasármelo como los indios cotilleando, ¡cómo mola! ¡qué pasón!

Sosiego, antilibro. Páginas  del 17 y 18 de nov de 2008. Facsimil

(Walter Flores, sábado 22 de noviembre, ocho de la tarde; y con calor por culpa de la maldita calefacción. ¿O será porque estoy leyendo lo que escribe, de su puño y letra, sobre mí el mirífico individuo que tengo por patrón? Literalmente: “con un secretario como Flores siento que mi potencia se multiplica por veintidós”. ¡Que bonito! Aunque no entiendo, ¿por qué por 22? Nunca comprenderé a los artistas; capaz de haberlo escrito sabiendo que lo leería para que me comiese luego yo solo el coco. Por 22. ¡Ya lo entiendo! Lo entiendo. Dentro de poco tendré un secretario, para que escriba por mí, también yo.)

“Rara vez una historia magnífica es totalmente cierta”
JERRY STHAL, Yo,Fatty (Anagrama, Panorama de narrativas 715, nov 2008)

 

1 diciembre 008

Eran las nueve de la noche del viernes 28 de noviembre de 2008 cuando la melodía de Kill Bill comenzó a sonar en el despacho de Javier Puebla, indicando que alguien deseaba comunicarse con él a través del “telefonino móvil”.
-Sí.
-Buenas noches. Soy el alcalde de San Fernando de Cádiz. Acabamos de abrir el sobre con la plica correspondiente a “La contrametamorfósis” y le llamo para comunicarle que es usted el ganador del concurso internacional de novela Luis Berenguer de este año.
Javier Puebla se quedó sin habla, aunque dijo tonterías, frases hechas absurdas empujadas por unos pulmones de los que había desaparecido el oxígeno y sólo persistía la buena voluntad. Gracias o que emoción o menos mal o ¿de verdad voy a poder seguir sobreviviendo en el mundo de la literatura?
Media hora después era una periodista, Pilar Vera, para preguntarle sobre la novela y aquí ya Puebla fue capaz de decir que es la segunda de la serie, una serie atípica, de las protagonizadas por Tigre Manjatan, y que le hacía especialmente feliz haber ganado un concurso en Cádiz, porque de allí (o muy cerca, no estaba seguro) era la persona por quien y para quien había escrito la novela, Carmen Arcoba, una mujer excepcional, y que él escribía -y en particular en el caso de la serie de Tigre Manjatan- para resucitar a los muertos, o para al menos recordarles a los vivos que determinadas personas que él había querido especialmente -su abuela paterna, Marta Rabanal, Carmen Arcoba, José Ignacio Soria, Boli Recio...- habían existido y no merecían el olvido sino el recuerdo, la persistencia en la memoria de los que aún, temporalmente, por aquí seguimos.
Y luego vino el vacío. Le tengo sentado frente a mí, para ser exactos: a mi espalda, en la silla que utiliza para trabajar en el Mac, leyendo el Yo, Fatty, de Jerry Stahl, mientras yo escribo. Antes, claro, me ha contado que el lunes estuvo en los estudios de televisión de Intereconomía, en Castellana, grabando A los ojos, el programa del brillante y cálido Javier Mateo con Tigre Manjatan en las manosJavier Mateo (a quien fotografió, genio y figura, con un ejemplar de Tigre Manjatan entre las manos para la sección de su página web APADRINA A UN ANIMAL EN EXTINCIÓN, APADRINA A UN TIGRE, A UN TIGRE URBANO, A TIGRE MANJATAN). A Puebla le gusta tanto que le invite a su programa Javier Mateo como quedar a tomar café, o un whisky, con él en cualquier sitio, porque los conversadores cercanos y brillantes son conversadores cercanos y brillantes en cualquier sitio; y no abundan.
Aunque el miércoles tuvo la suerte de encontrarse con otro gran y divertidísimo conversador a quien hacía más de veinte años que no veía: Moncho Alpuente, colegazo del alma en los tiempos que la Banda de Moebius existía y él, y Moncho y Juan Luis Recio y Leopoldo María Panero y Xaime Noguerol y Eduardo Bronchalo y Eduardo Haro Ibars y Juan Carlos Dolcet y otros muchos crecían en el infinito (cuya representación matemática es precisamente la banda de Moebius, y sin duda por ello eligió ese nombre Juan Luis Recio para su mítica editorial).
-Moncho, tío. No me reconocerás, porque no me parezco nada a mí mismo.
Las personas que había a su alrededor se rieron. Sin duda no habían leído SONRÍE DELGADO, porque si la historia de Sonríe Delgado fuese cierta, ¿y quien dice que no lo sea?, el actor que interpretaba a Javier Puebla en 1980 no es el mismo que lo interpreta en 2008. Pero Moncho recordaba al personaje, al Javier Puebla que coordinó el mítico libro de homenaje a John Lennon que publicó la Banda, la Banda de Moebius, y el reencuentro fue una delicia, el principio -quizá- de una amistad restaurada. Ambos estaban, como consejeros de la librería Fuentetaja, en la gran mesa que había organizado Jesús Ayuso en Casamaría, un restaurante al que la próxima vez no pienso permitir vaya solo mi jefe (yo habría hecho más fotos, apuntado todos los nombres), que está en el segundo piso de la Casa Palacio sita en el número 34 de la calle Atocha, ciudad de Madrid (Mad Madrid, que dirían el Tigre y mi patrón).
Le miro, miro a Puebla, y compruebo que sus ojos están fijos en un punto de la página; está distraído, volandero, con el pensamiento enredado en ramas lejanas de las que no me va a dejar escribir. Parece triste, a pesar del premio que le acaban de conceder, y de que su libro está -parece- funcionando bien. Lo presenta oficialmente el jueves día 11 de diciembre en la librería Fuentetaja, a las siete de la tarde, y le ha pedido a Emilio Pascual, aún no tiene respuesta, que le acompañe en el show; porque las presentaciones del señor Puebla son teatro y no presentaciones literarias, espectáculos improvisados y jamás aburridos.
-Flores, acuérdate de...
-Sí, Javier, no te preocupes, no lo olvido. Tengo que decirle al lector de esta página que “está invitado a asistir al espectáculo -irrepetible- de la presentación oficial de Tigre Manjatan el jueves 11 de diciembre a las siete o siete y media de la tarde, en la librería Fuentetaja, en San Bernardo, 35, Madrid.
Queda dicho. Me gustaría saber en que está pensando mi jefe y amigo, pero quizá ni él lo sabe; puede que su aparente tristeza sea sólo una suerte de cansancio. Pero está raro, ni siquiera me ha intentado dar el típico sablazo ni me ha preguntado por...
-Flores, ¿escribiste un primer borrador del cuento?
-¿De qué cuento?
-Lo sabes de sobra.
Tomo aire y miento; medio miento.
-Estoy en ello.
-Pero no lo has traído.
-No.
-Bueno, pues si quieres lo escribes y si no, olvídalo. Da igual.
¿Da igual? Está raro. Tendría que haberse ido al cine con su hijo a ver Madagascar 2 y no quedarse conmigo, haciendo que lee. Creo que voy a hacerle una llamada al móvil a su chica en cuanto salga de aquí: que se lo lleve a cenar a cualquier sitio, a este hombre le hace falta que alguien le saque a tomar aire, aunque sea aire helado; hay pocos males del alma que no curen una cena y un buen paseo.

(Walter Flores, sábado 29 de noviembre. El programa de Intereconomía con Javier Mateo se emite el domingo a las 14,10, luego no lo he visto. Y el lunes al patrón lo ha convocado Dragó para Las noches blancas. La semana que viene, improbable visitante de este diarioweb, te seguiré contando.)

...

...

Las cuatro imágenes, tomadas por el gran David Panadero, corresponden al match literario entre Cortés y Tigre Manjatan, entre Pedro de Paz y Javier Puebla, en la librería -recomendadísima- Estudio en escarlata. En la última foto, amén de los contendientes, aparece la chica del corazón de oro, Begoña Minguito, la mejor y más comprensiva jefe de prensa que Javier Puebla ha tenido en su vida, y que acudió, cansada y fuera de sus horas de trabajo, para apoyar a su autor, quien la quiere y aprecia, como se nota en la foto de Panadero, y le está humilde y constantemente agradecido).


“Ser un asesino a sueldo es fácil.
Lo difícil es ser padre”
CARLOS SALEM, Matar y guardar la ropa. (Editorial Salto de Página)

8 de diciembre 008

Javier Puebla en Las noches blancas de Dragó. Se le ve con buen color porque va maquillado como una puerta.Un taxi le recogía a las siete de la tarde en la esquina menos oscura de la calle Cerro Negro para llevarle hasta los estudios de Telemadrid en la Ciudad de la Imagen. La ciudad de calles sin peatones y desierta como un plató cuando no hay cámaras rodando. Javier Puebla vestía de negro, como está haciendo en todo momento desde que comenzó la promoción de Tigre Manjatan, porque es un libro que pretende un milagro, resucitar a su prima muerta (de algún modo -que escribiría él- resucitar a su prima Marta, que murió muchísimo antes de lo que le habría correspondido según las estadísticas; apenas tenía 32 años). NoTorrente, Salem, Luis Alberto de Cuenca, Dragó. NOCHES BLANCAS, Telemadrid las tenía todas consigo porque entre los invitados a Las noches blancas, el programa de Dragó, estaban convocados Román Piña y Gonzalo Torrente Malvido, y con ambos -por culpa del carácter demasiado impetuoso de Puebla en los dos casos- había tenido desencuentros en el pasado.
Pero para su sorpresa no sólo él se alegra de verlos, sino que tiene la impresión de que tanto Román como Gonzalo también se alegran de verle a él; hay calidez en el ritual de las manos entrelazándose, claridad en las miradas que se reconocen. También está Salem, el dueño del bar Bukowski, crítico literario, escritor y amigo. Y Luis Alberto de Cuenca. Y también una cara nueva, un poeta con una facilidad para la versificación más seráfica que diabólica: Román Piña y Rafael SarmenteraRafael Sarmentera. Y Dragó. Dragó que llega tarde y flotando en Tranquimazim, porque su gato Soseki ha muerto. A pesar de ello el maestro consigue que el programa sea agradable, divertido y altamente creativo; como de costumbre. Puebla le dedica a Soseki, pero también a su amigo Fernando Sánchez Dragó, la columna que escribe para la prensa cinco días después, en este mismo ordenador sobre el que ahora bailan, golpeando el teclado negro pizarra mis dedos que nunca mordió, ni morderá, ningún perro; Luis Alberto de Cuenca y Dragó. Noches Blancas, el día de El Tigre, y de Sosekiporque yo soy Walter Flores, y no soy de este mundo, aunque pueda parecerlo; o si lo soy he sido creado de manera que sea imposible que me ataque jamás ningún perro.
-Divagas, Flores.
-Ya lo sé, Javier, perdona. Es lo que tiene esto de escribir...
-Ya. Conozco la sensación, te pones a darle a las teclitas y acabas volando sobre los cerros de Úbeda. Cambia de tercio. La tertulia de Nacho Fernández.
-Sí, amo.
La tertulia es el miércoles, en la Escalera de Jacob, el flipantísimo bar de Juan Jiménez en Lavapiés 11. La dirige -¿ya lo he dicho?- Nacho FernándezPedro de Paz y Nacho Fernández, en La Escalera de Jacob, más conocido como el Incansable Señor Fernández, que acaba de inaugurar un canal de tv por internet, y dirige -resucitada y renovada- su famosa tertulia literaria: A QUEMARROPA (se llama ahora la tertulia). Han pasado por la escalera oscura que baja al sótano del bar varios y brillantes personajes. Esta semana le toca al dúo Pedro de Paz y Javier Puebla. La asistencia es escasita..., pero exquisita. A Puebla le hace pensar en uno de los aforismos de Gracián, ese que cuenta que más vale el sí tibio de un gran hombre que el balar feliz de dos millones de corderos amontonados. Sólo cinco personas escuchan a de Paz y Puebla hablar con una sinceridad y sencillez incontestables, pero ninguno de los cinco es un cualquiera: Miguel Vaquero, Enrique Mercado, Juan Jiménez, Adrián “Teclados”, Alfonso Ruiz de Aguirre y el propio Nacho Fernández. Lo pasan bien los artistas invitados, aunque la única chica -franqsesa, paga más segnas- se les escapa al piso de arriba, porque prefiere el teatro escrito al teatro improvisado de la vida (tú te lo piegdeg, mugneca).
Y aún el jueves -por si la semana era poco movida- Javier Puebla acude a Alcalá, pero no para dar su clase habitual, sino para hacer de actor en el segundo de los cortos que ruedan los componentes de Dante7 rodando un cortometraje... en los servicios de la universidad de AlcaláDante7. Puebla interpreta a un manager de rock, que se finge paternal pero es un cínico de cojones. La encantadora Virginia saca a la bestia que lleva dentro y hace el papel de batería del grupo, porque a Agustín le cae una montaña de trabajo en el último momento, Javier Hermosilla se hace sangre en los dedos tocando la guitarra, Ignacio maneja la cámara mejor de lo que acepta a admitirse a sí mismo, y Ernesto demuestra que, si quiere, dirigirá películas hasta hacerse viejo....
-Deberías explicar mejor quienes son mis alumnos, sus apellidos, ocupaciones, etc.
-Pero señor Puebla, no me los sé. Eso tendría que escribirlo usted.
-Vale, no me llores, Walter. Lo haré al final del cuatrimestre, cuando colguemos los siete cortos de YouTube, para que se entere el mundo como se hacen siete películas con presupuesto casi cero y experiencia menos cero.

Dante7, fracción rockera. Virginia, Ignacio, Ram Rendel, Javier.... y Ernesto de cuclillas.

Vaya, ha vuelto a recuperar el optimismo. Esta tarde cuando he llegado lo he encontrado más raro que una maceta con una torre de lego plantada en medio. Supongo que está preocupad, más que ocupado- con la presentación de su novela el próximo jueves. Y, si le conozco ya algo, creo que su preocupación se debe a que el resultado le importa un bledo. En realidad tengo la impresión de que todo le importa un bledo hace mucho tiempo a Javier Puebla, excepto cuando está jugando a escribir o a hacer películas o a participar en programas de televisión o pintar retratos de sí mismo en las paginitas de su antilibro Sosiego. Mientras coma y pueda jugar, el resto le da un ardite; por eso me permite a mí escribir su diarioweb, que hasta hace nada era la niña de sus ojos, por eso...
-Walter. No te pases. No eres yo. Eres contable, no Freud. Ahórrale a tus generosos lectores tus especulaciones acerca de como soy por dentro.
-Disculpe, jefe. Creí que le gustaría.
-Me da igual. En eso tienes razón. Pero este era el diarioweb de los otros, para los otros. Me gustaba que saliese la gente que conozco y aprecio o desprecio; pero desde que lo escribes tú no paras de hablar de mí. Resulta un poco incómodo. No sé si estamos acertando. En enero volveremos a hablar...
-¿Otra vez amenazando con despedirme?
-No...
-Sí.
-Okey, me retracto. Acaba ya, y abre el correo, a ver si Daniel Fénix ha mandado las fotos para adjuntar a tu texto.
-Ya, los “santos”. Su famosa teoría de que la gente sólo mira los “santos”.
-Sí, Flores. La gente sólo mira los “santos”, y eso está bien, porque permite seguir siendo invisibles a los diablos. Me largo. Estoy hasta las narices de estar en casa. No añadas nada.Javier Puebla, imagen invertida. Quizá sea, disfrazado como es su costumbre, el amigo Traum, Frederic Traum
...
Se ha ido. Vaya, no ha dejado el diario ni tampoco Sosiego. Bueno, seré bueno (aunque no eee Feeederico Bueeeno), y no añadiré nada, porque he oído a la mujer de Puebla que Traum estaba por aquí, echando una mano para el show que harán mi jefe y Emilio Pascual el jueves 11 de diciembre a la siete de la tarde en la librería Fuentetaja; y Traum no me gusta. No me gusta nada ese calvo cabrón, íncubo de ojos fríos, ave de mal agüero.

Walter Flores. Sábado 6 de diciembre del año 8, tercer milenio)

“Para el rebelde, más que para el resto del género humano, es absolutamente necesario conocer el amor, darlo aún más que recibirlo y serlo aún más que darlo”
HENRY MILLER, El tiempo de los asesinos


15 diciembre 008

Va vestido de negro, excepto por los zapatos marrones y la camisa malva. Pero no va a un funeral, Javier Puebla, sino a la presentación de su propio libro, de Tigre Manjatan. Desde que sale de la boca del metro de Gran Vía hasta que llega a la librería Fuentetaja no llegan menos de treinta mensajes, sms, a su teléfono móvil. Discúlpame, imposible, lo siento, suerte, estaré en espíritu... Javier Puebla desearía poder ser el remitente de uno de esos sms, de esos mensajes sintéticos que apartarían de él “ese caliz”; pero no puede, para el anfitrión es lícito morir, pero no encontrar un pretexto para no recibir a sus numerosos invitados/convocados para lo que será ¿un show o una misa de difuntos? La noche anterior, en su antilibro escribe: “Me gusta el escenario porque es tensión, porque en él se puede tanto triunfar como fracasar”. Es la segunda anotación (la primera no me deja copiarla, ni tampoco el dibujo que la ilustra). La presentación, lo adelanto ya, es un éxito de ventas, más de cincuenta libros firmados, y muchísimo público (a pesar de que fallan casi el setenta por ciento de los convocados). Las palabras de Emilio Pascual, sabias y generosas (no podía ser de otro modo) abren el acto ante un público que ya no cabe en las sillas y se apelotona al fondo y en el pasillo lateral adjunto. Pascual hace un análisis global de la obra de Javier Puebla, y este tapa su rostro bajo el ala ancha del sombrero negro para escuchar mejor, agradecido. Nunca fue caballero de otro caballero tan bien servido. Y luego le toca a él. Y él tiene que hablar de la muerte, del deseo de resucitar a los muertos, a nuestros muertos amados que no podemos salvar; y su mano derecha se mueve en el aire como si estuviese en lo alto de una cornisa y otra mano, amada, estuviese escapando de la suya, último freno antes de perderse en el vacío. Pero como es natural, y a pesar de la seriedad del tema, como Javier Puebla es un showman nato, al final del acto... ¿el acto?... todo son risas y parabienes y alegría; porque el libro, Tigre Manjatan, es hermoso, es brillante, y brillantes y maravillosos son -para Javier Puebla- todos quienes se acercan con un ejemplar en la mano para que se lo firme. Ningún completo desconocido, porque la convocatoria ha sido personal, ya que de otro modo no podría haberle puesto en todos y cada uno de los casi sesenta libros firmados la misma frase. Frase que mi jefe me permitiría reproducir aquí (está también en el libro que firmó para mí), pero que yo prefiero guardarme, que la sepan quienes estuvieron y quienes pregunten a quienes estuvieron.
-Nunca volveré a escribir esa frase en la dedicatoria de un libro, Flores.
Hoy está de buen humor, porque el jueves 11 de diciembre, y a pesar de su éxito, era un hombre triste, alguien que comprendía que no puede resucitar a sus muertos ni siquiera garantizar la supervivencia de sus vivos, alguien que -en suma y como cualquier otro- no es nadie.
Pero el viernes sucedió algo extraño, mágico, uno de esos acontecimientos en los que todos creemos y a la vez no creemos porque se escapan a la razón.
Sucedió, aproximadamente, como sigue.
-¿Puedo copiarlo de su diario, jefe? Sería más fácil.
-No, Walter, prefiero que no. Lo siento. Cuéntalo a tu manera.
-Que para eso me pagas...
-No, para contar algo así no se puede pagar a nadie. Lo haces porque quieres y como quieres y tú lo sabes.
A mi manera.

Javier Puebla no va a ir a nadar el viernes 12. Lleva más de cuarenta días sin fallar un día, pero hoy quiere fallar, purgar su tristeza, caminar por la ciudad. La idea es llegar hasta la librería Fuentetaja a pie, unos cinco kilómetros, y luego traerse el cartel con la portada del libro en el metro un taxi. Como es habitual en él cambia caprichosamente el trayecto, al modo de Rayuela, en busca de las calles más hermosas o inspiradoras. Y en el momento en que suena su teléfono móvil está en la calle Andrés Torrejón donde, en su época de opositor, acudía cada tarde a estudiar; por aquel entonces su padre tenía allí la oficina de su agencia de aduanas. Es un sitio especial para él. Y es un Andrés quien llama. Andrés Sánchez-Magro. Se ha leído el libro y le ha parecido genial, pero... lo ha perdido, necesita otro ejemplar porque esa noche quiere recomendarlo en la televisión. La primera tentación de Puebla es mandarlo a paseo. Trabajó, como realizador, con Sánchez-Magro en Farenheit, el programa más genial y brillante sobre libros que nunca se ha hecho en televisión y hace siglos que no le ve; no sabe si puede y debe confiar en él.
-Llamaré a Anaya, a ver si te pueden mandar un mensajero.
Pero es viernes, en Anaya no hay nadie. Llama Puebla una vez, dos veces... y ya no llama más. Sigue caminando hasta Fuentetaja. Recoge su cartel. Telefonea a Andrés Sánchez-Magro desde la librería.
-¿Dónde estás?
Es demasiado lejos para ir con el cartel a cuestas, así que Javier regresa a su propia casa. En el metro. Descansa unos minutos, se pone las lentillas y vuelve a llamar a Andrés Sánchez-Magro.
-¿Adónde te lo llevo?
Quedan en un sitio que no existe, la Cruz Blanca de Serrano, pero Puebla es capaz de comprender, le conoce y comprende y descifrar lo suficientemente, que se refiere al Santabárbara de Padilla. Y allí se encuentran; es más: se reencuentran. Y hablan y se abrazan y se perdonan posibles e inevitables errores de uno u otro. Y -aquí la magia o la coincidencia es absoluta- se despiden ante el 63 de la calle Serrano de Madrid, donde vivió de niño el padre de Javier, la casa de su amadísima abuela Maxi en la que él paso largas temporadas y vivió infinitas aventuras a todas las edades. Se despiden felices y llenos de afecto, pero Javier Puebla sigue sin creerse nada. ¿Cómo va a recomendar el libro? Andrés -según parece- protagoniza una sección del programa El gato el agua en Intereconomía TV, llamada el Gato Gurmet; ¿en serio puede recomendar un libro? Llega a su casa justo a tiempo para ver al Gato Gurmet hablando de vinos. Y luego -sí, es un libro- de Maupassant y sus cuentos completos. Y a continuación, ¡es increíble! habla de Tigre Manjatan, lo recomienda a los espectadores. Hasta lee el principio de la novela, las primeras palabras sobre el secreto de la noche, sobre la luz. Y entonces Javier Puebla cree, aunque no cree, que su prima Marta a quien intenta estúpida e ingenuamente resucitar con su humildísimo librito de catorce años de trabajo, ha recibido la señal esté donde esté, y se lo está demostrando, le está enviando otra señal a él. Por eso la despedida frente al número 63 de la calle Serrano: el último lugar donde se vieron a solas. Por eso el teléfono sonó en Andrés Torrejón. Y será verdad o será mentira, pero no puede evitar creerlo. Creer que no es sólo imaginación que hablemos con nuestros muertos, que sí pueden sentirnos y hasta cuidarnos desde el más allá; de algún modo. Un modo que la razón jamás podrá explicar. Pero no hacen faltan explicaciones hoy, porque Javier Puebla está feliz. Ahora mismo, mientras ya acabo, me sonríe, y guiña un ojo.
-Mañana me voy a Sevilla, Flores. Te traeré algo de recuerdo.
No caigo en la trampa. Si le pido una sevillana no me traerá una chica, que buena falta me hace, sino que se pondrá a cantar “me dejaron de herencia mis padres/ además de la luna y el sol/ una bata cuajá de lunares...”. Que ya tengo yo calado al bribón de mi jefe.
-Tranquilo, señor Puebla, conque vuelva usted satisfecho de las entrevistas que va a hacer por allí me doy por contento.
-Como quieras, Walter. Anda, acaba, que quiero enseñarte unos dibujos de los diarios de Dakar. Algún día si tienes tiempo...
-... los escaneo. Vale.
-Vales tu peso en oro, Flores.
Nada. Eso es lo que realmente significa su frase. Porque yo, Walter Flores, existo sí, pero no peso. En absoluto peso. Nada.

Walter Flores, bajo la mirada de un Tintín de barro y frente a un ficus gigante en el despacho de mi jefe, el sábado 13 de diciembre de 2008.

“La acción mata la reflexión”. (Sólo el hombre monótono puede permitirse el lujo de meditar. Quien está en continua acción sólo está en continúa acción).
SOSIEGO, anti-libro alimentado por Javier Puebla

22 de diciembre 008

Hay nieve a derecha e izquierda, pero el tren, un AVE, avanza impertérrito, su velocidad constante, sus tripas calientes, los hombres y mujeres que lleva dentro aislados por completo de la realidad, a salvo del frío y de la nieve, privilegiados que pueden concentrarse viendo una película, leyendo o formando parte de una tertulia más o menos improvisada, como es el caso de Javier Puebla, quien a pesar de todo intenta grabar la imagen fugaz que le ofrecen las grandes ventanas y hasta llamar la atención sobre el paisaje a sus compañeros de travesía: Luis Fernando Marías, on the road (como casi siempre)Alberto de Cuenca y Fernando Marías, con los que dará una conferencia pocos minutos después de que el trenbala se detenga en la estación de Tudela, les recoja Javier Briongos y tras un rápido turno de entrevistas se sienten en una mesa para hablar sobre algo que los tres conocen -por vocación y profesión- insólitamente bien: la palabra. El público es sorprendentemente numeroso, a Puebla le sorprende que la Universidad a Distancia sea capaz de convocar a tantas personas un martes a las 6 de la tarde, le sorprende también que -maravillas de la tecnología- a la conferencia asistan también, a través de una cámara y el sistema de videoconferencia, un segundo grupo de unos treinta personas en un pueblo llamado Milagro (una de las palabras favoritas del escritor, aunque no será esa la que utilice en la conferencia, pues su editorial se llama Haz Milagros, y su personaje más conocido, Tigre Manjatan, vive en El Callejón de los Milagros, en la primera novela, en la Avenida de los Milagros, en la segunda, y en La Travesía de los Milagros, en la tercera). La conferencia tiene algo de obra de teatro, dos horas improvisando, apoyándose en la experiencia y sabiduría de sus dos compañeros sobre el escenario, ambos tan grandes seductores como escritores (“Un gran escritor es siempre un gran embaucador”, Nabokov). Y el público disfruta. Al final se acercan a saludar o felicitar a uno u otro, Javier Puebla sin sombrero escucha a Luis Alberto de Cuenca en un viaje en tren, la nieve a los lados, a Tudela, para hablar de La palabraLuis Alberto de Cuenca firma varios libros, y a Puebla una mujer, que le trata de usted, y se llama Ana María (Javier se lo pregunta para no olvidarlo nunca, porque sus palabras son un regalo sorprendente), le dice: “es usted puro espíritu, toda sensibilidad. Perdona que se lo diga, pero me ha enamorado usted”. Nunca le habían dicho nada así y probablemente nunca se lo volverán a decir. Luego cenan en un restaurante exquisito, el Iruña, y muy pronto -Luis Alberto es madrugador y Fernando también- se van al Hostal Pichorradicas, un sitio único en el que las habitaciones no tienen nombre ni número sino figuras de hortalizas, como única identificación. Puebla sale a pasear solo por la ciudad. Solo. Por una ciudad que no conoce. Como ha hecho tantas y tantas veces en su vida. Siempre que llega, en solitario o en compañía, a una ciudad nueva. Tudela es moderno y milenario, duro y acogedor; un sitio extraño. Pero también era extraño, ignota, la Sevilla que le había mostrado, guiado por el dédalo de callejuelas, su amigo Matellanes y Puebla, colegas y socios dispuestos a hacerse muy ricos.Miguel Ángel Matellanes el domingo anterior, tras llevarle a cenar a un japonés, para a continuación sumergirle en la Carbonería -un grupo flamenco, flamenco auténtico, ganándose a un público largo y variopinto a pesar de ser un domingo por la noche; y aún más tarde ambos beben bourbon, en honor de El Tigre, en un local decadente y barroco donde se mezclan veinteañeros y septuagenarios, entre vírgenes, lámparas de araña e imágenes atemporales exquisitas. El lunes era de día de entrevistas en Sevilla para promocionar Tigre Manjatan, como el jueves lo fue en Valencia (17 entrevistas programadas, 14 realizadas), pero en ninguno de los dos casos estuve acompañando a mi jefe y nada puedo contar sobre ello, excepto que -he visto las imágenes- se las apañó para fotografiar, convirtiéndolos en padrinos del tigre urbano, a todos sus entrevistadores con el libro en la mano o el regazo.
Una semana, en suma, puro movimiento, que terminaba oficialmente con una cena de navidad o prenavidad en casa de la tigresa francesa Anne-Marie Vallat, madre de su agente, Eduardo Melón. Y sólo al día siguiente mi jefe, y a veces amigo, pudo disfrutar de la compañía que más añoraba: la de su mujer y la de su hijo.En la Carbonería de Sevilla, diciembre 008
-Lo pasé genial, Flores.
-¿Cuándo?
Y me sonríe burlón el señor Puebla.
-En todo momento. Cada minuto de la semana demencial, en la acción y en el descanso. Genial.
Otra palabra, como milagro, que le encanta a Javier Puebla, aunque la palabra que eligió en la conferencia de Tudela fue otra: sufrimiento. ¿Puede ser genial el sufrimiento? ¿Puede ser milagroso el sufrimiento? Probablemente él piensa que sí. Por eso dejó en su momento la seguridad de un ministerio y se esfuerza y lucha cada día. Cada uno es como es. Yo prefiero un millón de euros a cualquier sufrimiento que pueda regalarme el destino, y quizá por eso soy contable, para -aún pobre- ver correr las cifras, el dinero enorme, por una pantalla de ordenador ante mis ojos menos soñadores que prácticos.

Walter Flores, domingo 21 de diciembre de 2008. Harto de escribir y con ganas de salir a la calle en busca de algún buen regalo de navidad para mis amados padres y hermanos.

MaríaFernándezMelero, paseando a un Tigre por Sevilla

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