DIARIOWEB DE JAVIER PUEBLA (desde 2005 en Internet; Hemingway nunca tuvo uno igual)

Bienvenido, desconocido o amigo o quien seas y tengas las razones que tengas para estar aquí a el diarioweb, que Javier Puebla, siempre optimista, y a veces hasta sincero, titula:.


-MI VIDA -más falsaria que- LITERARIA-

.enjoy.

PRIMERA ENTREGA DEL 008 (con licencia para imaginar/inventar)

ULTIMA ENTRADA

 

“No tengo la culpa de que las palabras se me apelotonen. Tengo que darme prisa o se me acabará el valor”.
PATRICK MODIANO, Un pedigrí

14 de enero


FIESTAS
Las fiestas ya pasaron. Vamos a otra cosa.


(el GRUPO DE BROOKLYN en su habitual reunión navideña, los que faltan -si verdaderamente falta alguien- no estaban en la Villa y Corte; o se hicieron los suecos)

¿PARA QUÉ SIRVE UN DIARIO WEB?

Una pregunta clásica, algo demodé pero siempre rescatable cuando un año termina y el otro empieza a humedecer sus pañales, es:
-¿Qué hice durante el pasado año? ¿Cumplí mis objetivos? ¿Tiré a la basura los calcetines que tenían tomates y los reemplacé por otros nuevos? ¿Escribí esa novela que desde el día que nacía soñaba con hacer realidad? ¿Le pegué una patada en el culo al gran miserable que llevaba varios lustros mereciéndola? ¿Fui generoso y agradecido con las diecisiete siete coma cinco personas que se lo merecen? ¿Conseguí domar mis vicios o al menos convertirlos en resquicios?

Naturalmente no todas estas preguntas tienen respuesta en un diario web, en mi diario web (me sigue sin salir de las narices llamarle blog, la g final suena a vomitona y yo prefiero sentarme en el trono y hacer de vientre cuando tengo el estómago revuelto de tanto comer sapos y culebras). No todas las preguntas anteriores, repito, tienen respuesta en mi diario web porque jamás -hasta la fecha- había hablado de los tomates de mis calcetines, las patadas en el culo a los miserables e impertinentes suelo propinarlas con técnicas de billar a tres bandas, es decir: le pegas una patada a la bola roja con la blanca y la negra recibe un impacto que la deja turulata sin saber muy bien de donde le ha venido el golpe, mis vicios rara vez son mencionadas porque se han vuelto viejos, me aburren y dado que -entre unas cosas y otras siempre ando ocupado -no tengo tiempo para buscar otros nuevos. Pero sí que puedo ver, deslizándome por mi diario web (sería patético verlo publicado en papel y tener que pasar páginas para saber qué diablos he hecho a lo largo del año), si he sido amable y generoso con quien se lo merecía, o incluso con quien no se lo merecía (no hay mejor forma de castigo), o las cosas que he hecho, sobre todo las cosas que he hecho a lo largo del año 007, el año Bond. Y la verdad es que tengo la impresión de que durante el año Bond hice demasiadas cosas, desenmascaré a villanos, viajé a China, edité libros, terminé el primer borrador de una novela que llevaba siete años intentando acorralar, comí, cené y desayuné con tantos escritores, artistas, editores, empresarios y amigos que me extraña no haber engordado al menos 007 kilos (aunque tal vez sí, tal vez los engordé, pero no puedo saberlo, porque no me pesé hace un año y tampoco me he pesado 365 días después). Pero, para rematar la faena e ir acabando: la impresión que he tenido al consultar por encima, me gusta más releer a Patricia Higsmith, Oscar Wilde o a Baltasar Gracián que a Javier Puebla, puede resumirse en una sola frase: hice demasiadas cosas. El año 007, el año Bond, hice demasiadas cosas. Así que ahora que el año se ha convertido en un agente al servicio de su -en absoluto majestad- Javier Puebla bajo la denominación de 008 y que ya no cuenta con licencia para matar (pero lo de jugar al billar y hacer que otro mate por mí no me lo quita nadie) he decidido, señoras, señores, niños, niñas, ornitorrincos (¿existen las ornitorrincas?), jamones y jamonas, que durante el 008 voy a hacer lo menos posible. Nada de páginas dobles en las revistas o periódicos cuando el director se conforme con una sola página, ni pensar en nuevas novelas de trescientas cincuenta páginas, ni siquiera pienso actualizar mi web todos los lunes como orgullosa, cabezosa, persistente e inútilmente he hecho durante los dos últimos años. A lo mejor sí, me aburro y me pongo a actualizar la web hasta doce veces por semana (improbable), me escribo otra novelita de cien mil palabras (mi mujer me echaría de casa y acabaría alcoholizado, lástima que mi estómago no soporte el alcohol, debajo de un puente) y en lugar de a China me voy a Australia a dar cursos y conferencias. Pero mi propósito para este año es hacer lo menos posible, dormir y dormirme, perder el tiempo y malgastar el poco dinero que me queda en el banco, trabajar casi nada y hasta dejar de nadar, que el agua en invierno está muy fría y en verano demasiado concurrida. Claro que, como reza el refrán, Puebla propone y sus nervios disponen. Me veo metido en mil nuevos berenjenales, pero será sin querer, lo juro. Que me disculpen los generosos lectores de esta página si sigo contándoles historias y más historias, no será por falta de buena voluntad y disposición para dedicarme únicamente a tocarme los huevos, sino simplemente porque soy así, nacido para actuar y hacer y no he logrado controlar el vicio, hacer nada para evitarlo o erradicarlo.


(Las fotos que ilustran la hueca palabrería anterior corresponden a una entrevista que me hizo para la tele murciana el brillante periodista Angel Montiel so pretexto de mi nueva editorial, Haz Milagros. La siguiente, en la que aparezco con Emilo Pascual, Pollux Hernúñez y Luis Alberto de Cuenca corresponde a una cena en un reservado de Lhardy; nunca estuvo un asilvestrado como yo en tan erudita y tan inteligente compañía que disfruté con la misma intensidad y pasión que mi hijo Max abría sus regalos de Reyes. La última imagen corresponde a un regalo de Navidad que hice a veinte desconocidos el día que se fallaba el Nadal, momento que aproveché para colocar en la calle pero con el mismo mimo que hubiese utilizado para ubicarlos en el escaparate de una librería veinte ejemplares de Sonríe Delgado, la mejor novela finalista del Nadal de los últimos diez años (¡para eso es la mía!) y que desaparecieron en treinta y cuatro minutos exactos: nadie se llevó más de un libro, gracias).
La semana siguiente, o dentro de dos semanas, o tres, volveré con pescado fresco, que el viejo ya está todo vendido o en la basura. ¡Un seis doble para todos los perezosos!, a ver si nos toca la lotería primitiva y podemos irnos a vivir a Brasil para quejarnos allí de lo mal que funciona el suministro eléctrico y de que en las playas hay menos tangas enmarcando mapamundis perfectos de los que había en nuestros sueños.

 

“Sólo soy lo que soy; y no mi Sueño”
de SOSIEGO, el anti-libro impublicable.

29 de enero

LA BIBLIOTECA DE CARLOS HERRERA

Es jueves veinticuatro de enero del año dos mil ocho. Un día complicado en el que he desayunado con un fotógrafo para negociar la posibilidad de utilizar su fondo para las portadas de mi pequeña editorial, almorzado con un editor que parece dispuesto a apoyarme en mi “proyecto Tigre” (ese que debería materializarse con la venta de un millón de ejemplares) y por la noche he quedado para cenar con uno de mis Tripulantes o alumnos para hablar de la novela que ha prometido tener lista para el último día de enero. Con semejante panorama, y teniendo en cuenta que había otro “sarao” en la casa de la prensa, habría sido lo más sencillo, normal, coherente, no acudir a la presentación de un libro titulado EL PLACER DE LA LECTURA y subtitulado LA BIBLIOTECA DE HERRERA EN LA ONDA, firmado por Agapito Maestre, de quien sólo conozco el dato de una juventud comunista y -cumpliendo la frase de Churchill- una madurez de derechas. Pero me ha convocado mi muy apreciado Oscar Oliveira, jefe de comunicaciones de las editoriales Oberon y Algaida, el lugar de la presentación es el Círculo de Bellas Artes (un edificio que conozco como la palma de mi mano izquierda) y además en el tarjetón, amén de prometerse el tradicional vinito, se asegura que presentará Carlos Herrera; tengo curiosidad por conocer a Carlos Herrera, me simpatiza cuando le veo en la tv, y además mi chica y mi hermano de ley son admiradores incondicionales de su trabajo radiofónico.
Llego al Círculo justo a tiempo gracias a que, harto de esperar al autobús, convenzo a una atractiva peruana para que comparta taxi conmigo (pero esa es otra historia). Nada más entrar en la antesala me encuentro a Oliveira y veo ante mí a un hombre feliz hablándole a una cámara de televisión; es Agapito Maestre. Me gusta su felicidad, esa euforia que nos invade a los autores cuando algo que hemos pensado, escribo en papelajos o el siempre mosqueante disco duro de un ordenador, se convierte en un libro que se puede tocar, doblar, enseñar, vender, regalar o firmar.
Herrera no ha llegado todavía, la sala está llena y busco, un viejo truco de periodista, asiento en la primera fila. Entonces llega Herrera. Me sorprende el brutal poderío físico, parece, o a mí me lo recuerda, Cary Grant con barba de dos semanas interpretando a un pirata cabreado. Realiza su presentación sin sonreír, los ojos airados y un discurso fluido, evidentemente improvisado, lleno de guiños y frases brillantes que hacen reír a los asistentes, quien esto escribe incluido; todos reímos excepto él que se mantiene impertérrito, Cary Grant.
Luego habla Agapito y explica en que consiste su libro, que está bien, es interesante, lleno de amor por la letra impresa y encuadernada, y que presume, claro, de su trabajo envidiable de tan maravilloso: leer y comentar lo que ha leído.
Herrera tiene que irse, le van a dar un premio al ciudadano ejemplar o algo así, pero antes posa para las preceptivas fotos. Yo disparo la mía y le regalo “el libro más corto que le han dado en su vida”, uno de mis relatos en tarjeta de visita. Y Cary Grant/ Herrera se transforma, la mirada feroz o pirata se inunda de calidez, me da un abrazo y agradece con la misma generosidad que podría hacerlo un niño mi mínimo regalo. Me alegro de haber acudido a la presentación y de haberle conocido: no es casualidad ni suerte que un hombre así haya llegado en su profesión a la lenitiva y maravillosa soledad de la cima.

“Nunca he estado tan cerca de la derrota; ni de mi punto de equilibrio”
de SOSIEGO. El cacareado anti-libro impublicable que tanto le gusta citar al autor de este diarioweb.

“Uno nunca es tan feliz como cuando encuentra el método de perderse”
DIARIO DE GOLONDRINA. Amélie Nothomb

4 febrero 008

CONMIGO MISMO Y MI MECANISMO
Ya me advirtió mi tripulante y amiga, la escritora Cecilia Denis, que mis buenos propósitos de principio de año -que pueden resumirse en una frase: hacer lo menos posible- quedarían en agua de borrajas. Tenía razón Cecilia; no paro. A pesar de que me he esforzado en ralentizar el ritmo porque la primera mitad de febrero quiero dedicarla a los siete nuevos títulos que sacaré en HAZ MILAGROS (presentación prevista para finales de marzo o primeros de abril) y la segunda mitad me gustaría dedicarla a pulir y barnizar la novela que tengo acabado y con la que tengo una relación casi enfermiza: no se la dejo ver ni mando (por eso de que haya alguna copia) a nadie, como si tuviese un tesoro que sólo cuando lo considere adecuado permitiré sea expuesto a la impiedad de la luz. (Otra frase de mi anti-libro: En literatura nunca me ha dado miedo la competencia; pero no contaba con la estupidez). Esto de citar, lo comprendí hace un par de horas, tiene como función no apoyarse en el contenido o significado de la frase, sino detener o ralentizar el ritmo de lo que se está narrando).
No hay mucho más que quiera contar: cumplo con mis obligaciones, paso el máximo tiempo con mi hijo, he conocido a un tipo genial llamado Montxo que es diseñador y maganer de grupos de psicobilly, cuido a mis amigos y alumnos tan bien como sé, le dije a un aspirante a entrar en mis cursos literarios que no (y van tres este año a los que he pedido tengan la amabilidad de no subirse a mi barco) porque lo consideraba inconveniente para el resto del grupo y también para él, comí un día con mi ángel de la guarda que pasa horas bajas e intenté animarle, organicé una cena en casa -bueno, la organizó Lola, mi mujer- para agasajar a un par de amigos, Teresa y Miguel Ángel, que trabajan en sendas editoriales y fue un éxito a pesar de que llevábamos tres años sin hacer “cenas diplomáticas”, desde poco después de que naciera el niño; a la última, con Ramón y Pilar Muro, llegué tarde yo, el anfitrión, pues estaba grabando la banda sonora, bso, del que fue mi último corto un poco trabajado, Extraterrestres. No estoy haciendo fotos para ilustrar el diario porque mi poca o mucha capacidad para crear imágenes está centrada en las portadas de los nuevos libros, sigo leyendo mucho... y poco más. Agradezco que siga corriendo el contador de la página, me ayuda a mantener la amenaza de la derrota final a raya, y si hay más novedades la semana que viene... actualizaré; si no las hay esperaré a la siguiente: el mar está en calma y yo con las manos relajadamente apoyadas sobre la madera de la proa.

ME HE QUEDADO CON TU CARA

Se requiere una audacia especial o una inconsciencia desmedida o acaso una fe ilimitada en la calidad del ser humano para saltar frente a un monstruo de metal y ruedas y aunque apenas haya emprendido su marcha obligarle a frenar sin tener en cuenta la posibilidad de que no lo haga y que la vida de quien salta ante el monstruo, el autobús de la línea municipal de transportes no se detenga y el salto tan audaz sea el último acto de la vida de quien lo realiza. Pero el autobús frenó, abrió sus puertas hidráulicas y una señora pequeña subió con gesto nervioso, la boca ya abierta para que no se le quedase dentro ni una de las palabras que llevaba clavadas en el alma.
-Pensabas no frenar y dejarme jodida en la parada, que no tenéis corazón, sois unos miserables, una gentuza que no os dais cuenta de lo cansado que estamos todos, vergüenza debería daros.
La escucha todo el autobús, también el conductor que la mira y piensa que lo normal habría sido que le diese las gracias, por haberse detenido, infringido el reglamento para recogerla pues ya había salido de su parado, abierto amablemente las puertas, y en lugar de eso tiene que enfrentarse a una energúmena que ya adentrada en las tripas acolchadas del vehículo sigue increpando contra él y su mala fe. Entonces habla. El conductor habla.
-La próxima vez que te vea no te abro la puerta.
Ella le mira, desafiante.
-No te abro, lo juro. Me he quedado con tu cara.

"Intento exigirme NADA a mí mismo; pero no es fácil. La idea genial, el trabajo impecable... y sólo mis pobres manos y mi cuerpo para hacerlos reales."
from Sosiego, the anti-book that you will never see published.

11 febrero 008

UN CAFÉ, UNA COMIDA Y UNA CENA


EL CAFÉ
El café me lo tomo, cerca de mi casa gracias a la amabilidad de Pablo Martín Carbajal, que viene de una reunión y luego continuará camino del aeropuerto para volar a Tenerife. Conocía a Pablo en Dakar, hace más de diez años, cuando a la sazón este revoltoso cronista ejercía de Agregado Comercial Jefe de la Embajada en Senegal y cinco países más; Pablo trabajaba para el departamento de comercio exterior de la cámara de comercio de Tenerife, y hubo alguna vez -él lo recuerda, yo no- que hablamos de literatura y la pasión logró traspasar mi máscara más o menos impecable de diplomático. Por aquel entonces Pablo no escribía, empezó a hacerlo en el dos mil, y seis años después publicó su primera novela con Frida Khalo como musa: TÚ ERES AZUL COBALTO. Un día, hace no mucho, recibí un correo suyo: trabajaba como Director General de Relaciones con África, había llegado hasta mi web saltando de link en link y se había dejado llevar por el impulso de mandarme un mail. Me encantó saber de él. Siempre me gusta saber de las personas relacionadas con mi tiempo en África, fue una época especialmente feliz -sobre todo en el recuerdo- para mí. Le respondí al mail y meses después me volvió a escribir para comentarme que pasaba por Madrid y sugerirme un café. Acepté, por supuesto. Y pasamos una hora larga y deliciosa hablando de libros, pasiones, África y muchas más cosas. Tengo su libro a mi derecha ahora mismo, y su además del libro tuviese tiempo me pondría a leerlo inmediatamente. Pero no, tiempo no tengo. De momento tiempo no tengo; aunque lo tendré, espero, y lo leeré y lo disfrutaré.

LA COMIDA
La comida es en La Ancha, los mejores escalopes que pueden degustarse en Occidente, y la cita es con Javier Vázquez Losada, con quien me he intercambiado intermitentemente correos en los últimos dos años, y a quien -no lo olvida, lo cual prueba la nobleza de su corazón- avisé de los manejos de alguien relacionado con el mundillo literario. A Javier su experiencia le confirmó mis palabras, “pero nadie más me avisó”, y supongo que por ello me cuida y tiene cierta fe desde entonces. Aprovechamos la comida para conocernos un poco mejor, apenas nos habíamos visto una o dos veces (no sé), y los correos casi siempre eran rápidos; hasta quedar para comer resultó complicado pues Javier tiene dos niñas y su mujer está esperando la tercera. Me habló de sus libros, los concursos que ha ganado, lo complicado que es publicar (¡a mí me lo van a contar!) con quien te gustaría hacerlo, y yo le conté algunas cosas que sé o creo saber acerca de como funciona la pacata vida literaria española: pero es aquí donde nos toca intentar conseguirlo, aquí donde está el desafío, conseguir ser un escritor de prestigio o éxito en otras lenguas puede ser el sueño final, pero primero hay que lograr lo imposible: ser profeta en la propia tierra.
Cuando nos despedimos son casi las seis, él regresa a su casa y yo me pierdo por Madrid y descubro lo mal que pinta Amadeo Modigliani..., pero esa es otra historia que saldrá la semana que viene en mi columna habitual de Cambio16.

¡QUÉ MAL PINTA MODIGLIANI!

Es viernes por la tarde en la ciudad de Madrid y un invierno sin vocación invita a pasear. He salido de La Ancha, los mejores escalopes de la ciudad y quizá de toda Europa, dónde me ha invitado a comer mi amigo Javier Vázquez Losada. Tras una larga charla que ha versado más acerca de la vida literaria que sobre literatura (qué también), Javier se dirige a su casa, y yo sé que debiera hacer lo mismo. Pero si el invierno se puede permitir el lujo de no tener vocación de invierno también yo puedo permitirme el lujo de no dirigirme a mi despacho, donde me esperan media docena de prólogos, dos columnas, las portadas de varios libros y un sinfín de pequeñeces varias que no me voy a entretener en enumerar, porque lo entretenido era dejarse llevar, vagar por la Villa y Corte, entrar en el Corte Inglés y la Casa del Libro a ver como está funcionando la distribución de las dos editoriales en las que quizá sí o quizá no publique, por fin, la primera aventura del personaje que me hará rico (y supongo que también famoso): Tigre Manjatan. La temperatura es demasiado agradable para meterme en el bunker que es la Fnac, así que no compruebo nada en el megastore de origen francés. Y en cuanto a la Casa del Libro me quedo con la pequeñita, la que está haciendo esquina con la Plaza de las Descalzas, y es al salir cuando veo un enorme cartel plastificado con la inconfundible estética de Amadeo Modigliani, uno de mis pintores favoritos, colgado de lo que era el antiguo Monte de Piedad, ahora reciclado en sala de exposiciones. Ya entregado al ocio decido entrar: es gratis.
¡Dios!, que desilusión, ¡qué mal pintaba Modigliani! Sus obras reproducidas en pequeñito funcionan maravillosamente, pero a tamaño natural... ¡qué falta de energía! Recuerdo que siempre llevó sobre sus hombros el baldón de la pobreza -lo recuerdo por la imagen de una película en blanco y negro apenas fijada en mi memoria- y supongo que eso explica la roñosería con que aplica el óleo, una pintura siempre cara, sobre el lienzo. Pero no sólo es la escasez de pintura: no hay fuerza en el trazo. Hay cuadros de otros pintores, entre otros el Arlequín con un espejo de la mano, de Picasso; malísimo también. No pagaría ni cien euros ni por el Picasso ni por ninguno de los Modigliani si me los encontrase sin firma en la exposición viva y permanente que es la Plaza Mayor, donde pintores auténticos se mezclan con meros copistas. Ya me iba, mejor el sol perezoso del invierno sin vocación del exterior, cuando diviso un Chagall. ¡Eso es otra cosa! Marc Chagal pinta lo que le da la gana y como le da la gana, juega, se deja llevar y su alma se queda pegada junto a los gruesos grumos de color en el lienzo. En ese momento suena mi móvil, es Lorenzo Silva; dejo la exposición para hablar con él sin molestar a nadie, y al terminar la conversación... vuelvo a entrar en la sala. Paso ante los dibujos, bocetos de Modigliani, ni cinco euros pagaría por ninguno de ellos, y sólo dedico mi tiempo a los Chagal. Geniales los cuatro. Me encantan; si fuera millonario pagaría por ellos el precio que me pidiesen, si fuese un ladrón de película se los robaría al museo y los colgaría de las paredes del salón de mi casa. Cuando me emborracho de Chagal miro y escucho lo que sucede y se dice a mi alrededor; montones de personas que no distinguirían un cromo de los originales que están viendo, pero que babearían encantados si pudiesen tener alguno de los Modigliani en su casa: por la marca, el prestigio de la marca. Porque así son nuestros tiempos, el producto da igual, lo que mola, interesa, convence, vence, fascina y alucina, es la marca. Pero yo, que he dedicado mi vida, mi alma, a crear, al arte soy inmune a ese falso resplandor. Me cago en la marca, en la marca Modigliani, o en -no importa que nombre tenga- cualquier otra marca.


LA CENA
La cena es en casa, cortesía de anfitriona de mi princesa que hace dos semanas devolvió la vida a su vajilla de nuestros tiempos de “vida diplomática” en honor de Miguel Ángel Matellanes y su chica, Teresa Marcos; y como la velada fue un éxito, acabamos a las cuatro y media de la noche (yo aún seguí un ratito enredando), me sugiere que invitemos a nuestros queridos amigos los pintores, múltiples entradas en este diarioweb, María Luisa Sanz y Joaquín Capa, y extiende la invitación a amigos más nuevos pero no por ello menos queridos: Alicia Mariño y Luis Alberto de Cuenca. La cena será esta noche; sábado. Lola, mi mujer, trajina por la casa dando un toque acá y otro también acá antes de pensar siquiera en el de allá, y yo aprovecho para encerrarme en el dormitorio e ir adelantando el diario web. No creo que escriba ya más respecto a la cena, pero sí intentaré hacer una foto de familia y colgarla al final de estas palabras.
¡OLVIDÉ HACER LA FOTO! La cena fue tan divertida, el ambiente tan mágico e irrepetible que olvidé hacer la foto de familia, pero voy a explicar como pensaba o quería hacerla: en el centro mi chica, Lola, con mi sombrero, flanqueándola Luis Alberto de Cuenca y Joaquín Capa, y en los dos extremos María Luisa Sanz y Alicia Mariño. Mi idea era no salir yo, ya aparezco sobradamente en mi web, y que mi sombrero -en la cabeza de Lola- sirviese de representación. Supongo que no importa, todos los personajes han salido ya en esta web y quien quiera puede encontrarlos; los diarios jamás lo reflejan todo... por fortuna, probablemente.

Una semana, en suma y terminando, agradable y social y rica en encuentros varios, también di un largo paseo con Lorenzo Silva por un parque de nueva creación en la orilla de la M-30 más cercana a mi casa. Las dos primeras citas me hace advertir o pensar que de algún modo parezco haberme convertido en referencia para escritores más jóvenes (lo cuál me sorprende y halaga y agrada), pero que ello no significa que haya llegado a ningún sitio: aún hay muchos creadores, y Lorenzo Silva y todos los invitados a la cena lo son, amigos que me sirven a mí de referencia como creadores y personas. Estoy en ese punto, como escribí en SOSIEGO hace unos días, en que comienzo a ser consciente que el futuro no tendrá probablemente mucho más espacio o contenido que el pasado; un momento especial. Interesante.

I was lost in soul-to-soul contact”
Louise Erdrich (THE REPTILE GARDEN)

18 febrero 008

He elegido la frase de más arriba para encabezar la entrada del diario porque es la más romántica, o de las más románticas, que he leído nunca, y aunque es muy fácil de entender en inglés me resulta imposible verterla al español. Literalmente es ridícula: “Estaba perdido en el contacto alma con alma”, quizá “alma-alma” sonase mejor, pero aún así... Supongo que traducir es un imposible, un mal menor consentido para enterarnos -aproximadamente- de lo que se escribe en otros idiomas. Y en inglés, precisamente, he estado hablando esta semana con Mar Billingham.

MARK BILLINGHAM

Está sentado a mi izquierda en el restaurante Casa Salvador del barrio de Chueca. Viene de la Semana Negra de Barcelona, donde junto a mi viejo colega Andy Oakes (Ojos de Dragón, recomendado), ha sido una de las estrellas de la Barcelona criminal y literaria. Está cansado. Ha pasado la mañana haciendo entrevistas, ayer estuvo en Sevilla comprobando si la ciudad real era igual o lo bastante parecida a la que él había imaginado, rediseñado, en su última novela. Habla un inglés claro, pausado. La intérprete, Begoña Fuente Larrazabal, está sentada a su izquierda pero casi todos los que estamos sentados a la mesa nos defendemos bastante bien en la lengua de Billingham, que está terminando su primera cerveza y pide una segunda al camarero, por lo que la conversación se desarrolla en inglés. A mi derecha está el editor español de Mark, Miguel Ángel Matellanes, y junto a él Fernando Castanedo, un crítico independiente. Dentro de un rato llegará un tipo muy interesante, Gregorio León, de Onda Regional de Murcia y la intérprete tendrá que trabajar de nuevo.
Billingham tiene dos libros publicados en nuestro país: Sueño profundo y Bajo tierra; ambos con Algaida. Son dos novelas de más de quinientas páginas, caja generosa y letra grande, que me llegaron a casa hace más de una semana y que no tuve ni tiempo ni voluntad para leer completas: sólo la clásica lectura “en diagonal” a la que nos vemos forzados con cierta frecuencia los que nos dedicamos a la literatura. En esa lectura en diagonal el autor inglés no me había parecido, a diferencia de mi admirado Andy Oakes, gran cosa; pero me basta con estar sentado un rato junto a él para comprender que me he equivocado, juzgado apresuradamente y sin fundamento. Es cierto que las novelas de Billingham están pensadas y escritas fundamentalmente para entretener, que su principal personaje, el inspector Tom Thorne no es una creación genial y única como pueda serlo Tom Ripley, de Patricia Higsmith, o Philip Marlowe, de Chandler; pero no hay nada malo en ello. Al común de los lectores no se les puede pedir que lean a Vila-Matas o Justo Navarro, por muy interesantes que resulten literariamente; el común de los lectores afronta largas y agotadoras jornadas de trabajo, y cuando van en el metro o en el autobús o en el tren o están tumbados en la cama o en el sofá lo que necesitan y desean es evasión, ficción sin mayores quebraderos de cabeza. Y eso es algo que Billingham, como Stephen King o Noah Gordon, hace estupenda y profesionalmente. Una novela al año, van siete, protagonizada por su caricaturesco inspector: el mismo le llama el Tentetieso. Lectura fácil que ayuda a olvidar al jefe capullo o al empleado cretino o el peso de la hipoteca. La principal función de la literatura es esa: transportarnos a otros mundos, y Billingham, si no se comete la torpeza de leerlo en diagonal como hice yo antes de conocerle, lo consigue plenamente. Más deudor de la narrativa negra americana que de la novela policiaca inglesa Billingham da al lector lo que ofrece: entretenimiento y evasión. Y por eso los lectores de todo el mundo compran sus libros y los disfrutan y leen.
Cuando dejé el ministerio hace ya más de ocho años era lo único que pretendía, seguir con mis libritos raros pero vivir de hacer libros comerciales como los de Billinghan, y por eso inventé a TIGRE MANJATAN (muy pronto en las librerías, este año de un modo u otro voy a lograrlo y ya hay tres novelas terminadas)..., pero no fui capaz de encontrar un editor que creyese que, en España, un autor creativo como yo pueda hacer también productos como los de Pérez-Reverte o Stephen King; el resultado es que las novelas de TIGRE MANJATAN al final no son novelas policíacas, ni siquiera exactamente negras, porque al serme tan difícil publicarlas he acabado haciéndolas como me ha dado la gana, lo cual -creo- me ha beneficiado como escritor y a la larga, espero, beneficiará también a los lectores.

PORTADISTA Y EDITOR
La mayor parte de las horas de esta semana las he consagrado a los prólogos, biografías, textos de contraportada, imágenes y demás elementos necesarios para montar los siete libros que HAZ MILAGROS, mi pequeña editorial (with a litle help from my friends) lanzará en abril. Muchas horas ante el ordenador y poco que contar. La semana que viene ya habré terminado y quizá sea más movida. Vuelvo a grabar con Dragó después de casi un año ausente de Las noches blancas, tengo una comida en Lhardy para presentar los Premios Quiñones a la que no podré ir (coinciden ambas cosas en día y hora) y tengo pendiente una reunión con mi agente, Eduardo Melón, para hablar de una oferta sobre varios libros. Ya veremos que pasa. Sigo con las portadas, me están quedando fantásticas, y corto el diario web. See you next week.

 

“Mi melancólico hijo huye de la luz”
Montesco padre en Romeo y Julieta, Shakaspeare

“A veces no es ningún placer decir que no. (Pero apunto al corazón)
Entrada del anti-libro Sosiego correspondiente al día 29 de un mes que no voy a molestarme en mirar.

25 de febrero

CUATRO VECES JUEVES

Es jueves y a las dos y media de la tarde hay una comida en Lhardy para presentar los premios Fernando Quiñones de la editorial Alianza.
Es jueves y a las siete o siete y media estoy invitado -como espectador- a una mesa redonda sobre novela negra en la librería Blanquerna en la que interviene mi muy querido amigo Lorenzo Silva.
Es jueves y a las cinco y media, segunda llamada a las seis, está prevista la junta vecinal en la que -nobleza y generosidad obligan- estaba dispuesto a ofrecerme como presidente para solucionar algunos problemas y liberar del peso a la pobre y buena gente, un matrimonio con hijos que carece de tiempo y que actualmente se come el marrón implícito en todos los cargos no remunerados.
Es jueves y Fernando Sánchez-Dragó me ha convocado para grabar en Telemadrid un programa sobre Azorín para Las noches blancas.
Es jueves..., y tengo que elegir. Descartar. Todo me apetece o interesa o me obliga moralmente.
Llamo a Raúl García, el jefe de prensa de Alianza, para disculparme por no asistir a la comida de Lhardy (¡Con lo que a mí me gusta comer en Lhardy y las ganas que tenía de conocer a Joaquín Pérez Azaústre, el ganador de este año con La suiete de Monolete).
Telefoneo a Lorenzo Silva y escribo a Pedro de Paz, con quien había quedado, prometiendo que si acabo pronto les llamaré para tomar algo después de la mesa redonda y negra.
Pido a mi mujer que acuda a la reunión de vecinos y a mi padre que se quede con el niño mientras mi esposa, mi chica, mi señora esté en la reunión.
Y a las cinco en punto estoy en la puerta de mi casa subiéndome al taxi que me llevará a Telemadrid para grabar el programa de televisión. Cuando hay que elegir se elige, y desde el principio -no engaño a nadie- tenía muy claras mis preferencias.
Me encanta volver a Telemadrid. Hacía casi diez meses que no iba por los estudios de la televisión autonómica y si hay algo con lo que disfruto es haciendo televisión: tan fácil y entretenido si se compara con escribir (o incluso con tomar copas; al menos para mí). Pero como es jueves ya en el taxi me llama el diseñador Montxo Dj que ha acabado el boceto para una nueva colección de tarjetas cuento y estaría dispuesto a verme al final de la tarde. Le explico que es jueves, jueves, jueves, jueves...
Al llegar a Telemadrid, por fin, deja de ser cuatro veces jueves. Una chica encantadora, las chicas de producción suelen serlo, llamada María José me lleva a la sala de espera por si quiero un café y unas pastitas antes de que me maquillen. Le hago una foto para mi web. Me gusta sacar a aquellos que no salen nunca o casi nunca y que son tan importantes como los que salen siempre o casi siempre para la existencia del microuniverso que es el mundo literario donde hace ocho años me desenvuelvo (como puedo).
Conozco a todos los invitados, y a todos aprecio. Está Santiago, el Marqués de Tamarón, mi amiga Julia Escobar, el queridísimo Luis Alberto de Cuenca y la erudita más bella y entusiasta del mar pirata en el que navegan los libros: Alicia Mariño. Y por supuesto, Fernando, Dragó, Fernando Sánchez-Dragó. Es a él a quien más ilusión, de algún modo, me hace ver. Le debo mucho: fue la primera persona que me contrató para Disidencias cuando tenía yo veintidós años y quien más me ha apoyado desde que dejé el ministerio para intentar lo imposible: vivir de escribir.
Sólo hay una persona a quien no ha visto nunca: un hombre pequeño, añoso, encantador y modesto hasta la delicia. Es Santiago Riopérez y Milá, el mayor especialista en Azorín, el pretexto por el que nos han convocado y reunido para grabar el programa de televisión.
Y es Santiago Riopérez, sabio, sereno y sencillo, quien dibuja la línea de flotación del programa. Observo el respeto que los demás invitados, eruditos todos excepto yo, le profesan. Y quedo fascinado por la seguridad y precisión con las que habla, desgrana anécdotas divertidísimas -que enseguida se me ocurre podrían convertirse en microrrelatos: Muchos sobres, Una palmada en la frente- y aprovechando nuestras sonrisas dilatadas ensarta en las mismas información precisa y preciosa, detallada y valiosa para cualquiera; incluso para quien no conozca a fondo a Azorín, como es mi caso, pues sólo he leído y anotado sus cuentos, muy al estilo de O´Henry por cierto, que fueron publicados en el número uno de la mítica colección Áncora y Delfín.
Intervengo poco pero lo paso espléndidamente, fenomenal. En el coche de vuelta recibo dos llamadas en las que me cuentan que la mesa redonda en Blanquerna ha estado fenomenal y la comida de Lhardy ha transcurrido por los cauces habituales. Y cuando vuelvo a casa me encuentro con la noticia de que los sacrificados presidentes de la comunidad quieren seguir siéndolo y no han aceptado mi desinteresado ofrecimiento (se me ocurre un malévolo cuento de Panizo aprovechando la anécdota que quizá escriba en breve y pueda verse en esta página), y por lo tanto me veré libre del engorro de ocuparme de antenas, telefonillos, pinturas y demás mezquindades y molestias a las que mi tal vez excesiva generosidad me habría condenado si me hubiesen esclavo-presidente de la comunidad de vecinos. El matrimonio sin tiempo es más generoso que yo, siguen en el cargo, y con mi mejor sonrisa se lo agradezco.
Y esa noche duermo como un lirón, como si durmiese cuatro noches, cuatro jueves que se han condensado en uno. Y quizá por ello al despertar la mañana del viernes llegó, por fin, el día que llevaba esperando desde hacía más de ocho años. Pero eso... eso es otra historia y no voy a hacerla pública ni en mi diario ni en ningún sitio; al menos de momento.

"Apenas existo para el gran público como escritor. Me encanta el “apenas”."
de SOSIEGO, el antilibro de Javier Puebla que, seguro, alguien intentará publicar y fracasará en el intento, porque es impublicable.

3 marzo 008

MUERE FEBRERO Y SIGUE LA VIDA LITERARIA
Sonríe Delgado, la novela escrita por Frederic Traum aunque firmé yo (amistades y pactos varios, a los que llamamos “antónimo”)) que quedó finalista del Nadal en el 2004 está en plena segunda juventud: escaparate a la calle en la Avenida de la Albufera, en los impares, el 31 aproximadamente, donde antes estaba el Blockbuster, un expositor completo en La Presilla, Antonio Calas, 17, una torre de libros en Juan de Urbieta... No en vano Traum, el narrador, tardó 14 años en terminar la obra, y no va a permitir (cualquiera que haya leído comprenderá que prefiere la muerte a no hacer su voluntad) que desaparezca del mercado porque hoy los libros se publican como si fueran yogures, con fecha de caducidad. Y de eso nada, señores. De eso, tratándose de mister Traum, nada de nada.
Por cierto, que en la Presilla, uno de los lugares donde puede encontrarse el libro y también los de todos mis Tripulantes o alumnos, al propietario, Víctor, la novela le resultó tan inquietante que me dijo no se atrevía a recomendársela a todos sus clientes; casi diría que me miraba extraño, si no con miedo sí con prevención. A mí, que soy incapaz de matar una mosca, y siento por Víctor afecto y agradecimiento incondicionales pues me cuida como a un pariente cercano. Y pienso que eso es un éxito de Sonríe Delgado, que conmueva y asuste. Debería ser la función de la literatura, remover algo dentro: al menos como el whisky y no como zampar palomitas, que sería el equivalente de leer la mayoría de los libros que se publican en los últimos tiempos. Paula Corroto, tenía veinte años y era la periodista más auténtica que conocí en mi promoción, definió el libro como sigue: “Puebla ha escrito una novela que no se lee. Se bebe. Y como el buen whisky, es un gustazo para el lector”. Pues eso, como el whisky; no puedes beberte un doble y creer que no ha cambiado nada; si fuese así no podrían quitarnos el carnet de conducir y hasta meternos en la cárcel si -después de ese whisky delicioso- nos ponemos al volante de nuestro coche habitual.

Pero la semana literaria no ha sido sólo Traum y su Sonríe Delgado (¡cómo me habría gustado que se hubiese publicado con su nombre y conceder las entrevistas enmascarado o por medio de un actor!), porque han sucedido muchas otras, y como muestra.... las que siguen:

Una mala noticia para los periodistas que nos relacionamos con el Grupo Anaya. Tras la jubilación de Ana Kuntz, la impagable e insustituible Ana Kuntz, ahora es Óscar Oliveira quien abandona los astilleros literarios de Anaya, y concretamente el muelle de Algaida y Oberón, de cuya promoción y cuidado era responsable Oliveira; a Miguel Ángel Matellanes, director de ambos editoriales, Algaida y Oberón, se le pondrá algún pelo gris antes de conseguir acoplar al sustituto ideal de Óscar Oliveira. Oliveira, claro, no se jubila, sino que se va a ocupar un puesto político en el ayuntamiento de Leganés (algo relacionado con la seguridad ciudadana y con categoría de director general, pero no me hagan mucho caso). Anaya pierde -o deja en suspenso- a un magnífico jefe de prensa pero la política gana un hombre honrado; envidia me da el ayuntamiento de Leganés.

Me llega la última novela de Antonio Gómez Rufo, el escritor más elegante de este mundillo rampante, La noche del tamarindo. La publica Planeta pues no en vano Gómez Rufo ganó en el 2005 el premio de Novela Fernando Lara, en mi opinión el más limpio e interesante del grupo Planeta en este momento (la magia del nombre que lo ampara, de Fernando, el Lara que más amaba los libros). En La noche del tamarindo encontramos la prosa impecable, como sus trajes y abrigos (da gusto ver a escritores bien vestidos de vez en cuando), de Gómez Rufo, en una historia que conmoverá a cualquiera, especialmente a quienes tenemos hijos. ¿Salvarías la vida de tu hijo a cosa de la muerte de otro niño? Es fácil, quizá, responder sinceramente a esta pregunta en el interior de cada uno, pero no lo es hacerlo de modo público, en un libro, una novela. Antonio Gómez Rufo lo hace y aprueba con sobresaliente.

Pasa por Madrid, como parte de su promoción europea, en Italia se lo rifaban las televisiones y cadenas de radio, Jerónimo Tristante, el escritor murciano creador del personaje detectivesco Víctor Ros, un policía en el Madrid del siglo XIX y en cuyas novelas (Maeva) se mezclan las alquimias de la novela policíaca e histórica. Leí con placer y facilidad El misterio de la Casa Aranda, y su agente, el eficaz y amable Eduardo Melón, acaba de pasarme El caso de la viuda negra, la segunda aventura de Víctor Ros que ya está en mi mesilla y que habrá sido leída, si nada se tuerce, antes del próximo fin de semana.

El premio Fernando Quiñones lo ganó el amado de los dioses, o de algún humano poderoso, Joaquín Pérez Azaústre (a los 24, beca de dos años de la Residencia de Estudiantes, a los 25, el Adonais de poesía, sonó para el Ciudad de Logroño en su primera edición -aunque ahí Manuel Hidalgo le cortó el paso- y antes de los 30 se hizo con el Premio Internacional Loewe). Como siga así el escritor cordobés conseguirá hacer sombra al mismísimo Juan Manuel de Prada, a quien Roberto Bolaño dedicaba una entrada en su maravillosa LOS DETECTIVES SALVAJES, y ponía en la mente del personaje que era Prada sin serlo el siguiente pensamiento: ¿Qué es la literatura? Un paseo triunfal.
Supongo que lo mismo estará creyéndose, pensando, Joaquín Pérez Azáustre. Su libro, La suite de Manolete, es correcto, se lee bien y tiene hallazgos poéticos múltiples, aunque flojea en los diálogos que remata, de modo innecesario, con los “continuó, sentencio, comenzó, respondió, etc” de los que hace lustros los escritores -a los que ya no se paga por palabra escrita- encontraron el modo de librarse; suprimiéndolos simplemente. Si se molesta en leer la obra finalista del mismo concurso, la de Empar Fernández, El loco de las muñecas, podrá comprobar con que sencillez puede hacerse.

La semana que viene ya habré terminado de maquetar y portadear (neologismo?) los nuevos siete libros de mi editorial, y estaré más libre para -licencia 008- incordiar. Y para comer fuera de casa. Esta sólo me he permitido, tras pasar por el ISBN, almorzar un día en casa de mis padres; mi madre, como es más coqueta que ningún escritor o editor o jefe de prensa, no me dejó hacer fotos para esta web, así que me conformé con una de mi pre-tatarabuelo: Blas Quintana del Acebo, que era armador de buques, y a quien retrató Esquivel alrededor de 1850; la imagen que muestro es la prueba de Esquivel, en 30x40, y que le valió el encargo de dos grandes retratos, los tiene mi tía Maribel Taylor, por parte de mi antepasado.

 

“No basta con ser bueno. El pecado no es bueno. Y para acabar con él, hay que ser duro y despiadado”
JUAN RULFO, Pedro Páramo

10 de marzo

¿SEMANA, QUÉ SEMANA?
He estado tan ocupado haciendo portadas, escribiendo prólogos, resúmenes, artículos para revistas varias, preparando la creación de una nueva y pequeña sociedad mercantil que sirva de cauce a mis múltiples actividades, que apenas me he enterado de que pasaba una semana. Eso sí, hubo una tarde-noche deliciosa, la del martes, en que una de mis Tripulantes, Mercedes Pérez-Dobón organizó una cena “con cuentos” en su casa. Aunque no están ni todos los que acudieron, y menos aún la Tripulación completa del barco imaginario, cierro este diario esta vez brevísimo con una foto que hice cuando ya estábamos a punto de despedirnos y pasaban muchos, y agradables, minutos, de la una de la mañana.


 

“Siempre es menos terrorífico ver la cara del monstruo, por espantosa que sea, que tener que imaginarla por no poder verla”
de SOSIEGO, anti-libro impublicable que desde hace dos años, dos meses y diecisiete días se desparrama por cajones y libretas en casa de Francisco Javier Puebla Rabanal

17 de marzo

 

LHARDY

Me gusta Lhardy. Me encanta Lhardy. Su ambiente anticuado y señorial, la madera que cubre las paredes del gran salón del comedor. Sus cubiertos de plata. El cocido y el suflé insuperable. Las personas que me encuentro o me llevan allí. Los camareros perfectos y desencantados. Esta vez me convoca Algaida, la editorial que dirige Miguel Ángel Matellanes y cuyo jefe de prensa era, hasta la semana pasada, Óscar Oliveria, un tipo eficiente, afectuoso e inolvidable. Quien lo sustituye es una mujer, Begoña Minguito. Minguito como mi amiga Fe Minguito, con quien coincidí en África, pues trabajaba en la embajada. Pero a pesar de Minguito es un apellido común no son familia; lástima, me habría encantado que hubiese sido hermana de madame Fe. En cualquier caso le doy un voto de confianza, y hostigado o instigado por el editor le hablo, precisamente, deÁfrica, de Dakar. Le cuento que cuando cesó, para irse un puesto mejor, el delegado de Iberia, Pedro Álvarez Parejo y le sustituyó Carlos de la Peña recibí al segundo como si le hubiese arrebatado la plaza a mi amigo; y no era así, y Carlos de la Peña, que con el tiempo llegó a ser tan amigo mío como Pedro Álvarez me lo explicó el día en que nos conocimos: él no era culpable del cambio, se merecía una oportunidad. Quizá con el tiempo llegue a sentir el mismo afecto por Begoña como el que ahora siento por Óscar; de momento, mi apoyo, ya lo tiene.
Pero hay mucha más gente en la comida... me estaba poniendo sentimental. Me encuentro con Cuqui de literaturas punto com, y con Paula Corroto, que me hizo una de las entrevistas más bonitas que me han hecho nunca cuando quedé finalista del Nadal, y con Juanma González, Joaquín Arnaíz, Quiroga Clérigo y otros muchos. ¡Qué bien se está en Lhardy! Redescubro a quien fue mi jefe hace siglos en Disidencias, cuando Dragó lo dejó para marcharse, igual que lo hace ahora, veintitantos años después, a África; me refiero a Manuel Hidalgo, autor de LO QUE EL AIRE MUEVE, novela con la que ha ganado el Ciudad de Logroño y motivo por el que allí estamos todos los periodistas culturales de la Metrópolis y Corte. (Esa noche, al llegar a casa, escribo una columna sobre él, su libro y el reencuentro)

Había prometido llamar a Enrique Páez al terminar de comer, pero la tripa llena y el ánimo relajado y la conversación siempre fluida e interesante de Miguel Ángel Matellanes logra arrastrarme hasta las arterias del corazón de la ciudad y acabo sentado con él, tomando un digestivo para bajar el cocido, en el Brujas Café de Puerta Cerrada. Hablamos, comentamos, especulamos y en un abrir y cerrar de ojos han pasado dos horas; las obligaciones de uno y otro nos obligan a separarnos.
-Nos llamamos.
-Claro, seguimos en contacto.

La tarde es tranquila, la temperatura suave y subo los escalones que había bajado de las escaleras del metro para volver a la superficie, regresar caminando hasta mi casa a paso rápido y soñador. La tarde es tranquila. La temperatura suave. Camino. Camino rápido. Me gustaría pensar que sería incluso adecuado escribir que camino veloz.


“La vanidad, de acuerdo; es prácticamente imposible librarse de ella. Sólo se trata de encontrar una variante no demasiado penosa”.
HANS MAGNUS ENZENSBERGER. Josefine y yo.

 

31 de marzo

YO, HO, HO... Y UN CORTO VASO DE RON

Estoy un poco “alegre” ahora mismo, mientras escribo estas palabras. Rara vez bebo y hoy, jueves 27 de marzo, ya 28 pues pasan las doce, me he tomado dos cervezas y un ron con hielo en compañía de mi muy querido amigo Lorenzo Silva; así que estoy con un “puntito”. Hemos estado casi cuatro horas, han pasado en un suspiro, charlando y caminando sin rumbo definido. Acaba de dejarme en casa y debido a que era consciente de que estoy algo “achispado” había decidido que dejaría la redacción de este diarioweb para mañana, cuando estuviese sereno..., pero me apetecía escribir. Me apetece escribir. He encontrado a Lorenzo, nos habíamos citado allí, en la librería Central adjunto al Centro de Arte Reina Sofía donde se presentaba el libro LETURAS DE FICCIÓN CONTEMPÓRANEAS (de Kafka a Ishiguro), un libro que me ganó en cuanto abrí el sobre de Anaya que me trajo un mensajero hace tres días. Mañana escribiré una columna sobre el libro, obra de la sabiduría y el esfuerzo y el entusiasmo o pasión de Javier Aparicio Maydeu, que contiene una amplia selección de críticas de la mejor ficción universal del siglo XX, agrupada por tendencias y actitudes literarias, y se cierra con una biblioteca con los títulos que Aparicio considera imprescindibles y en la que no existen discriminaciones de géneros o subgéneros; durante la presentación Javier Aparicio equiparó el monólogo de EL ASESINATO DE ROGELIO ACKROYD, de Agatha Christie, con el del ULISES de Joyce (y yo no puedo estar más de acuerdo). Javier estaba flanqueado, durante la presentación, por Fernando Rodríguez Lafuente, que iba de azul, y Emilio Pascual, que llevaba un jersey verde (¡Dios, esto comienza a parecer un diario “chicklit”; sólo me ha faltado poner las marcas!). La presentación fue excelente, pero como sobre ella voy a escribir en otro sitio aquí voy a volver a insistir en los colores: poseían una cierta armonía, una estética cromática, azul-marrón-verde, que los hermanaba. Me fijo en esas cosas durante las presentaciones de los libros porque siempre llevo una cámara (de fotos), porque soy tan cineasta como escritor y siempre pienso como podría o debería moverse el operador para captar el ambiente del modo más atractivo para los espectadores imaginarios.
Lo pasé bien en la presentación, lo he pasado bien charlando con mi amigo Lorenzo, a pesar de que la mayoría de los temas sobre los que versó el encuentro no eran alegres, y lo pasé también de maravilla durante las vacaciones de semana santa, en Las Negras, Almería, donde la hospitalidad de mis antiguos compañeros de colegio (uno de ellos también de oposición) Jesús Ros y Antonio Gurrea hizo posible que pasara tres días descubriendo las maravillas del Cabo de Gata en compañía de mi pequeña familia.
Sin embargo no lo pasé bien en absoluto cuando, tras unas líneas de escritura y con el ron aún en la cabeza, quise continuar avanzando. Así que paré. Esta entrada del diarioweb la comencé achispado y la termino dos días después en estado de serenidad absoluta. Desafío al lector a que encuentre en qué punto comienza una y acaba la otra, qué palabras escribí “alegre” y cuales otras simplemente alegre.

 

ANTILIBRO (cuatro entradas escogidas al azar de SOSIEGO)

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Me cuesta tanto trabajo y esfuerzo encontrar tiempo para “tirarlo” que cuando, una vez conseguido, lo tiro, me siento más necio y derrochador que satisfecho.

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La fragilidad del cuerpo puede manifestarse en cualquier momento. Pero siempre el optimismo de que a nosotros no nos pasará. Es un respiro: ese optimismo; el único que tenemos.

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¿Querría Fernando Pessoa haber sido J.K. Rawling y vender millones de libros?
Sí.
No. En realidad no.

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La abundancia llama a la grasa.

 

 

“No tengo ni idea en que ciudad estoy. No importa. Tampoco tengo ni idea a qué ciudad voy. No tengo planes”
Sam Shepard. EL GRAN SUEÑO DEL PARAÍSO

7 abril 2008

LIGERO DE EQUIPAJE

Ando en tratos con un empresario catalán, un hombre intuitivo que deshizo sus inversiones inmobiliarias antes de que comenzase la crisis, para cederle el control de mi pequeña editorial, Haz Milagros. Braulio Benavides apareció en la presentación-nacimiento de la editorial el pasado mes de diciembre, me ha escrito repetidas veces desde entonces y me garantiza que en Haz Milagros podrán seguir publicando mis Tripulantes o alumnos o compañeros de taller literario.
-Te nombraré Consejero Delgado.
Lo bueno de los proyectos sin ánimo de lucro, no lo hay por mi parte y lo de Benavides me parece más romanticismo que un medio para hacerse aún más rico, es que puedes repartir cargos sin el menor empacho: tú consejero-delegado, tu director financiero, tu encargado de comprar flores los martes y jueves, porque en la mayoría de las cosas ninguno cobramos y la única recompensa es alguna comida y el placer infinito de ver nacer libros. Aunque nunca se sabe..., a lo mejor acabo cobrando una pastaza por ser consejero-delegado de Haz Milagros, porque Braulio es uno de esos tipos que parecen imantar al dinero.
Otra de mis Tripulantes, Tripulante de la primera y más heroica travesía de los Barcos-taller de Javier Puebla, la alhameña Gori Velasco, me escribió hace unos días para contarme que había publicado ANITA MARINERA por su cuenta, y la noticia me llenó de satisfacción y orgullo, pues Gori, mi muy querida Gori, lo primero que hacía era darme las gracias. Confieso que me encanta, es un regalo que no se puede pedir pero agradezco mucho, que me den las gracias cuando me esfuerzo tan desinteresada e intensamente como puedo por el bien o la alegría de otra persona. Que tantas personas que nunca habían escrito un libro, y muchos ni siquiera pensado en hacerlo, ahora tengan una obra en el mercado, aunque sea un mercado de andar por casa: sólo para los amigos, gracias a mis Talleres totalmente inventados, sacados de mi chistera de escritor y no de ningún manual, es una maravilla.
Como es una maravilla que Alianza Editorial esté sacando, por fin, una colección Tolstoi, o que un escritor, sí, un escritor, Montero Glez, haya ganado el premio Azorín de este año. Es tan raro que los escritores de verdad ganemos premios literarios que cuando sucede dan ganas de ponerse a bailar. Recomiendo su novela, Pólvora negra, a cualquiera, porque a Montero le encargaron o sugirieron (imagino) una novela histórica y ha hecho una novela “made by Montero Glez”. El miércoles como con él (y con mucha más gente) y supongo que le dedicaré al menos una columna; dos, con un poco de suerte.

 

“La vida está hecha de momentos”
Jose María Otero de León, a la sazón embajador de España en Senegal, una noche en la residencia oficial, tratando de convencerme para que me quedase a disfrutar con él de un último oporto.

 

MOMENTOS


Suelo ser el primero en irme, escapar de las fiestas y reuniones de amigos cuando están en su momento álgido y todos estamos felices, especialmente yo. En parte escapo porque soy un hombre solitario que siempre se añora a sí mismo, pero también lo hago para no apurar la taza, tratar de arrebañar con la lengua los posos del café. Desaparecer antes de que la magia se haga migajas, de que caigan las torres...

Sucedió la noche del martes. Uno de mis Ángeles (con mayúscula, sí) me había conseguido una invitación para la cena anual de la Fundación Lara, y aunque llegué tarde -gracias o por culpa de otro Ángel (también con mayúscula)- tuve la suerte de disfrutar de, al menos, tres momentos impagables. A saber:

MOMENTO 1
Camino en compañía de Jorge Herralde, ambos escoltados o más bien guiados por Teresa Marcos y Eduardo Melón, desde el Círculo de Bellas Artes hasta la puerta del bar de la calle Almirante donde acaban todas las grandes reuniones literarias en Mad Madrid. No sé lo que dura el camino, pero bastantes minutos, suficientes para contarle o explicarle a mi amigo de hace ya tantos años Jorge Herralde cuantas cosas quería decirle, y escuchar de sus labios palabras y comentarios que atesoro para mí mismo y no voy a comentar con nadie.

MOMENTO 2
En la puerta del bar de Almirante cedo el paso a Jorge, Eduardo y Teresa... y me quedo fuera. Porque en la puerta está Ferrero, Jesús Ferrero, que lleva un sombrero como el mío y a quien leo desde que publicó su primer libro: Belver Yin, hace ya más de veinte años. Hay un tipo loco, un tipo en llamas que diría Luis Alberto de Cuenca, con nosotros, mientras desafiando al frío mínimo nos quedamos en la puerta del bar forrado de madera, hablando mientras los otros beben y se desgañitan. Y no es lo que se dice, lo que -fundamentalmente- dice Ferrero, que también, sino el ambiente, la sensación de camaradería con quien ha sido mi ídolo, mi escritor español más admirado y que ahora es un colega, que me trata y acepta como un igual.

MOMENTO 3
Eduardo Melón sale por la puerta del bar y me dejo arrastrar por él, la conversación con Ferrero ha sido maravillosa y prefiero abandonarla antes de que decaiga. Me lleva a otro bar (soy malo para los nombres reales de los bares, sólo me acuerdo de los que me invento) donde Eduardo me presenta a Carlota del Amo.
-Hola, soy...
-Eres Javier Puebla. Sé perfectamente quien eres.
El desconcierto maravilloso de no tener que autopresentarme, que se quede en el aire ese paso que siempre doy hacia adelante, jugando al gran hombre popular que sólo es grande y popular para sí mismo. Carlota va de negro, le queda genial el vestido, tiene el pelo rizado y una mirada a lo Winona Ryder. Me habla de su propio, y al parecer pequeñito, ángel de la guarda. Y no sé si es su ángel o el mío quien hace que minutos después que Teresa Marcos y Miguel Ángel Matellanes aparezcan por el bar donde estoy con mi amigo Eduardo Melón (y Sabino Méndez, el letrista de Loquillo y novelista in crescendo). En cualquier caso estamos tan bien que la conversación y las copas duran y duran, y el ambiente no decae; y esta vez sí que me cuesta irme, son más de las tres cuando nos separamos en la Gran Vía (y esa noche, a las cuatro y media, aún hablo por teléfono con MAT -Miguel Ángel Matellanes- y nos estamos mandando correos hasta la hora que mi chica ya se levanta de la cama para ir a trabajar; pero esas, lo de cuando mi chica se levanta y los correos que cruzo con el editor de Algaida, son otras historias, como dirían London, Ende o Benavides).

MONTERO GLEZ

Apenas he dormido tres horas (y lo mío son diez). Así que cuando llego al Hotel como se llame, ¿el Intercontinental?, en la Castellana para asistir a la comida de prensa que ofrece Planeta con motivo del Azorín de este año, y a la que estoy invitado por cortesía de Pedro de Paz, apenas sé como me llamo. Por fortuna en la mesa me flanquean Luis Alberto de Cuenca, junto a él Pedro Sobera, y el propio Pedro de Paz. Montero Glez es casi tan brillante en la presentación como en la redacción de POLVORA NEGRA, y digo casi porque la novela es deslumbrante, y un escritor de corazón y raza como Montero Glez, aunque también sea un gran showman siempre brilla más cuando se abre el objeto mágico que es un buen libro.
Con Montero me divierto, me sorprende su velocidad, no le conocía, me vuelve a dejar con el pie en el aire no poder presentarme, mi clásico y desafiante:
-Hola, soy Javier Puebla, porque al igual que Carlota del Amo la noche anterior el también sabe perfectamente quien es Javier Puebla y me llama Sonríe Delgado, me habla de mis cuentos africanos y hasta me manda recuerdos para mis Tripulantes (espero que todos se sientan honrados por el detalle). A Montero y su novela premiada le dedico mi columna semanal: ¡UN ESCRITOR GANA EL AZORÍN! (con exclamaciones, porque creo que hace siglos que no pasaba).

Hay más momentos esta semana: con mi muy querido Antonio Gómez-Rufo, mi no menos apreciado Nacho Fernández y el “old fellow” Pedro de Paz tomando café tras la comida de prensa. Y aún hay un paseo, y un encuentro extraordinario provocado por una errata de imprenta en la portada de uno de los libros que presento el día 28 en Fuentetaja (o eso espero) y que me hace conocer a la sobrina de otro Ángel; mis Ángeles, debe ser el destino o que me los manda el cielo altos y grandes para que no se pierdan sus alas blancas tras el ala negra de mi sombrero. La historia sería larga, así que la resumo en unas líneas (que para eso sé y puedo): entro en un bar, conozco a un impresor que puede solucionarme -puro azar- el problema de la portada y su mujer es la sobrina de Ángel Navacerrada, el Campeón de España de Boxeo que falleció hace unos meses y sobre quien escribí -por afecto y agradecimiento- en todas todas todas partes; también en este diario web.

LUNES, 14 DE ABRIL
Día de la República, día de mi cumpleaños. De momento he durado más que la República, pero sigo siendo -me tiembla el meñique del pie izquierdo ante la injusticia- mucho menos famoso. En fin,
tiempo al tiempo.

 

“Todos los días, cuando acabo de trabajar, cumplir con mis obligaciones como ser social, me escapo corriendo a un callejón. Siempre el mismo callejón. Lo conozco bien: es oscuro, poco frecuentado y no tiene salida”
de SOSIEGO, antilibro impublicable (entre otras cosas porque ni siquiera me preocupo de irlo guardando)

21 de abril

Y YA

Y ya fue mi cumpleaños, y mi maravillosa esposa me organizó una fiesta sorpresa que no fue la típica fiesta sorpresa coñazo en la que te toca aguantar gente porque son de la familia o convienen o pasaban por ahí. No lo fue porque mi chica, que me conoce mejor de lo que creo (para algo es mucho más inteligente que yo) sólo invitó a gente que quiero, aprecio y admiro; las tres cosas. Querer, apreciar, admirar. Se puede querer y admirar a alguien y despreciarlo (se me ocurren varios nombres, pero no quiero deprimir a nadie para celebrar mi cumpleaños). Se puede admirar a alguien e incluso apreciarlo, pero no quererlo. Se..., bueno, cualquier combinación es posible, pero sólo con quien quieras, aprecias y admiras puedes sentirte a gusto, realmente relajado. Quizá porque ese triple sentimiento suele ser mutuo, como apuntó inteligentemente ese filósofo in crescendo que es mi amigo del colegio, Jesús Ros Urigüen. La prueba de que estaba tan relajado durante la fiesta -que se celebró en un club de golf que no sé ni donde está ni como se llama porque me llevaron- es que me quité el sombrero a los cinco minutos de llegar. No tenía que fingir ante nadie, dar una imagen, interpretar ningún papel; sólo ser yo mismo, como ellos mismos eran -ante mí- todos los invitados. Gracias: a los que vinieron, a los que no pudieron venir y a los que mi mujer olvidó llamar pues, aunque me conoce, no llega hasta los últimos renglones de la lista de los predilectos de mi cabeza y corazón.

(No tengo las fotos todavía, Fénix aún no las ha “revelado”; quizá ponga alguna la semana que viene)

¡AUTOR, AUTOR!
Ya le han llegado a Braulio Benavides, el propietario de Ediciones Haz Milagros, los siete nuevos libros de su editorial, y enseguida me hizo llegar unos cuantos ejemplares para que se los pasara a mis Tripulantes, a mis escritores, lo que me permitió disfrutar de su cara de felicidad. Para algunos era el primer libro suyo, firmado y escrito por ellos, que tenían entre sus manos. En particular fue un placer compartir la alegría de Antonio Pacios, en la foto, al coger el tomo más grueso, y más novela, publicado por Haz Milagros, ESCAPISTA. Me hizo pensar en mí mismo cuando, a los veinte años, recibí de manos de Livia Castillo, la propietaria de Ediciones Nuevo Sendero, mi primer libro, AULLIDOS DE ANTI-REALIDAD, y me lancé a la calle con una docena de ejemplares para vocear ante el mundo que ya era un autor de verdad, que tenía un libro entre las manos, papel y cubierta que la gente podía comprar, mirar, leer..., una experiencia inolvidable. Los presentamos el lunes que viene, día 28, en la librería Fuentetaja, San Bernardo, 35, y por primera vez el acto de presentar la obra de mis Tripulantes me apetece infinito (va a ser la tercera vez, pero la primera había un libro que no me gustaba y en la segunda un autor a quien quiero y admiro pero no aprecio); supongo que lo pasaremos bien, será un show irrepetible y está invitado cualquiera que quiera venir, aunque es probable que el local esté hasta la bandera (siempre somos record de ventas en las librerías); pero naturalmente lo anterior es sólo una suposición; el futuro es el futuro y nunca se sabe: a lo mejor el día 28 de abril nieva tanto que sólo los esquiadores podrán salir de sus casas y estaríamos solos (improbable, ya sé).

AL MODO DE ALFONSO XIII
Como todo el mundo sabe, o al menos todo el mundo que haya leído la novela de Montero Glez, Pólvora negra, la leyenda del Ratoncito Pérez surgió cuando Alfonso XIII perdió su primer diente de leche y doña Virtudes, la madre del rey, encargó al padre Coloma que escribiera un cuento a su hijo. La tontuna acabó con que todos los padres ahora nos tenemos que buscar la vida cuando a nuestros hijos se les cae un diente y patear la ciudad en busca de un regalo que colocar bajo su almohada tras llevarnos el diente y pasárselo a Pérez para que siga construyendo su palacio de falso marfil con él. Era jueves y tenía tres cosas: Prado (el museo, no el falso hippy), Piglia y lectura de poenas de Losánez. Pero opté por la vida familiar antes que por la literaria -¡bien hecho!- y hasta que no encontré lo que buscaba para colocar bajo la almohada de Max no paré. Y una vez que lo hube conseguido en lugar de intentar llegar a alguno de los actos me dejé vencer por un capricho, a saber:
TIGRE MANJATAN. Es el nombre de uno de mis personajes que en tiempos vivía en una Travesía imaginaria, la travesía de Los Milagros, pero frecuentaba un bar real: La Carpa, en Tirso de Molina. Así que caminé un rato largo bajo la lluvia para llegar hasta el bar, ver si había cambiado desde los tiempos que mi personaje, mi amigo, lo frecuentaba. No esperaba encontrarme con el dueño, pero me lo encontré. Y le pregunté por él, por mi amigo, por mi personaje:
-Un tipo con coleta, que conduce un descapotable americano antiguo, un chevy. Venía mucho. Y yo con él.
-Sí, me suena, sí. Creo que sí me acuerdo de él, pero a ti no te he reconocido, perdona; uno ve tantas caras.
Fue genial que se acordara de Arturo Briz, Tigre Manjatan, que no existe, pero no de mí..., que existo -en la cabeza del dueño del bar La Carpa- mucho menos.



DOMINGO: DALIA, GORKA, MANUEL... COMIDA EN LUCIO


Fona Manuel Domínguez recién aterrizado para ver si podemos comer con él y su señora, la bella Dalia, Gorka Landaburu y su esposa Marina, y dos amigas más. Le digo que sí, que encantado. Nos cita en Lucio, para una comida rápida..., o parece una comida rápida, porque lo cierto es que dura casi cinco horas: entramos a las dos y salimos a las 7. Una delicia.

 

“Valoro haberme sabido adaptar siempre al paso del tiempo”
Quim Monzó, EL MEJOR DE LOS MUNDOS.

28 DE ABRIL

PREPARÁNDOME PARA EL GRAN “CHOU”
La verdad es que tampoco hago nada especial. En realidad es así como me preparo para cualquier evento: No haciendo nada, lo menos posible; creo que es la mejor manera. Cargar pilas, conservar la energía y utilizarla sin planes previos cuando llega el momento. El gran “Chou”, siete autores, siete nuevos libros de Haz Milagros Ediciones, será este lunes 28 de abril a las siete de la tarde en Fuentetaja, San Bernardo 35, y seguirá en el bar EL HOMBRE MODERNO, calle del Pez 2, hasta que las fuerzas acumuladas se disipen y llegue el momento de irse a casa y comenzar a prepararse para nuevos retos.


Pero mientras tanto la vida literaria de Mad Madrid ha seguido llamando, convocándome a actos a los que no quería no podía faltar. Concretamente el lunes 21 se celebraba en la Joy Eslava la edición anual de LOS PREMIOS CAMBIO. ¡Qué espectáculo! Aquello parecía un musical de Broadway: el ritmo, la presentación, los premiados, los presentadores..., por mucho que me esfuerce en Fuentetaja no lograré llegar al equipo de Manuel Domínguez Moreno y Gorka Landaburu a la suela de los zapatos (así que no me esforzaré; disfrutaré -simplemente- del momento).
Pero si yo pasé bien mi chica se lo pasó aún mejor, con sus amigas Rosalía y Dalia, la directora de Cambio en República Dominicana, y fotografiándose con su admirado presidente del Real Madrid (Calderón; yo -perdón por la ignorancia- no conocía ni su nombre ni su cara) y con Ana Rosa Quintana; a esta última sí la conocía, pero sólo de un día, una noche, en el Vips, cuando era pareja de mi amigo Alfonso Rojo, y por increíble que parezca se acordaba de mí: lo probó (al parecer tiene una memoria digna de un opositor a notarías). Luego estuvo la cena con todo el equipo de la revista, la agradable conversación con Ramón Villaró, la alegría serena de un éxito que es producto de un largo esfuerzo...

El jueves no se trataba de una fiesta, sino de una mesa redonda, y quien estaba convocado en el escenario, junto a Fernando Sánchez-Dragó, Luis Alberto de Cuenca y Luis María Ansón, era yo. El lugar: el salón de actos del colegio del Pilar (el Pilar de Castelló, le llamo yo que he estudiado en el otro, en el de El Niño Jesús). Lo pasé fenomenal; pero la verdad es que era fácil, siempre lo paso bien con Dragó y Luis Alberto, son magníficos improvisadores, buenos y leales amigos que me hicieron sentirme como D´Artagnan en una aventura de Los 3 Mosqueteros. Me gustó mucho que me invitasen al “otro Pilar”, su salón de actos, la arquitectura grandiosa de techos altos y torres de aguja. Al terminar caminé largo rato, hasta la Plaza de Colón, en compañía de Fernando Sánchez-Dragó. Una de las cosas que más me gustan del mundo es caminar con un amigo por la calle: se dicen y piensan cosas especiales mientras andamos, la guardia dividida entre el movimiento del cuerpo y el baile de las palabras.

Y el viernes..., el viernes me dediqué -como anunciaba al principio- a no hacer nada. Igual que el sábado. Igual que el domingo. La semana que viene ya contaré en este diarioweb si la energía acumulada fue suficiente para el gran “chou”, siete buenos libros, siete autores interesantes..., y yo solo como embajador de todos ellos. Todo un reto.

 

“El mundo está lleno de gente más “lista” que yo. La única manera de ganarles sería jugar a su manera y hacer trampas. Así que no les voy a ganar. A los que son más “listos” que yo... no les voy a ganar”.
SOSIEGO, antilibro impublicable.

5 mayo 008

CELULOSA Y NITROGLICERINA

Salgo con más de una hora de tiempo en dirección a la librería Fuentetaja; con las manos en los bolsillos y los pensamientos enredándose en cualquier sitio que atrae mi atención. Voy en el metro, voy solo, callejeo, me paro ante los escaparates, dejo que se pierdan aquí y allá los minutos... Aún así cuando llego a Fuentetaja faltan cuarenta y cinco minutos para que comience el “chou”. En la puerta ya están Antonio Pacios, ESCAPISTA, y su hermana, que ha venido desde León expresamente para la presentación. Tomamos unas cocacolas en un local cercano, pero Pacios está inquieto; así que no demoro más el comienzo de la acción. En Fuentetaja todo son amabilidades y sonrisas. Marisa, en la caja, y Alfonso, en la dirección probablemente aún no se creen que seamos capaces de repetir el éxito de diciembre, más de ciento cincuenta ejemplares vendidos y tantos asistentes que cuesta llegar a ver/escuchar a los autores. Esta vez son siete. Siete frasquitos de nitroglicerina: nerviosos, emocionados, felices... Mi misión es sencilla: hacer que no estallen, que su energía se neutralice y la utilicen correctamente, ser la celulosa que convierte en dinamita manejable la inestable nitroglicerina. Publicar un libro, presentarlo ante los tuyos, es una experiencia maravillosa pero también desestabilizante y extraña: el ego, los egos. Y una gota de sudor se desliza bajo mi panamá y me mancha la cara. También yo tenía mis dudas, igual que Alfonso y Marisa, acerca de que logramos llenar el gigantesco piso de arriba; el tiempo andaba revuelto, era lunes, dos de los autores, Lorena Liaño, SABORES, y Cecilia Denis, LA VIDA QUE NO SE PUEDE TOCAR, ya habían publicado con anterioridad, a Cristina García-Rosales, LOS DÍAS EN QUE NOS INVENTAMOS, que ha llamado a muchísima gente aunque no ha forzado a su familia para que apareciese en pleno; y la comprendo, yo no he convocado a la mía, no he convocado siquiera a mis incondicionales y amigos: ambos tenemos en común que nos aterroriza molestar, y en mi caso pienso que ya pedí apoyo y asistencia en diciembre y en octubre volverán a levantarse las carpas de mi circo privado: por lo que les llamaré, provocaré para que vengan, veré... . Son casi las siete, la hora de empezar y apenas hay nadie; quedan sillas libres entre las cincuenta que se han colocado frente al pequeño escenario. Sólo Mar Cassinello, ¡VAYA POTRA!, ha llegado a tiempo y está ya firmando. Agota 50 ejemplares, los 50 que habíamos llevado antes de que comience la presentación. La best-seller de la mínima editorial que he bautizado HAZ MILAGROS junto a Javier Vassallo, LOS CUENTOS DE CLAUDIO, que en diciembre también vendió cuanto habíamos llevado antes de que se abriesen los micrófonos. Pura Fernández, CAY, llega justo cuando empezamos a sentarnos en la mesa que nos convierte en los puntitos de luz en los que se fijan todas las miradas; llega con sus hijos, su marido y sus nervios: pero está muy contenta. Le sonrió con tranquilidad, será ella quien abra el fuego, quien lea el primer episodio de su libro. Ante todo mucha calma, comento -citando a los SINIESTRO TOTAL- con Ángel Arteaga, DOLI CORTÉS. ÁLBUM PERDIDO, que ya ha llegado hace rato y es absolutamente dueño de sí mismo; no en vano lleva años dedicándose al mundo del espectáculo, sus talk-show y sus incomparables creaciones como mimo. Hace calor. Miro hacia el público y advierto que no cabe un alfiler, que jamás había tenido tanta gente enfrente durante una presentación, ni siquiera cuando quedé finalista del Nadal en el 2004. Me quito la chaqueta, el sudor empieza a incubarse bajo la paja oscura de mi panamá de ala ancha. No lo voy a conseguir. Por un instante pienso que esta vez no lo voy a conseguir; no llevo nada preparado y no se me va a ocurrir nada que decir. La nitroglicerina estallará y yo no tengo bastante celulosa en las manos para estabilizarla. Pero el escenario siempre habla solo, no necesita siquiera del actor si este se entrega, indiferente al resultado, al aplauso o al bostezo del público. Al parecer es un éxito clamoroso, cuando me levanto de la mesa cuarenta y dos minutos después -exactamente cuarenta y dos minutos después porque no podía pedirle a las muchísimas personas que estaban de pie ni un segundo más de atención- sólo encuentro felicidad y sonrisas a mi alrededor, y el tintineo de la caja en el piso de abajo, las plumas y rotuladores de mis autores moviéndose sin parar, las miradas cómplices y afectuosas de conocidos y desconocidos. Y luego es el mar, las dos fiestas, la de El Hombre Moderno, Pez 2, y la que se celebra en casa de Mar Cassinello. Entre una y otra encuentro un momento para estar solo. Camino por la ciudad, entro en un bar donde nadie me conoce ni atiende, siento frío, vuelvo a entrar en el metro, subo a mi casa a coger un jersey y cenar algo. Me siento pequeño y frágil, contento de que todos mis tripulantes y autores estén felices, contento de poder dedicar mañana mi energía a otra cosa, de que el largo esfuerzo de tantos meses haya por fin concluido y terminado.

LA MAÑANA SIGUIENTE

Había desaparecido. El cansancio que llevaba arrastrando desde el verano, y achacaba al esfuerzo del novelón en el que estuve trabajando sin desfallecer durante más de tres meses, había desaparecido. Esa misma noche empecé una nueva novela -por placer, sólo por placer, por el gusto y capricho de escribirla- y he seguido con ella -a mano, en mis cuadernitos- durante los días siguientes. Se me ocurrió el guión para un largometraje fácil -y divertido- de rodar. Los cuentos cortos se me caían de los dedos con tal profusión que al final ni siquiera me molestaba en recogerlos. Hablo y me escribo con los autores; les felicito y abrazo desde mi soledad recobrada. Juego con el niño y veo una serie inglesa de televisión divertidísima, Black Books, en compañía de mi chica. Hasta subo al solárium del Canoe a ponerme rojo creyendo que me bronceo . Las noches son suaves y cálidas, abrazantes pero no abrasantes..., la ternura de la noche como tituló genialmente Scott Fitgerald una de sus más conocidas novelas. El puente de mayo ha vaciado Madrid que parece “el extranjero”, una ciudad nueva y sugestiva y fácil. La semana que viene me voy a Cuenca a dar una conferencia y un cursillo de microrrelatos SOBRE EL AMOR Y LA MUERTE. Me apetece muchísimo; extrañaba a los extraños, hablar con gente a quien no conozco y para la que aún soy nuevo como ellos lo serán para mí. Duermo tranquilo. Escribo este diario. Aún gruño un poco tras el largo esfuerzo pero no importa; sé que estoy bien porque, de nuevo, y aún estando despierto, sueño; sueño todo el tiempo (de prisiones descargado y en el más lisonjero estado).


“El mayor de mis temores ha sido siempre morirme de aburrimiento”
RICHARD FORD, The lay of the land (Acción de gracias)

12 de mayo

CUENCA, MAYO 008; UN PASEO POR EL AMOR Y LA MUERTE

Hace ya muchos meses, con previsión insólita en estos pagos y más en los que frecuenta el mundo literario, me llegó un correo proponiéndome participar en “algo” llamado Encuentros: Paseo por el amor y la muerte. Lo firmaba Alejandro Dolz. Deduje que sería familia de Dora Dolz, la célebre pintora afincada en Holanda (fallecida ahora hace unos pocos meses) y que era ella quien me había recomendado. No, no la conozco, respondió Alejandro de nuevo por correo electrónico -Alejandro Dolz para mí aún no tenía cara- y entonces supuse que habría sido algún otro amigo, que nada me había comentado por discreción, quien habría dado mi nombre a Dolz.
-Te localicé por internet- confiesa o explica Dolz más tarde, muchos meses más tarde, la semana pasada, cuando ya le conozco en persona, veo su cara y escucho su voz sin la intermediación de un telefonino.
Y por primera vez pienso que mi página web sirve para algo, que poniendo las palabras adecuadas: amor, muerte, microrrelato, cazador de cuentos y alguna otra aparezco yo, mi nombre, en los primeros lugares de una lista y existe la posibilidad de que alguien me considere apto para ser invitado a un “encuentro”, a un “paseo”, a un paseo por el amor y la muerte.
De Cuenca, de la ciudad de Cuenca donde durante tres días habrá conferenciantes, malabaristas, actores y -sobre todo- escritores, me sorprende todo. Sabía que había unas casas colgadas, y recordaba haberlas visto, quizá un recuerdo falso, de niño en un viaje con el colegio o de paso dentro del pequeño núcleo familiar camino de unas vacaciones en la costa, pero desconocía que existiese también una ciudad moderna, cuidada, agradable y exuberante en su vegetación. Pero lo que más me sorprende es Dolz, Dolz y su equipo de quince profesores, los quince magníficos, que desde su base de operaciones en la parte antigua organizan nada menos que ciento cincuenta eventos cada año. ¡Ciento cincuenta! Es una barbaridad, un prodigio. Pero cuando conoces a Dolz comprendes. No utiliza intermediarios, es capaz de apenas dormir, estar en varios sitios casi a la vez y consigue transmitir a su equipo, y también a sus patrocinadores, un entusiasmo por la cultura en general y la literatura en particular que sería imposible encontrar en Madrid, o en casi ninguna otra ciudad de España: hasta tienen una editorial propia entre cuyas publicaciones está el exquisito ensayo TOCAR LOS LIBROS de Jesús Marchamalo (junto a Saramago, Silva, Luis Mateo Díez, Gamoneda, Hierro...). La organización que dirige Dolz responde al nombre de Centro de Profesores de Cuenca -no me gusta ponerlo en siglas- y lleva quince años de labor amorosa y sin alharacas, pero quien suscribe es testigo de que consigue maravillas porque he tenido la fortuna de participar en la penúltima de ellas, en ese Paseo por el amor y la muerte, donde repartí a diestro y siniestro ejemplares de mi libro -de muerte y amor- Sonríe Delgado (que me hizo llegar a Cuenca precedido de una aureola de escándalo pues los libros que envíe previamente por mensajería habían caído en las manos de los alumnos y no de los profesores a quienes estaban destinados; y claro, es un libro violento y quizá hasta pornográfico, aunque la aureola de haber sido finalista del Nadal lo suaviza siempre), hablé ante un interesantísimo grupo de adolescentes en un instituto y hasta impartí un intenso taller de microrrelato. Todo ello mientras disfrutaba de conferencias, cuentacuentos, una cena de amor y muerte... Magia pura y aparentemente sencilla. La propia muerte es el único tema que un escritor tiene vedado -nadie ha vuelto para narrar la suya- pero el amor siempre puede ser narrado o contado. Y eso es lo que he pretendido en esta columna, expresar mi admiración, mi amor, por Cuenca, por la labor de su Centro de Profesores, por las muchas personas interesantes (Carlos Marzal, María Colomer, Amparo Ruiz Luján, Jesús Marchamalo... y más y más) que he conocido durante tres días, por Dolz y sus magníficos, sus quince magníficos. Mi corazón conquistado. El amor, de momento, aún puede a la muerte. Brindemos por ello.


“Reencontrar a un viejo amigo es como regresar a una ciudad en la que has vivido”
(Sosiego, el anti-libro de Javier Puebla. En honor de Fernando Camarero)

19 de mayo

EN EL FUNERAL DE ENRIQUE PÁEZ: TALLERISTA
(ESTE TEXTO ES LITERATURA, EL MUERTO ES FIGURADO O FICTICIO, Y DE HECHO GOZA DE EXCELENTE SALUD)

Tengo que abandonar la fiesta de comunión de uno de mis sobrinos, el siempre brillante Guille o Guillermo, para asistir a una reunión. Aún no sé, no lo he pensado y quizá ni siquiera presentido, que se trata, se tratará de una suerte de funeral. Un funeral con el muerto de cuerpo presente y más vivo y saludable que nunca, porque el velatorio -poco público- se celebra en lo que hasta hoy, aún hoy, es la sede del Taller de Escritores de Madrid, un local precioso situado en la parte noble del barrio de Malasaña, un local en donde llegué a filmar al menos un par de películas breves (tres en realidad, pero una no llegué a montarla), y en el que hasta el más mínimo detalle -como siempre sucedía con cuanto rodeaba a Enrique Páez- estaba cuidado con el máximo amor y rigor posibles. Ya no. La muerte. Veo una mancha negra -humedades dice alguien luego más tarde- en una de las paredes; al entrar en el servicio me quedo pegado al suelo y al pretender levantar la tapa del báter (me gusta escribir báter y no váter) son mis dedos los que quedan atrapados y no podré lavármelos porque no hay jabón en el lavabo, ni papel con el que luego secarse las manos (la toalla está tan sucia que parece un trapo de los que se llevan en las maletas de los coches para limpiar la varilla del aceite una vez comprobados los niveles); eso sí: la calefacción está puesta; absurda e innecesariamente porque no hace frío, pero está puesta, conectada, dando calor a los muertos, a los zombies que ha convocado un Enrique Páez rejuvenecido, rebosante de energía, renacido como escritor de novelas juveniles, para su entierro, para el sepelio del tallerista que ya no es y al parecer jamás desea volver a ser. Es una reunión absurda, un entierro que el romántico incurable que habita en mí había pretendido evitar con la ingenuidad zangolotina que caracteriza siempre a los románticos:
-No pasa nada, yo me encargo de todo, corro con los gastos, busco alguien que limpie el servicio y pinte las paredes, dejo a los profesores supervivientes sus horarios habituales y me reservo para mí las noches (me castigo a mí mismo a no volver a cenar con mi mujer durante nueve meses cada año y quedarme a escribir en el cuartito del fondo del local hasta que cierren el metro, a la una y media; todos los días. Mi castigo voluntariamente aceptado, el precio que estoy dispuesto a pagar, y mi chica -generosa hasta el exceso- acepta que pague, por ejecutar un movimiento romántico y nada práctico: si el taller de Páez diese dinero él no lo cerraría, lo mantendría abierto desde Cáceres donde ahora vive, como ha intentado los últimos meses; pero las toallas no se lavan solas, los aparatos de calefacción no se desconectan si no es el amo quien aprieta con su propio dedo el interruptor).
Ni siquiera tengo tiempo a explicarles que mi intención, amén de la evidente: conservar el nombre del taller, era crear un curso AL MODO DE PÁEZ, que fuesen impartiendo los muchísimos -infinitos- profesores que Enrique Páez, formó, crió a sus pechos, cuando aún estaba vivo como tallerista.
Un golpe de viento -siempre sopla el viento en los entierros, el aliento del maligno apagando las velas en la capilla con la calefacción encendida- me libra de la trampa en la que yo solo -por sentimentalismo, porque Páez siempre me ha parecido buena compañía (como persona), porque tengo el vicio de intentar hacer milagros aunque ya sé, sí, ya sé, que los hombres no somos dioses y más que milagros hacemos gestos en el aire, alharacas cargadas de buenas intenciones:
-Yo tengo más derecho.
Sólo recuerdo el nombre (aunque no el apellido) de quien habla, de quien me libera de la responsabilidad y el peso y la cadena de tener que encerrarme cada noche tres horas durante nueve meses al año para purgar mi romanticismo. Recuerdo el nombre pero no merece la pena escribirlo. Es quien ha permitido que el hermoso lugar al que Enrique Páez inyectó lo mejor de su energía, y también bastante dinero, se degrade, alguien que tenía treinta alumnos el pasado octubre y ahora solo tiene cuatro y supongo que para cuatro gatos no merece la pena llamar a alguien que limpie el inodoro y sus entornos y mucho menos arremangarse y hacerlo uno mismo. No sé si tras sus palabras hay suciedad o torpeza o maldad o un cóctel desigual de las tres cosas. Inmediatamente le apoyo, la vía de fuga a mi romanticismo transnochado, mi ingenuidad endémica que me hace creer -pobre idiota- que sí puedo hacer milagros. Le apoyo, aplaudo y me relajo al mismo tiempo, como el voluntario que se ha ofrecido a pilotar el avión suicida y otro le quita el puesto de un empellón; ya me ha pasado más veces, quizá yo no pueda hacer milagros pero mi ángel de la guarda me ha sacado ya de muchos embrollos innecesarios a lo largo de mi vida pegándome un empellón, echándome a un lado, dejando que sea otro quien cargue con el muerto, que a mí con haber puesto la buena voluntad el cielo ya me quiere y me vale para seguir sumando puntos en sus particulares cartillas. Como es natural aún me quedo un rato departiendo amigable e intrascendentemente con los otros asistentes al velatorio o funeral o entierro -no sabría elegir con exactitud la palabra que define el momento- bebiendo cerveza, abrazando al muerto y celebrando su buen aspecto: no hay mejor maquilladora que la parca, como todos sabemos. Luego camino solo por la calle, agradecido, sabiendo y recordando que no amo ninguna otra cosa con más intensidad en este mundo que caminar solo por las calles de una ciudad cualquiera, soñando despierto, imaginando que al final sí haré milagros, que podré evitar la muerte de aquellos a quienes aprecio o admiro o quiero con solo mi voluntad y chasquear los dedos. Camino solo; y sueño con ello.

NOELIA OCAÑA

Es una voz. Una voz al otro lado del móvil o el fijo. Una voz y a veces la firma que aparece al final de un correo electrónico en el que entre las líneas convencionales y huecas se filtra una calidez o amabilidad insospechada. Durante más de dos años Noelia es una voz o una firma. Hasta que un martes y trece aparece por Madrid pues su empresa organiza un simposio (no sé que diablos significa simposio, debería haber buscado otra palabra pero ahora no me apetece) para explicar el futuro de la edición digital. Ese es el motivo o explicación o razón por la que he escuchado tantas veces su voz, leído su nombre encabezando o cerrando correos: Noelia Ocaña es la responsable con quien yo trato de una imprenta digital, la que publica los libros de Haz Milagros en la actualidad y antaño los que coordiné para otra editorial. Me la imaginaba pequeña y redonda, pero es grande, alta, y está dibujada con líneas rectas. Pero al cabo de unos minutos de charlar con ella comprendo que en ella se produce una alquimia tan insólita como extraña y envidiable: es estilizada por fuera y redonda y entrañable por dentro. No le quito mucho tiempo: hay cola para ponerle cara a la voz, a los humanos de este principio de milenio aún nos gustan más las personas que las máquinas que hablan o escriben. Tres preguntas precisas. Pedirle que me deje hacerle una fotografía para mi web. Despedirme con dos besos en las mejillas. Y luego...

ANNE

salir a la calle, bajar por Ayala y entrar en Naif, una tienda que parece imposible exista en el mundo real, porque allí viven Tintín y Milú, y junto a los tigres de metal y madera hay cajas de música que cantan y bailan y suenan, arropando a un hada que se llama Anne y puede hechizarte nada más entrar y hacer que se detenga para ti el tiempo, dejarte colgado en plena pausa, como decía Will More, en Arrebato, la genial película de Iván Zulueta. Pero esa es otra historia. Una de las muchas que no voy a contar, porque hay que elegir, y en este mundo, el que yo veo, siempre hay y habrá más historias que tiempo y energía para contarlas; quizá la amiga china de Anne que aparece con ella en la foto pueda hacerlo.


Mantenerse es igual de difícil -o más- que avanzar”
Sosiego, antibook (¡Tengo que destruirlo antes de haya se le ocurra la idea de publicarlo!)

26 mayo 008

UNA SEMANA IMPORTANTE PARA EL SEÑOR PUEBLA

Sí, porque su pequeña familia le deja solo, solo todo el fin de semana para que trabaje en su novela con la que lleva ya tres años enfangado.
-¡Su abuela va a trabajar en la novela!
Y, en efecto, Javier Puebla Rabanal, de profesión enredador y de vocación escritor, no toca la novela, no abre siquiera el ordenador, oculta el último manuscrito impreso en un cajón... y se dedica a cosas importantes, a saber:
-Ordena el cuarto de su hijo.
(¡Papá es un genio! (ya era hora de que se diese cuenta), dice la madre que ha asegurado el niño encantado al encontrarse con que sus juguetes han desaparecido).
-Selecciona treinta libros que no necesita para nada y los baja a la basura (Siete minutos después vuelve a bajar, a escape por las escaleras, y los recupera todos; una decisión precipitada, no se puede prescindir de treinta libros de golpe).
-Clasifica la infinita colección de recipientes de plástico de su chica..., y ella le mira con la paciencia habitual. (No necesitaba que nadie clasificase sus plásticos, ya sé).
-Vuelve a bajar los libros a la basura; esta vez sólo veinticinco. Realmente había cinco francamente interesantes. No baja a rescatarlos. No inmediatamente. No a los siete minutos. En esta ocasión espera un cuarto de hora, con la esperanza de que alguien que pasase por allí se haya llevado alguno; no hay suerte. Junto a los libros había dejado una bolsa con sus calcetines desparejados (el divorcio entre calcetines, un tema social injustamente relegado) y los calcetines -algunos tenían “tomates”- han desaparecido, pero los libros siguen allí. Pero, ¡joder!, es increíble, si hasta había uno del genial poeta Alberto Delgado. Vuelve a subirlos (el ascensor no funciona).
-Abre un yogur caducado para que las dos aspirinas que se ha tomado no le destrocen el estómago (de tanto subir y bajar libros tiene la espalda hecha un ocho). El yogur le cae fatal, las aspirinas no le hacen ningún efecto.
-Sale a dar un paseo y por una vez decide dejarse el sombrero en casa. Como es natural en cuanto se aleja quinientos metros de su portal... comienza a llover.
-Se muere de ganas de escribir en su diarioweb sobre LA CENA SECRETA a la que asistió el viernes..., pero no puede decir ni una sola palabra porque era una cena “secreta”.
-Mira en el zapatero y selecciona un par que hace años no se pone. Lo baja a la basura junto a dos libros. A la media hora baja y recupera los zapatos; ¡a los libros que les den!, ¿quién necesita la guía de páginas blancas del año 2003?
¡Diablos, ya ha pasado el fin de semana! Tiene que ir a buscar a Lola y al niño, pero antes le da tiempo a pasar por el Canoe y hacer unos largos. Se está poniendo el bañador cuando suena el móvil.
-Ya estamos aquí...
-Pero si llegabais a las nueve y veinte.
-Son las nueve y veinte.
¡Alegría! La familia ya está en casa cuando llega él, el niño acostado y su mujer a punto de hacer lo propio; pero aún hay tiempo para charlar un poco:
-¿Has avanzado mucho con la novela?
-Bueno, ya sabes, estas cosas tienen un proceso, pero en fin, se puede decir que... (zapatos, calcetines, libros, plásticos, peluches y muñecos de playmóvil)..., que estoy contento. Sí, estoy contento.
-¿Con la novela?
-Con la novela. Sí, sí. Muy contento.

“... una de esas escasas noches de mi vida que desafiará al olvido”
EDMUNDO PAZ SOLDÁN (no recuerdo el título del relato donde encontré la frase)

2 junio 008

FIERA DEL LIBRO 008/ FIESTA 1

CUATRO EDITORES Y DOCENAS DE ESCRITORES


Es la primera. La primera de las fiestas importantes a la que está bien ir, puede ser divertido ir, porque coincide con la inauguración de la Falla del libro (los ninots escritores ardiendo a los lados del río humano indiferente). Así que Javier Puebla va, why not?, a pesar de que se celebra en un lugar algo lejano y a trasmano, la sede del periódico El Mundo y su grupo empresarial circundante. ¿Cómo ir? ¿En metro? Puff.. ¿En coche? No suena mal pero si te tomas un par de copas... ¿En taxi? Parece la solución ideal, pero luego habrá que encontrar un taxi de vuelta, y no será fácil, como comprueban pasada la medianoche Miguel Ángel Matellanes y Teresa Marcos, ambos muy queridos amigos (les llama "los príncipes nubios") del Javier Puebla que escribe este diarioweb.
En cualquier caso, y de un modo u otro, la fauna que conforma la vida literaria hispánica -me imagino a Felix Rodríguez de la Fuente filmándolos y comentando sus peculiaridades- acude a la llamada del alcohol y los canapés gratuitos, y del placer o el dolor de estar rodeado de otros de su especie, o al menos de especies similares.
Hay cuatro editores, uno muy importante, de hecho quien está haciendo los movimientos más interesantes en el mercado, que además es el más joven; se trata del ya mencionado Miguel Ángel Matellanes, responsable de Algaida y el más esforzado rescatador de talentos -imaginarios y reales- del mundo editorial. También está Pote Huerta, el dueño de Lengua de Trapo (en realidad no es un editor, es el dueño de Lengua de Trapo, hay un matiz importante; como tampoco es editor ya, ahora caigo que también estaba, Ricardo Artola, que es el jefe supremo de Ediciones B y más dirige la orquesta que toca el violín o el piano en ella), y también se encuentra Javier Puebla con Eduardo Riestra (a quien conocía gracias a su común amigo Dragó) y al mítico Jesús Egido, Rey Lear ediciones; que para Puebla el editor Jesús Egido sea un ser mítico es una larga historia y no voy a ponerme a contarla ahora pero la prueba de que la afirmación es verdadera tiene prueba escrita pues Javier Puebla solicitó de Jesús Egido que le firmase un autógrafo y para ello le brindó su libreta de tapas negras (antaño a Puebla, cuando tenía pasaporte diplomático y vivía en Dakar le hacía las libretas un encuadernador de coranes llamado Adama Diop, pero ahora tiene que conformarse con las “moleskine” que utilizaba el borrachuzo de Hemingway); en el autógrafo bellamente caligrafiado por Egido se augura y desea una amistad futura entre editor y escritor, entre monarca y delfín; inch´alá, que diría Adama Diop, el encuadernador de coranes amigo de Javier Puebla en sus tiempos de Dakar, misógino incurable (cuando la mujer del -a la sazón jefe de la oficina comercial de la embajada española- acudía a buscar los diarios y cuadernos encargados por su marido Adama ni siquiera le dirigía la palabra o aceptaba dinero de sus manos de dedos largos y blancos; África, musulmanes, corderos pastando en el césped de los hoteles de lujo, desfiles en los que las modelos valían menos que los vestidos que lucían y llevaban..., otra historia; volvamos a la fiesta.
En la fiesta está Martín Garzo, y Javier Puebla tenía cierta curiosidad e interés por conocerle desde siempre, porque le gusta como escribe y el modo en el que sobrevuela la meseta literaria desde su Valladolid privilegiado; pero Martín Garzo es más que su fama o incluso que su literatura. La mirada, a Puebla le sorprende, le sorprende varias veces a lo largo de la velada, lo viva, inteligente, rápida, cambiante y profunda que es la mirada de Gustavo Martín Garzo; en ninguna de las fotos que había visto de él se apreciaba esa calidad, tal vez porque ningún retratista -si no resucitamos a Max Becmann- sea capaz de captarla.
En la fiesta está el siempre agradable de ver crítico y escritor Joaquín Arnaíz.
En la fiesta está Mañas, el chico Kronen, autor de una novela genial, Ciudad Rayada, que la crítica y el público despreciaron olímpicamente pero que la posteridad -Puebla está seguro- sabrá recuperar.
En la fiesta esta Jerónimo Tristante, la mayor esperanza blanca de las letras europeas tras crear a Víctor Ros, un detective en la España del siglo XIX, que ya triunfó con El Misterio de la Casa Aranda y ha reincidido con El Caso de la Viuda Negra. Tristante es murciano, lo cual siempre simpatiza a Puebla que ha vivido en aquellas tierras durante cinco años y se casó con una de sus más bellas y generosas mujeres.
Está Ignacio del Valle, que prepara nueva novela con Alfaguara y que pronto verá otra de sus obras -creo que El tiempo de los emperadores extraños- llevada al cine. (En la foto, al fondo, el camata que servía el cava: Edorza; un tipo agradable)
Está Eugenia Rico, mejor que nunca desde que ha sido mamá.
Está Casariego, Martín (alias el Grande), y Casariego, Nicolás.
Está Fernando Marías, que últimamente coordina bajo la atenta mirada del gran ojeroso Javier Azpeitia unos libritos muy interesantes.
Está Ramón Pernas y José María Plaza y Juancho Armas Marcelo y Máximo Pradera y Echevarría (Lucía) y muchos otros. Y también hay agentes, como el gran Eduardo Melón, algunos periodistas, infinitos jefes de prensa de editoriales varias; e incluso durante un rarito está Pedro Jota a quien a Javier Puebla le habría gustado recordar una historia personal y común de veinticinco años atrás (cuando Puebla fue considerado por Ramírez como el reportero revelación del año del periódico que dirigía por aquel entonces: Diario16) que seguro le habría gustado escuchar al actual director de El Mundo. Pero quizá no era el momento, como tampoco quizá sea el sitio este para contarla. Otro día, en otro sitio..., o no. Porque ya todo da igual, ¡sigue la fiesta! Son las tres de la noche, ahora en el corazón de la ciudad, y los bares de la calle Almirante están llenos de alegres, vociferantes y ya ebrios animales de la vida literaria. Desde la calle, cualquiera que les viera no podría evitar sentir un ramalazo o puntito de envidia: esto de la literatura debe ser lo mejor del mundo, imposible ver tanta alegría y frase rápida desdibujada por la música en ningún otro tipo de fiesta.


“Mi dolor es mío. De él me nutro y aprendo constantemente. No cambiaría mi dolor por nada”
SOSIEGO, el anti-libro más famoso de la historia de la literatura (¿el único?), que Javier Puebla Rabanal escribe y pierde y utiliza a modo de magia y medicina cada día; cada noche en realidad; porque sólo en la noche puede parecer que existe un antilibro, algo oscuro y mal definido que se desdibujada y pierde en la oscuridad.

9 de junio 008

EL MUNDO DE MARCHAMALO

Hay infinitas cajitas de hojalata, billetes de banco de países que ya no existen, teselas de las paredes azules de una piscina, libros-objeto y objetos-libro, cuadros de los que nacieron portadas de publicaciones varias, muñecos de barro o plata o porcelana o plástico...; incluso hay sombreros, como el que le pido a Jesús, Jesús Marchamalo que se ponga para retratarle y “cazarle”, y probablemente también habrá algún látigo escondido bajo una cama o en el interior del armario, único en el mundo pues lo ha diseñado él, que tiene en su cuarto, pues el sabio conferenciante Marchamalo tiene algo, o mucho, de Indiana Jones, y seguro que ha saqueado alguna biblioteca imaginaria en algún momento de su vida o bajado a una catacumba para rescatar la página trescientos diecisiete del célebre libro sobre Zipal, la Ciudad Piel, de quien casi nadie -en occidente- ha oído siquiera hablar. En teoría tampoco yo, que hablo de otras cosas, y escucho, sobre todo escucho, feliz y muy interesado, mientras Jesús Marchamalo me muestra sus tesoros pequeños e infinitos, primero en su casa, luego en el estudio, y en medio en la agradable cafetería-restaurante donde comimos juntos. Un día agradable; era martes, concretamente el primer martes que “daba” este mes de junio.

FRANK MALAMUERTE
Frank no existe. Frank es un autor interpuesto, o un personaje que se funde con su creador en determinados momentos. En cualquier caso su nombre aparecerá en el primer título de la nueva colección que Claudio Benavides inaugurará en los próximos meses para su editorial HAZ MILAGROS. Con Frank, y también con Joaquín Tomé, su creador y sostén, estuve el lunes, el día anterior a ver a Marchamalo. Esa misma noche dos tipos con aspecto de asaltantes de caminos mimados por alguna fuerza oculta me esperaban junto al portal, pero me salvó un taxista a quien -el charlatán que siempre es Javier Puebla- le había prometido un libro, y que aparcó encima de la acera hasta que quien escribe bajó con un SONRÍE DELGADO dedicado. Veinte minutos dos tipos encapuchados y armados asaltaron un bar, el más cercano a mi casa, creo que sin grandes resultados (entre otras cosas porque en mi barrio hay más cámaras de seguridad y policía secreta que en el pentágono); me resulta evidente que eran los mismos -los asaltantes- que me esperaban en la puerta de casa. Quizá -y esto podría ser verdad o únicamente literatura- pretendían robarme la cinta que llevaba en el bolsillo donde estaba grabada la última entrevista que concedió Paul Bowles (murió apenas un mes después), y que aparecerá reflejada en el volumen uno (o quizá sea el dos) de LOS LIBROS ENCONTRADOS EN LA PLAYA. (El nombre de la colección, idea de Benavides, se complementa con los 13 títulos ya aparecidos bajo el paraguas verbal de LOS LIBROS DEL CAPITÁN; y creo que tiene planeadas dos colecciones más, pero ya le he dicho que no tiene demasiadas posibilidades de contar conmigo para dirigirlas).

LA FURIA DEL LIBRO: 2ª FIESTA; RAMDON-HOUSE EN GABANA
(ME GUSTA CARLOTA DEL AMO)

Conozco a Carlota del Amo apenas nada. Sé que es rápida, noto su inteligencia y me seduce su nombre carismático, como de personaje de novela, y también la velocidad de su mirada. No es ella quien organiza la segunda gran fiesta de la Furia del Libro de Mad Madrid, pero sí es Carlota del Amo quien me consigue una invitación para entrar en la discoteca de la calle Velázquez (la primera discoteca a la que me fui en mi vida; estaba muy cerca de mi colegio y se llamaba de otra manera; tal vez Wellington, como el hotel superviviente situada inmediatamente al lado). La fiesta tiene un juego “jolibudiense” (sí, con joli y con buda, ponerlo en inglés... otro día), pues hay una alfombra roja, un portero negro gigante y elegantísimo (lleva gafas de pasta que le dan un cierto aire intelectual), los típicos focos de mil vatios que se utilizan en los estrenos de cine, y dos fotógrafos armados con réflex de última generación que fotografían a quienes entran en Gabana para la fiesta de dos en dos; cada invitación vale para dos personas y están rigurosamente controladas. A mí me toca entrar con mi apreciado Fernando Castanedo, y ser fotografiado junto a él; y ya aprovechamos para charlar un rato, pues cuando llegamos ya ha terminado el discurso, la orquesta ha comenzado a tocar y el ambiente es digno de El gran Gatsby (la novela de Fitgerald, la peli de Redford) y aún quedan canapés y cervezas, aunque -ay, que sibarita me estoy volviendo; malo, malo, malo- no hay champán (ni siquiera cava).
Veo a Rafa Reig, a quien se le nota en la cara, en el brillo de la mirada, que está trabajando en/ luchando contra/ una novela. A los escritores siempre se nos nota, porque de lo que se trata el juego es simple de explicar: vampirismo, si nos queremos poner dramáticos; transfusión, si cientifistas. Dejamos la vida, la magia, en las novelas, y para ello la tomamos del único lugar de donde podemos encontrarla: de nosotros mismos. Me gusta ver a Reig. Y también a otros muchos colegas; pero el regalo de la noche es mi prima/sobrina Cristina de Orduña a quien debí ver hace tres años cuando nos reunimos todos los Puebla en la finca de mi tía Herminia en Valencia de Alcántara, pero eramos tantos (conté setenta y dos coches y un autobús en el campo adjunto a la casa principal que, a pesar de que es una chica que no pasa desapercibida..., yo no la recordaba; ella a mí sí, soy el escritor, el del sombrero, el único a quien mi primo Ángel Serrano hizo firmar un texto con su propio nombre en el fanzine que hizo imprimir para conmemorar el encuentro). Y digo que el regalo de la noche fue ella, Cristina de Orduña, porque -los juegos del azar- es “la chica de mi gangster”, mi agente literario, Eduardo Melón Vallat (con licencia para rockandrolear), y me pasé casi dos horas hablando con ellos de las cuatro que pasé en el Gavana (y luego digo que no me gustan las fiestas); y lo pasé genial, como en casa, como en familia, como si Scott Fitgerald nos estuviese permitiendo a todos ser por una noche personajes de alguna de sus novelas.

“No hay nada que aterre tan profundamente a los demás animales de la selva como atisbar el brillo del miedo en los ojos del león”.
SOSIEGO, anti-libro escrito por Ram Rendel, Javier Puebla, Frederic Traum, León Salgado, Javier Panizo, Alberto Delgado... y algunos otros, en papeluchos varios que quizá alguien guarde o quizá no.

16 de junio 008

 

Y YA (¡menos mal!)

Ya ha terminado la Furia, el rugir de los mercaderes, la hinchazón de los egos mórbidos, el deambular desorientado de la gigantesca manada de lectores y enredadores. Ya se ha terminado la Feria del libro de Madrid por esta temporada. Menos mal. Creo que era el jueves cuando me encontré ante una encrucijada con tres caminos: Torres presentaba libros en el Hotel Kafka, Maggie Blesa y Gorgo Velasco habían venido desde Murcia a hacer una lectura de sus textos en Libertad8, mis Tripulantes y autores estaban firmando en la caseta de Fuentetaja. ¿Dónde acudir? ¿Qué camino tomar? ¿Intentar lo imposible? Llegar a uno antes de que empezase, aparecer en medio del otro y escabullirme para hacer acto de presencia después de que finalizase el tercero? Era posible. Era cansado. Era absurdo. Me fui de paseo. (“Si tres cosas/obligaciones de relevancia similar te reclaman a la misma hora, lo más práctico es no atender a ninguna y disfrutar perdiendo el tiempo”, escribió Javier Panizo en el “Sosegante” antilibro que llevamos en comandita.)
El viernes por la mañana sí estuve en el Pabellón Carmen Martín Gaite en la presentación de lo que será un mito con el tiempo: LA SEMANA NEGRA DE GETAFE, EL VUELO DEL CUERVO BLANCO (y esa misma mañana conocí a Charo Cuevas, en la foto de más arriba), pero el jueves... escaqueo total: me fui de paseo y disfruté de cada segundo, porque pasear, perder el tiempo, me encanta, siempre me ha encantado. De facto también me gustaría más estar de paseo ahora mismo, son solo las cuatro y media de la tarde del domingo, que tecleando ante el ordenador, sin embargo...

 

LA FURIA DEL LIBRO: 3ª FIESTA; PLANETA

La fiesta de Planeta, en el último piso del palacete que posee el grupo empresarial en el Paseo de Recoletos, es para mí -año tras año- el acontecimiento más agradable y divertido del Vanita Book Fair of Madrid, la Feria de las Vanidades librescas de la capital de lo que todavía es España (lo que dure). Cierto que el champán, léase cava, corría con mayor abundancia y generosidad en la fiesta de El Mundo, cierto también que en el montaje organizado por Random House había una orquesta interpretando música en vivo, pero... en ningún sitio me divierto tanto como en el party de Planeta. Si no saludé y charlé con cien personas no lo hice con ninguna. Quizá en parte se deba a la estructura: hay dos terrazas, no demasiado grandes, y una zona cubierta, salón oval incluido, que las separa. O tal vez sea resultado de la clase natural, -la generosidad que intuyo más innata que aprendida, de Ana Gavín- que es quien año tras año organiza la fiesta que sirve de cierre al brutal montaje que es la Feria del libro madrileño (y en el que este año me he permitido sobrevolar sin aterrizar apenas por el Paseo de Coches de El Parque del Retiro). En cualquier caso, sean cualesquiera las razones, lo cierto es que resulta casi imposible no pasarlo de cine -literalmente “de cine”, sensación de estar en el interior de una película- en una fiesta que se celebra en un palacete y donde ya antes de entrar puede verse a Anne-Marie Vallat con una copa de champán en la mano y una sonrisa relajada iluminando el final de la doble escalinata de mármol; y mientras subo se unen a mí Teresa Marcos, Charo Cuevas, Begoña Minguito, Espido Freire, Nico Casariego o Eduardo Melón..., y ya ha comenzado la fiesta en la planta baja, en recepción, aunque dos muy atractivas azafatas aguardan atentas al deseo de los invitados de subir hasta el cielo del palacete -hay que girar una llave para que el ascensor alcance tales alturas. Subo directamente al techo del planeta, de Planeta. Las vistas son espectaculares desde ambas terrazas, el efecto Magritte -la mezcla de la última luz solar con el despertar de las bombillas y los neones- y aunque ya hay mucha, infinita, gente conocida es posible también -esa elegancia que tiene la fiesta- quedarse solo, apoyarse en la barandilla de piedra con una copa de champán en la mano disfrutando de la ciudad que desde ese observatorio privilegiado parece un escenario, el mapa de un lugar donde cualquier cosa podría llegar a ser posible: desde que King-Kong bajase por Gran Vía y el Cid, o su armadura, le cortase el paso haciendo lo propio desde Alcalá.

 

 

Y luego la noche creciendo, el alcohol regando los canapés y los dulces, los rostros enmascarados en sombras, las palabras de doble significado, la bella y desconocida Andrea, la chica loca que pregunta veinte veces como te llamas, las medias de red de Lucía Etxebarría, la amabilidad de Francisco Valbuena, David Torres entrando con una chica espectacular (habría servido para hacer un anuncio de vaqueros), la expresión radiante de Pedro de Paz, la conversación larga y privada junto a la escalera de Lorenzo Silva con Silvia, su editora en Destino, o el movimiento continuo que genera a su alrededor Fernando Marías que, precisamente ese día, cumple los cincuenta y lo celebra luego, lo celebramos todos luego. Luego. Pero ahora es ahora. Y yo me dejo llevar por el torbellino de rostros y vestidos y olores y spirits. Y giro y giro, y soy feliz en la fiesta que cada año organizan -generosidad y poderío- el grupo Planeta y su maravillosa Ana Gavín.


 

EN EL TINTERO


La reunión anual de los pilaristas “donde se termina el campo”, y a la que acudo por primera vez desde que comenzaron a organizarla; pero aún no tengo las fotos -las hizo Guridi, lo cual podría significar que quizá no las tenga nunca- y aprovecho esa circunstancia para dejar la crónica para la próxima semana, en la que quizá también se narre la cena de Javier Puebla con una bella actriz, se explicará donde ha colocado el gran Jesús Marchamalo la mítica JAULA-TARJETERO de El Cazador de Cuentos, y otras muchas aventuras aún imprevisibles, inimaginables. Porque aunque ya hace muchos muchísimos días que sueño con que acabe la temporada y quedarme tranquilo, conque llegue el 31 de junio, soy consciente -a pesar de mi despiste natural- que el 31 de junio aún no existe (quizá cuando el gobierno cree un ministerio para la igualdad de la duración entre los meses). Todo eso y mucho más, o menos, la semana que viene. Stay tuned, if you have nothing better to do, of course.


.“Lo que no se guarda se pierde. Pero a veces se puede volver a encontrar”
SOSIEGO, antilibro. Javier Puebla, píldora fabricada a las cuatro de la noche del veintiuno de junio del dos mil ocho.

23 de junio 008

GURIDI&GURIDI: UN CENTENARIO

Había estado en esa fiesta muchas veces. De hecho creo que es la fiesta, celebración de cumpleaños, a la que en más ocasiones he acudido en mi vida, y debido a su potencia inconmensurable el resto de las celebraciones, eventos, alharacas y cuchis-cuchis-esmuchis
siempre han acabado por parecerme más bien pálidas; quizá por ello nunca me ha interesado, divertido, atraído lo más mínimo, celebrar mi propio cumpleaños. Porque ¿para qué? Si ya estaba, existía, el de los Guridi, los magos capaces de hacer que mundo fuera en guridi-color y en el que yo -maravilla de maravillas- no era jamás el protagonista sino una estrella invitada a quien se trataba con exquisita generosidad (supongo que como a cualquier otro de los asistentes).
¿Qué quienes son los Guridi? Vamos, no puedo creerme que alguien esté leyendo mis palabritas saltarinas y vacilonas y no sepa quienes son los Guridi. Los Guridi, Javier y Luis, son los nietos de Guridi, el nunca olvidado compositor de El Caserío (una suerte postmuerte que no tendrá Sabina). Los Guridi, Luis y Javier, son un director de cine brillantísimo (podría haber sido el mejor pintor del cambio de milenio) y un empresario y promotor inmobiliariode éxito (y astucia suficiente como para blindarse ante la crisis que los “políticos tensos” no reconocen). Los Guridi son gemelos, y se cuidan entre ellos de un modo impensable, incomprensible, entre hermanos normales (daría un dedo por tener un hermano como Javier; le pediría un dedo extra a Dios si tuviese que tener un hermano como Luis). Les pasan o suceden cosas flipantes, como que las tonsuras de sus cabezas sean prácticamente iguales, les salgan las canas en los mismos lugares y al encontrarse tras un mes sin hablar siquiera por teléfono resulta que ambosllevan la barba igual, el pelo cortado hace el mismo número de días y otras historias (las cuales hace muchos años sueño con plasmar en una novela (pero es probable que se quede en sueño; últimamente estoy harto de trabajar).

Uno de los Guridi, Luis, mitad de la Cuadrilla con Santiago Aguilar durante lustros (Goya por Justino, un Asesino de la tercera edad; y se habrían merecido otro por Matías, Juez de línea), ahora dirige Kamara Café y le piden autógrafos por la calle (no lo sé, en realidad; espero que sea así); a ese Guridi, mi primer amigo del cole, le debo el haber descubierto el arte cuando en el pupitre de al lado comenzó -por los pies- un dibujo, y sin levantar el lápiz fue convirtiendo esos pies en el cuerpo y la cara del profesor que hablaba -y a quien ninguno de los dos escuchaba- y aún al terminar el retrato se permitió la brillantez, EL ARTE, de coronar la cabeza con una melena de león porque el profe se llamaba "Don León".

Al otro Guridi, Javier, le presté mi chaqueta de adolescente elegante (que aún conservo y me viene) para ligar con una de mis primas y le vi, siendo niños,montar un banco, con posibilidad de créditos y depósitos, en el colegio; pura imaginación, ingenio y espíritu de negocio en el mismo cóctail. Los Guridi vivían -cuando todos eramos niños- en una casa de cuento, en la calle Luis Vives, con torreón modelo Merlín El Mago incluido, y una conexión a un edificio inacabable que en realidad era una fábrica de objetos de plata, laberinto en el que mil veces he encontrado el camino a la felicidad, a los reinos de lo imposible y al paraíso de la amistad sin condiciones.

Había estado mil veces en esa fiesta, ya lo he dicho al principio. En el cumpleaños de los Guridi. Mucho mejor siempre que mi propio cumpleaños. La casa esta vez no era la misma. Los invitados no eran, quizá, los mismos. Pero yo sí, los Guridi también. Y juntos cumplían cien años. Cien años que apagaron de un solo soplido. Felicidades. Felicidades y gracias por vuestra larga y siempre desinteresada calidad personal. Felicidades mis muy muy muy queridos amigos.

 

DEL LUGAR EXACTO Y PRECISO DÓNDE DON JESÚS MARCHAMALO COLOCÓ LA JAULA-TARJETERO FABRICADA POR EL ESFORZADO CAZADOR DE RELATOS: LEÓN SALGADO

En este diario ya he contado donde, como y cuando conocí a Marchamalo. Que me fue inevitable quedar con él lo antes posible y me faltaron argumentos para negarle una de mis famosas JAULAS-TARJETERO a pesar de que ya no quedan y el precio en el mercado secundario de animales literarios exóticos es exorbitante. Si Marchamalo -el mayor especialista mundial en libros-objeto que conozco, comisario de exposiciones varias de libros que no son libros y otras imposibilidades, no se hacía con mi JAULA-TARJETERO- el peligro de que el extraño objeto de deseo se acabase extraviando en las alcantarillas del tiempo junto a las novelas de Pérez y Pérez y las canciones de Hernández y los Fernández habría sido claro y cierto. Pero el peligro ha sido conjurado: Jesús Marchamalo, tras pensar lo necesario (no es hombre que improvise) ya ha encontrado un lugar para esas maderitas cortadas, barnizadas y estampadas a mano con sellos de fronteras imaginarias, para las cien tarjetas de visita que contienen cien relatos diferentes y de las que sólo existen cien ejemplares firmados y numerados de cada una. Y como tiene la energía de los vientos, la inteligencia de las sombras y la elegancia de los ángeles que jamás se asustan de su propia generosidad tuvo a bien enviarme la imagen fotográfica de más abajo en la que puede contemplarse la JAULA-TARJETERO de El Cazador de Cuentos apoyada sobre una de las mesas de su casa, o de su estudio; lugares ambos tan sugerentes y ricos espiritualmente como el sueño de un museo. Gracias, mesié Marchamalo; estoy con tus BIBLIOTECAS PERDIDAS; pero de vez en cuando vuelvo a coger, perdón, entre mis dedos esa pieza pequeña y deliciosa publicada por CSIC titulado TOCAR LOS LIBROS que a cualquier lector, a cualquier amante de la creación y la creatividad, recomiendo.

“Prefiero mi locura a tu cordura; perdóname”
SOSIEGO, anti-libro impublicable (pensé que había perdido la libreta con todas las entradas del último mes, y aunque me he puesto un poco nervioso..., tampoco me ha parecido demasiado traumático; luego -el cuaderno improvisado grapando unos cuantos papeles por el centro por Julián Lucas- ha reaparecido misteriosamente sobre mi mesa; algún ángel burlón me sigue cuidando, y desea que continúe con la cría de mi anti-libro; ya veremos.).

30 de junio 008

CENANDO

Empecé la semana cenando, con mis Tripulantes del barco de los martes, en el encantador ático que tiene la escritora Amparo Baliño en la calle Vallehermoso, y acabé cenando en Sevilla con motivo de la entrega de la XV edición del premio Ateneo de Sevilla de novela. En medio cené con los autores que navegan junto a mí en el barco de los miércoles en otro ático maravilloso, el de Mar Cassinello (a los artistas siempre nos han gustado los áticos; están menos lejos del cielo que el resto de los pisos). Así pues he comido y bebido abundante y exquisitamente, me he divertido, consumido literatura y empapado de ambiente literario y, por fin, vuelvo a ser libre, dueño de mi tiempo, de decidir si escribo una novela o un cuento, o corrijo una novela o un cuento ya escritos, o hago una película, o me quedo en la cama todo el día, o jugando con mi hijo Max, o paseando sin rumbo por una ciudad u otra. Acabo de terminar la columna que le he dedicado a Félix J Palma, el ganador del premio Ateneo, y no voy a repetir aquí lo ya escrito y contado. Hay tantos nombres que mencionar que mejor no intentarlo, repetir que han sido tres cenas maravillosas, rodeado de amigos y escritores y personas interesantes de toda condición y pelaje. Termina junio, termina la temporada para los profesores profesionales y para los que jugamos a profesores; ningún encargo he aceptado ni aceptaré para el verano. Sólo el susurro del viento como consejero; dueño de mis días, dueño de tiempo, durante tres meses que empiezan mañana y ahora parecen eternos.


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

"Las personas a quienes queremos son infinitamente más importantes que la literatura. Cuando era joven no lo sabía. (Quizá tampoco sabía querer).
SOSIEGO (anti-libro)

 


 

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Michel Houellebecq, LA POSIBILIDAD DE UNA ISLA

(Será la tuya, colega. Demasiada pasta en el banco). Javier Puebla

 

 

 

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